Warachikuy: una carrera ancestral de iniciación andina de La Plata a CABA

En diciembre se llevó a cabo la 24º Carrera Espiritual y Ancestral “Warachikuy”, una ceremonia de iniciación masculina en la cultura andina. Warachikuy es la forma que desde la antigüedad y a lo largo de todo el Tawantinsuyu, los hombres jóvenes entre 18 y 21 años marcan su paso a la adultez al asumir sus compromisos de servicio para la comunidad.

Por Noelia Carrazana y Claudia Castro – Minka Comunicación en Red Eco.

La ceremonia inicial comenzó en el Parque Saavedra de La Plata alrededor de las 6.30 de la mañana del 12 de diciembre frente al Monumento al Aborigen, con más de 80 corredores de distintas organizaciones como Mink´akuy Tawantinsuyupaq, La Academia Mayor de la Lengua Quechua del Cusco Perú, filial La Plata, Berisso (AMLQ), Estudiantes de Runa Simi del Tayta Ullpu, Nación Quinto Sol, Ayllu Tukuy Llajta, Ayllu Sartañani, Ayllu Abya Yala, Consejo Provincial de Asuntos Indígenas (Pcia. Bs As), Observatorio Regional de Derechos Humanos y Pueblos Indígenas, Argentina Plurinacional y los hermanos de Quilmes que se acercaron con el hermano Sumaq Yawar.

La característica particular que tuvo esta carrera fue que se juntaron los warachikuy, algo que no ocurría hacía mucho tiempo. Los organizadores principales fueron “la fundación BioAndina Argentina, don Mario Aucca Rayme con la Academia Mayor de la Lengua Quechua de Cusco, nosotros con Mink´akuy Tawantisuyupaq, que es el ayllu que dejó Tayta Ullpu y que continuamos sus hijos, por eso este año fue multitudinario”, cuenta con mucha alegría Gustavo Sardinas, en quechua Rumi Kuchuna (Piedra filosa, punta de lanza), uno de los organizadores perteneciente a Mink´akuy Tawantinsuyupaq.

Esta carrera se realiza anualmente y tiene un recorrido de 70 kilómetros durante una jornada de 12 horas, que es atravesada por los corredores portando las waras o bastones sagrados a través de postas que están distribuidas en distintos puntos del camino. Desde el Monumento al Aborigen, Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Zoológico de La Plata, donde se saluda a la pareja de cóndores, Casa de Gobierno de La Plata (lugar donde se encontraron restos de los Querandíes), la wak’a de Quilmes, entre otros lugares, para finalizar en el Monumento al Malón de la Paz en el Parque Los Andes, en el barrio porteño de Chacarita.

Para comprender la importancia de esta carrera nos tenemos que trasladar al año 1992, momento que para las comunidades indígenas del Abya Yala culminan los 500 años de oscuridad. Desde ese momento en todo el territorio se van despertando y recordando costumbres y símbolos ancestrales. “Cuando hablamos de carreras tenemos que recordar al hermano mexicano Francisco Melo Nahui Mazatl. Este hermano recorrió por estas tierras despertándonos. Él me conoció en 1997, yo en esa época iba a enseñar en la plaza frente del canal ATC, ahí nos conocimos. Francisco me dio la autorización para organizar una carrera tributaria para poder apoyar a los hermanos que querían participar en las carreras que él organizaba: las jornadas de paz y dignidad que tienen sus puntos de salida: Ushuaia y Alaska o alguna zona del hemisferio norte. Esta primera carrera la hicimos desde Quilmes hasta el Zoológico de Buenos Aires, donde ya conocíamos al hermano Luis Jacome, que nos facilitaba las plumas del padre cóndor”, relata el presidente de la AMLQ Mario Aucca Rayme, uno de los abuelos iniciadores de estas prácticas sagradas en tierra Querandí.

Gustavo Sardinas agrega: “Estas carreras nacen particularmente en un rescate que se viene haciendo en el año 1992. Para nosotros el Pachakuti de luz, en los que veíamos que era necesario empezar a rescatar muchas de las ceremonias que se habían dejado de hacer o que se habían perdido, o por lo que fue también un poco la conquista”.

Luis Jacome, director de la Fundación Bioandina Argentina, fue también parte central en la organización de esta actividad, ya que su labor incluye el cuidado de los cóndores. También está relacionada con el ir cuidadosamente reuniendo las plumas de esta ave sagrada para luego entregarlas a los guías espirituales, quienes las deben preparar para hacer su entrega en la ceremonia de finalización de carrera, junto al nombre espiritual en quechua que tendrá ese corredor a partir de ese momento, comprometiéndose frente a la comunidad a ser comunicadores de la cultura.

