La democracia, un problema para Occidente

Hechos, procesos, intereses y declamaciones. El futuro de América del Sur. Los estados continentales. El quiebre de toda institucionalidad. Un discurso asentado en la realidad y en la acción. Estados Unidos: los indicios de una guerra interior.

Pintura: Martha Escondeur, Uruguay.

Por Gabriel Fernández.

BRASIL Y ARGENTINA. Brasil ya es miembro del BRICS; la Argentina está llegando. Semejante confluencia da cuenta de la importancia de la reciente elección en el país vecino. Sin embargo, existen otros elementos que sirven como base de sustentación determinante para el conjunto de la región sur americana. Sin coalición multipolar mediante, el pensador oriental y argentino Alberto Methol Ferré ya había explicado que  “Los nacionalismos argentino y brasileño no se podrán afianzar ni resistir el uno sin el otro”.

Es que la Cuenca del Plata es la zona americana vinculada por el Río de la Plata y sus afluentes, y abarca un área de 3 100 000 km². Eso la presenta dimensionada como quinta del planeta, por detrás de las cuencas de los ríos Amazonas, Congo, Nilo y Misisipi. Incluye a cinco países: La Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay. Sus nacientes se agrupan en dos enormes vertientes, los ríos Paraná y Uruguay; desde allí, recalan en el gigantesco Río de la Plata y luego vivifican el Atlántico Sur.

El conjunto fluvial de la Cuenca configura el sistema  del acuífero Guaraní, una de las mayores reservas de agua dulce del mundo. En su zona de influencia habitan más de 100 millones de personas. En bloque, contiene un formidable potencial hidroeléctrico, una gran capacidad exportadora a través de sus puertos, una reserva de flora y fauna única en el mundo y, por supuesto, agua. Un valor en sí mismo. Estos factores, entre otros, llevaron al autor de El Uruguay como problema (Geopolítica de la Cuenca del Plata) y Los estados continentales y el Mercosur a señalar que la coordinación política regional es imprescindible.

Aunque los BRICS son de vibrante e innegable volumen presente y, sobre todo, futuro, la posible coalición sureña sería la piedra basal sobre la cual sostener toda política internacional como potencia federada. Esa comprensión llevó a Juan Domingo Perón a intentar el ABC, iniciativa que desbocó la furia británica y norteamericana y puso en marcha planes de desestabilización con anclaje interior en la Argentina, Brasil y Chile. Heredero innovador del Pacto planteado entre 1914 y 1915, la búsqueda peronista se perfiló sobre fines de 1953.

Cabe repasar el memorable discurso del líder en la Escuela Superior de Guerra: “El problema fundamental del futuro es un problema de base y fundamento económicos, y la lucha de futuro será cada vez más económica…En consecuencia, analizando nuestros problemas, podríamos decir que el futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas de materias primas.”

El general añadió por entonces que “es indudable que nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y alimentos del mundo. Esto nos indicaría que el porvenir es nuestro y que en la futura lucha nosotros marchamos con una extraordinaria ventaja frente a las demás zonas del mundo”.

En segmento genial para la época apuntó que “si subsistiesen los pequeños y débiles países” fragmentados “serían objeto fácil para ser explotados, por lo que es indispensable evitar la dominación”. Esto “ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa futura en común”.

Durante tantas décadas el núcleo anglosajón operó en contra de esa confluencia. La Argentina y Brasil, gobernados por facciones antinacionales y antipopulares, se evaluaron mutuamente como hipótesis de conflicto. El Uruguay, en vez de hilvanar cual nexo, se dejó llevar por una propaganda antipopulista que inficionó hasta sus mejores formaciones. Paraguay admitió la preeminencia norteamericana y, por períodos, brasileña. Bolivia, cada vez que intentó plantar bandera, fue jaqueado por golpes de Estado destinados al saqueo de sus riquezas bajo tierra.

El emerger del Mercado Común del Sur (Mercosur), paradójicamente creado en 1991 como un atisbo de futuro borroneado en medio de la oscura hegemonía financiera, no escandalizó a un Norte creciente que calibró a sus miembros como aliados perennes. Pero sirvió para iniciar un sendero que todavía necesita desmalezarse. El surgir de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en el más acogedor 2008, fue un rayo de luz que facilitó el desarrollo de sus integrantes y contribuyó a quebrar el Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) diseñado por los Estados Unidos.

