¿QUÉ NOS PASÓ, BOLIVIA?

«¡Oh, cuerpo, hazme siempre un hombre que cuestiona!»

Franz Fanon

 

 Luis Felipe Limarino Montalvan 

Consideremos las declaraciones de Trump en estas últimas semanas de protestas en Estados Unidos debido al asesinato de George Floyd debajo de la rodilla de un policía que mientras asfixiaba su cuello se gozaba  sadicamente metiéndose las manos en los bolsillos, posando para la cámara. Su asesinato desencadenó una oleada de protestas en todo el país y en otros países del mundo. Su caso no fue simplemente un delito, es excepcional. En el video que circuló por las redes sociales vemos que cada palabra que dice le cuesta segundos de vida porque debe consumir, con cada letra que pronuncia, el poco oxigeno que le resta. Pasan los minutos y vemos que Floyd deja de moverse. Fue asfixiado.  Murió sin pedir clemencia, no se rindió en su dignidad pero esa manera de morir removió algo profundo en el inconsciente colectivo del pueblo negro estadounidense. Es la imagen del esclavo escarmentado por el tormento; es el suplicio de los blancos sobre los negros desde hace trescientos años atrás de maneras tan imaginativas como crueles. Su asesinato expresa y contiene dos temporalidades. Es tanto el tiempo largo del suplicio en las plantaciones, la pena de muerte por las rebeliones contra la esclavitud y los asesinatos del Ku Klux Klan como el tiempo corto de la seguidilla de crímenes impunes cometidos por la policía de Estados Unidos contra la población afroamericana de ese país durante los últimos años. Pero su asesinato es algo más. Es el símbolo satánico de las altas tasas de desempleo que los condenan a la frustración y la delincuencia; de las cárceles donde hay más ‘negros’ que ‘blancos’; de quienes más mueren por el coronavirus en un país que tiene la peor cobertura de salud de los denominados países desarrollados. El asesinato de Floyd es eso: una represión salvaje e institucional que sucede a lo largo de una historia de crímenes y violaciones. Por ello no parece casualidad que las últimas palabras de Floyd a su verdugo hayan sido “no puedo respirar”. Todo un pueblo, en efecto, no puede respirar en Estados Unidos. Está siendo asfixiado desde hace tres siglos por una rodilla blanca y por ello debe gritar, debe luchar, para no ser asesinado. Sabe que la vida para ellos es una cuestión de muerte.

Por eso su violencia es justa y sagrada. Es la violencia liberadora de los pueblos oprimidos que ocupa las calles,  incendia templos del consumismo y derriba estatuas de Colón porque entiende que solo así podrá ser escuchado por el país de los blancos que, para su pesar, no quieren aceptar que Estados Unidos, fundado por blancos propietarios de esclavos, también es ahora un país de negros. Con todo, la violencia no es el fin sino el medio para crear una predisposición para ser afectados comunitariamente, para sentir el dolor del otro ser humano corporalmente determinado como negro que expresa sus razones, que enuncia, en justicia, las razones de su violencia resumidos magistralmente por la activista Tamika Danielle Mallory:

