La Invasión de México (1519 – 1521)

LA INVASIÓN DE MÉXICO

08 DE NOVIEMBRE 1519 – 1521

 

Segunda entrega.

Por Asunción Ontiveros Yulquila

Datos actuales. Entre el 2008 y 2009, en la Universidad Intercultural del Estado de México, UIEM, asesoré a la licenciada Teresa Martínez Dávila, en la construcción de su Tesis de grado: “Análisis discursivo sobre las relaciones dicotómicas entre la cultura popular y la cultura oficial, a través de las instituciones culturales. Caso de estudio: el Museo Nacional de Antropología e Historia”.

Teresa, en la introducción de su obra de arte manifiesta que “El símbolo más representativo del Museo Nacional de Antropología e Historia es la llamada Piedra del Sol [Calendario Azteca], la cual es como lo menciona una compañera [Zaynukari Cruz] de mi generación […] el punto central de Museo, espacio de información que ha reunido a millones de personas, es en pocas palabras el soporte del Museo, en el recaen todas las miradas de los visitantes”.

Teresa recopila palabras y frases puntuales que se exponen en el Pabellón Mexica: “corazones humanos”. “trozos de carne”, “pellejos sangrantes”, “mutilados”, “ofrendas de sacrificios”, “guerra”, “serpientes”, “cráneos”, “sangre”, “navajas”, “púas”, “cadáveres”, “esqueletos”, “escudos de guerra”, “sacrificios”, “serpientes de fuego”, “devorados”, “desollados”, “inmolados”, “destrucción”, “muerte”, “inframundo”, “pieles humanas”, “devorador de cadáveres”, “viseras”, “canales por donde discurría la sangre”.

Al respecto, Teresa manifiesta: “Son términos que ponen en evidencia inmediata la intención de producir el asombro de los visitantes, y la negación de esa cultura [México Profundo], haciéndola ver como la más salvaje y sangrienta, ansiosa de la “civilización”. Casualmente el recorrido de la sala Mexica termina con la expresión de horror de los visitantes, al observar el símbolo por excelencia de la religión católica, una cruz de madera. Esta dicotomía presente en el Museo, Guillermo Bonfil Batalla lo sintetiza de la siguiente manera:

“La historia reciente de México, la de los últimos 500 años, es la historia del enfrentamiento permanente entre quienes pretenden encausar al país en el proyecto de la civilización occidental y quienes resisten arraigados en formas de vida de la raza mesoamericana. El primer proyecto llegó de la mano de los invasores europeos, pero no se abandonó con la independencia: los nuevos grupos que tomaron el poder, primero los criollos y después los mestizos, nunca renunciaron al proyecto occidental. No han renunciado a él; sus diferencias y las luchas que los dividen expresan sólo divergencias sobre la mejor manera de llevar adelante el mismo proyecto (2008: 10)”.

En las conclusiones, Teresa expone: “Realizando el análisis entre lo que dice el discurso de la historia oficial sobre los pueblos prehispánicos, y sobre lo que significan los pueblos de varias regiones de México, sobre su pasado, y además, comparándolos con el contexto del presente en que ellos  viven, cualquier persona medianamente informada, se puede dar cuenta que la tergiversación de la realidad está presente en las instituciones culturales, como en el Museo Nacional de Antropología e Historia.” Los dos lectores de la Tesis quedaron dislocados con la investigación de Teresa Martínez Dávila. ¿Por qué? Porque la narrativa de la obra de arte rompe sus imaginarios e instituciones [teorías y metodologías] para la colonización y la continuidad de la dominación eurocéntrica.

Uno de los lectores, de profesión antropólogo egresado de la Escuela Nacional de Antropología (ciudad de México), oriundo de la nación jñatrjo (mazahua), cuando interviene en una conversación sobre la invasión de México, con orgullo étnico manifiesta: “un mazahua mató con una pedrada al advenedizo Moctuzuma. Ahora se encuentra en el inframundo”.

En mayo del 2018, visité la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia, para presentar el libro “Horizontes: Interculturalidad, estudios pos coloniales e indianidad”. En el proceso de las preguntas y respuestas, una maestranda de la maestría en sociolingüística, descendiente mexica, plantea: ¿Tiene una hipótesis por qué, actualmente, en Yucatán o en Teotihuacán solamente se perciben pirámides?