El contraataque oligárquico e imperial de los años recientes debilitó el trayecto pero los intereses que lo pusieron en marcha mantienen vigencia. Pese a todo, a veces a tientas, el Sur ha bregado por retomar el rumbo. La inteligencia que encarna la fuerza creada por Evo Morales en Bolivia, el andar argentino en Celac y Eurasia durante los dos años recientes y el redireccionamiento planteado por Itamaraty, (entre otros protagonistas latentes) dan cuenta de una posibilidad abierta para construir una articulación eficaz que conforme una de las potencias multipolares más grandes del orbe.

LAS DECLAMACIONES HUECAS. El presente es apasionante porque contiene modificaciones de fondo estructurales. Pero también debido a que nadie puede asegurar con certeza el futuro inmediato.

Aunque son muchos los factores que se entrelazan para orientar los acontecimientos, es posible observar que mientras la economía en sentido estricto –desarrollo de los PBIs, creciente en su seno del segmento industrial, moneda, control de las finanzas, acuerdos comerciales, avances científico técnicos- define el sentido del devenir, también puede apreciarse que la geografía, el volumen militar y la propaganda influyen en el día a día.

La fórmula hallada históricamente por Occidente para arrasar naciones ya es aplicada puertas adentro. Se trata de la evaluación de toda situación hostil a sus intereses como justificativa de la transgresión de las normativas y preceptos que difunde sostener.

Este último tramo del Antiguo Régimen comenzó cuando la hegemonía de las corporaciones financieras dispuso la aplicación en sus propios espacios de programas económicos que absorben la riqueza social y la transforman en beneficios huecos. El esquema global desterritorializó el poder y convirtió en cotos de caza a los países que operaban como centro mundial. Así, los programas rentísticos sugeridos o impuestos por años a la periferia, resquebrajaron mecanismos productivos y convirtieron los cimientos del Norte en aglomerados arenosos.

La extensión temporal de artificio del modelo liderado por los grandes bancos, impulsado políticamente por las referencias anglosajonas, y aplicado a sangre y fuego por ejércitos mercenarios articulados desde esas entidades,  se debe –en cierta medida- a la imposición del dólar como moneda universal y al control de las fuentes de energía. A su vera, un aparato propagandístico excepcional ha convencido a buena parte del planeta acerca de la imposibilidad de modificar ese diseño, al cual presenta como cúspide del decurso humano.

Ahora, esas mismas acciones se destinan a disciplinar los países centrales –sus pueblos-, pues ya no son imprescindibles para dinamizar locomotoras industriales.  De tal modo se ha instalado un embudo de succión fenomenal: todo bicho que camina va a parar al asador, es decir, todo emprendimiento productivo es desmantelado para alimentar el Agujero Negro de las finanzas. Sólo aquellos que, en medio del proceso de globalización, resolvieron fortalecer sus Estados y apuntalar la generación de bienes de producción y consumo están logrando emerger de la pesadilla con esperanzas concretas.

Se trata de las potencias multipolares. Necesitan zafar de las exigencias occidentales y posicionarse según sus conveniencias. Esto las lleva a relacionar directamente la política –sus pueblos- con los intereses geoeconómicos profundos que sostienen sus territorios.

El disciplinamiento de las regiones eje del poder norteño tradicional no es posible sin violar las proclamas democráticas que han diseminado por aquí y por allá tras la Segunda Guerra Mundial. Entonces, la humanidad está arribando a una situación que da cuenta de la más grande contradicción desde el despliegue de la Revolución Industrial: ante la necesidad de sostener el esquema rentístico, los poderes desterritorializados anulan los derechos civiles del centro occidental e imponen el fraude electoral, la censura y la represión bajo el argumento de defender las elecciones libres, la libertad de expresión y la paz.

Ese panorama se visualiza muy concretamente en los Estados Unidos y Europa. Pero como la gente existe y tiene intereses ligados al trasfondo estructural de sus regiones, los quiebres y las tensiones son inevitables y promueven reacciones y desbordes otrora restringidos a las regiones empobrecidas del globo.

