Taiwán: ¿nuevo escenario de guerra?

Taiwán: ¿nuevo escenario de guerra?

Mario Hernandez

 

La posibilidad de una guerra nuclear inundó a comienzos de agosto al mundo. El eventual teatro de combate entre EE UU y China por el control de Taiwán se sumó a la guerra en Ucrania contribuyendo a definir una crisis del orden global con características inéditas.

 

“Estamos al borde de la guerra con Rusia y China por cuestiones que creamos en parte, sin ningún concepto de cómo va a terminar esto o a qué se supone que conducirá”, dijo Henry Kissinger en una entrevista, publicada el sábado 13 de agosto.

Argumentó que Estados Unidos debería buscar el “equilibrio” entre Rusia y China.

Este término se refiere a “una especie de proporción de poder, con la aceptación de la legitimidad de valores a veces opuestos”, explicó Kissinger. “Porque si crees que el resultado final de tu esfuerzo tiene que ser la imposición de tus valores, entonces creo que el equilibrio no es posible”.

Para entender qué está pasando entre China Y EE UU hay que revisar el Comunicado Oficial de Shanghái de 1972, que estableció las bases del reconocimiento de “una China”:

La parte china reafirmó su posición: la cuestión de Taiwán es la cuestión crucial que obstruye la normalización de las relaciones entre China y EE UU: … Taiwán es una provincia de China … la liberación de Taiwán es un asunto interno de China en el que ningún otro país tiene derecho a interferir; y todas las fuerzas e instalaciones militares estadounidenses deben retirarse de Taiwán.

La parte estadounidense expresó: EE UU reconoce que los chinos a ambos lados del Estrecho de Taiwán aceptan que hay solo una China y que Taiwán es parte de China. El Gobierno de los EE UU no cuestiona esa posición. Reafirma su interés en una solución pacífica de la cuestión de Taiwán por parte de los propios chinos.

En una reciente conversación ‘off de record’ con Asia Times, uno de los miembros de la delegación de Richard Nixon a China ha explicado:

“La visita de Pelosi viola claramente el espíritu del Comunicado de Shanghái. Supongamos que el presidente fuera a visitar Taiwán. Una visita presidencial constituye un reconocimiento de facto de un Taiwán soberano en contravención del Comunicado de Shanghái porque los jefes de estado no visitan a jefes de estado de países que no reconocen o no planean reconocer. El reconocimiento diplomático de una China fue el propósito y el resultado de la visita de Nixon a esa nación”.

Según la Ley de sucesión presidencial de 1947, el presidente de la Cámara de Representantes es el siguiente en la línea de sucesión, después del vicepresidente. Debido a su posición constitucional Nancy Pelosi es la tercera en la jerarquía de los EE UU. Una visita presidencial o vicepresidencial a Taiwán cruzaría la línea roja de China. Una visita de la presidenta del Congreso está provocando la línea roja establecida por China.

El académico Xie Maosong del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos de la Universidad de Tsinghua escribió en The Observer el pasado 5 de agosto: «Los EE UU y el gobierno de Taiwán tomaron la iniciativa de romper y cambiar sustancialmente el statu quo de Taiwán. Por lo tanto, China se ha visto obligada a activar la ley anti-secesión [de 2005] y emprender el proceso de reunificación en cualquier momento que sus autoridades elijan. Ya sea que eso signifique la reunificación por la fuerza, o avanzar en la reunificación por la amenaza de la fuerza. Cualquiera de estos dos escenarios solo dependen de China. Hay razones legítimas para ello”.

El artículo 8 de la Ley Anti-secesión a la que se refiere Xie Maosong establece:

En el caso de que las fuerzas secesionistas «pro-independencia de Taiwán» actúen bajo cualquier nombre o por cualquier medio con el objeto de provocar la secesión de Taiwán de China, o que ocurran incidentes importantes que impliquen la secesión de Taiwán de China, o que las posibilidades de una reunificación pacífica estén completamente agotadas, el Estado empleará medios no pacíficos y otras medidas necesarias para proteger la soberanía y la integridad territorial de China”.

