La guerra contra Rusia pierde apoyo en Washington

Una nueva denuncia sobre la autoría norteamericana de la voladura del gasoducto Nord Stream en septiembre pasado aumenta la presión negociadora sobre la Casa Blanca.

Las explosiones en los gasoductos Nord Stream I y II, que conectan Rusia con Alemania bajo el mar Báltico, ocurrieron en septiembre de 2022.

Por Eduardo J. Vior.

nte la evidencia de la supremacía rusa en el campo de batalla y los riesgos que conlleva para Estados Unidos mantener una guerra en Europa, cuando el conflicto principal se da, según muchos de sus estrategas, en Asia-Pacífico, en el establishment norteamericano ganan peso quienes aconsejan negociar con Moscú una salida decorosa de la aventura ucraniana. A esta tendencia contribuye ahora la denuncia del periodista Seymour Hersh sobre la voladura del gasoducto Nord Stream ocurrida en el Mar Báltico en septiembre pasado.

En su artículo “Cómo Estados Unidos eliminó el oleoducto Nord Stream” el legendario reportero reveló este miércoles en su blog personal que los gasoductos Nord Stream fueron volados con explosivos colocados por buzos de la Marina estadounidense en junio de 2022. La colocación de los explosivos debajo de las tuberías se habría llevado a cabo bajo la cobertura de los ejercicios BALTOPS 22 de la OTAN. Tres meses más tarde los dispositivos fueron activados de forma remota y destruyeron los gasoductos.

Cuenta el reconocido periodista que Biden dio la orden de accionar las cargas después de más de nueve meses de discusiones secretas en el equipo de seguridad nacional de Washington. “Durante gran parte de ese tiempo, el problema no era si llevar a cabo la misión, sino cómo efectuarla sin dejar pruebas evidentes de quién era el responsable”, relata Hersh. Teniendo en cuenta que las explosiones ocurrieron en el contexto de la guerra en Ucrania, explica, cualquier “acción que pudiera atribuirse a la administración violaría las promesas de EE.UU. de minimizar el conflicto directo con Rusia. El secreto era esencial”.

Ya durante 2021, a medida que las tensiones entre Kiev y Moscú iban en aumento, el gobierno de Biden se fue centrando en el Nord Stream. “Mientras Europa siguiera obteniendo de Rusia gas natural barato, Washington temía que países como Alemania fueran reacios a suministrar a Ucrania el dinero y las armas que necesitaba para derrotar a Rusia”, escribió el reportero, señalando que “fue en ese momento que Biden autorizó a Jake Sullivan [asesor de Seguridad Nacional] a reunir a un grupo interinstitucional para idear un plan”.

Desde el primer momento “quedó claro para los participantes que Sullivan tenía la intención de que el grupo presentara un plan para destruir los dos gaseoductos y que estaba cumpliendo el deseo del presidente”, reza el artículo. A medida que se iban evaluando las distintas alternativas, la CIA insistía en que cualquier método tendría que ser encubierto, ya que, si se rastreara el ataque hasta Estados Unidos, sería interpretado como “un acto de guerra”, cita Hersh. Buscando eludir este riesgo, la Agencia elaboró un plan para realizar una operación encubierta realizada por buzos de aguas profundas que colocarían las cargas explosivas submarinas. Uno de los factores que más inquietaba al principio a los conjurados era que el Mar Báltico es fuertemente patrullado por la Armada rusa y que allí no hay plataformas petrolíferas que justifiquen operaciones de buceo.

En su afán por salvar este escollo los estadounidenses pidieron ayuda a Noruega. “Odian a los rusos y la Armada noruega está llena de magníficos marineros y buzos que tienen generaciones de experiencia en la exploración de petróleo y gas en aguas profundas”, dijo la fuente citada por Hersh, agregando que los escandinavos sabrían mantener el secreto, porque la destrucción del Nord Stream les permitiría vender a Europa mucho más de su propio gas natural.

El Servicio de Seguridad de Suecia reveló en noviembre que las detonaciones ocurridas en las tuberías que proveen el fluido a Europa “fueron un atentado”.

