¿Qué pasa en Afganistán?

Hay varias líneas de tiempo que tenemos que mirar para ubicar el proceso en el país de Asia central. En el largo plazo los enfrentamientos étnicos, en el mediano plazo las disputas interimperialistas.

Por Horizonte Comunista.

Desde hace siglos el territorio afgano es poblado por diferentes etnias, hay tiempos en los que conviven, otros en los que unas someten a otras, y otros de enfrentamientos abiertos. Ya desde el siglo XIX esas diferencias fueron aprovechadas por grandes actores (como “El gran juego” entre la Rusia zarista e Inglaterra ) proveyendo armas, logística e incluso tropas. También algunas de estas etnias están extendidas en países vecinos como Irán, Pakistán, Tayikistán, incluso China, por lo que estos países suelen verse involucrados.

En el marco de ese proceso el país obtuvo su independencia de los ingleses luego de la Primera Guerra Mundial y fue gobernado por una élite laica y educada en las ideas occidentales. En un principio bajo una monarquía y, luego de sendas revoluciones, desde 1973 en una república y desde 1978 por un gobierno aliado a los soviéticos. Ya desde las épocas de la monarquía la élite impulsó el no uso del velo en las mujeres y su acceso a la educación, proceso profundizado luego bajo el gobierno socialista, que buscó extender este proceso a todas las capas sociales del país poniendo fin al poder de los líderes tribales.

Desde la década del 70´ a su vez, se le sumó la disputa en la región entre la URSS y los Estados Unidos, donde los primeros apoyaban al gobierno instaurado en 1978 y los segundos a la resistencia talibana.

Para completar el panorama, la ubicación estratégica del país en la ruta de la seda, en la circulación de combustibles fósiles, en la producción de opiáceos y con yacimientos minerales importantes, lo convierten en un lugar apetecible para las potencias.

Los talibanes luego de derrotar al ejército soviético tuvieron que romper un legado de casi 20 años de construcción socialdemócrata.

A mediados de los años 60, las corrientes revolucionarias democráticas nacionales se habían unido para formar el Partido Democrático del Pueblo (PDP). El mismo llegó al poder en 1978, comenzando a trabajar por una distribución más equitativa de los recursos económicos y sociales. Entre sus objetivos figuraban la continua emancipación de las mujeres y las niñas de la antigua esclavitud tribal, la igualdad de derechos para las nacionalidades minoritarias, el aumento del acceso de la gente común a la educación, la atención médica, la vivienda digna y el saneamiento.

Pocos años después podían verse mujeres trabajando juntas en cooperativas de artesanía, donde por primera vez se les pagaba decentemente por su trabajo y podían controlar el dinero que ganaban. Mujeres que trabajan como profesionales y ocupan altos cargos gubernamentales, incluida la de Ministra de Educación. Las familias trabajadoras pobres tenían acceso a la salud y enviaban a sus hijos -niñas y niños- a la escuela. Adultos, tanto mujeres como hombres, estaban aprendiendo a leer. La cancelación de la deuda campesina y el inicio de la reforma agraria. Cooperativas campesinas en ciernes. Controles de precios y reducciones de precios en algunos alimentos clave. Ayuda a nómadas interesados en una vida asentada.

También incluyeron la ayuda soviética a proyectos económicos y sociales a una escala mucho mayor, con un nuevo Tratado de Amistad Afgano-Soviético y una variedad de nuevos proyectos, incluyendo infraestructura, prospección de recursos y minería, servicios de salud, educación y proyectos agrícolas. Ese papel también incluyó la introducción de tropas soviéticas, a petición de un gobierno del PDP cada vez más acosado por los señores de la guerra feudales y tribales desplazados que fueron ayudados y organizados por los Estados Unidos y Pakistán.

En ese momento los talibanes, tribu sunita de etnia pashtun (mayoritaria también en el vecino Pakistán) que considera subhumanos a los Hazara (grupo de habla persa) e incluso a los chiitas, que tiene como ley la sharia (ley musulmana opresora y misógina), tuvieron todo el apoyo de occidente porque su misión era liderar la guerra contra las tropas soviéticas.

Los soviéticos se retiran a fines de los 80´y el gobierno resiste cuatro años más hasta colapsar y luego de una guerra civil en 1996 se hacen con todo el poder los talibanes. Así pudieron terminar con esa “primavera” de derechos, mientras las potencias que los armaron miraban para otro lado.

