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Pensar desde los comunes

David Bollier
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Índice
Introducción   
El redescubrimiento del procomún   
La tiranía del mito de la «tragedia»   
El cercamiento de lo natural    
Los cercamientos de espacios públicos e infraestructuras  
Cercamiento del conocimiento y la cultura   
La historia eclipsada de los comunes   
El imperio de la propiedad privada    
El auge de los comunes digital     
Múltiples constelaciones de comunes  
El procomún como forma diferente de ver y de ser   
El futuro de los comunes  
El procomún en pocas palabras
La lógica del procomún y la lógica del mercado
Pensar desde los comunes a nivel global y local
Índice de nombres 
Agradecimientos
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El cercamiento de lo natural (Capítulo 3) Página 43

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Con demasiada frecuencia la regulación es una farsa que hace más por legalizar los abusos de los mercados que por erradicarlos. Por lo tanto, hablar del cercamiento es una forma de aludir a loscomunes y redefinir el debate. El lenguaje del cercamiento visibilizalas repercusiones antisociales y antiecológicas del «libre mercado» y valida la creación de procomún como una alternativa adecuada y a menudo eficaz. 
Hace unos años supe de la existencia de un cercamiento actual que reproducía de forma escalofriante el modelo medieval de cercamiento de tierras. El pueblo de Camberwell, en la fértil región del valle Hunter de Nueva Gales del Sur (Australia), había utilizado unallanura aluvial cerca de Glennies Creek como recurso común durantemás de un siglo. Se trataba de un lugar en el que los residentes tenían sus caballos y vacas lecheras y donde sus hijos pescaban, nadaban y montaban a caballo. Pero un día de abril de 2005 según el periódico Sydney Morning Herald, «llegaron dos agentes del Departamento de Planificación Territorial, se reunieron con miembros del Consejo Fiduciario de Camberwell y les comunicaron que esas tierras de la Corona serían restituidas y entregadas de inmediato a la mina de Ashton, que se cierne sobre el pueblo de Upper Hunter como una colina hueca al otro lado del arroyo». Este no era más que otro ejemplo de cómo el gobierno hace uso de su autoridad para apropiarse de tierras comunales con fines corporativos. 
Con demasiada frecuencia la regulación es una farsa que hace más por legalizar los abusos de los mercados que por erradicarlos.Por lo tanto, hablar del cercamiento es una forma de aludir a loscomunes y redefinir el debate. El lenguaje del cercamiento visibilizalas repercusiones antisociales y antiecológicas del «libre mercado» y valida la creación de procomún como una alternativa adecuada y amenudo eficaz. Hace unos años supe de la existencia de un cercamiento actual que reproducía de forma escalofriante el modelo medieval de cercamiento de tierras. El pueblo de Camberwell, en la fértil región delvalle Hunter de Nueva Gales del Sur (Australia), había utilizado una llanura aluvial cerca de Glennies Creek como recurso común durante más de un siglo. 
Se trataba de un lugar en el que los residentes tenían sus caballos y vacas lecheras y donde sus hijos pescaban, nadaban ymontaban a caballo. Pero un día de abril de 2005 según el periódico Sydney Morning Herald, «llegaron dos agentes del Departamento de Planificación Territorial, se reunieron con miembros del Consejo Fiduciario de Camberwell y les comunicaron que esas tierras de la Corona serían restituidas y entregadas de inmediato a la mina de Ashton, que se cierne sobre el pueblo de Upper Hunter como una colina hueca al otro lado del arroyo». Este no era más que otro ejemplo de cómo el gobierno hace uso de su autoridad para apropiarse de tierras comunales con fines corporativos. La secretaria del Consejo Fiduciario de Camberwell le dijo aun periodista: «Cuando acudimos a reuniones de la comunidad conlas compañías mineras, siempre comentan qué es lo que harán cuando obtengan la autorización. Nunca dicen si la consiguen». 
Ambas partes, las explotaciones mineras y el gobierno, salen bien paradas con los cercamientos. Las empresas mineras consiguen acceder a losminerales de forma asequible y disfrutar de unas normas medioambientales permisivas. Por su parte, el gobierno australiano se embolsócerca de mil quinientos millones de dólares en royalties y tasas con elcercamiento de Camberwell. Pero los comuneros no tienen tanta suerte por norma general.Las explosiones de las minas de Camberwell socavaron las montañasalrededor del pueblo. Según el Morning Herald, parte de la llanura comunal se resquebrajó y casi dos tercios de la población abandonaron la lucha contra las compañías mineras y se mudaron a otra parte.