Luis, quien también conoció al maestro mexicano Francisco Melo, nos cuenta: “Siempre hablé con don Mario y con el Tayta para que este rezo maravilloso se volviera hacer en única carrera. El tiempo no era evidentemente el propicio durante muchos años. Se volvió a dar este año, en el 2021. Se pudo volver a unir en un solo rezo estas carreras que habían estado separadas durante mucho tiempo (…). Así cuando don Mario me propuso este año volver a juntar la carrera (…), de inmediato hablé con Rumi, con Anka, los hijos del Tayta Ullpu, diciéndoles esta propuesta de don Mario, y ellos de inmediato me dijeron que sí. No hubo demasiado que pensar, fue como que instantáneamente me dijeron, seguro que sí, es por la unión, vamos para adelante”.

Para Luis incluso hubo manifestaciones de la naturaleza de manera permanente durante toda la carrera: “Empezamos a correr como la original desde Parque Saavedra, lo primero que ocurrió fue la manifestación del Kara Kara, esta ave sagrada del pueblo Quilmes se presentó, se plantó ahí en la salida y vio cómo cada uno de los corredores salíamos”.

En este sentido, agrega: “Para mí en lo personal, llegar al recinto de La Plata o del Eco Parque con los cóndores y presentarnos con la dignidad de la unión, diciendo ¡acá estamos! con nuestras flaquezas, con nuestras penas, con nuestras alegrías, con nuestras conciencias, pero estamos unidos. Fue multitudinario, fue el Warachikuy más grande que me tocó correr acá en Buenos Aires. Fue realmente una hermosura de más de 100 personas que se juntaron”.

Wakas sagradas en Territorio Querandí

Las wakas son los lugares sagrados que las comunidades indígenas van marcando o reconociendo. Esta carrera comienza en el Parque Saavedra de La Plata, donde antiguamente se encontraba emplazado el Monumento al Indígena. Desde allí parten los corredores hasta el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, Zoológico de La Plata y finalmente a Casa de Gobierno, donde se ingresa al jardín frontal a saludar y abrazar al abuelo árbol. Mario Aucca Rayme recuerda que “según cuenta Gualberto Reynal en su libro ‘La historia oculta de la Ciudad de La Plata’, luego de comenzada la obra del edificio, allá por 1882 se tuvo que detener la construcción por la aparición de restos humanos de los Querandíes, los indígenas que habitaban esta zona geográfica. Entonces nosotros los saludamos y recordamos todos los años. A partir de allí ya se separan en pares los corredores para correr por postas”.

Estas postas se distribuyen cada 3, 5, o 10 kilómetros como máximo donde cada participante llega y recupera fuerzas para seguir desde otro punto o no, ya que en cada posta se va “sembrando” como lo denominan ellos, con pequeños grupos de cuatro a seis participantes para seguir la carrera y llegar a cada destino. Rumi Kuchuna manifiesta que esta carrera fue “impresionante”: “Creo que eso también demostró esa unidad en la diversidad y en los tiempos que tienen que venir, que tiene que ser de pura unión, unión en este plano, pero también con el intangible, tiene que ver con el espíritu”.

“Mi padre trascendió hace seis, siete meses, y en un sueño le dijo a mi hermano Anka que este era el tiempo de la unión de los espíritus y así lo sentimos, así de esa manera se juntaron todos estos ayllus y fuimos una sola flecha con una sola intención y con un mismo recorrido. Estamos en ese proceso de entender, de entendimiento de unificación y, tejiendo como siempre, este tejido de la red de la vida, de la red de conocimiento. Nuestras prácticas ancestrales y culturales espirituales. Entonces es que así vamos aportando a esta gran ciudad, como Tayta siempre decía, ‘sembrando en el cemento’ y esa es nuestra tarea. Tayta dejó esta semilla y las semillas empezaron a crecer y dieron sus frutos y hoy continuamos nosotros”, indicó Rumi Kuchuna, hijo de Tayta Carmelo Ullpu.

Experiencias en primera persona

A lo largo del día fueron más de 80 corredores los que hicieron las postas, sin embargo, no todos recibieron su nombre espiritual. Esto se debe a que muchos acompañaban a los principiantes guiando el camino.

Ariel (45), Uña en quechua (afectuoso/cariñoso/cercano) del Ayllu Sartañani, señala que el Warachikuy “para nosotros, los pueblos indígenas que resistimos más de 529 años de opresión, significan una batalla ganada al sistema colonial y patriarcal. Estamos muy orgullosos de poder continuar con nuestras ceremonias, a pesar de que hayan cimentado sobre nuestros territorios. (…) Como quechuas es un orgullo y memoria hacia nuestros hermanos que lucharon y cayeron por mantener viva nuestra cultura”.