Una primera muestra ha sido la realización de ejercicios militares con fuego real nada más irse Pelosi de Taiwán, unos ejercicios en los que la isla ha quedado cerrada durante casi dos semanas y que ha desatado las alarmas en todo Occidente, que se mantuvo callado durante la provocación de EE UU, pero ha salido de inmediato a condenar esa demostración de fuerza.

China ha dejado claro que puede cerrar el acceso a la isla cuando quiera y como quiera, llegando incluso al límite de las 12 millas náuticas que se indican internacionalmente como aguas territoriales. El indicativo más claro que China ha hecho nunca de que cuando quiera puede iniciar el desembarco, a lo que se añade que por primera vez ha disparado misiles que han sobrevolado la isla. No obstante, esto no es más que otra advertencia, la más fuerte hecha jamás por China, para demostrar que habla en serio.

Además, “congeló” la creación de una fábrica en EE UU que iba a crear 10.000 puestos de trabajo y ha prohibido el comercio total de varios productos desde el continente a la isla, uno de ellos la arena natural, imprescindible para la fabricación de cemento y vidrio. Esto no solo afecta a la construcción, sino a la fabricación de semiconductores electrónicos (chips), de los que Taiwán es puntera a nivel internacional.

Las pérdidas para la isla ya se calculan entre el 50% y el 100% de sus exportaciones en varios productos, y buscar nuevos mercados no es nada fácil porque esa es la única riqueza de la que dispone, la exportación de productos y la importación de lo que necesita. Porque la economía de Taiwán está basada únicamente en el comercio exterior. Según los propios datos de Taiwán, el 64% de las empresas de la isla están afectadas por esa prohibición y no pueden vender sus productos en el continente.

A eso se añade algo tan relevante, o más: comenzó la fuga de empresas estadounidenses de la isla. Al menos siete de las principales empresas de EE UU por nivel de ventas, según el índice Fortune 500, “están comenzando a trabajar para trasladar personas, infraestructuras y activos fuera de la isla porque no quieren que suceda lo que acaba de pasar en Rusia, donde perdieron miles de millones de dólares en activos, tanto financieros como tangibles, por lo que ya están buscando dispersar a la gente y activos a otros países”.

A nivel diplomático, protestas formales y negativa a reunirse con el secretario de Estado de EE UU en la cumbre de países de la ASEAN a finales de la primera semana de agosto, una reunión que había sido programada y anunciada. No ha sido la única cancelación, también se ha hecho lo mismo con el ministro de Asuntos Exteriores de Japón por la postura de este país al firmar un documento conjunto del G-7 y la Unión Europea criticando estas maniobras militares. Este documento ha sido considerado por China una reedición de “la Alianza de las Ocho Naciones” que iniciaron la guerra contra China hace 120 años para derrotar el levantamiento de los bóxers.

De momento, China ha puesto fin a las maniobras, anunciando que las repetirá cuando y donde quiera y dejando claro, en un libro blanco sobre la reunificación con Taiwán, que sigue apostando por “un país, dos sistemas” pero sin cerrar la puerta a la opción militar, aunque la considera un caso extremo y solo si EE UU sigue enredando la situación. Es una advertencia directa, para que nadie se llame a engaño.

Con este viaje, China ha vivido su “momento ruso”[1] , es decir, el momento en el que China ha mostrado a EE UU sus líneas rojas como hizo Rusia en diciembre del año pasado con el documento que presentó a EE UU y la OTAN y que, al ser rechazado, conllevó a la actual crisis de Ucrania.

En 1979 el gobierno norteamericano estableció relaciones oficiales con la República Popular de China y puso fin al reconocimiento oficial del gobierno de Taiwán. De ahí en más su relación con China fue definida como de “ambigüedad estratégica”, por la cual reconocía oficialmente al gobierno de la República Popular de China como el único gobierno legal de toda China y mantenía relaciones no oficiales y de distinta índole con Taiwán.