El caso de Camberwell es un clásico ejemplo de cercamiento mercantil con apoyo estatal. En los Estados Unidos, el gobierno permitea las compañías mineras que extraigan recursos minerales en terrenos públicos en virtud de la Ley de Minería de 1872, una ley que ha permanecido invariable durante más de 140 años y que autoriza la extracción de oro, plata y hierro ¡a 12,5 dólares la hectárea! Se calcula que gracias a esta ley los estadounidenses llevan perdidos más de 245.000 millones en ingresos, mientras que los relaves mineros y otros residuos siguen arruinando montañas y ríos maravillosos. 
Existen historias parecidas en todo el mundo: empresas madererasque violan bosques públicos, compañías petrolíferas que perforan en espacios naturales vírgenes, buques de arrastre industriales que diezman la pesca costera y empresas multinacionales de agua embotellada que extraen las aguas subterráneas hasta dejarlas exangües.
En América Latina las empresas multinacionales trabajan de forma conjunta con los Gobiernos neoliberales para imponer políticas «neoextractivistas» agresivas. La profesora argentina Maristella Svampa explica que el objetivo es construir proyectos gigantescosque permitan extraer y exportar con facilidad los minerales, metales, hidrocarburos, maíz, soja y otras materias primas del continente a los países industrializados. Concebido como el único camino realista hacia el progreso y el «desarrollo», docenas de presas, minas, autopistas y otros proyectos neoextractivistas están destruyendo por completo los ecosistemas, comunidades y culturas indígenas. Algunos de los cercamientos más infames son el megaproyecto minero Conga en Perú, la presa hidroeléctrica Belo Monte en Brasil y la construcción de carreteras a través del Territorio Indígena y Parque Nacional Isibo-ro-Secure (TIPNIS) en Bolivia. Los cercamientos son una forma especial de robo que suscita un interés escaso debido en parte a su frecuente legitimación por parte de los gobiernos. Sea como fuere, los recursos que nos pertenecen a todos o a comunidades específicas están siendo transformados en bienes en manos de corporaciones y en vertederos libres. 
La tierra, el agua, el tejido humano, los espacios públicos, la atmósfera: todos ellos son materia prima a ojos de los mercados. Tras la monetización de estos recursos, cualquier residuo restante es vertido de nuevo a los comunes, lo que supone unos riesgos y costes más elevados a losgobiernos y ciudadanos.
A pesar de que el cercamiento suela camuflarse como progreso, eficiencia y desarrollo –su tapadera– en realidad es un acto brutal de apropiación, una mordaz toma de poder que en ocasiones exige una coacción violenta. El apetito de los grandes poderes corporativos, dependiente de los cercamientos, parece no tener límites por más que se apoderen de los minerales del fondo del océano, exploten los secretos genéticos de la exótica flora del hemisferio sur y registren los derechos de autor de fragmentos musicales breves, lo que les permite acusar de «piratas» a quienes los compartan.
Cabe destacar que los cercamientos no son solo apropiaciones derecursos, sino que también son ataques contra las comunidades y sus prácticas de creación de procomún. Puede que su principal propósitos ea la confiscación de bienes comunes, pero también pretenden imponer un «cambio de régimen» en la población, ya que los cercamientos transforman un sistema basado en la gestión colectiva y la reciprocidad social en un orden de mercado que favorece la propiedad privada, los precios, las relaciones comerciales y el consumismo. El objetivo es tratar a las personas como individuos y consumidores, no como comunidades con intereses comunes a largo plazo y ajenos al mercado.
El resultado final de tantos cercamientos es una subordinación sal-vaje a empresarios ajenos cuya única lealtad se postra ante el mercadointernacional. Los usuarios de productos de Microsoft deben seguircomprando cada actualización de software para que sus ordenadoresfuncionen correctamente. Los agricultores que dependen de cultivos modificados genéticamente se ven obligados a comprar semillas nuevas cada año y cumplir las restricciones contractuales. Los defensores de formas de vida tradicionales se ven abocados a luchar contra quienes quiren enriquecerse y perseguir el ideal occidental de «desarrollo». «Cuanto más dependamos del dinero y de los mercados para satisfacer nuestras necesidades y cumplir nuestros deseos», apunta el investigador de los comunes Massimo De Angelis, «más nos expondremos al círculo vicioso de la dependencia que enfrenta la subsistencia de unos contra otros».
