Del Mar Negro al Mediterráneo oriental: no provoquen al oso ruso

Rusia soportó ocho años de provocaciones de la OTAN en Ucrania antes de rugir. Ahora limpiará la casa en Asia Occidental y más allá (Foto: The Cradle)

Por Pepe Escobar

Esto es lo que pasa cuando una pandilla de hienas andrajosas, chacales y pequeños roedores azuzan al oso: nace un nuevo orden geopolítico a una velocidad asombrosa.

De una reunión del Consejo de Seguridad ruso a una lección de historia en la ONU impartida por el presidente ruso, Vladímir Putin, y el consiguiente nacimiento de los bebés gemelos –las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk– hasta el llamado de las repúblicas separatistas a Putin para que interviniera militarmente para expulsar del Dombas a las fuerzas bombaderas ucranianas apoyadas por la OTAN, ha sido un proceso continuo, ejecutado a una velocidad endiablada.

La gota (nuclear) que (casi) rebasó el vaso del oso –y lo forzó a saltar– fue el regreso del comediante/presidente ucraniano Volodímirñ Zelenzki de la Conferencia de Seguridad de Munich, rebosada de rusofobia, donde fue alabado como un mesías, diciendo que sería revisado el memorando de Budapest de 1994 y que Ucrania debería rearmarse nuclearmente.

Esto sería el equivalente a un México nuclear al sur del Hegemón.

De inmediato Putin volteó de arriba abajo la Responsabilidad para Proteger (R2P): un constructo estadounidense inventado para lanzar guerras fue actualizado para detener el genocidio en cámara lenta del Dombás.

Primero vino el reconocimiento de los gemelos: la decisión en política exterior más importante de Putin desde la inserción de aviones de combate rusos en el espacio aéreo sirio en 2015. Ese fue el preámbulo para el próximo cambio en las reglas del juego: una “operación militar especial dirigida a la desmilitarización y desnazificación de Ucrania”, tal como la definió.

Hasta el último minuto, el Kremlin estaba intentando valerse de la diplomacia, explicándole a Kiev cuáles son los imperativos necesarios para evitar el trueno heavy metal: reconocimiento de Crimea como rusa; abandonar cualquier plan de incorporarse a la OTAN; negociar directamente con los gemelos, un anatema para los estadounidenses desde 2015; y, finalmente, la desmilitarización y la declaración de Ucrania como neutral.

Para quienes controlan Kiev, como era predecible, nunca llegaría a ser aceptable el paquete, como tampoco lo harían con el Paquete Principal que verdaderamente importa, a saber, la exigencia rusa de una “seguridad indivisible”.

La secuencia, entonces, se hizo inevitable. En un abrir y cerrar de ojos, todas las fuerzas militares ucranianas entre la llamada línea de contacto y las fronteras originales de los óblasts de Donetsk y Lugansk ahora serán redefinidos como un ejército de ocupación en territorios aliados con Rusia, que Moscú juró proteger.

Váyanse, o sufran las consecuencias

El Kremlin y el Ministerio de Defensa no estaban blofeando. Cronometrado para darle inicio al momento en que Putin anunciara la operación, los rusos decapitaron con misiles de precisión todo lo que importaba en términos del ejército ucraniano en apenas una hora: fuerza aérea, armada, campos aéreos, puentes, centros de comando y control, y toda la flota de drones Bayraktar turcos.

Y no solo se trató de poder ruso en bruto. Fue la artillería de la República Popular de Donetsk (RPD) la que atacó el cuartel general de las Fuerzas Armadas de Ucrania en el Dombas, que resulta que albergaba a todo el comando militar ucraniano. Esto significó que el Estado Mayor ucraniano perdió el control de todas sus tropas al instante.

Esto fue Conmoción y Pavor contra Irak, hace 19 años, pero en reversa: no para conquistar, sino como preludio para una invasión y ocupación. El liderazgo político-militar en Kiev ni siquiera tuvo tiempo de declarar la guerra. Se congelaron. Comenzaron a desertar las tropas desmoralizadas. Derrota total, en una hora.

Al instante fue restablecido el suministro de agua a Crimea. Para las tropas desertoras se organizaron corredores humanitarios. Los remanentes de las fuerzas ucranianas ahora incluyen principalmente a los nazis del Batallón Azov, mercenarios entrenados por los sospechosos habituales de Blackwater/Academi, y un puñado de yijadistas-salafistas.

Como era predecible, los medios corporativos occidentales ya pasaron a modo berserker, etiquetándola como la muy esperada “invasión” rusa. Un recordatorio: cuando Israel bombardea Siria de forma rutinaria y cuando la Casa (de un solo) Saud rutinariamente bombardea a civiles yemeníes, nunca se escucha ni pío de los medios de la OTAN.

Tal como están las cosas, la real politik describe un posible desenlace como fue verbalizado por el líder de Donetsk, Denis Pushilin: “La operación especial en el Dombás terminará pronto y todas las ciudades serán liberadas”.