El gobierno de Trump redefiniría en la práctica los acuerdos existentes hasta la fecha, escalando el conflicto con una guerra comercial y una retórica política desafiante ante la supuesta amenaza de una inminente invasión de China a la isla. El presidente Biden modificaría la interpretación de los Acuerdos existentes y señalaría en tres oportunidades el derecho de EE UU de defender militarmente a Taiwán si esta fuese invadida por el gobierno de China.

El gobierno de China ha denunciado enérgicamente “la manipulación tramposa de la información que emite el Departamento de Estado persiguiendo el objetivo de vaciar el contenido del principio de una sola China”, acordado desde tiempo atrás. Tanto el presidente Xi como altos funcionarios de su gobierno han dejado en claro que la independencia de Taiwán atenta contra la soberanía china, que será defendida por China a cualquier costo, incluso el militar.

En estas turbulencias emerge la importancia geopolítica de Taiwán. Esta es esencial al control de las vías marítimas de la región indo-pacífica, al eventual bloqueo marítimo de China y a la paralización de su economía. A esto se agrega otro factor no menos importante: Taiwán se ha convertido en el principal reservorio de los semiconductores que se usan en el mundo. Estos son piezas de importancia crítica para miles de productos electrónicos, desde computadoras, celulares y autos hasta armamento de guerra altamente sofisticado y se aplican en la producción y el consumo de otros bienes masivos y en distintos campos de actividad.

Una sola empresa, TSM, produce en Taiwán más del 60% de los semiconductores que se consumen en el mundo y una proporción aun mayor de los chips más avanzados tecnológicamente y utilizados por los grandes monopolios tecnológicos. Así, TSM y por ende Taiwán constituyen el punto crítico de las cadenas de valor global: una interrupción en la producción de estos chips no solo perjudicaría a los monopolios tecnológicos sino que derivaría en un desbarajuste en el suministro mundial de todo tipo de bienes que incorporan chips. Una posible invasión de China a Taiwán convertiría a TSM en un “daño colateral”, destrozando cadenas de valor global y asestando un golpe brutal a la economía global y a los monopolios tecnológicos.

 

 

Estancamiento estratégico

 

 

Sergio Rodríguez Gelfenstein dio a conocer los aspectos más importantes de un largo artículo escrito recientemente por el Dr. Huang Renwei vicepresidente del Instituto de Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái titulado “¿Por qué la disputa de China contra el poder hegemónico estadounidense entró en una fase de estancamiento estratégico?”

En general el texto define que esa fase de estancamiento estratégico entre China y Estados Unidos es un intermedio entre las fases de “intensificación y amortiguación de la batalla”. Según el autor, esta etapa tendrá una duración de alrededor de 30 años en dependencia de las condiciones que China sea capaz de crear para lograr su objetivo de convertirse en una potencia moderna, del cambiante equilibrio de poder entre Estados Unidos y China y de cuánto influyan los cambios de gobierno en Estados Unidos y el ajuste que puedan hacer de su política hacia China.

En el esfuerzo de explicar esta interesante idea que señala el carácter estratégico de la confrontación entre las dos potencias, el Dr. Huang explica que el concepto de «fase de contención estratégica» fue acuñado por Mao Zedong en su obra «Sobre la guerra prolongada», publicada durante la Guerra de Resistencia. En ese entonces Mao definió tres etapas para dicha guerra: la ofensiva estratégica de Japón, el enfrentamiento estratégico (o estancamiento estratégico) de China con Japón y la contraofensiva estratégica de China.

Sobre la base de esa concepción, el autor desarrolla su hipótesis, pero advierte que en comparación con aquel conflicto, hay tres diferencias principales con la rivalidad estratégica entre China y Estados Unidos en la actualidad: la primera es que esta nueva competencia no se produce en un marco de conflicto bélico. En segundo lugar, establece que la tercera etapa no estará signada por una contraofensiva estratégica, porque China no tiene el objetivo de derrotar completamente a Estados Unidos. La tercera diferencia es que tras un largo periodo de estancamiento estratégico, las relaciones entre China y Estados Unidos “entrarán en un estado de coexistencia y cogobierno”.