No es de sorprender, pues, que los cercamientos suelan afectar lacapacidad de las personas de autoorganizarse y gestionar su propia gobernanza, de satisfacer sus necesidades y proteger su cultura y suforma de vida. Una ciudad sujeta a un inversor o corporación ausente pierde rápidamente su soberanía ciudadana y se convierte en una «ciudad-empresa».
Los cercamientos también debilitan las tradiciones e identidades vinculadas a un paisaje preciado, un edificio histórico o una labor cultural. Que tesoros como los diseños de los aborígenes australianos o las plantas especiales cultivadas por los malgaches sean privados de su contexto natural o histórico y se reduzcan a un precio supone un ataque a los comuneros que actúan como guardianes concienzudos e insuflan en ellos un significado y un propósito propios. El cercamiento despoja a esas riquezas de las características que las hacían singulares a nivel local e importantes emocionalmente; se convierten, para bien o para mal, en poco más que haberes inertes.
Breve historia de los cercamientos ingleses
El término cercamiento está asociado al movimiento de cercamientos que tuvo lugar en Inglaterra en varios momentos de la historia medieval y durante los siglos XVII al XIX. Hablando claramente, el rey, los aristócratas y/o los terratenientes despojaron a los comuneros de las praderas, bosques, caza y agua que utilizaban y los declararon propiedad privada. En algunas ocasiones los cercadores se apoderaban de los terrenos con autorización formal del Parlamento y, en otras, simplemente los tomaban por la fuerza. Para mantener a los comuneros fuera de dichas zonas, era costumbre expulsarlos y levantar vallas o cercos, mientras que los alguaciles y las bandas de matones garantizaban que ningún comunero cazara de forma furtiva en las tierras del rey.
Los cercamientos eran algo irresistible para el 1 % de la Inglaterra medieval, pues eran una forma fácil de aumentar su riqueza y poder con plena aprobación de la ley. Ayudaban a que los barones y terratenientes en apuros consolidaran su poder político y ampliaran sus territorios y explotaciones acuíferas y de caza.
Un poema de protesta anónimo del siglo XVIII lo relata claramente:
La ley encierra al hombre o la mujer
que los gansos del común han de sustraer
pero deja en libertad al ladrón
que roba las tierras comunes del ganso, sin perdón.
La ley exige que expiemos
culpas cuando lo que no es nuestro tomemos
pero condona a damas y caballeros
que toman lo tuyo y lo mío, arteros.
Los pobres y los desahuciados no escapan
si, temerarios, la ley quebrantan,
y eso está muy bien, mas hay que tolerar
a quienes conspiran para las leyes crear.
La ley encierra al hombre o la mujer
que los gansos del común han de sustraer
y los gansos toleran la falta de tierra 
hasta que alguno va y la recupera.
 Al tiempo que los cercamientos se extendían por los pueblos de Inglaterra, los comuneros sufrían graves dificultades. Dependían de los bosques para leña y techos de paja, de las bellotas para alimentar a sus cerdos y de las praderas y campos colectivos para cultivar verdura, fruta y bayas silvestres; era una economía agraria basada por completo en el acceso a los comunes. Al prohibir su uso, los aldeanos emigraban a las ciudades, donde la emergente Revolución Industrial los convertía en esclavos asalariados si tenían suerte, o en mendigos y pobres en caso contrario. Charles Dickens retrató el malestar e injusticia social provocados por los cercamientos en Oliver Twist, Grandes esperanzas y otras novelas sobre la afligida clase baja de Londres.
Uno de los objetivos más importantes de los cercamientos ingleses era convertir a los comuneros con intereses colectivos en consumidores y empleados individualistas, es decir, en criaturas del mercado. Las satánicas fábricas de la Revolución Industrial necesitaban esclavos asalariados obedientes y desesperados. Uno de los aspectos más desapercibidos de los cercamientos fue la separación de producción y gobernanza. En la gestión de un recurso común los dos formaban parte del mismo proceso y todos los comuneros podían participar en ambos. Sin embargo, tras los cercamientos el Mercado se hizo cargo de la producción y el Estado, de la gobernanza: había nacido el Estado liberal moderno. A pesar de que el nuevo orden trajera consigo grandes mejoras en la producción material, se pagó un precio muy alto por esos logros, que acarrearon la desintegración de las comunidades, una desigualdad económica profunda, el desgaste de la autonomía y la pérdida de la solidaridad e identidad sociales. La gobernanza se convirtió en un asunto del gobierno, ámbito de políticos profesionales, abogados, burócratas y lobbies adinerados. 
