Volver a vivir en mapuzugun, la memoria del Wallmapu

Una historia familiar que explica la persecución contra un pueblo. Como la vida y la resistencia, la lengua renace.

Kamaruko en la comunidad Aigo, de Ruka Choroy

20/02/2021

Allincao nació a orillas del río Colorado. Sus primeros berrinches se dejaron escuchar cuando el hogar de madre y padre se levantaba en aquellos campos, lejos de la cordillera. Su familia y muchas otras se habían trasladado para cumplir un acuerdo que los loncos habían celebrado con el gobierno. Muy probablemente transcurriera 1878, cuando la pequeña y sus mayores debieron abandonar precipitadamente las tolderías. Tenía 5 años cuando el mundo que hasta entonces conocía, sufrió una profunda conmoción. “De repente supieron que iba a venir malón huinca, a tomar prisión de los mapuches. Entonces el cacique dijo que se vayan. Se llamaba Queupeu”.

Brindó el testimonio entre 1985 y 1987 Dionisio Caitruz, quien décadas después fue hijo de aquella chiquita. “A nado pasaron el río Colorado, mujeres y hombres. Eligieron los mejores caballos nadadores, para salvar la vida”, confió Caitruz, cuyos mayores se instalaron en Ruka Choroy (Neuquén), después de consumada la tragedia. Pero antes, los ojitos de Allincao tuvieron que familiarizarse con la fisonomía de otros parajes.

“Cuenta mi madre que la pusieron al anca de un tío y la ataron con un trapé (faja), para que no caiga. Ella era chica. Y así bandearon todos, tranquilamente”. Pero el viaje se prolongó. “Llegaron a Las Lajas, al lado del río Covunco. Allí vinieron a poblar. Marchamos muchos días para llegar allí, decía mi madre. Armamos campamento con casas de cuero costurado”. La memoria puede ser inagotable. “El padre de mi mamá, que se llamaba Lipileu, era ayudante del cacique Queupeu. Allí estuvieron más de diez años”, rehízo Caitruz. Quiere decir que su abuelo fue kona del lonco que a la fuerza tuvo que convertirse en guerrero, porque en 1879 se produjo el avance de la 4ta División del Ejército.

Años más tarde, “cuando se apaciguaron acá, volvieron”, completa el relato. Allincao y su familia estuvieron en Llaima, al occidente del límite actual argentino – chileno. La niña de 5 años se había convertido en joven mujer y se casó. Fueron los tíos de Caitruz los primeros en retornar, luego siguió su padre, quien se empleó en la estancia Pulmarí, de capitales ingleses. El establecimiento se formalizó en 1912 sobre una extensión de 60 mil hectáreas, en el centro del actual Departamento de Aluminé. Una vez que encontró cierto sosiego, “trajo la familia. Estuvieron como veinte años y después bandearon a este lado de Ruca Choroi”. Ante las nuevas normativas que llegaron con el Estado, Allincao “se enroló como Juana Vera”. El nuevo orden colonialista no admitía identidades en idioma mapuche. Casos semejantes se cuentan por miles.

Cada dos semanas, una lengua menos

Desde 2000 y a instancias de la UNESCO, el 21 de febrero es el Día Internacional de la Lengua Materna. La organización internacional advierte: “la diversidad lingüística se encuentra cada vez más amenazada con un mayor número de lenguas que desaparecen. Cada dos semanas, como promedio, una lengua desaparece, llevándose con su desaparición todo un patrimonio cultural e intelectual”. Una de las lenguas que está en peligro es la que hablaban Allincao, Queupeu, Lipileu y demás mayores de Dionisio Caitruz.

Día de la Lengua Materna (Foto UNESCO)

Vanesa Gallardo Llancaqueo es activista mapuche y profesora de Lengua. Junto con tres compañeras brindará una clase abierta de mapuzugun en Bariloche el próximo miércoles (24 de febrero) para llamar la atención sobre esta faceta del despojo colonialista, pocas veces considerada. “Me parece que es importante la revitalización del mapuzugun, tanto como las recuperaciones territoriales, porque el idioma en sí contiene la memoria del Wallmapu. Es central para la identidad personal, familiar, social y territorial mapuche. El poder expresarse en mapuzugun y conocer en profundidad el idioma es un ejercicio de soberanía para la continuidad de nuestro pueblo”, le dijo a En Estos Días.