Lo que está pasando en Estados Unidos es que la ideología del nacionalismo blanco se está tornando salvaje y la razón por la cual los edificios son quemados es porque esta ciudad, este estado, preferiría preservar ese derecho nacionalista y esa mentalidad supremacista blanca sobre los cargos de arresto que ayudarían a condenar oficiales que matan vecinos negros. Esa es la realidad que estamos enfrentando.  No se trata solo de unos cuantos policías portándose mal en todo el país. No se trata de buenos policías versus malos policías. […] Esta es una actividad coordinada que ocurre en toda esta nación y por eso estamos en un estado de emergencia. […] No podemos mirar esto como un incidente aislado. La razón por la cual los edificios se están quemando no se debe solo a nuestro hermano George Floyd. Se están quemando porque el pueblo aquí en Minnesota dice al pueblo en Nueva York, dice al pueblo en California, dice al pueblo en Memphis y dice a toda la gente de todo este país que ya basta. ¡Ya basta! Y no somos responsables la enfermedad mental que ha sido imbuida sobre nuestro pueblo desde las instituciones gubernamentales estadounidenses y esas personas que están en posiciones de poder. […] Ellos [los manifestantes] están furiosos y existe una manera fácil de pararlos. Arresten a los policías. Arresten a todos los policías en cada ciudad dónde nuestra gente haya sido asesinada por ellos. […] Haz tu trabajo para que este país sea lo que dices se supone que es, la tierra de la libertad para todos. Empero, este país no ha sido la tierra de la libertad para los negros… y nosotros estamos cansados de eso.  No nos vengan a hablar de saqueo. [se refiere a la acusación de Trump sobre que los manifestantes eran unos simples “saqueadores”] ¡Ustedes han sido los saqueadores! Es más, ¡América ha estado saqueando al pueblo negro! ¡América ha saqueado al pueblo indio cuando ustedes llegaron primero aquí! ¡Saqueo es lo que ustedes hacen! ¡Nosotros aprendimos eso de ustedes! Aprendemos violencia de ustedes. ¡Si quieres que demos el ejemplo entonces, maldita sea, den ustedes el ejemplo![1] [Traducción y cursivas nuestras]

Tamika habla desde lo que no es (la tierra de la libertad para todos) para mostrar lo que es (Estados Unidos fundado sobre el saqueo del pueblo indio y negro). Desde la perspectiva de los oprimidos lo que no es es la realidad frente a lo que es.  Lo que no es es es la democracia derivada de una libertad para todos. Lo que es no es sino la ilusión democrática como ideología estabilizadora de una dominación encubierta. Y esta lógica paradójica que revela la realidad que es, no siendo, ante la realidad que no es, siendo, Trump la entiende instintivamente y presiente que en su encubrimiento radica el secreto de su dominación. Si frente al coronavirus respondió como lo que no es, frente a la peste de estupidez (Vargas Llosa) que crece en las calles diciendo ¡ya basta! entonces responde como lo que es. Trump el advenedizo, el self made man, carajea a los gobernadores de los estados:

Tienen que dominar. Si no dominan, están perdiendo el tiempo. Los van a atropellar, se verán como un montón de idiotas. Tienen que dominar, y tienen que arrestar a las personas, y deben juzgar a las personas y tienen que ir a la cárcel por largos períodos de tiempo.

Tienen que dominar para que la dominación persista ya que de otro modo lo que no es no solo aparecerá como lo que realmente es sino que también terminará por transformarlo. Para él, esos que protestan no son su pueblo, son los más audaces desmentidores de su verdad y por eso los amenaza, de haberse atrevido a llegar hasta la Casa Blanca “con los perros más crueles y las armas más siniestras”. Trump es el presidente de los Estados Unidos pero no es es realidad el presidente de un país democrático y libre, sino que es el dueño de una plantación de esclavos sublevados. Alista su rifle, manda a sacar los perros y azuza a sus caporales antes de salir a sofocar la rebelión.

En medio de esta pandemia, el asesinato de Floyd fue entonces la revelación que nos mostró la esencia real del país de las maravillas, la democracia y la libertad, aka, Estados Unidos con lo cual, al fin, nos revela también la esencia real de aquella democracia y libertad que sus acólitos más fieles predican para Nuestra América.

 

¿Es la voluntad del más fuerte legítima solo porque la enuncia discursivamente?