En gran parte, la participación democrática se convirtió en una cuestión de voto, siendo esta un derecho limitado a los hombres (y en un principio solo a los propietarios). Los cercamientos también desconectaron a las comunidades de experiencias directas con la naturaleza y marginaron la vida social y espiritual. A lo largo de 150 años, desde finales del siglo XVII hasta mediados del XIX, aproximadamente una séptima parte de todas las tierras comunales de Inglaterra fue desguazada y privatizada y, como resultado, las grandes desigualdades arraigaron en la sociedad y los índices de pobreza urbana se dispararon. Así, se establecieron los cimientos del orden mercantil moderno; los amos de este nuevo mundo no necesitaban de los comunes. Las señas de identidad del nuevo orden serían el individualismo, la propiedad privada y el «libre mercado». 
Karl Polanyi fue un historiador económico que investigó esta transición singular de la historia de la humanidad: el fin de los comunes y el auge de los mercados y los cercamientos. En su clásica e infravalorada obra “La gran transformación”, Polanyi señaló que durante milenios el nexo entre seres humanos lo habían conformado la comunidad, la religión, el parentesco y muchos otros vínculos sociales o morales. Todos los sistemas económicos se habían basado en el hogar y en estrategias de reciprocidad y redistribución, y las «costumbres y normas, la magia y la religión» impulsaban a la gente a producir bienes. 
Fue entonces cuando, a medida que los cercamientos se sucedían del siglo XVII al XIX, la producción y el beneficio pasaron a ser los principios organizativos fundamentales de la sociedad. En vez de centrarse en el consumo doméstico en un contexto social estable, la producción empezó a orientarse hacia el beneficio y la acumulación privados, lo que exigía que muchos recursos (sobre todo la tierra, la mano de obra y el dinero) fueran redefinidos como mercancías. Polanyi les llamó «bienes ficticios», dado que la vida humana y los ecosistemas naturales no pueden descomponerse en unidades intercambiables y reemplazables, pero los mercados obligan a que los dones de la naturaleza, la mano de obra y el dinero sean tratados como productos para que se les asigne un precio y así comerciar y especular con ellos. Estos bienes ficticios se extendieron rápidamente a otros ámbitos, haciendo que prácticamente todo fuera sometido a la compraventa.
La comida, el agua, el combustible, la madera y demás necesidades básicas: todo lo que antes constituía un derecho gracias a los comunes ahora solo podía adquirirse por un precio a través de los mercados. Polanyi calificó la historia de los cercamientos como «una revolución de ricos contra pobres». «Los lores y nobles trastocaron el orden social», escribió, «quebrantando las leyes y costumbres tradicionales, en ocasiones mediante la violencia y a menudo con presión e intimidación».  A medida que la economía de mercado tomaba la delantera, imponía su lógica materialista sobre todo (naturaleza, trabajo, vidasocial) y ponía precio a todo.Naturalmente, Karl Marx tenía mucho que decir sobre la dinámica de acumulación de capital y la manera en que esta configuraba el lugar de trabajo, colonizaba la vida social y explotaba los recursos públicos. Gran parte de su crítica política y económica se centraen el feroz cercamiento privado de los comunes. Sin embargo, Marx escribió relativamente poco sobre los propios comunes como centro neurálgico de resistencia o como fuente generadora de producción y reproducción social, seguramente porque el avance más notable de su época fue la potencia de la modernización capitalista. Y porque consideraba las cooperativas de trabajadores del momento como el vehículo más prometedor para la creación de nuevas formas de comunes.