Si bien la fecha se estableció en ámbitos diplomáticos, “señalar la presencia del mapuzugun en el marco del Día Internacional de la Lengua Materna tiene su importancia, para resaltar que el castellano en el que hoy vivimos tantos y tantas mapuche, es una marca más de la violencia colonial que ejercieron los estados nacionales de Chile y Argentina sobre el Wallmapu y el pueblo que lo habita. Es poner en evidencia que somos nietos, nietas de aquellos niñas y niños apropiados durante el genocidio que llamaron ‘Campaña del Desierto’, tal como lo hizo la dictadura cívico militar del 76 con los hijos y las hijas de las y los detenidos desaparecidos”, equiparó Gallardo Llancaqueo. “El castellano no es nuestra lengua materna, en todo caso es la lengua del apropiador de nuestra verdadera identidad. Por lo tanto, implica exigirle al Estado como principal responsable de esta situación, que arbitre todos los medios para revertir la situación de desigualdad lingüística y el peligro de vida que corre hoy el mapuzugun”.

Gallardo Llancaqueo, durante una movilización

En su caso, la activista se lanzó al encuentro del “habla del territorio” hace una década, aproximadamente. “Desde mi experiencia personal de regreso al mapuzugun, puedo decir que es un camino arduo y en desventaja, porque el castellano ocupa todos los espacios de la vida y el mapuzugun no. Al contrario, ha ido perdiendo espacios sociales de uso. Pero a medida que he ido aprendiendo un poco más, mi idioma no deja de maravillarme y eso es un enorme estímulo para continuar su aprendizaje y en el deseo de compartir con otros este camino”, consideró.

Lealtad lingüística

Para la docente y militante, “es un gran desafío para nuestro pueblo poner como una de las prioridades de nuestras organizaciones la meta de convertirnos en nuevos hablantes del mapuzugun. Y promover desde allí que el mapuzugun vuelva a ocupar espacios sociales que fue perdiendo a causa de la colonización, en todos los ámbitos: desde la casa, las escuelas hasta los medios de comunicación, la producción artística y cultural en nuestro idioma. Es un camino largo, pero hay experiencias en el mundo de otros pueblos que han logrado revitalizar sus lenguas desde un ejercicio de soberanía y lealtad lingüística muy fuerte”, destacó.

Nuevas formas de recuperar el mapuzungun

La clase abierta que organizó la colectiva Mapuche Zomo se llevará a cabo a las 18, cerca del cartel que identifica a Bariloche, en el playón costanero. La convocatoria afirma: “el mapuzugun, idioma que hace menos de 140 años, era la lengua oficial en este espacio territorial, fue perdiendo hablantes a medida que sus hablantes fueron perdiendo soberanía política y territorial luego de la Campaña genocida de 1879”.

El proceso recién comenzaba porque “posteriormente, el naciente Estado Nación argentino continúo con su plan colonizador e instaló una política de homogeneización lingüística a través del castellano. Así, las distintas instituciones estatales (escuelas, hospitales, Ejército) causaron todo tipo de violencias físicas y simbólicas a quienes no se expresaran en castellano. Ante tal panorama, las y los hablantes del mapuzugun optaron, para resguardar la vida, por dejar de hablar el idioma con las nuevas generaciones. Se dejó de vivir en mapuzugun”.

El 22 de enero de 1792, la expedición que integraba el sacerdote Francisco Menéndez se topó con jinetes y tolderías, muy cerca del río Ñirihuau. El grupo que salió a su encuentro tenía como lonco a Mankewenüy (Amigo del Cóndor).

Los españoles pudieron entenderse con sus sorprendidos anfitriones porque integraban el contingente “indios amigos”, es decir, williche de Chiloé, que también hablaban mapuzugun, más allá de diferencias dialectales. Al año siguiente, retornaron los españoles y además de encontrarse con los mapuche del Nahuel Huapi, conocieron a “un indio del sur” que se expresaba en otro idioma: “no habla la lengua general de Chile y así, es preciso hablarle por intérprete, que lo hace Mancuuvunay”, escribió el sacerdote. Probablemente, el sureño hablara gününa yajüch (el mal llamado tehuelche del norte) o quizá la lengua de los aonik’enk (tehuelches del sur). Quiere decir que cuando faltaban casi dos décadas para la Revolución de Mayo, la diversidad lingüística en este espacio territorial incluía tres y hasta cuatro idiomas, si consideramos el español.

140 años después de la llegada de las tropas, sólo se habla corrientemente uno. La civilización y el progreso trajeron en realidad, una pobreza desoladora que es de justicia revertir.

Bibliografía

Bendini, Mónica (coordinadora) (1992): “Testimonios mapuches en Neuquén”. Fundación Banco de la Provincia del Neuquén. Buenos Aires.

Fonck, Francisco (1900): “Viajes de Fray Francisco Menéndez a Nahuelhuapi”. Imprenta Gillet. Valparaíso. Chile.

La foto del kamaruko en la comunidad Aigo está en Hassler, Wily (1957) “Nguillatunes del Neuquén. Costumbres araucanas”. Editorial Pehuén. Buenos Aires.

Fuente: https://www.enestosdias.com.ar/4938-volver-a-vivir-en-mapuzugun-la-memoria-del-wallmapu

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