Trump, la bestia rubia está en los Estados Unidos y sus declaraciones parecen no afectarnos directamente. ¿Por qué habría de importarnos un loco dirigiendo un imperio en decadencia allá en la distancia? Después de todo nosotros los bolivianos tenemos también nuestros propios locos. Una vieja cheta, un burillo, etc. Pues bien, es cierto que no es Trump el que debiera importarnos. No es el loco sino su locura la que nos preocupa y atañe.  Es su locura o sea, la renuncia a la argumentación racional como ejercicio democrático la que nos resulta tan familiar y preocupante. El apelo a la fuerza y la amenaza justificados por razones de seguridad nacional y combate a la pandemia son lo correcto ergo, son deber político ergo son la forma de proceder para lograr el bien común. Si es necesario eliminar el ministerio de culturas dado que la cultura es un gasto insulso para un gobierno que juzga arbitrariamente tal cuestión que así sea. ¿Las razones? Así lo exige la pandemia. Eso no se debate. Es más, cualquier limitación al uso de la fuerza y la violencia de parte de un gobierno ilegítimo será considerada como una “payasada” ergo,  la seguridad nacional así lo exige. Ya no valen las razones de la comunidad política, del pueblo, del antagonista político. Vale la aserción viril de aquel que está en el ejercicio del poder administrando la muerte para, dizque, afirmar la vida. Las razones sensatas son las razones que dicen: la vida se afirma con la muerte ergo, no es necesario argumentar porque los mejores argumentos son aquellos que renuncian a argumentar. La política, la democracia se reducen al anuncio del accionar de la violencia.

Bolivia quiere ser un país de paz y de amor y de reconciliación. [Por tanto] No vamos a permitir que ningún local haga terrorismo en Bolivia y peor un extranjero, recomendamos a aquellos extranjeros que están llegando al país hechos a las mansas palomitas, tratando de incendiar el país, que anden con cuidado, los estamos mirando, los estamos siguiendo, estamos viendo lo que están haciendo. (Ministro de Gobierno Arturo Murillo)

Yo soy una persona que escucha, pero no permitiré que le falten al respeto y peor a un uniformado. [Por tanto]  Él reacciona y usted desaparece en 10 segundos, ¿sabe o no? Yo le garantizo que sí. (Ministro de Defensa Fernando Lopez)

Según Murillo y Lopez la política no es, la necropolítica es. De ahí que la diferencia entre ellos y Trump es solo aparente. Todos ellos comulgan en la violencia. En esencia son lo mismo.  Hacen aquello que Nietzche anunciaba: “¡Qué los débiles y los fracasados perezcan!, primer principio de nuestro amor a los hombres. Y que se les ayude a morir.” No reconocen la dignidad de su interlocutor luego es necesario combatirlo, hacerlo desaparecer, aperrearlo, caerle con el peso de la ley, etc. Es necesario el Estado de Guerra para lograr el Estado de Paz, el fuego se apaga con más fuego, etc.

 

¿Son las afirmaciones formalmente correctas legítimas solo porque son enunciadas discursivamente?

Jeanine Añez llegó al gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia gracias a una revolución de colores híbrida que logró derrocar al presidente Evo Morales. Fué auto-proclamada ilegalmente por los militares, que le impusieron la banda presidencial como jefa de Estado transitoria lo cual no está previsto por procedimiento constitucional ninguno. El partido político al que pertenece, Unidad Nacional (UD), tiene apenas el 4% del total de votos y por ende de representatividad en el parlamento. Cuando entró por primera vez al palacio de gobierno con una biblia gigante forrada en cuero mando al ejercito y la policía a disparar sobre la gente que protestaba en Senkata y Sacaba. Entonces, además de ser una presidenta proclamada ilegalmente lo es también ilegítimamente. Y ese es el secreto de su dominación que, al igual que Trump, intuye fuertemente debe preservar a cualquier costo: mostrar aquello que no es como lo que es y que funciona del siguiente modo. Su gobierno ilegal e ilegítimo se postuló como uno que tiene la misión de recuperar la democracia y respetar el Estado de Derecho o sea, Añez juró combatir desde el principio, aquello mismo que, desde el principio, está fomentando: la destrucción de la democracia y el no respeto al Estado de Derecho. Añez promete aquello que no cumple, por tanto, actúa como lo que no es y lo que no es es aquello que justamente dice ser: democrática y respetuosa del Estado de Derecho. Sus discursos son huecos, vacíos, insustanciales, no veraces, incoherentes, sin contenido de realidad.