La usurpación masiva y global de tierras
Mucha gente cree que los cercamientos son una reliquia del pasado, algo que ocurrió en la Edad Media y que ya no sucede en la actualidad. Pero se equivocan. Extensiones enormes de África, Asia y América Latina se tambalean hoy día por la feroz apropiación internacional de territorios. Los inversores y los gobiernos nacionales están vendiendo rápidamente millones de hectáreas de tierras que las comunidades tradicionales han utilizado durante generaciones. Estos comuneros rara vez tienen títulos de propiedad oficiales o, en lenguaje jurídico, solo tienen «derechos de uso consuetudinarios». Los derechos sobre la propiedad jurídicamente aplicables pertenecen al gobierno, quien en teoría actúa como fideicomisario del pueblo, pero en realidad la mayoría de los Estados autocráticos e inestables consideran bastante rentable ignorar sus deberes fiduciarios para con su pueblo, liquidando de esta suerte amplias superficies de tierras «sin dueño» a extranjeros. Su papel de intermediarios en estas transacciones y la legalización de la titularidad de las tierras permiten a las autoridades obtener nuevos ingresos fiscales, y a los funcionarios bien conectados embolsarse generosos sobornos de forma discreta. En teoría, la consecuencia lógica sería el «desarrollo» y la prosperidad. Sin embargo, todo es distinto en la práctica. Algunos inversores emplean la tierra para producir biocombustibles o cultivos comerciales destinados a la exportación. Otros especulan manteniendo las tierras ociosas y esperando sacar partido cuando el precio del suelo aumente. Arabia Saudí ha pagado mil millones de dólares por setecientas mil hectáreas en África. India está concentrando fondos de inversión para adquirir tierras de labranza. Corea del Sur y China también son agentes implicados.
La escala del cercamiento de tierras en régimen de uso consuetudinario es gigantesca, al igual que el desplazamiento de comuneros que origina. Se calcula que el 90 % de la población del África subsahariana (o lo que es lo mismo, alrededor de quinientos millones de personas) no tienen títulos legales sobre sus tierras y corren el riesgo de ser expulsados de ellas. Los habitantes de la República Democrática del Congo, Sudán, Etiopía y Madagascar son los más vulnerables. A nivel mundial, cerca de dos mil millones de personas tienen únicamente derecho de uso consuetudinario sobre sus tierras, lo que se traduce en aproximadamente ocho mil millones y medio de hectáreas. En cuanto son despojados de sus tierras, los comuneros ya no pueden volver acultivar ni cosechar sus propios alimentos, extraer agua o cazar. Los cercamientos están exterminando sus comunidades y culturas. Bajo la lógica de la economía del libre mercado, la conversión de tierras en propiedad privada y en moneda de cambio potencia su productividad. Se dice que este proceso alienta a los propietarios aproducir más alimentos y hacer prosperar la tierra para que sea más provechosa. Por el contrario, las tierras sin títulos de propiedad utilizadas de forma colectiva han recibido tradicionalmente el nombre de «terrenos baldíos» porque, a ojos de la ley, nadie las posee ni las cuida. Pero si dejamos a un lado las fábulas del libre mercado, veremos cómo miles de recursos comunes estables y sostenibles garantizan la subsistencia básica de millones de personas. No es de extrañar que la usurpación de tierras genere patologías habitualmente asociadas al cercamiento: abusos ecológicos, merma de la comunidad, hambre, desigualdad y migración a las ciudades en busca de trabajo y alimentos. Los comuneros expulsados se ven desplazados, despojados y arrojados a un mundo de consumismo moderno ostentoso y pobreza chabolista, una repetición atroz de la situación de los comuneros ingleses en los albores de la Revolución Industrial. «En vista de que la mayoría de las adjudicaciones a los inversores se llevan a cabo mediante arrendamientos a medio plazo renovables por un plazo de hasta 99 años», escribe Liz Alden Wily, especialista en derechos de propiedad de tierras, «se puede prever que la pérdida de propiedades comunes suprimirá su acceso, uso y sustento para el bienestar de al menos una generación y probablemente el de hasta cuatro».
Esta es la receta perfecta para desencadenar décadas de hambruna,pobreza e inestabilidad política. Hubo un tiempo en que las nacionesimperialistas ejercían un control militar directo sobre la población y los recursos, para su posterior explotación. En la era neocolonial el pro-ceso se ha vuelto más refinado: con el beneplácito de la ley, los inversores y especuladores extranjeros simplemente negocian transacciones comerciales con gobiernos cordiales y autocontratantes que reciben debuen grado el saqueo de su patria. ¿Qué podría ser más lucrativo quela venta particular del patrimonio público a precio de ganga?