El investigador chino cree que la etapa de «estancamiento estratégico» tiene tres características: el equilibrio relativo de poder entre las dos partes, la dificultad de que cualquiera de los dos bandos derrote al otro y la indefinición entre lo que podría significar la victoria y la derrota. Todo ello a partir de que ambas partes tienen una fuerte confianza en su capacidad para resistir y sostener el estancamiento estratégico: “Estados Unidos confía en que mantendrá la hegemonía mundial durante más de 50 años, y China confía en que logrará el gran rejuvenecimiento de la nación para 2050…”.

Esta fase de estancamiento estratégico que se transita está caracterizada por la dualidad de las estructuras de poder chinas y estadounidenses. Ello se explica porque Estados Unidos se ha mantenido relativamente fuerte durante su largo declive, mientras que China se ha mantenido débil durante su ascenso, lo cual se está modificando. Esta característica ha hecho que el fundamento principal que se vive es el de una etapa de cambios sin precedentes que se transformará con el tiempo.

Para Estados Unidos la dualidad significa una cada vez mayor brecha entre su poder hegemónico y sus objetivos, toda vez que cuando en el mundo bipolar Estados Unidos y la Unión Soviética eran superpotencias, su hegemonía mundial era incompleta. Tras el fin de la guerra fría y la desaparición de la URSS, Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia del mundo, estableciendo una hegemonía unipolar que no pudo sostener como se manifiesta con la retirada de las tropas de Afganistán y la crisis en Ucrania.

No obstante, en este período de largo declive estadounidense, Washington sigue siendo el país más poderoso del mundo basado en su considerable control financiero, mayor innovación científica y tecnológica, superior poder de ataque militar y la capacidad de influir en la opinión pública del mundo. En este sentido, hay que considerar que “declive de la hegemonía” no es lo mismo que “debilitamiento del poder nacional global” de Estados Unidos. Además, el sistema internacional actual heredado de la Segunda guerra mundial sigue estando influido en una forma determinante por Estados Unidos, no obstante que ahora está intentando alterar esa situación, estableciendo lo que denomina «orden internacional basado en reglas» que no es más que una nueva imposición estadounidense.

En este punto, el también director del Instituto Pudong para la Economía de Estados Unidos dice que se deben considerar otras variables, si la confrontación entre las potencias emergentes y las defensoras es inevitable en el proceso de transferencia de poder a las grandes potencias. Así mismo, si la reducción de la brecha de poder entre las potencias ascendentes y las defensoras creará límites y conducirá a un enfrentamiento estratégico. Dicho en otras palabras, se debe tener en cuenta que, en 2001, la economía de China era el 10% de los Estados Unidos mientras que este año llegará a ser del 77%. Esa cifra continuará ascendiendo sin que Estados Unidos pueda impedir que China lo alcance y lo supere

Otra variable que obliga a la reflexión es si las contradicciones estructurales entre China y Estados Unidos pueden transformarse en relaciones de confrontación en determinadas condiciones, o en relaciones de cooperación en otras. China y Estados Unidos tienen un alto grado de interdependencia y coincidencia de intereses, y ninguno puede abandonar por completo la relación complementaria con el otro e implementar el llamado «desacoplamiento».

En una nueva arista del asunto, también se analiza cuál pueda ser la duración de esta fase de estancamiento estratégico. El académico chino considera que eso dependerá de la velocidad del cambio en el equilibrio de poder entre las dos partes. Este poder se refiere a una competitividad global que abarca todos los factores, incluidos los económicos, militares, diplomáticos, políticos y de opinión pública en los que la competitividad científica y tecnológica viene a ser un elemento decisivo para establecerse como potencia nacional global contemporánea, por lo cual, la velocidad del desarrollo tecnológico de China determinará la duración de esta fase.  En cuatro áreas: ciencia y tecnología, militar, finanzas y poder blando, Estados Unidos sigue siendo dominante y aunque la diferencia con China se está reduciendo, la misma sigue siendo significativa no obstante que se espera que para 2035, China se acerque al nivel de Estados Unidos en áreas tecnológicas básicas en su camino hacia el cumplimento de las metas estratégicas trazadas para el centenario de su fundación en 2049.