Si por ahí dicen que yo estaba buscando candidaturas es una especulación de muy mal gusto […] por eso le digo de que no sería honesta. Aquí el objetivo de nuestro gobierno es llevar a elecciones y se acabó. Yo no quiero ser candidata a nada. (Declaraciones del 5 de diciembre del 2019)

Esta noche quiero dirigirme a las familias bolivianas para anunciarles que he tomado la decisión de presentarme como candidata para las elecciones. (Declaraciones del 24 de enero del 2020)

En efecto, solo puede ser realmente democrático aquel actor político que al argumentar tiene un contenido real de coherencia que respalda su enunciación, de otro modo cae en la demagogia que requiere de la mistificación mediática y demagógica para ocultar la irrealidad incoherente de su enunciado.

Un ministro que fue defenestrado del cargo por declaraciones racistas dijo:

Con respecto a mi vinculación con el MAS creo que no tengo ni los requisitos porque para ser masista, hay algunas especificaciones inclusive de identidad. Tengo ojos verdes, pelo crespo, soy blanco. No quiero discriminar, pero  esas mis condiciones no hacen que yo sea compatible con el resto de las personas del Movimiento Al Socialismo.

Un asinceramiento de ese tipo no pudo soportar la prueba de fuego de la opinión pública. No paso mucho tiempo para que Añez lo destituyese del cargo por “sus expresiones racistas. [dado que] En este gobierno no se acepta corrupción ni discriminación alguna. Bolivia es una familia donde todos somos iguales”, veamos, pues, si una vez más estamos frente a un caso de pura palabrería hueca, hagamos entonces memoria de su cinismo. En una declaración pública y grabada, hace ya más de una década, ante cámaras de televisión durante la Asamblea Constituyente Añez afirmó sin remilgos:

En mi región nosotros no queremos ser el Collasuyo, no queremos una bandera como la whipala, queremos ser siempre bolivia, queremos la bandera rojo amarillo y verde con la que nacimos como país y así queremos morir.

Por cierto, Bolivia no surgió con la actual bandera tricolor. Nuestra primera bandera fue bicolor. Por eso lo que ella quiere hacer entender bajo su ropaje cívico es lo repugnante que sería vivir en un país, fundado por blancos, en el cual también se incluyan como símbolos patrios los símbolos indios; quiere un Estado nación señorial mestizo y sin indios del mismo modo que Trump desea un Estados Unidos sin negros ni latinos. El mestizaje, si es para la negación de lo indio, es su horizonte. En parte esa negación es también su historia.