PUTIN, UN DISCURSO ESENCIAL. El 30 de septiembre reciente ingresó en la historia como la fecha en la que se firmaron los acuerdos de incorporación de cuatro nuevas regiones a la Federación de Rusia: las repúblicas de Donetsk y Lugansk y las regiones de Zaporozhie y Jersón.

El mandatario ruso, Vladímir Putin, se reunió en el Salón de San Jorge del Gran Palacio del Kremlin con los jefes de las administraciones liberadas. El presidente ofreció un discurso que amerita consideración. Es preciso evaluarlo sin olvidar los dos ítems precedentes.

“Estimados ciudadanos de Rusia, ciudadanos de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, vecinos de las regiones de Zaporozhie y Jersón, diputados de la Duma Estatal, senadores de la Federación de Rusia.

Como ustedes saben, en las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y en las regiones de Zaporozhie y Jersón se llevaron a cabo una serie de referendos. Se hizo un balance y sus resultados ya son públicos. La gente ha hecho su elección, una elección clara.

Hoy firmamos el decreto para la adhesión a Rusia de la República Popular de Donetsk, la República Popular de Lugansk, las regiones de Zaporozhie y Jerson.  Estoy seguro de que la Asamblea Federal apoyará las leyes constitucionales sobre la aceptación y formación en Rusia de cuatro nuevas regiones, de cuatro sujetos de la Federación de Rusia, porque así fue la decisión de millones de personas.

Y eso, claro está, es su derecho, un derecho inalienable que está establecido en el artículo 1 de la Carta de la ONU.

(…)

En 1991, en Belavézhskaya Puscha, sin consultar la voluntad de los ciudadanos comunes, los representantes de las élites del partido de aquel entonces decidieron hacer colapsar la URSS, y la gente se vio aislada de su patria. Esto desgarró, desmembró a nuestra comunidad y se convirtió en una catástrofe nacional. Así como después de la revolución las fronteras de las repúblicas unidas fueron cortadas entre bastidores, así los últimos líderes de la Unión Soviética, contrariamente a la expresión de la voluntad de la mayoría del pueblo expresada en el referendo de 1991, arruinaron nuestro gran país, simplemente avisaron a los pueblos.

Admito que ni ellos entendían lo que estaban haciendo ni las consecuencias que esto inevitablemente traería. Pero ya no importa. No existe la Unión Soviética, el pasado no puede ser cambiado. Tampoco la necesita Rusia hoy en día, no es algo a lo que aspiremos. Pero no hay nada más fuerte que la determinación de millones de personas que, por su cultura, fe, tradiciones, idioma, se consideran parte de Rusia, cuyos antepasados vivieron en un solo Estado durante siglos. No hay nada más fuerte que la determinación de este pueblo de regresar a su verdadera patria histórica.

Durante ocho largos años, la gente en Donbás fue objeto de genocidio, bombardeos y bloqueos, mientras que en Jersón y Zaporozhie intentaron cultivar criminalmente el odio hacia Rusia, hacia todo lo ruso. Ahora, durante los referendos, el régimen de Kiev amenazó con violencia, con la muerte a maestras de escuela, a las mujeres que trabajaban en las comisiones electorales, intimidó con represiones a millones de personas que venían a expresar su voluntad. Pero la gente inquebrantable de Donbás, Zaporozhie y Jersón dieron su opinión.

Quiero que las autoridades de Kiev y sus verdaderos amos en Occidente me escuchen, para que todos recuerden esto: las personas que viven en Lugansk y Donetsk, Jersón y Zaporozhie se han convertido en ciudadanos rusos para siempre.

Hacemos un llamado al régimen de Kiev para que cese inmediatamente el fuego, todas las hostilidades, la guerra que desató en 2014 y regrese a la mesa de negociaciones. Estamos listos para esto, se ha dicho más de una vez. Pero no discutiremos la elección de la gente en Donetsk, Lugansk, Zaporozhie y Jersón. Ya eso es un hecho. Rusia no los traicionará. Y las autoridades de Kiev de hoy deben tratar este libre albedrío del pueblo con respeto y nada más. Este es el único camino hacia la paz.