En 2001, con el argumento de que refugiaban a Al Qaeda, las potencias “redescubrieron” las barbaries de los talibanes y ocuparon el país. Durante 20 años de ocupación armaron un gobierno, ejército y ciudades con vidas occidentalizadas, que rápidamente colapsaron cuando Estados Unidos se retiró más que nada por razones de política interna. Los talibanes, etnia mayoritaria del país, volvieron al poder.

De socios a encubridores de “terroristas”

La invasión de Afganistán fue parte de la “guerra contra el terror” declarada por el ex presidente  George W. Bush después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. El Afganistán de los talibanes era una de las bases de Al-Qaeda y la inteligencia estadounidense ubicaba allí y en el vecino Pakistán la sede principal de actuación de su líder, Osama Bin Laden.

A sus acciones contra intereses estadounidenses y occidentales se sumarían más tarde las del autodenominado Estado Islámico. Cuando Trump llegó a la Casa Blanca en 2017 lo hizo con la promesa de poner fin a las “guerras interminables” de Estados Unidos. En 2018 comenzaron las conversaciones con los talibanes para retirarse de un conflicto en el que han muerto más de 2.400 militares estadounidenses y más de 32.000 civiles afganos.

Trump le encargó al enviado especial de Estados Unidos en Afganistán, Zalmay Khaliljad, negociar un acuerdo con los talibanes en Doha, donde llevaba tiempo instalada gran parte de la dirigencia talibán, encabezada por Mulá Abdul Ghani Baradar. Las negociaciones se interrumpieron varias veces y Trump llegó a dar por “muerto” el acuerdo, pero finalmente Washington acabó aceptando la demanda talibán de que se apartara al gobierno afgano de las negociaciones y eso desbloqueó el diálogo. Su sucesor en la Casa Blanca, Biden, decidió acelerar la retirada y, pese a las imágenes de las últimas horas, se ha reafirmado en su decisión de poner fin a “la guerra más larga de Estados Unidos”.

Los talibanes, a diferencia de su gobierno anterior, encuentran un país devastado económica y socialmente por la ocupación, donde cientos de denuncias de violaciones a los DDHH cometidas por las tropas de ocupación fueron presentadas por organismos internacionales. La necesidad de no volverse un Estado paria los lleva a mostrar un rostro más “occidentalizado”, pero lo central aquí es que no  les será fácil estabilizarse en el poder.

Guerra  eterna

Julián Assange expresaba hace 10 años en Wikileaks: “El objetivo es utilizar Afganistán para lavar dinero de las bases impositivas de EEUU y de países europeos y traerlo de vuelta a las manos de las élites de la seguridad transnacional. El objetivo es una guerra eterna, no una guerra exitosa”.

Es una realidad que todos los que formaban parte del gobierno de Ghani (salido de una universidad estadounidense donde daba clase para ponerlo como un primer Guaidó) se fueron llenando coches y helicópteros con el dinero del Estado, según han declarado fuentes del SIGAR (Inspección General Especial para la Reconstrucción de Afganistán), dinero destinado a la ayuda y la reconstrucción. En lo que se refiere al ejército, se contabilizaban miles de soldados inexistentes para justificar las cantidades de dinero que debían invertir los estadounidenses y, justificado en los planes, se repartía; sólo en 2019 el ejército hizo nuevas listas y encontraron 42.000 soldados que no existían.

Pocas horas después de la retirada de las tropas de ocupación, los talibanes proclamaban el emirato de Afganistán cambiando incluso la bandera, y pocos días después aparece en escena el  Estado Islámico del Gran Jorasán, afiliado al grupo original que controlaba grandes zonas en Siria e Irak (opuestos a la otra rama de la Yihad de Al Qaeda, que en este momento es aliada en las sombras de los talibanes). Mientras que el Talibán insiste en que su objetivo no va más allá de lo que suceda en Afganistán, el Estado Islámico tiene una postura más expansionista y dura contra Occidente, pretende instaurar un califato que se extienda en una primera etapa por el centro de Asia.

¿Nuevo capítulo de la guerra comercial Chino-Yanqui?

Ya estamos en presencia de enfrentamientos tribales por construir poder en la zona, con levantamientos en las provincias de mayoría tayika y hazara, y nuevamente veremos quienes se alinean detrás de cada contendiente. EEUU, EU, Rusia y China tienen intereses en la zona, por lo que esta guerra tribal puede extenderse como la de Siria, o puede incluso ser primer capítulo de una guerra como extensión de la comercial que mantienen China y los EEUU.

