Un día que vivirá en la infamia

De Guernica a Santa Elena hay mucho más que 700 kilómetros. Dos desalojos en menos de 24 horas, que ponen al descubierto el cruento avance los grupos económicos concentrados, además de las serias limitaciones del Frente de Todos a la hora de enfrentar a los poderes fácticos.

Por Juan Manuel Erazo.

Estamos en guerra. El continente está en guerra. Guerra de cuarta generación, guerra hibrida, guerra de baja intensidad. Guerra al fin. La declara el imperialismo norteamericano, el capital financiero y especulativo, las derechas domésticas (y domesticadas). Esta guerra se disputa en varios planos: el económico, el político/diplomático, el mediático, el judicial y, cuando es necesario, el paramilitar.

Venezuela es el foco de mayor intensidad, el epicentro de la disputa material (por sus reservas de petróleo) y simbólica (por lo que significa el legado de Hugo Chávez a nivel continental). A su alrededor la mayor parte de los países de la región han sufrido golpes parlamentarios, institucionales, proscripciones o, cuando fue necesario, golpes militares y policiales como fue el caso de Bolivia. Argentina no está exenta de esta guerra. El campo nacional y popular ha ganado grandes batallas. Desde el empantanamiento de las más arrasadoras políticas neoliberales encaradas por el macrismo, pasando por la unidad de colisión que implicó el Frente de Todes (FdT), hasta coronar la contundente victoria electoral de octubre del 2019.

Con esta victoria no se terminaba la guerra. La guerra aún continúa, aún más, cada día se intensifica. La pandemia extrañamente implicó la extensión de los “cien días de gracia” con los que cuenta todo gobierno. El tratamiento de la enfermedad contó con un fuerte apoyo popular y acrecentó la legitimidad de la figura presidencial. La derecha jamás permitiría que tal cosa se desarrolle con normalidad, y es así como comenzó a gestarse el plan desestabilizador. Desde Vicentín en adelante, al margen de algunas victorias más simbólicas que materiales, el FdT gobernante comenzó a sufrir una serie de derrotas (cuando no, claudicaciones) que fueron corriendo cada vez más a la derecha la vara de lo posible.

La renegociación de la deuda, sumado a la flexibilización inexorable de la cuarentena, marcaron un punto de inflexión que le dio un aire relativo al gobierno. Sin embargo el plan desestabilizador continuó con marchas “anticuarentena” llegando al punto máximo de tensión con la sublevación policial a principios de septiembre. El gobierno pudo salir del conflicto con altura y la iniciativa de quitar al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires puntos de la coparticipación.

Sin embargo llegó la visita del FMI y la exitosamente soberana renegociación de la deuda mostró su letra chica. El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) comenzó a entrar en duda, la política internacional del gobierno sobre Venezuela mostró un claro viraje hacia la derecha y la reducción de retenciones a la soja entró dentro del paquete. La guerra es política, porque la oposición va tejiendo sus planes y generando sus marcos de unidad. La guerra es económica, porque pulsean el dólar a más no poder para forjar una devaluación. La guerra es judicial, porque acá se esconde la peor catacumba de la democracia. La guerra es mediática, porque Clarín, La Nación, Infobae y todos los medios opositores no frenan ni un segundo, y si es necesario, mienten.

¿Por qué todo este recuento de sucesos medianamente conocidos? Porque lo sucedido este jueves en Guernica y en Santa Elena no se explica sin este contexto. Este jueves quedó demostrado que el gobierno nacional no tiene una orientación clara de cómo enfrentar la ofensiva constante de la derecha ¿Será por omisión? ¿Por ineficiencia? ¿Por no ver la ofensiva? ¿Por tener elementos internos que juegan lisa y llanamente para la oposición? Lo claro es que no lo tiene. El gobierno apela intensamente a esperar el efecto rebote tras la caída económica y sostener un centro político estable entre Alberto y la oposición “consciente” que puede significar Larreta.