La privatización del agua 
El agua es otro recurso en el punto de mira de los cercamientos porparte de muchas corporaciones multinacionales. La mayoría de laspersonas dan por hecho que el agua potable es un servicio públicoprestado por los gobiernos o, al menos, gestionado por las comunida-des, pero muchas empresas multinacionales la consideran una mer-cancía valiosa que puede originar grandes beneficios. Esto ha llevadoa muchas compañías e inversores a comprar acuíferos subterráneos,a extraer grandes cantidades de agua dulce de terrenos públicos porcantidades irrisorias o incluso nulas y a privatizar los servicios deagua municipales. A veces, el cercamiento del agua se lleva a cabo de forma indi-recta. Por ejemplo, las empresas pueden decidir construir costosasplantas de purificación, tratamiento o desalinización de aguas a pesar de que la conservación y regulación preventiva sean más asequiblesy puedan arrojar unos resultados más seguros (pero, por desgracia, sin beneficios sobre rendimiento para los inversores particulares). 
La feroz apropiación internacional de tierras en marcha hoy en día es amenudo sinónimo de la «usurpación del agua».En 2000 arrancó la salva inicial de una serie constante de «guerraspor el agua». El Banco Mundial, en cooperación con un consorcio internacional liderado por la empresa multinacional de ingeniería y construcción Bechtel, presionó a Cochabamba (por aquel entonces la tercera ciudad más grande de Bolivia) para que privatizara su red de aguas. El criterio político oficial era brindar incentivos a las empresas privadas para mejorar las infraestructuras hidráulicas y aumentar así el acceso de la población al agua. Pero tales «soluciones establecidas por el mercado» se inclinaban más a aumentar los beneficios que a facilitar el acceso. Tras hacerse con el control de los suministros de agua de Cochabamba, Bechtel incrementó los precios en un 50 % omás e incluso prohibió la recogida de agua de lluvia de los tejados. El agua en Cochabamba fue considerada estrictamente como propiedad privada bajo el control de Bechtel. Un movimiento de protesta de base surgió inmediatamente. Miles de personas tomaron las calles con el grito de guerra «¡El agua esvida!». La Coordinadora por la Defensa del Agua y la Vida hizo un llamamiento al gobierno para que cancelara la concesión a 40 años aBechtel y la municipalidad volviera a controlar el agua. 
Las protestas también exigían la «reapropiación social de la riqueza», es decir,el control soberano del sistema hidrológico y la gestión colectiva porlos propios usuarios. Tan solo pocos meses después de las protestas antiglobalización de Seattle de 1999, la insurrección de Cochabamba confirmó claramente que la globalización del comercio es más una ocasión para avivar los beneficios de las corporaciones que para satisfacer las necesidades básicas humanas y medioambientales de forma justa y sostenible. Finalmente, las protestas de Cochabamba vencieron y forzaron la rescisión del contrato de Bechtel, inspirando nuevos movimientos en pos de la libre determinación y la defensa de los comunes en toda América Latina. Más de diez años después, las protestas de Cochabamba todavía permanecen en la memoria como uno de los primeros grandes triunfos contra la privatización del agua. Pero es una guerra que no acabará en un futuro próximo.
El multimillonario T. Boone Pickens ha invertido más de cien millones de dólares en la compra de acuíferos subterráneos en las Grandes Llanuras de Texas, una jugada que podría encarecer la supervivencia de muchas comunidades locales cuando el agua se convierta en un producto particular y privativo. Las compañías multinacionales de agua continúan apropiándose de los suministros subterráneos a nivel mundial para embotellarla, incluso cuando los sistemas públicos de agua pueden abastecer 4.000 litros de agua potable al mismo precio que una botella de agua de marca.