Nacida en un pueblo típicamente beniano, San Joaquin, pequeño, tranquilo y de aroma de pan de arroz recién salido del horno por las tardes comenzó su carrera política siendo asambleísta en la Asamblea Constituyente de 2006, luego fue senadora durante una larga década, siempre militando bajo siglas políticas conservadoras. Mucho se le ha reprochado el maldecir lo indio andino sin percatarse de que su fenotipo es también indio si se lo compara con una cholita paceña, por ejemplo. Pero si ese fuese el caso entonces Añez no es una india andina sino propiamente movina aunque de movima ya solo conserva el cuerpo. Esa es la tragedia del Beni. En la época colonial se conoció ese territorio como las Misiones de Mojos. Después de la expulsión de los jesuitas y hasta hasta mediados  del siglo 19, Mojos fue uno de los espacios más indios y políticamente revolucionarios y revoltosos de la naciente Bolivia. Mojos fue escenario del levantamiento de Pedro Ignacio Muiba y Bopi contra la corona española, de la resistencia del canichana Juan Maraza que de ese modo buscó enmendar su error al entregar a Muiba de la Busqueda de la Loma Santa convocada por Guayocho y que Santos Noco Guají consolidó mediante la fundación de la comunidad de San Lorenzo en el Sécure, hoy conocido como TIPNIS. Todo eso, sin embargo, fue progresivamente derrotado en dos olas, primero con la ocupación carayana (gente blanca) de la tierra mediante el sistema de haciendas acompañado del defenestramiento político de los corregidores mojeños por curas venidos de Santa Cruz (que fueron quienes en los hechos iniciaron la mestización al ocuparse de fornicar con las indias) y los administradores republicanos (que fueron quienes instauraron la cultura de la corrupción disimulada como hábito de la élite política) y  la explotación de la goma que requirió de mano de obra india, gratuita y esclava (el denominado habilito). La tragedia de Mojos está en su progresiva mestización a costa de la disolución de la cultura misional en esas sucesivas olas y las sucesivas Marchas Por la Dignidad y el Territorio que salieron de Trinidad desde 1990 son la respuesta al embate expropiador y disolvente de los carayanas de parte de aquellos que no se averguenzan de ser los hijos del sol. Añez corporifica al mestizo que opta por rendirse a la fuerza compulsiva de los hechos y por eso de ella se puede decir inspirándonos en la fórmula de Fanon: cuerpo movima, espíritu carayana.

Ahora bien, refresquemos los twits que borró de su cuenta apenas comenzó a ejercer como presidenta de facto. El primero: “Que año nuevo aymara ni lucero del alba!! satánicos, a Dios nadie lo reemplaza”  del 20 de junio del 2013 refiriendose al feriado del solsticio de invierno que es celebrado sobre todo en la zona andina del país por quechuas y aymaras. Para Áñez esa es una fiesta ‘pagana’.  Otro twit: “Originarios??? Miren”, en el que hacia alusión a una fotografía de un grupo de quechuas que llevaban calzados en lugar de ojotas, hecho que según ella delataba su impostura ya que a los indios, se infiere por su pregunta, no les corresponde llevar zapatos: Finalmente el polémico twit en el cual dice “Sueño con una Bolivia libre de ritos satànico indigenas, la ciudad no es para los indios que se vayan al altiplano o al chaco!!” que parece no ser de su autoría aunque expresa de manera consecuente sus convicciones. Si no le pertenece por autoría le pertenece por derecho. Por último, el twit del 5 de noviembre del 2019 en el cual posteó una caricatura de Evo Morales abrazado a la silla presidencial y que Añez comenta: “Aferrado al poder el “pobre indio””. Su gobierno transitorio, golpista, ilegal e ilegitimo se postula como un gobierno de transición desde hace siete meses atrás y no da señales de querer soltar aquella misma silla presidencial. ¿Quién es ahora la pobre ‘india’ aferrada al poder?

Las declaraciones de Añez revelan un profundo desprecio por lo que se es a partir de aquello que no se es. Aquellas cosas que resalta en lo indio son justamente aquellas cosas que son de alguna manera en su ser  amestizado que es a costa de no ser. Cuando Añez dice algo que es, en realidad está diciendo algo que no es. Esa es la esquizofrenia que la persigue como su sombra. Es imposible separarse de ella porque ella no es aquello que dice ser. En su racismo afirma no ser racista pero cae en una contradicción performativa porque en los hechos es racista. Por eso necesita el maquillaje, el estilo en el vestir, la urbanidad y las buenas costumbres que constituyen su apariencia de sepulcro blanqueado. Su presencia es la imagen especular en pequeño de un fenómeno que a gran escala aparece como el  bloqueo de la opinión pública en su ejercicio hermenéutico. Sus caporales se encargan de silenciar la crítica y la oposición, ella, en cambio, con ayuda de la mediocracia construye una imagen pública para costurar los desgarrados retazos de su dignidad existencial.

 

¿Qué hacer, entonces?

Una asunción realista del problema implica un diagnóstico sobre lo sucedido.

