El voto a la izquierda anticapitalista se presenta útil para fortalecer los discursos críticos hacia el sistema, para avanzar en las reivindicaciones, para denunciar el acuerdo con el FMI, para interpelar a los sectores críticos al interior del gobierno pero también para reforzar la presencia en las movilizaciones. Los próximos dos años serán decisivos: o el gobierno cambia el rumbo en un sentido más progresivo y popular o terminará pavimentando el sendero del regreso de la derecha.
Los resultados sorprendieron a todos y todas, también a este columnista. Tal como queda representado el escenario político si se repitiera la votación en noviembre, el Frente de Todos (FdT) perdería el quórum propio en Senadores mientras que Juntos por el Cambio (JxC) pasaría a ser la primera minoría en Diputados y se consolidaría como alternativa para el 2023. Estas internas dejaron también ver el avance de una derecha ultraliberal y antipolítica (con muchos puntos de contacto con el bolsonarismo de Brasil y Vox de España) y como contrapartida la presencia de una izquierda anticapitalista que logró posicionarse como tercera fuerza a nivel nacional.
Estados de ánimo
El clima preelectoral no fue el mejor. No solo por la pandemia, los temores al contagio, incluso el rebrote de la variante Delta. A la apatía y el desinterés, se sumaron desilusión y enojo por la falta de soluciones a los principales problemas que afectan al pueblo trabajador. Y algo más de fondo: una suerte de desconexión de la ciudadanía con la política y los políticos por un lado y por el otro la actitud negativa ante la falta de un debate serio sobre los problemas concretos del país. La falta de involucramiento de la juventud, contrariamente a lo que pasaba hace una década atrás, completa el cuadro.
Una campaña tan anodina, carente de ideas y de debate político serio se materializó en la abstención del 33 por ciento, el peor registro desde la reinstalación del régimen democrático-liberal. El pasado (el endeudamiento y la cuarentena) se discutió más que el futuro (la salida de la crisis y el país pospandémico). Para el FdT, se trataba de ganar 10 nuevas bancas en Diputados, para lograr quórum y mayoría propia. Para la derechista JxC, su meta era simplemente negativa, impedir los objetivos del gobierno con el banal argumento de “estamos a 7 bancas de ser Venezuela”.
Los resultados
JxC que triunfó en 17 de los 24 distritos, obtuvo el 40% de los sufragios mientras que el FdT el 30,55% (el más bajo porcentual obtenido por el peronismo desde 1983). Con estos números el oficialismo no solo no aumentaría sus bancas en Diputados, como era su objetivo, sino que perdería 9, mientras que JxC retendría las que ya tiene pero no agregaría ninguna nueva. Es que la abstención y el voto en blanco se alimentaron centralmente de los sufragios que perdió el oficialismo mientras que la oposición derechista sacó los mismos porcentajes, o un poco menores, que en anterior elección. La derecha ultra liberal se presentó en solo dos distritos obteniendo el 7,13% por lo que podría llegar a las cuatro bancas. Es posible que parte de esos votos provenga de JxC pero también de jóvenes (incluso que sufragaran por primera vez) descontentos con la situación y sin perspectivas de futuro.
La izquierda
Con el 7,29% de los votos (1,6 millones) la izquierda anticapitalista realizó una elección que a nivel nacional puede considerarse de histórica, sobre todo en el marco de polarización existente. Del conjunto de partidos que integran este espacio -todos de extracción trotskista, inexplicablemente divididos electoralmente- era el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) -que agrupa al Partido Obrero (PO), Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS), Izquierda Socialista (IS) y Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST)- la única fuerza capaz de tener representación parlamentaria. Cosechó el 6,25% de los votos con lo que retendría los dos escaños actuales y podría ganar dos más. Es de destacar que no solo hizo muy buena elección en dos de los principales distritos del país (la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires) sino también en otras provincias con porcentuales que van de 7% al 9%, hasta el llamativo 23% en la norteña provincia de Jujuy. Los votos obtenidos provienen de los sectores atravesados por la crisis, tienen un fuerte contenido obrero y popular y recoge adhesiones también en los movimientos feministas, ambientalistas, antiextractivistas.
De aquí a noviembre
A pesar de ser una elección primaria, las presidenciales de 2023 presidieron toda la campaña e incluso el propio acto electoral. Desde esta perspectiva los resultados provisorios pendientes de noviembre, están ya imponiendo la reorganización/reconfiguración interna de las dos grandes coaliciones que hegemonizaron la votación. En la oficialista está también la posible reestructuración ministerial.
En el caso de la oposición derechista, que tuvo internas en numerosos distritos, los resultados afianzaron el ala menos confrontativa o si se quiere más dialoguista en una doble perspectiva: qué políticas de Estado acordar para salir de la crisis y la selección del próximo presidenciable, para lo que ya se postularon varios candidatos.
En el oficialismo el fuerte voto castigo abrió un gran debate en dos planos: primero sobre cómo recuperar votos para las legislativas de noviembre -que como mínimo achiquen el nivel de la derrota- teniendo en cuenta que en las definitivas siempre votan más ciudadanos que en las primarias. Una política más distributiva está en el horizonte inmediato pero esto requiere más emisión monetaria y compatibilizar eso con la necesidad de acuerdos con el FMI y el Club de París, y sus condicionantes en cuanto al déficit fiscal. Luego, cómo transitar los dos años faltantes de gobierno recuperando posibilidades presidenciables, cuando hoy sus principales figuras han quedado muy devaluadas. Los términos del debate transitan entre la llamada “radicalización”, entiéndase como mayores controles y mayor intervención estatal, y el acuerdo con la oposición y los capitales más concentrados, ofreciendo como contrapartida que el peronismo conserva su reconocida capacidad para sostener la gobernabilidad evitando el estallido social.
El voto a la izquierda anticapitalista se presenta útil para fortalecer los discursos críticos hacia el sistema, para avanzar en las reivindicaciones, para denunciar el acuerdo con el FMI, para interpelar a los sectores críticos al interior del gobierno pero también para reforzar la presencia en las movilizaciones. Los próximos dos años serán decisivos: o el gobierno cambia el rumbo en un sentido más progresivo y popular o terminará pavimentando el sendero del regreso de la derecha.
Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda)
17/09/2021