Esta débil orientación demuestra en lo cercano y concreto ser un rotundo fracaso. Porque todo lo que se hace es en clave defensiva. Porque se avanza sobre una envalentonada derecha justo donde no se afecta intereses y donde no hay resistencia (y de victorias simbólicas no se come). Y porque si no se avanza se retrocede. Y si se retrocede hay desalojos. Si se retrocede no se cobra la IFE. Si se retrocede no avanzan las obras de integración urbana. Si se retrocede la política pasa a ser Sergio Massa presentando los nuevos patrulleros de San Fernando horas después de ver las casas quemadas de Guernica. Porque si se retrocede, Sergio Berni pasa a ser el plan A cuando no tuvo ni que haber sido el plan B.

Y así se va cayendo en una seguidilla de claudicaciones y de trabajos sucios para engordar las encuestas tendenciosas que dicen que al pueblo le gusta la bala y la mano dura. Esos trabajos que la derecha nunca paga. Porque la derecha es el patrón, y el patrón nunca le paga más a los carneros ni a los encargados que viven botoneando. Y se cae en justificaciones muy bajas, propias de la política en patrullero. Porque de los creadores de “en 2015 perdimos por el 2% de los troscos” hoy se estrenó “era un grupo de vecinos rosqueados por el Partido Obrero”. Y lo único que pierde es la política, la buena política, no la de la rosca, los cargos y los contratos, sino esa que es necesaria para transformar la realidad.

El frente gobernante adolece totalmente de orientación, ideas e iniciativas que se concreten. El Poder Legislativo tarda meses en sacar una ley a favor de los sectores populares. El Poder Ejecutivo no conduce nada. El Poder Judicial está casi inmóvil desde la dictadura. El sistema político está putrefacto y nada bueno saldrá de él mientras siga así. Y mientras tanto el FdT va minando lentamente su apoyo popular. Si hasta el día de hoy el pobrerío continua apoyando al gobierno nacional es porque sabe que lo que está detrás es mucho pero mucho peor. Lo que está detrás son los cuatro años de macrismo pero en su peor versión. Sin embargo no se puede descansar en esto constantemente.

Las familias de Guernica van a ir a otro terreno o saturarán la casa de un pobre pariente. Y nada va a cambiar. ¿Quién ganó con esa foto? ¿El gobierno provincial? ¿Acaso demostró tener firmeza, mano dura, decisión? Nadie ganó con esa foto más que los eternos dueños de la patria (esa patria que nunca amaron). Ganó el 1%. Ganó la logia de la mano en la lata. Por el contrario Alberto Fernández y Axel Kicillof perdieron. Hoy ambos son un poco más débiles. Porque perdieron la pulseada ante los poderosos y minaron parte de su apoyo popular.

Ideas hay y muchas. Existe un Plan de Desarrollo Humano Integral que plantea la generación de cuatro millones de puestos de trabajo, la generación de obras de integración urbana, la creación de nuevos emplazamientos industriales y comunidades agrícolas. Se financiaría centralmente con una distribución más equitativa de las riquezas. El Proyecto Artigas también es una idea. Hay decenas de Dolores Etchevehere, de tratamientos fraudulentos de la tierra, de usurpaciones de guante blanco. Es solo cuestión de tocar intereses en pos de la reparación histórica y la generación de nuevos sistemas de producción.

Mientras no haya decisión política y planificación lo único que sucederá será Guernica y Santa Elena. Mientras no haya orientación popular clara adoptaremos el lenguaje y las prácticas del enemigo como propias y emplearemos la pedagogía de la crueldad para con propios y no ajenos. Mientras sigan las claudicaciones sólo se escucharan festejos detrás de las fronteras enemigas. Los patrones no pagan con creces los trabajos sucios. El pueblo sí logra que paguen ante la historia los traidores. ¿Con qué deben jugar las nenas de Guernica, con juguetes o con casquillos de balas?


Fuente: https://notasperiodismopopular.com.ar/2020/10/29/un-dia-que-vivira-en-la-infamia/

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