A 40 años del 30 de marzo de 1982

“Se va acabar / se va acabar / la dictadura militar” fue un grito de miles de voces que marchábamos hacia Plaza de Mayo el 30 de marzo de 1982 . Al llegar al Cabildo, gases lacrimógenos y la policía montada nos atropelló. A las corridas nos dispersamos en busca de un lugar para refugiarnos pero la represión estaba en todas las calles de la zona. Los milicos nos tiraban los caballos encima.

Fue un día de alegría, de desafío al poder militar genocida que terminó en pánico. No imaginábamos que era el comienzo del fin del terrorismo de Estado. A fines de ese año comenzó la “etapa de transición a la democracia”, el 30 de octubre de 1983 Raúl Ricardo Alfonsín ganó las elecciones y dos meses más tarde asumió la presidencia de la Nación.

Por Liliana Giambelluca

Así recuerdo el 30 de marzo de 1982

La CGT Brasil, bajo la conducción de Saúl Ubaldini, convocó a una jornada de protesta en todo el país, bajo las consignas “Paz, Pan y Trabajo” y “Abajo la dictadura militar”. Había que salir a protestar y nos organizamos con compañeros del gremio de Comercio.

Recuerdo marchar por Avenida de Mayo camino hacia la histórica Plaza en medio de columnas compactas. Mientras las fuerzas represivas esperaban el momento de actuar, todos cantábamos “El pueblo / unido / jamás será vencido” y “Se va a acabar / se va a acabar / la dictadura militar”.

Mi columna llegó hasta el edificio del diario La Prensa, a metros del Cabildo. Algunos compañeros comenzaron a gritar “Paren. Paren”. Nos detuvimos. Hamlet Lima Quintana se sentó en medio de la calle y dijo “De aquí no nos vamos”. La estampida tardó segundos. Corríamos en medio de gases lacrimógenos seguidos por carros de asalto.

Salimos de Avenida de Mayo pero la represión también se producía en las inmediaciones. Era un caos. A los gases lacrimógenos se sumaron bastonazos de la policía montada que nos tiraban los caballos encima. Milicos en traje de fajina, tiraban con armas largas y cortas. Unos minutos antes, todos éramos uno. Allí sólo queríamos salvarnos. Mis compañeros ya no estaban.

Sin saber por qué calle corría, vi que manifestantes ingresaban a un caserón antiguo. Entré y los seguí. Subimos una escalera y llegamos a un baño atestado de compañeros que decían que nos lavásemos la cara para recuperarnos de los gases. Así lo hice. Nos quedamos bastante tiempo. Nadie hablaba. No nos conocíamos. Al rato alguien dijo: “Empecemos a salir de a pocos”.

No era bueno andar en grupo así que caminé sola hacia el Obelisco. Una intensa niebla por los gases lacrimógenos cubría cuadras y cuadras. Cada tanto veía milicos a caballo o en carros que merodeaban. Sentí temor, pero continué caminando hasta llegar a mi casa, algo más de 30 cuadras.

Al día siguiente nos enteramos que frente al Cabildo habían matado al obrero Dalmiro Flores, a metros de donde habíamos estado. También hubo heridos y detenidos en distintas ciudades del país. En Mendoza fue herido José Benedicto Ortiz y poco después murió.

Tres días más tarde, otros argentinos también marcharon hacia Plaza de Mayo. Esta vez fue para apoyar al dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, quien dio inicio a una improvisada guerra en las islas Malvinas para “defender la soberanía”.

Esa Plaza llena de gente donde se aplaudía la guerra fue desmoralizante. ¿Dónde había quedado el “Luche que se van”?

La indignación por los pibes que llevaron a una derrota segura, profundizó la bronca y el ánimo de seguir ganando las calles para acabar con la dictadura militar. Entonces siguieron otras luchas, pero nunca olvidé ese 30 de marzo.

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