La parcialidad de los medios hegemónicos

Parecería que para los medios hegemónicos occidentales los conflictos bélicos en Afganistán, Siria, Etiopía, Somalia, Palestina y otros donde no predomina la piel blanca y los ojos celestes no tienen la misma importancia que tuvo el de la ex Yugoslavia o en estos momentos el de Ucrania- Rusia.
RELEVANCIA Y PERTINENCIA DE LAS GUERRAS SEGÚN LA ÓPTICA DE LOS MONOPOLIOS MEDIÁTICOS

INTERPRETACIÓN SESGADA DE LOS MEDIOS

Parecería que para los medios hegemónicos occidentales los conflictos bélicos en Afganistán, Siria, Etiopía, Somalia, Palestina y otros donde no predomina la piel blanca y los ojos celestes no tienen la misma importancia que tuvo el de la ex Yugoslavia o en estos momentos el de Ucrania- Rusia.

Estas problemáticas, para la información de las grandes corporaciones noticiosas, están rodeadas por el factor étnico- religioso, lo que ha provocado una lectura errónea del problema medular, pues se las considera como un asunto de fanatismo y se dejan de lado los factores de dominio territorial y económico.

Millones de refugiados y desplazados,  la mayoría apenas con lo puesto, niños, ancianos, personas con discapacidades, hombres y mujeres sin otra opción que la de huir por sus vidas, zafando apenas del exterminio racial o de los incesantes bombardeos y enfrentamientos tienen relevancia sólo cuando afecta los intereses de las grandes potencias imperialistas.

Precisamente, todo esto sirve para ocultar los movimientos geopolíticos del “imperio americano”, cuyo ejército tiene la autorización de efectuar ataques en apoyo de fuerzas militares en países aliados designadas por sus mandos en virtud de la Autorización del Uso de la Fuerza Militar del 2001.

Téngase en cuenta que EEUU cuenta con más de 720 bases militares en 148 países del mundo, mientras que Rusia tiene 21 instalaciones militares en sólo 10 países extranjeros: infantería motorizadas en Armenia y Tayikistán, bases de radares en Bielorrusia y Kazajistán, bases aéreas en Kirguistán, Siria y Armenia, y puertos marítimos en Vietnam y Siria.

De todas formas, no puede negarse que un conflicto de semejante envergadura cómo la guerra Rusia- Ucrania tendrá en todo el planeta consecuencias económicas, financieras, monetarias, comerciales y lo que es peor, una terrible peligrosidad entre las hiperpotencias nucleares, las cuales han iniciado una pulseada subrepticia para ver quién tiene el poder bélico más devastador.

Cabe aclarar que en el teatro de operaciones del mundo digital, político, mediático, cultural, deportivo y espacial, la guerra más destructiva ya comenzó y su ofensiva se ha transformado en una verdadera “guerra total”.

Según la agencia de noticias Nodal, Washington, la OTAN y todos sus aliados, incluidas las megaempresas digitales GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft),  han prometido ahora, en respuesta a la invasión de Ucrania, aplastar a Rusia…  «Esto se está convirtiendo en una guerra mundial de nuevo tipo. Un hiperconflicto que, en su arista militar, se desarrolla, por el momento, en un teatro preciso y local: el territorio de Ucrania».

LOS MEDIOS Y EL ENEMIGO OCULTO

En cuanto a la relevancia del conflicto en Latinoamérica, los grandes medios subsidiarios de la embajada norteamericana tratan de ocultar que, “excepto en sus relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua, Moscú no posee, ni de lejos, en la región, la influencia que siempre ha tenido Washington y que últimamente ha adquirido Pekín. En 2019, por ejemplo, Sudamérica exportó por un valor de 66.000 millones de dólares a Estados Unidos y de 119.000 millones a China, pero apenas de  5.000 millones a Rusia…”

Pero en el plano geopolítico, la cosa marcha por otras aristas, ya que no puede negarse que paradójicamente (por sus ideas políticas opuestas), tanto Alberto Fernández cómo Bolsonaro fueron los únicos mandatarios sudamericanos que Putin recibió en el Kremlin previo a la guerra.

El primero le ofreció al presidente ruso que su país sea la puerta de entrada de Moscú a América Latina desde el punto de vista del multilateralismo: «Amigo de todos, satélite de ninguno», para remarcar que «nuestra única adscripción es con los intereses del pueblo argentino». Putin le respondió que Argentina debe dejar de estar sujeto siempre a Washington y cesar de depender del Fondo Monetario Internacional. A Bolsonaro, el mandatario ruso le propuso la construcción de varias centrales nucleares y la dinamización de una alianza tecnológica entre ambos países en áreas punta como biotecnología, nanotecnología, inteligencia artificial, y tecnologías de la información”.

Este acercamiento de Moscú a la región ha sido demonizado reiteradamente por los medios concentrados para borrar de la memoria que al comienzo de la pandemia, cuando los países centrales acaparaban las vacunas contra el Covid-19, Rusia fue el único que optó por facilitar la llegada de la Sputnik V a Argentina, Bolivia, Nicaragua, Paraguay y Venezuela.

Asimismo, para reforzar su política exterior con Sudamérica, en reiteradas oportunidades el canciller ruso, Sergei Lavrov, declaró que Moscú reforzará su cooperación estratégica con Venezuela, Cuba y Nicaragua en todos los ámbitos y varias veces se pronunció a favor de Argentina en cuanto a la usurpación británica en Malvinas, principalmente porque se ha transformado actualmente en un enclave de la OTAN.

Pese a todo, según la agencia Nodal, “días después Rusia invadía Ucrania…y a pesar de la gran actividad diplomática desplegada por el presidente Putin para explicar su punto de vista, en conversaciones telefónicas directas con diferentes líderes de la región, ningún país latinoamericano se alineó de modo incondicional con sus posiciones.

A la hora de la verdad, el 2 de marzo pasado, con ocasión del voto de una resolución de condena contra la invasión de Ucrania en la Asamblea General de la ONU, Rusia apareció singularmente aislada. Apenas cuatro Estados en el mundo (Bielorrusia, Siria, Corea del Norte, Eritrea) apoyaron su guerra contra Kiev. En América Latina, no pudo contar con un solo voto favorable. Ni siquiera con el de Nicaragua, Venezuela o Cuba…”

Alejandro Lamaisón

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