Mi hipótesis tiene dos respuestas. En la región de Yucatán los fenómenos naturales como los huracanes se reproducen anualmente, sus consecuencias son catastróficas para los humanos. Otra respuesta es la introducción de la viruela que fue devastadora para Mesoamérica, hubo millones de víctimas desde 1520. La indujeron los invasores cristianos de España. Para encubrir esos hechos de lesa humanidad, el Supremo Consejo Real de Indias se dedicó a producir mentiras (el guionista mayor de indias) desde un escritorio, narrativas de guerra, propaganda.

En el contexto de 1519 – 1521 la narrativa paradigmática que prevalece en el mundo cristiano era la del nuevo Testamento, cuya matriz es el viejo Testamento. La Biblia contiene para el imaginario cristiano el pasado, el presente y el futuro de “la Tierra, el cielo y el hombre creado por Dios, en seis días”. El año uno es el “año del parto virginal de nuestro señor Jesucristo”. Por lo tanto, las narrativas de los humanos debían encuadrarse en los marcos de la narrativa bíblica. Nuestro Continente y nuestros pueblos y culturas eran grandes problemas, difíciles de explicar desde la teología, para los cristianos invasores.

Producir mentiras (crónicas) y recamar (introducir dibujos, para tergiversar narrativas pictográficas de los pueblos invadidos o para apropiarse de narrativas) los llamados códices de Mesoamérica fue la salida, la solución. Al respecto de la palabra recamar, los frailes obligan  a los sabios artistas pictográficos mexicas (tlacuilos) a ilustrar los mensajes originarles con cadáveres, cuerpos amputados y sangre. Cortés con el oficio de escribano, en sus cartas de relación se dedica a recamar narrativas de los invadidos y a mentir alevosamente. Hace hablar a Moctezuma:

“Muchos días ha por nuestras escripturas tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella sino extranjeros, y venidos a ella de partes muy extrañas; y tenemos asimismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza, y después tornó a venir donde en mucho tiempo, y tanto que, que ya estaban casados los que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra y tenían mucha generación y hechos pueblos donde vivían, y queriéndolos llevar consigo, no quisieron ir ni menos recibirle por señor, y así se volvió; y siempre hemos tenido que los de él descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros como a su vasallos; y según de la parte que vos decís que venís, que a do sale el sol y las cosas que decís de ese gran señor o rey que acá os envió, creemos y tenemos por cierto, él sea nuestro señor natural […].” (Cortés, 1520: 64).

El parágrafo citado es una muestra del abuso de la mentira y del poder omnipotente de Cortés, vasallo de “Dios, del pontificado de Roma y el rey Carlos I de España”. Actualmente existe el término “taraumara” que los criollos usan para significar a los llamados mazahuas, otomíes, náhuatl, etcétera, que todos “vienen del afuera, del norte”.

El Supremo Consejo de Indias dependía de la llamada Santa Inquisición y este del Pontificado de Roma. Siempre me pregunto. ¿Por qué objetivo se construyeron centenares de iglesias en México? ¿Para viajar al “cielo” sin pasar por el “purgatorio”? Las osamentas de Hernán Cortes y del capellán Juan Díaz “descansan” dentro de iglesias, jurisdicción territorial del Pontificado de Roma: jurisdicciones eclesiásticas. Se construyeron iglesias para encubrir los genocidios, derivados del accionar de la viruela, de los quemaderos y del trabajo carnicero de los “hijos de san roque”: los perros.

¿El guionista mayor del Supremo Consejo de Indias es el responsable para producir propaganda de guerra, es decir mentiras? Claro que sí! El 08 de noviembre de 1519, Hernán Cortes, sus secuaces, sus esclavos africanos, sus perros come gente, sus equinos, sus “amigos indios”, ingresan a la ciudad de Tenochtitlán guiados por la embajada de la Confederación Azteca. La hospitalidad prevalece en el proceso de recibimiento de la visita de los invasores. Los invasores demuestran ser benevolentes hasta para defecar en el sistema sanitario de Tenochtitlán. Los invasores describen que son recibidos y atendidos como los “dioses”.

“Y otro día por la mañana [07/11/1519], ya que me quería partir de aquel pueblo, llegaron hasta diez a doce señores muy principales, según después supe, y entre ellos un gran mancebo, de hasta veinte y cinco años, a quienes todos mostraban tener mucho acatamiento, y tanto, que después de bajado de unas andas que venía, todos los otros le venían limpiando las piedras y pajas del suelo delante de él; y llegados donde yo estaba me dijeron que venían de parte de Moctezuma su señor, y lo enviaban para que fuesen conmigo y que me rogaba que le perdonase porque no salía en su persona a ver y recibir y que la causa era estar mal dispuesto, pero que su ciudad estaba cerca, que pues yo determinaba de ir a ella, que allá nos veríamos y conocería de él la voluntad que al servicio de Vuestra Alteza tenía, […].”

