¿Seguro que la muerte de Maradona es una desgracia para el pobrerío?
En todo el mundo son incontables los individuos y organizaciones que se han creído llamados a llorar a Maradona. Muchos, arrastrados por la peste emocional, y otros tantos, desde una perspectiva totalmente acrítica, la misma que emplean siempre. Pero hay un núcleo pesado que conoce la utilidad económico-política de lo que se juega en las palestras profesionales y por ello no pierde ocasión de engrandecerlas y glorificarlas.
Como sabemos, el lamento ha sido unánime —salvo en algunos espacios feministas (¡loor a ellas!)—, hasta el punto de que se ha llegado a sancionar a quienes no lloraron el mínimo exigido. Pero hubo uno (que yo me enteré; seguramente hubo más) que boqueó la justa.
Dijo Fernando Zubriggen, jugador de básquetbol de Obras: “Estuve todos estos días viendo videos y lo que contaba la gente. Como por ejemplo, aquellos que dijeron que no tenían para comer pero eran felices por lo que hacía él en una cancha. Comprendí más el poder del deporte y lo que se puede lograr”.*
Ciertamente, Zubriggen no está hablando del deporte, sino del efecto alienante (sobre las masas de espectadores) de los espectáculos basados en competencias entre hiperprofesionales, las cuales son, en sí, la negación del deporte, tanto para el público, presencial o no, cuanto para los propios actores.
Recordemos que hasta entrado el siglo pasado se entendía por “deporte” la actividad física que las personas realizan para mantenerse saludables, para socializar o simplemente para disfrutar. Pero eso duró hasta que se apoderaron de él y, a continuación, de la palabra, las corporaciones que lo manejan en beneficio propio (¡cuantioso, una de las actividades que mueven más dinero en el mundo!) y del sistema del que forman parte, claro que en este caso el provecho es jugoso especialmente en términos políticos.
Ni más ni menos, como nos lo relató Zubriggen… solo que sin darse cuenta.
@juandelsur2