Este es el marco que permite entender la tendencia general de las relaciones entre Estados Unidos y China a fin de mantener la estabilidad estratégica, considerando -como se dijo antes- que cada cambio de presidente en Estados Unidos significará oscilaciones en la política entre las dos potencias.

Este contexto debería llevar a China a explotar el éxito de estos cambios cíclicos con el objetivo de ganar la iniciativa estratégica y aprovechar este periodo de amortiguación, evitando una confrontación a gran escala con Estados Unidos. El Dr. Huang concluye afirmando que: “…si queremos evitar un enfrentamiento estratégico entre Estados Unidos y China en un período de 20 a 30 años, tenemos que aprovechar […] para digerir las secuelas dejadas por el período anterior de intensificación y prepararnos para la crisis que puedan surgir en el siguiente período…”.

Gelfenstein concluye que el asunto es mucho más complejo de las repercusiones que pueda generar el viaje de la señora Pelosi a Taiwán, la diatriba en torno a si se debió haber derribado su avión e incluso la posibilidad de ocupar Taiwán por la fuerza, operación que en términos militares no sería mayor inconveniente para China, pero que conduciría a una conflagración que Beijing quiere evitar a toda costa, porque el éxito de su pensamiento y de su filosofía, se sustenta en ganar por la superioridad de su poder blando, tal como se extrae de las

enseñanzas de Confucio.

 

 

El libro blanco

 

 

La Oficina de Asuntos de Taiwán y la Oficina de Información, ambas dependientes del Consejo de Estado de China, publicaron conjuntamente el miércoles 10 un libro blanco titulado ‘La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era’, en el que reiteran las reivindicaciones de Pekín sobre la isla y denuncian los esfuerzos independentistas.

El documento, presentado en cinco secciones, se publicó para reiterar el hecho de que Taiwán es parte de China, para demostrar la determinación del Partido Comunista de China y del pueblo chino con la reunificación nacional, y para subrayar la posición y las políticas de Pekín en la nueva era. Además, hace hincapié en el aumento de las comunicaciones a través del estrecho.

El texto reitera su llamamiento a la reunificación y la gobernanza de Taiwán bajo el modelo de «un país, dos sistemas».  Al mismo tiempo, promete crear enormes oportunidades para el desarrollo social y económico de la isla y «aportará beneficios tangibles al pueblo taiwanés».

De igual forma, el documento afirma que, tras la reunificación, el resto de las naciones podrían seguir desarrollando relaciones económicas y culturales con Taiwán. Estos países podrían establecer consulados u otras instituciones oficiales y cuasi oficiales en la isla, mientras que las organizaciones internacionales podrían establecer una oficina, todo con la aprobación del Gobierno central de China.

«Tras la reunificación, los sistemas y mecanismos de cooperación económica a través del estrecho mejorarán aún más», señala el libro blanco. «Respaldada por el vasto mercado continental, la economía de Taiwán gozará de perspectivas más amplias, será más competitiva, desarrollará cadenas industriales y de suministro más estables y fluidas, y mostrará una mayor vitalidad en el crecimiento impulsado por la innovación», agrega.

Pekín también promete que apuntará sus esfuerzos a conseguir una reunificación pacífica, pero no renunciará al uso de la fuerza. «Trabajaremos con la mayor sinceridad y nos esforzaremos al máximo para lograr la reunificación pacífica», indica el documento. «Pero no renunciaremos al uso de la fuerza y nos reservamos la opción de tomar todas las medidas necesarias. Esto es para protegernos de la interferencia externa y de todas las actividades separatistas. En ningún caso se dirige a nuestros compatriotas en Taiwán», añade.

El documento afirma que «algunas fuerzas» en Estados Unidos estaban intentando «utilizar a Taiwán como peón contra China», socavando el «desarrollo saludable y constante de las relaciones» entre Pekín y Washington. Si no se controla, «seguirá aumentando la tensión en el estrecho», afirmó.

 

 

 

 

[1] Cruz, Alberto: “Mingzi y fuchou, dos palabras que marcan la respuesta de China a la provocación de EEUU”, lahaine.org, 18/8/2022.

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