Defenderemos nuestra tierra con todas las fuerzas y medios a nuestro alcance y haremos todo lo posible para garantizar la vida segura de nuestro pueblo. Esta es la gran misión liberadora de nuestro pueblo.

Reconstruiremos ciudades y pueblos destruidos, viviendas, escuelas, hospitales, teatros y museos, restauraremos y desarrollaremos empresas, industrias, fábricas, infraestructura, sistemas de seguridad social, pensiones, atención médica y sistemas educativos.

Por supuesto, trabajaremos para mejorar el nivel de seguridad. Juntos hacemos que los ciudadanos de las nuevas regiones sientan el apoyo de todo el pueblo de Rusia, de todo el país, de todas las repúblicas, de todos los territorios y regiones de nuestra gran patria.

(…)

Nuestros compatriotas, nuestros hermanos y hermanas en Ucrania —una parte de nuestro pueblo unido— vieron con sus propios ojos lo que los círculos gobernantes del llamado Occidente están preparando para toda la humanidad. Ahora, simplemente se quitaron las máscaras, mostraron su verdadero rostro.

Después del colapso de la Unión Soviética, Occidente decidió que el mundo, todos nosotros, tendríamos que soportar para siempre sus dictados. Luego, en 1991, Occidente esperaba que Rusia no se recuperara de estas conmociones y se derrumbaría por sí sola. Y sí, casi sucedió, recordamos los 90, los terribles 90, hambrientos, fríos y sin esperanza. Pero Rusia resistió, revivió, se fortaleció, volvió a ocupar el lugar que le correspondía en el mundo.

Al mismo tiempo, Occidente ha estado buscando todo este tiempo, y continúa buscando, una nueva oportunidad para golpearnos, debilitarnos y destruir a Rusia, algo con lo que siempre ha soñado, dividir nuestro Estado, hacer enfrentar a los pueblos entre sí, condenarlos a la pobreza y la extinción. Simplemente están obsesionados por el hecho de que exista un país tan grande y enorme en el mundo, con este territorio, riqueza natural, recursos, con un pueblo que no sabe cómo —y nunca lo sabrá— vivir bajo las órdenes de otra persona.

Occidente está dispuesto a pasar por encima de todo para preservar el sistema neocolonial que le permite parasitar, de hecho saquear, al mundo a expensas del poder del dólar y los dictados tecnológicos, para cobrar verdadero tributo a la humanidad, para extraer la principal fuente de prosperidad no ganada, la renta de la potencia hegemónica. El mantenimiento de esta renta es un motivo clave, genuino y absolutamente egoísta. Por eso les interesa la desoberanización total. De ahí su agresión hacia los Estados independientes, hacia los valores tradicionales y las culturas originarias, los intentos de socavar los procesos internacionales y de integración fuera de su control, las nuevas monedas mundiales y los centros de desarrollo tecnológico. Para ellos es fundamental que todos los países entreguen su soberanía a Estados Unidos.

Las élites gobernantes de algunos Estados aceptan voluntariamente hacer esto, aceptan voluntariamente convertirse en vasallos; otros son sobornados, intimidados. Y si no funciona, destruyen Estados enteros, dejando tras de sí catástrofes humanitarias, desastres, ruinas, millones de destinos humanos arruinados, mutilados, enclaves terroristas, zonas de desastre social, protectorados, colonias y semicolonias. No les importa mientras obtengan su propio beneficio.

Quiero volver a subrayar: en la codicia, en la intención de preservar su poder ilimitado, es precisamente donde están las verdaderas razones de la guerra híbrida que Occidente, como colectivo, está librando contra Rusia. Nos desean, no libertad, sino que nos quieren ver como una colonia. No quieren una cooperación en igualdad de condiciones, quieren robar. Quieren vernos no como una sociedad libre, sino como una multitud de esclavos sin alma.

Para ellos, nuestro pensamiento y filosofía son una amenaza directa, y por eso atentan contra nuestros filósofos. Nuestra cultura y arte son un peligro para ellos, por lo que están tratando de prohibirlos. Nuestro desarrollo y prosperidad también es una amenaza para ellos: la competencia está creciendo. Ellos no necesitan en absoluto a Rusia, somos nosotros la que la necesitamos.