“Y a la salida de la ciudad donde comimos, cuyo nombre al presente no me ocurre a la memoria, es por otra calzada que tendrá una legua grande hasta llegar a tierra firme; y llegado a esta ciudad de Iztapalapa, me salió a recibir algo fuera de ella el señor y otro de una gran ciudad que está cerca de ella que se obra de tres leguas, que se llama Caluanalcan, y otros muchos señores que allí me estaban esperando, y me dieron hasta tres mil o cuatros mil castellanos [oro] y algunas esclavas y ropa, y me hicieron muy buen acogimiento. Tendrá esta ciudad de Iztapalapa doce o quince mil vecinos, la cual está en la costa de una laguna salada, grande, la mitad dentro del agua y la otra mitad en tierra firme. Tiene el señor de ella unas casas nuevas que aún no están acabadas, que son tan buenas como las mejores de España, […].”

Recepción en Tenochtitlán [08/11/1519]. “Y ya junto a la ciudad está una puente de madera de diez pasos de anchura […]. Pasada esta puente, nos salió a recibir aquel señor Mutezuma con hasta doscientos señores, todos descalzos y vestido de otra librea y manera de ropa asimismo bien rica a su uso, y más que la de los otros, y venían en dos procesiones  muy arrimados a las paredes de la calle, que es muy ancha y muy hermosa y derecha, que de un cabo se parece el otro y tiene dos tercios de legua, y de la otra parte y de la otra muy buenas y grandes casas, así de aposentamientos y mezquitas, y el dicho Mutezuma venía por medio de la calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el otro a la mano izquierda, de los cuales uno era aquel señor grande que dije que me había salido a hablar en las andas y el otro era el hermano del dicho Mutezuma, señor de aquella ciudad de Iztapalapa de donde yo aquel día había partido, todos vestidos de una manera, excepto el señor Mutezuma que iba calzado y los otros dos señores descalzos; […].”

“Y después de me haber él hablado, vinieron asimismo a me hablar todos los otros señores que iban en las dos procesiones, en orden uno en pos de otro, y luego se tornaban en procesión; y al tiempo que yo llegué a hablar al dicho Mutezuma, quíteme un collar que llevaba de margaritas y diamantes de vidrio y se lo eché al cuello; y después de haber andado la calle adelante, vino un servidor suyo con dos collares de camarones envueltos en un paño, que eran hechos de huesos de caracoles colorados, que ellos tienen mucho, y de cada collar colgaban ocho camarones de oro de mucha perfección, tan largos casi como un geme, y como se lo trajeron se volvió a mí y me los echó al cuello. Y tornó a seguir  por la calle en la forma ya dicha hasta llegar a una muy grande y hermosa casa que él tenía para nos aposentar, bien enderezada. Y allí me tomo de la mano y me llevó a una gran sala que estaba frontera del patio por donde entramos, y allí me hizo sentar en un estrado muy rico que para él lo había mandado hacer, y me dijo que le esperare allí y él se fue” (Cortés, 1520: 60 – 64).

Cortés narrativiza que  recibe collares con piezas de oro por parte de Moctezuma y que él entrega un collar de vidrio. Las cartas de relación de Cortés son consumidas por miles de futuros profesionales de historia, de antropología, de sociología, etc., de México, en forma acrítica. Los y las que pretenden ser críticos son marginados por el sistema determinado, desde arriba hacia abajo, del México imaginario.

Continuará. Hasta el sábado 12/09/20

BIBLIOGRAFÍA

Cortés, Hernán. (2002), Cartas de Relación, México, Editorial Porrúa.

Bonfil Batalla. (2008), México Profundo. Una civilización negada, México, De Bolsillo.

Martínez, Teresa. (2009), “Análisis discursivo sobre las relaciones dicotómicas entre la cultura popular y la cultura oficial a través de las instituciones culturales: Caso de estudio el Museo Nacional de Antropología e Historia”, Tesis para obtener el grado de Licenciada en Comunicación Intercultural, Universidad Intercultural del Estado de México

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