Nos enfrentamos a un proyecto fascista que busca reconstituir el Estado Republicano como un Estado policial via destrucción del Estado Plurinacional. Ocupa el Estado aprovechando la burocratización de un proceso revolucionario que estaba abandonando el momento democrático de la deliberación, la legitimación y la autocrítica a una ideología tecnócrata que postulaba el fortalecimiento de las fuerzas productivas como las mediaciones que nos permitirían ser un país con soberanía real, igualdad, inclusión, educación, salud, etc. Esto es, el fin del proyecto revolucionario era el fortalecimiento de las fuerzas productivas, todo lo demás era  medio. Desde ese punto de vista el problema colonial e indígena, la  democracia participativa y comunitaria tendría su superación correspondiente en la medida en la que se comprometieran a ser mediaciones de tal fin. De ese modo se estaba repitiendo, aunque en mucha menor escala, la ilusión trascendental del proceso de industrialización de la Unión Soviética que llegó a interpretar mecánicamente el desarrollo de las fuerzas productivas como la negación de las contradicciones entre el interés general y el interés individual. Por supuesto, el problema de tal ilusión no radicaba en la ideología tecnocratica en sí, necesaria por cierto para el funcionamiento del Estado sino en la subordinación de todos los demás procesos al horizonte que esa ideología tecnocrática planteaba como sentido y criterio del proyecto histórico. Sin embargo, al colocarse la gestión tecnocrática del Estado como la mediación por excelencia del fin industrializador, se supeditaron tanto la deliberación como la reflexión democráticas a criterios de organización, eficacia y eficiencia. A partir de entonces, la autocrítica debía ser crítica constructiva, o eras del MAS o eras de la derecha, etc. Esa ideología tecnocrática fue el termidor del Proceso de Caambio al producir una sociedad a su imagen y semejanza, esto es, contenta, bien alimentada, burocratizada pero no deliberativa ni reflexiva qu fácilmente cayó en un nuevo fetichismo de las estructuras produciendo así una nueva clase media que terminó por traicionar a sus propios sostenedores. Se abandonó el automatismo del mercado neoliberal para entrar en el automatismo de los medios dirigidos a un fin. Por ello, en lugar de que la revolución se sirviese de la estructura de clases conscientemente la estructura de clases se sirvió de la revolución; en lugar de romper con los párametros valorativos del interés inmediato lo fomenta al alimentar una clase media que los reproduce.

Todo lo afirmado hasta aquí de ningún modo implica un rechazo de la industrialización, del crecimiento económico ni la tecnología. Es más bien la auto-crítica de una tendencia que apareció al interior del Proceso de Cambio y que terminó por ser la contradicción que produjo una contrarevolución al interior de la misma revolución.  Hay, pues, entonces dos tipos de contrarevolución. Una que se produce al ‘interior’ y otra que se produce al ‘exterior’.  Sobre ésta última existen repertorios enormes. Sobre la contrarevolución interior, en cambio, poco o nada.

En ese marco, sería ingenuo negar la posibilidad de una operación encubierta externa pero no la colocamos como el factor explicativo de última instancia. Renunciamos, pues, a ver la realidad como un espacio abstracto, una especie de tablero de ajedrez en la que dos consciencias juegan racionalmente para maximizar para sí el mayor poder posible lo cual, al fin, sería un retorno disfrazado al paradigma solipsista de la conciencia y a una concepción que coloca la determinación última de los sucesos en el exterior.  Hubo un movimiento estratégico, es cierto, una intervención externa, una organización pero la explicación y descripción fenoménica de tal movimiento en si no explica el sentido del mismo ni, por lo tanto, el por qué fue exitoso. Ya que si en algo fue exitoso fue en posicionar en la opinión pública que la revuelta fascista era legítima pero la legitimidad tiene como condición que exista una subjetividad que encuentra lo enunciado como lógico, coherente, factible y justo, por ende legitimo. Dicho de otro modo, los mass media y los argumentos fascistas, que son irracionales, fascinan y producen asentimiento porque trabajan a un nivel pulsional y mítico.