(…)

Occidente cuenta con impunidad, cuenta con salirse con la suya. Y en efecto, hasta ahora, se ha salido con la suya en todo. Los acuerdos en materia de seguridad estratégica van directo a la basura; se declaran los acuerdos alcanzados al más alto nivel político como no existentes; las firmes promesas de no expandir la OTAN hacia el este, tan pronto como nuestros antiguos líderes se las tragaron, se convirtieron en un sucio engaño; los tratados sobre defensa antimisiles y misiles de alcance intermedio y más corto se han violado unilateralmente con pretextos descabellados.

(…)

Rusia es una gran potencia milenaria, un país-civilización, y no vivirá bajo estas reglas falsas y amañadas.

Justo ha sido el llamado Occidente el que ha pisoteado el principio de inviolabilidad de las fronteras, y ahora decide bajo sus propios criterios quién tiene derecho a la autodeterminación y quién no, quién no es digno de ella. ¿Por qué deciden eso? ¿quién les dio este derecho? Eso no está claro. Ellos mismos se lo dieron.

(…)

Las élites occidentales niegan no solo la soberanía nacional y el derecho internacional. Su hegemonía tiene un marcado carácter de totalitarismo, despotismo y apartheid. Descaradamente dividen al mundo en vasallos, en los llamados países civilizados; y en todos los demás, quienes, según el plan de los racistas occidentales de hoy, deberían sumarse a la lista de bárbaros y salvajes. Inventaron etiquetas falsas como “país paria”, “régimen autoritario”, estigmatizan a pueblos y Estados enteros, y no hay nada nuevo en esto. No hay nada nuevo en esto: las élites occidentales son lo que eran y han seguido siendo: colonialistas. Discriminan, dividen a los pueblos en categorías.

(…)

Ya se sabe que se hicieron repetidamente planes para intervenir en Rusia, e intentaron usar el período tumultuoso a principios del siglo XVII y el período de conmoción después de 1917, pero no lo consiguieron. Sin embargo, Occidente logró apoderarse de la riqueza de Rusia a fines del siglo XX, cuando el Estado fue destruido. Luego nos catalogaron de amigos y socios, pero de hecho nos trataron como una colonia: billones de dólares fueron desviados fuera del país bajo una variedad de esquemas. Recordamos todo, no hemos olvidado nada.

Los países occidentales llevan siglos repitiendo que llevan la libertad y la democracia a otros pueblos. Todo es exactamente lo contrario: en lugar de democracia, lo que dejan es represión y explotación; en lugar de libertad, esclavitud y violencia. Todo el orden mundial unipolar es inherentemente antidemocrático y no libre, es engañoso e hipócrita de principio a fin.

Estados Unidos es el único país del mundo que en dos ocasiones ha usado armas nucleares, destruyendo las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Que, por cierto, sentaron un precedente.

Permítanme recordarles también que Estados Unidos, junto con los británicos, convirtieron Dresde, Hamburgo, Colonia y muchas otras ciudades alemanas en ruinas sin ninguna necesidad militar durante la Segunda Guerra Mundial. Y esto se hizo de manera desafiante, sin ninguna, repito, necesidad militar.

Había un solo objetivo, al igual que en el caso de los bombardeos nucleares en Japón, intimidar tanto a nuestro país como al mundo entero. Estados Unidos dejó una huella terrible en la memoria de los pueblos de Corea y Vietnam con bombardeos bárbaros, el uso del napalm y armas químicas.

Hasta ahora, de facto, ocupan Alemania, Japón, la República de Corea y otros países, y al mismo tiempo los llaman cínicamente aliados en igualdad de condiciones. Me pregunto, ¿qué tipo de alianza es esta? Todo el mundo sabe que los líderes de estos países están siendo observados, a las primeras personas de estos Estados les instalan dispositivos de escucha no solo en sus oficinas, sino también en sus residencias personales. Esta es una verdadera lástima. Una vergüenza tanto para los que hacen esto como para los que como un esclavo se tragan silenciosa y mansamente esta grosería.