La corporatización de los alimentos
En ocasiones, los cercamientos repercuten en elementos que la comu-nidad hereda o solo posee a título moral, como la biodiversidad dela naturaleza. Se trata de recursos de uso común y no bienes comu-nes propiamente dichos, ya que los sistemas sociales que los gestionansiguen siendo utópicos, no reales. Los RC o recursos comunes sonparticularmente vulnerables a los cercamientos porque no hay unacomunidad organizada capaz de resistir la confiscación, por eso se losconsidera como «disponibles». Los mercados se convierten por tantoen una potencia estructural para rediseñar la naturaleza. El cercamiento de las variedades de manzanas en los EstadosUnidos es un buen ejemplo. Hace un siglo, los estadounidensescomían más de seis mil quinientas variedades distintas de manza-nas. Se podía elegir entre una exótica gama de nombres como Scollop Gillyflower, Red Winter Pearmain o Kansas Keeper . A la hora de cocinarlas o comerlas, todo el mundo tenía sus favoritas, a menudo locales, y se utilizaban distintas variedades ya hicieras una tarta, sidra o compota de manzana. Todo esto cambió drásticamente. A medida que las empresas alimenticias de los EEUU construyeron un mercado nacional a lo largodel siglo XX, eclipsando la producción y distribución locales, la diversidad natural de la manzana fue básicamente desapareciendo. Se prescindió de algunas variedades porque su fina piel y su propensión a las magulladuras las hacían poco apropiadas para el transporte. Otra seran demasiado pequeñas o simplemente servían a un nicho de mercado demasiado reducido. La variedad Red Delicious ha prevalecido en el mercado probablemente por ser una manzana grande y brillante(y gracias, en parte, a su capa de cera).
La cuestión es que la disminución de variedades de manzanas fueorquestada por un sistema de agricultura industrial que, impulsadopor el rendimiento a gran escala y una consolidación corporativadecidida a crear mercados nacionales e internacionales, no tenía nin-gún interés en mantener frutas variadas o peculiares. Como resulta-do, se enaltecieron deliberadamente unas cuantas clases desabridas demanzanas con el objetivo de impulsar las ventas. El periodista y gran jero Verlyn Klinkenborg apunta: «Hoy en día solamente 11 variedades constituyen el 90 % de todas las manzanas que se venden en los EEUU y la Red Delicious por sí sola representa la mitad de esa cifra». La apabullante diversidad natural de manzanas se ha visto mermada y descartada. La mayoría de las variedades que permanecen son fáciles de cultivar y baratas a la hora de distribuir y vender engrandes cantidades. Solo las personas mayores son conscientes de que las manzanas solían ser muy variadas y se cultivaban a nivel local, además de ser más sabrosas. El resto de nosotros nos hemos acostumbrado a aceptar una gama de variedades más reducida como «realidad incontestable». De esta forma se ha creado una fruta popular según las estrictas exigencias de los mercados. Afortunadamente, el movimiento que aboga por la gastronomía local, en sus múltiples variedades (Slow Food o «comida lenta», agricultura respaldada por la comunidad, agricultura ecológica, permacultura y demás), está empezando a resucitar muchas variedades de semillas tradicionales y autóctonas que habían caído en desuso. Estos esfuerzos se ven motivados no solo porque las semillas adaptadas a nivel local tengan un sabor atractivo o sean más fáciles de cultivar,sino porque saben que la biodiversidad genética es una forma importante de «seguro» ecológico. Ejemplo de ello es que, aunque existan más de un millar de variedades de plátanos a nivel mundial, la variedad Cavendish representa el 99 % del mercado de exportación. Como resultado de su monocultivo por parte de la industria frutícola, el suministro mundial de bananas corre el riesgo de quedar diezmado por un hongo terrestre que ataca a las Cavendish.
El destino de las manzanas y los plátanos refleja en términos generales el destino de la alimentación estadounidense. Tal y como MarkKurlansky documentó en su libro Te Food of a Younger Land [La alimentación de una nación joven], la diversidad culinaria de los EEUU solía ser muy superior antes de la llegada de los supermercados, las autopistas y los restaurantes de comida rápida. Las cadenas de restaurantes trajeron consigo la homogeneidad y una baja calidad, en detrimento de los alimentos de temporada, frescos, locales y tradicionales. Cuando la alimentación se encontraba arraigada en la cultura local, determinaba los caracteres, las actitudes y las identidades de su población. Antes de que los hábitos alimenticios de los estadounidenses se rindieran ante los mercados nacionales, escribe Kurlansky, existían tradiciones culinarias como «el May breakfast de la NuevaInglaterra sureña, los foot washings  de Alabama, las Coca-Cola parties de Georgia, el chitterling strut [pavoneo de tripas de cerdo] de Carolina del Norte, las recetas de los trilladores de Nebraska, los funeralesChoctaw o los banquetes de salmón de los indígenas de Puget Sound. También existían antiguas recetas como los pasteles jonnycakes de Rhode Island, las calderetas de ostras de la ciudad de Nueva York, el possum and taters [asado de zarigüeya y patatas] de Georgia, la lechuga marchita de Kentucky, el estofado a la Brunswick de Virginia y la tête du veau [cabeza de ternera] de Louisiana», entre muchos otros. La expansión internacional que las empresas estadounidenses experimentaron en tiempos de posguerra ocurrió de manera simultánea al cercamiento progresivo de innumerables tradiciones culinarias en todo el mundo. A medida que las marcas y cadenas de comida rápida occidentales se expandían de Bangkok a Bogotá y de Mum-bai a Moscú, los alimentos modernos suplantaban las «anticuadas» gastronomías tradicionales mediante una intensa labor de marketing. Los regímenes alimenticios actuales son mucho más homogéneos y menos nutritivos, por lo que no resulta sorprendente que las enfermedades asociadas a la dieta occidental (diabetes, obesidad, cardiopatías) también hayan proliferado.