El fascismo más racista se presentó como la encarnación de la democracia y el Estado de Derecho, logró consenso suficiente como para difundir la percepción de que Bolivia estaba siendo gobernada por un presidente tirano. Si la economía era relativamente estable y en alguna medida próspera  ¿por qué gran parte de la población boliviana, especialmente la clase media que fue la más beneficiada, participó en el derrocamiento de Evo Morales? Y dados los acontecimientos actuales, corrupción galopante del gobierno golpista e inexistencia de pruebas contundentes que avalen la acusación de fraude electoral, ¿por qué gran parte de esa clase media continua en su posición de convencimiento de haber actuado correctamente aunque los efectos negativos de sus acciones les demuestren empírica y lógicamente que fueron usados?

Esto es, la denominada ‘Revolución de las Pititas’ logró derrocar a Evo Morales porque postuló una “recuperación de la democracia y el Estado de Derecho” que el gobierno de Morales venía denigrando desde hace por lo menos cinco años atrás. Merced a ello logró consolidar un consenso general que terminó apoyando y legitimando, sea por omisión o por apoyo activo, la violencia fascista que se presentó como la expresión natural del descontento de una sociedad que percibió que si se trata de la construcción de un proyecto de vida que tiene por fin el mero desarrollo de las fuerzas productivas, como en la revolución burguesa del 52, entonces, no son necesarias todas sus otras facetas folclóricas. Se presentó entonces como una alternativa real y por ende legítima al progresivo vaciamiento deliberativo y reflexivo de un gobierno que creyó que su legitimación automática estaba garantizada por la relativa prosperidad económica; fascinó, a pesar de su incoherencia lógica, al articular ideas racistas-fascistas con el conservadurismo cristiano más recalcitrante en torno a un eje de valores aristocráticos propios de una élite periférica miope en cuanto a sus horizontes de desarrollo nacional y que, sin embargo, sabe que la clave de su éxito no radica tanto en los niveles objetivos de desarrollo económico cuanto en el convencimiento intersubjetivo sobre el sentido de la realidad histórica que sea capaz de lograr para tener una hegemonía estable. El MAS perdió ese sentido de la historia al abandonar el Proceso de Cambio al sinsentido del crecimiento por el crecimiento que es algo que por constitución corresponde al horizonte burgués capitalista. Entró en el tiempo de las cosas pequeñas, paradójicamente, al dedicarse a emprender las cosas grandes. En ese marco, la élite señorial tuvo un instinto ganador desde el  principio. De algún modo entendió que la batalla se vence antes en los cielos que en la tierra. Por eso entró con la biblia en el palacio. La claridad y fortaleza de su discurso radica justamente en eso. La revolución pitita planteo un retorno al paraíso de la clase media a partir de las condiciones reales que el mismo Proceso de Cambio estaba comenzando a generar y tuvo éxito porque el mismo proceso de cambio estaba volviéndose un proceso para generar el paraíso de una clase media que no anhela sino un modelo ideal burgues, nacional, monocultural y occidentalizado. ¿Por qué tendrían que ser guiados a esa tierra prometida por un indio cuando podrían ser guiados por una mestiza como Añez?