Los directos y groseros llamamientos a sus vasallos, los califican de solidaridad euroatlántica; al desarrollo de armas biológicas, experimentos en personas vivas, incluso en Ucrania, lo llaman una noble investigación médica. Fue con su política destructiva, de guerras y robos, la que provocó el auge colosal de los flujos migratorios de hoy. Millones de personas sufren penurias, intimidaciones, mueren de a miles tratando de llegar a la misma Europa. Por ejemplo, están exportando ahora el trigo desde Ucrania. ¿Hacia dónde va bajo el pretexto de garantizar la seguridad alimentaria de los países más pobres del mundo? ¿Adónde va? A los mismos países europeos, solo el 5% va a los países más pobres del mundo. ¡Otra vez, otra estafa y un engaño absoluto!

La élite estadounidense, de hecho, utiliza la tragedia de esta gente para debilitar a sus competidores, para destruir los Estados nacionales. Esto también se aplica a Europa, esto también se aplica a la identidad de Francia, Italia, España y otros países con una historia de siglos.

Washington exige cada vez más sanciones contra Rusia, y la mayoría de los políticos europeos están dócilmente de acuerdo con esto. Entienden claramente que Estados Unidos, impulsando el rechazo total de la UE a los portadores de energía rusos y otros recursos, está prácticamente llevando la situación hacia la desindustrialización de Europa, hacia el momento de apoderarse por completo del mercado europeo; entienden todo, estas élites europeas, lo entienden todo, pero prefieren servir a los intereses de los demás. Esto ya no es servilismo, sino una traición directa a sus pueblos. Pero que Dios les juzgue, es problema de ellos.

Las sanciones ya no son suficientes para los anglosajones, ahora aplican los sabotajes. Increíble, pero cierto: con la organización de explosiones en los gasoductos internacionales de Nord Stream, que corre a lo largo del fondo del mar Báltico, en realidad comenzaron a destruir la infraestructura energética paneuropea. Es que está claro para todos quién se beneficia de esto. Es obvio que el responsable es precisamente quién se beneficia de esto”.

La política de imposición de EEUU se basa en la fuerza bruta, en la ley de puño. A veces está envuelta en algo precioso, a veces no, pero la esencia es la misma: la ley del puño. De ahí el despliegue y mantenimiento de cientos de bases militares en todo el mundo, la expansión de la OTAN, los intentos de forjar nuevas alianzas militares como AUKUS y otras similares. Se están elaborando nuevas relaciones militares entre Washington, Seúl y Tokio. Todos los Estados que poseen o aspiran a poseer una verdadera soberanía estratégica y son capaces de lanzar un desafío a la hegemonía occidental son automáticamente incluidos en la categoría de enemigos.

(…)

Ya hemos oído sobre la contención de Rusia, China e Irán. Considero que los próximos serán otros países de Asia, América Latina, África y Oriente Medio, e incluso los actuales socios y aliados de EEUU. Sabemos que cuando algo no les gusta, imponen sanciones contra sus aliados: ahora lo hacen contra un banco, luego contra otro; ahora lo hacen contra una empresa, luego contra otra. Es la misma práctica y se ampliará. Apuntan a todos, incluidos nuestros vecinos más cercanos, como los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Al mismo tiempo, es evidente que Occidente ha dado por hecho lo deseado. Al comenzar una guerra relámpago de sanciones contra Rusia creyeron que una vez más podrían enfilar el mundo entero bajo sus órdenes. Pero resulta que tal perspectiva entusiasma a pocos, tal vez a los masoquistas políticos y admiradores de otras formas no tradicionales de relaciones internacionales. La mayoría de los Estados se niega a cumplir sus órdenes y eligen un camino razonable de cooperación con Rusia.

Está claro que Occidente no esperaba tal desobediencia. Simplemente están acostumbrados a tomar todo por la fuerza, el chantaje, el soborno y la intimidación, y están convencidos de que estos métodos funcionarán siempre, como en el pasado.

Tal autoconfianza es una consecuencia directa no solo del notorio concepto de su propio excepcionalismo, —aunque esto, por supuesto, sigue sorprendiendo— sino también de una verdadera hambre de información en Occidente. Ahogaron la verdad en un océano de mitos, ilusiones y falsedades utilizando una propaganda extremadamente agresiva, mintiendo como Goebbels. Cuanto más increíble sea la mentira, más rápido la gente creerá en ella, así es cómo operan, según este principio.