En los primeros momentos China y Rusia se mostraron como aliados de los talibanes reconociéndolos e incluso planeando inversiones en el territorio. Los intereses chinos a su vez están mediados por la presencia dentro de su territorio de los Uguríes, tribu sunita cercana a los talibanes .

Claramente no estamos en presencia de una retirada Yanqui al estilo Saigón, ni de una revolución triunfante. Lo que abre Kabul definitivamente no es “el fin de la era Yanqui”, sino, probablemente una etapa en la que la guerra por el dominio mundial se reconoce ya directamente como el horizonte y en la que veremos guerras regionales y tribales muy internacionalizadas, un agravamiento de las tendencias hacia la guerra comercial y el proteccionismo -en buena parte desarrolladas a través del “Pacto Verde”- que vendrán acompañadas de una renovación ideológica cada vez más abiertamente unida a la perspectiva del encuadramiento de los trabajadores para el esfuerzo de guerra.

¿Y qué rol juega en estos conflictos la opresión a las mujeres?

Lo que más impacto tuvo en las redes sociales de todo este complejo proceso fue el retroceso casi automático que tuvo la posición social de las mujeres en Afganistán, perdiendo sus empleos, siendo recluidas de la esfera de lo público al rol de simples servidoras de sus maridos, padres y hermanos. Que esto sea la mayor repercusión es lógico dado los últimos avances mundiales del movimiento feminista en cuestión de derechos, ya que hay cientos de miles de mujeres replicando posteos preocupadas por esta situación. Pero también coincide con el discurso de hegemonía estadounidense que intenta mostrar que las mujeres sólo pueden ser libres en el capitalismo. Y en efecto, los mayores avances del movimiento de mujeres se han producido en países alineados con EEUU, ya que en países de Asia y en los países de la ex Unión Soviética la misoginia y la homofobia son importantes. Pero este es un discurso que nos impide pensar en otras opciones.

Y sobre todo, es un discurso impresionista, que no mira cuál es la intersección entre la opresión de género y la lucha de clases. Históricamente, el capitalismo ha utilizado la misoginia y los rasgos patriarcales preexistentes en muchos pueblos, para dividir la resistencia: Durante la acumulación originaria utilizó la caza de brujas para deshacer los lazos de solidaridad que permitían revueltas campesinas, artesanas y mineras; en el siglo XIX utilizó el trabajo femenino e infantil para minar los gremios por oficio y luego acordó un salario inferior para las mujeres… De alguna manera, el control de los hombres sobre sus mujeres (rasgo milenario del patriarcado) sirvió en el capitalismo como una compensación sobre los territorios o derechos perdidos. Este caso no es diferente. El retroceso de las mujeres afganas da un beneficio inmediato, anclado en la ideología dominante a los hombres afganos: sus puestos de trabajo pasan a estar disponibles, de repente pueden olvidarse del trabajo doméstico y descargar su ira por las condiciones de opresión que les son impuestas sobre ellas. El reflejo misógino que esto despierta en las masas dificulta muchísimo la organización de una resistencia que por supuesto requiere la participación activa de las mujeres. No olvidemos que en la región hay procesos recientes, como el de Kurdistán donde las mujeres se levantan en armas a la par de los hombres intentando liderar un proceso revolucionario que incluya la igualdad de género, en lugar de postergarla para el comunismo.

El apoyo en los 80´a los talibanes y la actual retirada nos muestran que el uso que EEUU hace de este aspecto del proceso histórico es un intento de apropiación oportunista de los procesos de lucha de las mujeres en su guerra comercial con China y Rusia (que difícilmente reivindicarían ninguna libertad para las mujeres). La situación afgana también nos muestra las limitaciones de los procesos de emancipación impuestos desde arriba versus los procesos inmanentes.

Como marxistas, lejos de combatir esto, invisibilizando el aspecto patriarcal del proceso, debemos complejizar nuestra lectura hacia una interseccional, y sabiendo la solidaridad que despierta en cientos de miles de mujeres del movimiento feminista internacional la situación afgana, avanzar en explicar el proceso completo. La verdadera igualdad de género es imposible bajo este capitalismo que se enriquece de todo el trabajo no pago que las mujeres hacen “por amor”, mucho menos es posible dejando avanzar a sectores fanáticos religiosos. La verdadera igualdad de género la tendremos que construir a la par del socialismo.

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