La tierra, el agua, las manzanas, los alimentos locales.
Estos son solo una pequeña parte de los muchos cercamientos naturales perpetrados a lolargo de las últimas generaciones. El hurto de la riqueza natural ha tenido poca repercusión por haber ocurrido progresivamente y porque suele presentarse como un indicio del desarrollo económico y tecnológico.
La gama de cercamientos de lo natural es vastísima: varía desde lo global (la atmósfera, los océanos, el espacio) a lo regional (acuíferos, pesquerías, bosques) y lo local (alimentos tradicionales, costumbres locales, negocios independientes). Los cercamientos también incluyen seres vivos (líneas celulares, genes, mamíferos diseñados genéticamente) y lo infinitamente pequeño (microorganismos, sustitutos sintéticos de la nanomateria).Uno de los cercamientos de infraestructura más atrevidos es la nueva financiarización o control financiero de los recursos naturales.
En vez de considerar la tierra, el agua y los ecosistemas locales como recursos regidos por las leyes de la naturaleza, los fondos de cobertura o especulativos y otros inversores están comenzando a desarrollar astutos instrumentos financieros para «titulizar» los ingresos que puedan generar los sistemas naturales renovables como las corrientes de agua, las explotaciones madereras y las reservas de peces. Antonio Tricarico, miembro del grupo italiano Re:Common, señala que la industria financiera está creando un mercado de futuros y otros instrumentos financieros derivados para el agua, similares a los que existen para el petróleo. Su implementación aumentaría deforma radical la presión en los gobiernos a todos los niveles para queconsiderasen su agua, bosques y pesquerías como activos financierosque deben monetizarse y venderse o bien utilizarse como avales para préstamos. Desde el punto de vista financiero, los recursos naturalesno explotados se consideran activos infravalorados ya que, por principio, todo debe producir un beneficio. Huelga decir que la financiarización de la naturaleza intensificaría la insistencia en agotar muchas corrientes naturales interferiendo en ellas, acrecentando las tensiones de la capacidad de carga de los ecosistemas. Si el agua llegara a convertirse en un bien comercializado en un mercado global integrado, por poner un ejemplo, esto podría devastar los ecosistemas locales y hacer que este recurso vital resultara incosteable para muchas personas.Tricarico expone que la financiarización de la naturaleza no tiene más remedio que desarrollarse durante los próximos años, dada la obstinación de la industria financiera por desplazar las finanzas públicas e implantar sus propios megaproyectos de infraestructuras y extracción en beneficio de los inversores privados. La industria aspira a desarrollar mercados financieros que consideren la alimentación, la tierra, la electricidad, los metales, los bosques y otros recursos no solamente como mercancías sino como activos financieros aptos parael comercio y especulación globales. 
Teniendo en cuenta lo poco que sabemos de las repercusiones macroeconómicas y macrofinancieras de dichos cercamientos (sin mencionar los trastornos ecológicos que conllevarían), estos planes están abocados al desastre. Podría mencionar fácilmente docenas de cercamientos distintos,pero para limitar el alcance de nuestra investigación y centrarnos enla dinámica de los cercamientos, pasaré a tratar dos tipos a los que no se presta demasiada atención: la adquisición privada de espacios urbanos e infraestructuras (capítulo 4) y las numerosas apropiaciones de saberes y cultura (capítulo 5). Resulta obvio que los cercamientos han llegado a niveles preocupantes ¡cuando existen empresas que reclaman la propiedad de palabras, colores e incluso olores!
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redlatinasinfronteras.sur@gmail.com

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