Pero no se puede alimentar a la gente con dólares y euros impresos. No se les puede alimentar con esos papeles, y la capitalización virtual e inflada de las redes sociales occidentales no puede calentar un hogar. Todo esto es importante, lo que estoy diciendo, pero no es menos importante lo que se acaba de decir: no se puede alimentar a nadie con papel, se necesita comida y estas capitalizaciones infladas tampoco pueden calentar a nadie, se necesita energía.

Por eso los políticos europeos tienen que convencer a sus conciudadanos de que coman menos, se bañen menos y se vistan más abrigados en casa. Y los que empiezan a hacer preguntas justas “¿por qué es así?”, son declarados inmediatamente como enemigos, extremistas y radicales. Trasladan la culpa a Rusia, diciendo: “ese es el origen de todos sus problemas”. Vuelven a mentir.

Hay algo que quiero destacar, subrayar. Hay muchas razones para creer que las élites occidentales no van a buscar soluciones constructivas a la crisis alimentaria y energética mundial que surgió por su culpa, precisamente por su política mucho antes de nuestra operación militar especial en Ucrania, en Donbás. No pretenden resolver los problemas de injusticia y desigualdad. Existe el temor de que estén dispuestos a utilizar otras recetas a las que ya están acostumbrados.

(…)

Obviamente, el actual modelo neocolonial está condenado. Pero, de nuevo, sus verdaderos dueños se aferrarán a este modelo hasta el final. Simplemente no tienen nada que ofrecer al mundo, salvo el mismo sistema de robo y chantaje.

En esencia, escupen al derecho natural de miles de millones de personas, la mayor parte de la humanidad, a la libertad y la justicia, a determinar su propio futuro. Ahora pasaron a una negación radical de la moral, la religión y la familia.

Vamos a responder nosotros mismos a algunas preguntas muy sencillas. Ahora quiero volver a lo que he dicho, también quiero dirigirme a todos los ciudadanos rusos, no solo a los colegas que están aquí sino también a todos los ciudadanos rusos: ¿queremos que el padre número uno, el número dos y el número tres sustituyan a la madre y el padre en nuestro país, en Rusia? ¿Queremos que a los niños en nuestras escuelas desde la primaria se impongan las perversiones que llevan a la degradación y a la extinción? ¿Queremos que se les enseñen que hay otros géneros además del masculino y el femenino y que se les ofrezcan una operación de cambio de sexo? ¿Es esto lo que queremos para nuestro país y nuestros hijos? Todo esto es inaceptable para nosotros, tenemos otro futuro, nuestro propio futuro.

(…)

El mundo ha entrado en una etapa de transformaciones revolucionarias que tienen carácter fundamental. Se están formando nuevos centros de desarrollo que representan a la mayor parte, es importante, a la mayor parte de la comunidad europea. Están dispuestos no solo anunciar sus intereses, sino defenderlos. Perciben el mundo multipolar como una posibilidad de reforzar su soberanía y, por lo tanto, de adquirir verdadera libertad, perspectiva histórica, el derecho a un desarrollo independiente, creativo, auténtico, a un proceso armonioso.

(…)

Hoy estamos luchando por un camino justo y libre, en primer lugar, para nosotros mismos, para Rusia. Estamos luchando para que la dictadura y el despotismo se queden para siempre en el pasado. Estoy convencido de que los países y los pueblos entienden que la política basada en la exclusividad de quien sea, la política orientada a suprimir otras culturas y pueblos es de naturaleza criminal y que hemos de pasar esta vergonzosa página. El quebrantamiento en marcha de la hegemonía occidental es irreversible. Insisto en que ya no se vivirá como antes.

El campo de batalla, al cual nos condujo el destino y la Historia, es el campo, donde luchamos por nuestro pueblo, por una gran Rusia histórica. Por una gran Rusia histórica, por las futuras generaciones, por nuestros hijos, nietos y bisnietos. Hemos de defenderles de la esclavitud, de los monstruosos experimentos dirigidos a mutilar su conciencia y su alma”.