Muy pronto pudiéramos ser testigos del nacimiento de una Novorrusia (o Novorrosiya) independiente: al este del Dnieper, al sur a lo largo del Mar de Azov y el Mar Negro, de la forma que solía ser antes de que fuera adjuntada a Ucrania por Lenin en 1922. Pero ahora estaría totalmente alineada a Rusia, y le ofrecería un puente terrestre a Transnistria.

Por supuesto, Ucrania perdería cualquier acceso al Mar Negro. A la historia le encanta estas jugadas: lo que fue un “obsequio” a Ucrania en 1922 puede convertirse en uno que se va, cien años después.

Es el tiempo de la destrucción creativa

Será fascinante el ver lo que el profesor Sergey Karaganov describió magistralmente, al detalle, como la nueva doctrina Putin de destrucción constructiva, y cómo esto se interconectará con Asia Occidental, el Mediterráneo Oriental y, más abajo en el camino, con el Sur Global.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el sultán ceremonial de la OTAN, denunció como “inaceptable” el reconocimiento de los gemelos. Con razón: ese viraje pulverizó todos sus planes elaborados de posar como un mediador privilegiado entre Moscú y Kiev durante la próxima visita de Putin a Ankara. El Kremlin –así como la Cancillería– no pierden su tiempo hablando con minions de la OTAN.

Sergei Lavrov, el ministro de exteriores ruso, por su lado, recientemente ha tenido una entente muy productiva con el canciller sirio Faisal Mekdad. Rusia, este fin de semana que pasó, armó una especacular demostración de misiles estratégicos, hipersónicos y de otro tipo, con protagonistas como el Khinzal, el Zircon, el Kalibr, los misiles balísticos intercontinentales Yars, Iskaner y Sineva; ironía de ironías, en sincronía con el festival de rusofobia en Munich. En paralelo a esto, buques de la armada rusa de las flotas del Pacífico, del Mar del Norte y del Mar Negro realizaron una serie de maniobras de caza de submarinos en el Mediterráneo.

La doctrina Putin privilegia lo asimétrico: y esto aplica para el más acá y el más allá. El lenguaje corporal de Putin, en sus dos últimas –y cruciales– intervenciones deletrea algo cercano a máxima exasperación. Como si se estuviera dando cuenta, y no de forma propicia sino resignadamente, que el único lenguaje que sólo entienden los neoconservadores y los “imperialistas humanitarios” del Washington Oficial es el lenguaje del trueno heavy metal. Definitivamente están sordos, atontados y ciegos ante la historia, la geografía y la diplomacia.

De este modo, siempre se puede apostar al ejército ruso. Por ejemplo, imponiendo una zona de exclusión aérea en Siria para conducir una serie de visitas del señor Khinzal no sólo al paraguas de yijadistas turbios protegidos por los turcos en Idlib sino también para los yijadistas protegidos por los Estados Unidos en la base de Al-Tanf, cercano a la frontera siria-jordana. A fin de cuentas, estos especímenes son subsidiarios de la OTAN.

El gobierno de los Estados Unidos ladra sin parar sobre la “soberanía territorial”. Entonces juguemos el juego que el Kremlin le pide a la Casa Blanca de una hoja de ruta sobre la salida de Siria: al fin y al cabo, Estados Unidos está ocupando ilegalmente una sección del territorio sirio y agregándole desastres extra a la economía siria al robarles su petróleo.

Jens Stoltengerg, el estulto líder de la OTAN, anunció que la alianza está desempolvando sus “planes de defensa”. Estos pudieran incluir un poco más que esconderse debajo de sus costosos escritorios en Bruselas. Son tan intrascendentes en el Mar Negro como en el Mediterráneo Oriental: mientras que Estados Unidos va quedando considerablemente vulnerable en Siria.

En la base militar rusa de Hmeimim, en Siria, ahora hay cuatro bombarderos estratégicos TU-22M3, cada uno capaz de cargar tres misiles anti-buque S-32 que pueden volar a un Mach 4.3 supersónico con un alcance de 1 mil kilómetros. Ningún Sistema Aegis es capaz de lidiar con ellos.

Rusia también ha estacionado unos cuantos Mig-31K en la región costera de Latakia (Siria) equipados con misiles hipersónicos Khinzal, más que suficientes para hundir cualquier grupo de superficie estadounidenses, incluyendo portaviones, en el Mediterráneo Oriental. Estados Unidos no tiene ningún tipo de mecanismo de defensa aérea con apenas un mínimo de probabilidad de interceptarlos.

Así que las reglas cambiaron. Drásticamente. El Hegemón está desnudo. El nuevo acuerdo comienza con el reacomodo post-Guerra Fría de Europa Oriental completamente invertido. Después vendrá el Mediterráneo Oriental. El oso volvió, escúchenlo rugir.


Publicado originalmente en The Cradle el 24 de febrero de 2022, la traducción para Misión Verdad la realizó Diego Sequera.

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