Zavaleta decía que en las crisis aparecen las cosas como realmente son y no como aparentan. Hasta aquí hemos seguido metodologicamente esa observación en cuanto vivencia. Sin embargo, ese principio de inteligibilidad de la historia presupone, a su turno, aquello a partir de lo cual las cosas aparecen como lo que son y no como lo que aparentan. Presupone el espejo trascendental de la conciencia en el cual la dominación del ser humano y la explotación de la naturaleza aparecen como su contrario. Por tanto, para salir de del impasse golpista es necesario ocuparnos de pensar las causas de la derrota que sufrimos en octubre. Después de todo, en la actual crisis aparece con claridad la cualidad no democrática del gobierno que se presenta como democrático pero también aparece aquello que el Proceso de Cambio no fue pero que debe ser. Para salir del golpe es forzoso colocarnos en el lugar de aquello que no es y que es es justamente aquello que exige ser como proyecto que se desprende de la vivencia. Abandonemos la constatación de la locura gamonal, el racismo, el fascismo, la violencia, la simulación, el cristianismo conservador, el saqueo. El Golpe de Estado ha sido como un wañukta[2] pero también nos ha vuelto a despertar a un proceso de deliberación y reflexión esencial que se estaba perdiendo en el hábito burocrático. La Revolución de las Pititas y la posterior gestión del gobierno golpista y proroguista en medio de una pandemia que agravó la crisis económica nos permiten detectar espacios en los cuales son necesarios intervenciones en función de un proyecto que exige ser recuperado pero también asumido en su novedad india, popular y trans-moderna. Aquí yo solo me siento autorizado a indicar dos aspectos que considero fundamentales pues fueron los caballos de Troya que empleo el golpismo para tomar el Estado. Esos dos aspectos, no los únicos, pero parece que sí los vitales para dar un golpe de Estado aparecen claramente en la subjetividad de los actores políticos tal y cómo hemos querido mostrarlos en acción discursiva. Se trata de los aparatos ideológicos-culturales y represivos-defensivos del Estado. Si Venezuela no cayó hasta el momento fue porque cuenta con cierta fortaleza en esos dos campos. Tiene Telesur, una política cultural más amplia y un ejercito y policía formados en el pensamiento bolivariano. Por analogía Irán es también fuerte en esos aspectos. O sea, ambas revoluciones tienen una relación consciente con las instituciones que le permiten tanto defender la revolución como convencer del sentido de la lucha. Lo cual nos lleva a la siguiente afirmación. Es cierto que no basta con la política, es necesaria una economía fuerte pero es cierto también que la economía no nos exime del  trabajo político (como el neoliberalismo ya nos demostró); pero para tener autodeterminación en esos campos es necesario e ineludible saber defender militarmente una revolución al mismo tiempo que se la mantiene viva en su mística y eso, señores, es un trabajo cultural y mediático, de seguridad y defensa; es un trabajo de hegemonía cultural que corresponde a un pueblo en armas. No se puede luchar por aquello de lo que uno no está convencido que vale la pena morir pero por mucho que uno este convencido si no tiene con qué luchar será vencido. En consecuencia, además del problema económico que deberemos enfrentar, es necesario plantearnos una revolución cultural que no tema llegar hasta las últimas consecuencias. Y no estamos pensando en una revolución cultural al estilo de Mao. Por el contrario, estamos pensando en la experiencia cubana (que no el modelo) y su concepto trascendental de Ser Humano Nuevo. No se trata de crear capital humano, ni técnicos, ni científicos como fin de la educación. Se trata de crear seres humanos nuevos. Para controlar la ideología tecnocrática, que surgirá inevitablemente, deberemos supeditarla al humanismo de la praxis. Cuba, lo repito, tiene una amplia experiencia al respecto. Del mismo modo debemos enfrentar a la mediocracia. Es necesario el control democrático de los mass media, del espacio virtual, de Facebook, de Google; es necesario darle al pueblo la potestad para defenderse a sí mismo como un pueblo en armas, es necesario fortalecer el sistema de salud para así defender realmente la salud, es necesario ir al fondo de la cuestión de la seguridad ciudadana que no puede estar divorciada del racismo, la división social del trabajo, la corrupción institucionalizada en la policía y ejercito, dispuestos siempre a plegarse al gobierno de turno aunque eso signifique violar las normas del Estado de Derecho.

Tenemos un largo camino por delante para recuperar la democracia y el Estado de Derecho.

 

Referencias

[1] https://www.facebook.com/NowThisNews/videos/3483252571702843/

[2] En kichwa significa un golpe fuerte que deja a quien lo recibe medio muerto.

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