LA GRIETA NORTEAMERICANA. Mientras las palabras del presidente ruso retumban por el mundo, los Estados Unidos deben afrontar una crisis sin precedentes impuesta por el poder desterritorializador del que hablamos en la segunda etapa de esta nota.

El martes 8 de noviembre del año en curso se llevarán a cabo las elecciones intermedias, comicios que se celebran cada dos años. Serán cruciales para el rumbo que tomará el país no solo porque se redefine la presencia de los partidos Republicano y Demócrata en el Congreso, sino también porque son interpretadas un referendo sobre la presidencia de Joseph Biden. Como si la importancia de las cámaras no fuera suficiente, 36 estados elegirán nuevos gobernadores.

La caída en la producción industrial con su secuela de desempleo se combina con el alza de los precios fundamentado sin demasiado rigor en la guerra sobre Ucrania y la estela de la retracción gestada por la pandemia. El Estado sigue imprimiendo billetes sin respaldo y la Reserva Federal, con el argumento de frenar la inflación, viene levantando las tasas de interés al punto de priorizar cualquier inversión especulativa por sobre la generación de riqueza concreta.

Los sondeos conocidos señalan que la opinión pública no comprende por qué el Gobierno fomenta un conflicto ajeno y lejano. Como bien explican Wim Dierckxsens y Walter Formento en un completo trabajo publicado esta semana, “Hoy, el alto costo de la vida ha debilitado la buena voluntad incluso de los demócratas, que ya se preparan para ver contundentes “pérdidas” en las elecciones. En la población en su conjunto, incluyendo a los demócratas, el 67 % piensa que la economía va mal, el 78 % cree que el país va en la dirección equivocada y el 64 % de los demócratas quiere otro candidato presidencial para 2024. Este estado de ánimo debilita la mayoría de las ambiciones restantes de la administración Demócrata”.

Pero eso es la punta del iceberg. La recurrencia a la censura, la demonización de todo cuestionamiento y las dudas acerca de los resultados electorales de la elección presidencial del año 2020, complementan el malestar social y brindan espesor a los analistas que preludian una guerra civil de proporciones. Los autores citados precisan en esa dirección: “Con el objetivo de ´voltear a Trump´, todo vale. Así como los republicanos macartistas desde 1950, estaban dispuestos a destrozar la Constitución para acabar con el llamado ´comunismo´ del Demócrata Roosevelt. Hoy el Partido Demócrata, dominado por los intereses transnacionales financieros, como en 1950 el Partido Republicano, quieren hacerlo para acabar con Trump. ´La democracia está en juego´ gritan, por ello estamos preparados para sacrificar los derechos constitucionales, las libertades civiles y el estado de derecho con tal de ´frenar´ a Trump”.

Claro que el problema trasciende la dualidad entre demócratas y republicanos. Fíjese lector: “Con una guerra civil ya en despliegue, bajo sus distintas formas y modos en EEUU, que lo empantana, y Europa en una crisis económica y política profunda, bien podría también producirse un ´giro´ general de no alineamiento ´activo´ de las naciones con el proyecto OTAN globalista. La oligarquía globalista se expresa y recorre todos los ex países centrales y periféricos. En la ´vieja´ periferia, ya en crisis con el centro oligárquico financiero, la tendencia es que los países del Sur global opten cada vez más por los BRICS y la Nueva Ruta de la Seda”.

TOMÁ MATE E INFORMATE. Así las cosas, es pertinente indicar que se acrecienta la distancia entre la narración de los medios concentrados y la realidad. Esto tiene un coste pues ralentiza la voluntad de lucha colectiva y obnubila algunas mentes que deberían estar reflexionando activamente sobre el mediano plazo para delinear un ensamble adecuado entre sus regiones y la historia en construcción.

Arrancamos con un pensador oriental –en este caso de la Banda, no de Asia- así que el artículo se cierra con unos buenos mates.

Y una precisión sincera: la extensión del material está ligada al respeto por el lector, dada la información reunida y la trascendencia de la misma.

Agudizando la mirada es posible notar la relación implícita entre las palabras de Putin sobre la democracia y el análisis acerca de la situación interna norteamericana.

Gabriel Fernández. Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal


Fuente: https://radiografica.org.ar/2022/10/02/fuentes-seguras-la-democracia-un-problema-para-occidente/

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