Cuenta, a su vez, que si bien había participado en las rondas finales de carreras anteriores, esta fue la primera vez en participar en el sistema de postas, lo que estaba en duda debido a estar bajo estudios por las consecuencias del Covid-19 que había padecido: “En principio, no iba a correr. Además, tenía que acompañar a mi hijo Wari (salvaje/ indomable) y a Tupac (noble, magnífico, brillante), pero al estar presente en la ceremonia inicial y escuchar las palabras de aliento de los hermanos, me animé a hacer el tramo inicial”.

En este sentido, Wari Vásquez (15), hijo de Ariel, remarca que la carrera significó algo importante para él: “Entendí toda la tradición que hay y lo importante que es. La motivación principal fue la de mi papá, cuando me explicó toda la ceremonia que se hacía en el Warachicuy”.

En esta línea, Agustín Arruti (27) explica que su experiencia comienza luego de haber conocido la Academia Mayor de Lengua Quechua por otro motivo. “Me enteré que al iniciarte podés hacer más actividades en la Academia, yo quería conocer ya que había ido a una chayada de un auto y quería participar más. Llegado el día don Mario me anotó por su organización y allí vi que mucha gente estaba participando. Al estar en el Monumento al Aborigen, don Mario explica el significado espiritual y físico de la carrera y por qué es para el hombre solamente, y eso me emocionó. Y después sabiendo que íbamos a conocer varios lados, como no soy de La Plata. me encantó. (…) En cada lugar que parábamos, que era una posta, hacer el saludo y todo eso con los bastones, a mí se me erizaba la piel porque sentía que era algo fuerte”, explica Rimachi (el que hace hablar), nombre que le fue otorgado en esta ceremonia.

Por su parte, Ariel agrega: “Al recibir la pluma y con ella la rectificación de mi nombre, entendí que había cerrado una etapa en mi vida. Mis hermanos me reconocen como Uña, ellos me dieron mi nombre hace más de 20 años atrás, y este año por fin en ceremonia y estando presentes varios de esos hermanos, sentí que honraba como ellos me habían nombrado”.

Marcos Colque, joven platense que corrió varias veces cuenta: “Corrí por primera vez en 2013. Esa primera vez por curiosidad de saber cómo era esa iniciación de dejar de niño para ser un adulto, lo cual toda la explicación del Warachikuy en ese momento era lo que estaba necesitando en mi vida interior, por problemas que estaba viviendo en su momento y al correr uno medita y pide fuerzas a la tierra para seguir adelante, en todos los aspectos de la vida. Ese año corrimos solo con la Academia de Quechua, así que el nombre me lo dio don Mario Aucca. Me llamó Anka (águila) y al saber mi nombre tuve una sensación de felicidad y fortaleza por el significado, por lo que implica el águila, fue un momento muy lindo”. Para cerrar agrega: “Esta última vez corrí como todos los años para saludar a la madre tierra, para reafirmar el camino y las enseñanzas que nos regala don Mario y agradecer a Pachamama por todo lo que nos da”.

Otro corredor con experiencia es Charlo, quien cuenta que corrió por primera vez allá por 2002 o 2005. “Me enteré que se hacía y que se salía desde el Museo, había salido de noche fui a curiosear, fue muy impactante el saludo a Nuestros Ancestros en el Museo. En aquella ocasión subimos varios niveles y recorrimos varias vitrinas donde se hallaban restos. Tocábamos los Pututus adentro retumbando todo en el Museo. Salí con lágrimas en los ojos y comencé a correr del Museo a la Condorera y el Cementerio Querandí, hasta la entrada del Parque Pereyra. Al año siguiente ya me preparé para hacerl la carrera completa. La decidí correr después con la conciencia plena de reivindicar mi Cultura y a mis Ancestros, donde me bautizaron con el nombre en aymara Irpantaña Wila”.

“Este es el único continente que toca el polo norte y el polo sur”, decía en una conferencia de 2002 Fracisco Melo, uno de los abuelos que motorizó esta carrera. “Y estos indios ignorantes y salvajes por miles de años supieron vivir en armonía y en balance. La historia nosotros, aun no la hemos escrito, la seguimos viviendo y queremos seguirla viviendo y queremos seguir invitando a todos que nos ayuden a cuidar la casa de todos, porque esta madre tierra está esperando a todos sus hijos. Está esperando a todos los seres que siguen viniendo de los vientres sagrados de las madres”.


Fuente: https://www.redeco.com.ar/nacional/pueblosoriginarios/34803-warachikuy-una-carrera-ancestral-de-iniciaci%C3%B3n-andina-de-la-plata-a-caba

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