En marzo de 2021, entonces, algunos miembros de la CIA volaron a Oslo, para reunirse con el servicio secreto y la Armada del país nórdico quienes inmediatamente supieron indicar el lugar adecuado para colocar las cargas. Posteriormente se decidió lanzar al agua una sonoboya que emitiría “una secuencia de sonidos tonales únicos de baja frecuencia, muy parecidos a los emitidos por una flauta o un piano”, que serían reconocidos por el temporizador, el que se activaría y detonaría los gasoductos.

Tres meses tras la colocación de los explosivos, el 26 de septiembre de 2022 un avión de vigilancia de la Armada de Noruega realizó un vuelo aparentemente de rutina y dejó caer una sonoboya en el lugar elegido. Unas horas más tarde se activaron los explosivos de alta potencia y “tres de las cuatro tuberías quedaron fuera de servicio”, concluyó el artículo.

Seymour Hersh es un famoso periodista estadounidense ganador en 1970 del Premio Pulitzer por su cobertura de la Guerra de Vietnam (1963-75). Desde la década de 1960 el reportero ha sido el azote de los presidentes de EE.UU. Indudablemente, su tarea como periodista de investigación lo puso a lo largo de las décadas en contacto con agentes de inteligencia y otros funcionarios que han aprovechado la difusión de sus denuncias para realizar sus propias operaciones dentro del Estado. Éste parece también ser el caso actualmente.

Nord Stream 1 y 2 se componen de dos pares de tuberías paralelas que, partiendo de dos puertos diferentes de Rusia cerca de la frontera estonia, recorren 650km del Mar Báltico, atravesando aguas suecas y danesas, hasta llegar a Alemania. Nord Stream 1 estuvo funcionando normalmente desde 2013 hasta 2022, mientras que Nord Stream 2 se terminó en junio de este último año, pero no obtuvo la autorización de la autoridad regulatoria alemana para entrar en servicio. Desde hace años Washington venía advirtiendo a Berlín contra la terminación del segundo gasoducto, primero, y su puesta en funcionamiento, después. Es que la Casa Blanca temía que el abastecimiento de gas ruso barato permitiera a Alemania independizarse de su ocupación, que dura desde 1945, y liderar una Europa independiente.

La denuncia de Hersh se suma al trascendido, la semana pasada, de la propuesta del secretario de Estado Anony Blinken a su par ruso, Serguei Lavrov, para una “solución a la coreana” de la guerra en Ucrania. Según la versión, Washington habría propuesto a Moscú cederle el control sobre las cuatro provincias del este y sur del país que ya ocupa y desmilitarizar una amplia región del centro de Ucrania, con tal de que Rusia no inicie su prevista ofensiva y ocupe los puertos del Mar Negro, por donde las empresas norteamericanas sacan la producción agrícola de las enormes extensiones de tierra que obtuvieron como pago de los créditos que dan a Kiev. Obviamente, la respuesta que llegó desde el Moskova fue el silencio.

Casi simultáneamente, se supo que en su intercambio regular con mandos de la OTAN el general Valeri Zaluzhnyi, Comandante de las Fuerzas Armadas de Ucrania, habría informado esta semana que desde el principio de la guerra sus tropas han sufrido 257.000 muertes. Hay quienes hablan de más y quienes de menos, pero lo real es que las pérdidas ucranianas son inmensas, sus reservas se están acabando y los pertrechos occidentales llegan con cuentagotas. La provisión de tanques pesados recientemente acordada por EE.UU. y sus aliados europeos recién arribará en marzo o abril y sola no basta para dar vuelta el curso de la guerra. Mientras tanto, Rusia avanza en todos los frentes, lenta, pero firmemente.

Sostener a Ucrania implica para los occidentales comprometerse directamente. Hasta ahora los aliados reconocen la pérdida allí de unos 2.300 efectivos de distintas nacionalidades. Al mismo tiempo, en el Pentágono crece la alarma por las dificultades que plantea mantener ese frente abierto, cuando ellos consideran mucho más relevante contener la “expansión” china en Asia y el Pacífico. Los militares, al menos, son conscientes de que EE.UU. no puede sostener guerras al mismo tiempo en dos frentes tan disímiles y distantes.

La publicación del artículo de Seymour Hersh debe entenderse, entonces, como una operación mediática, para favorecer la búsqueda acelerada de una salida negociadora. Sólo que, como es sabido, quien va ganando no negocia. Rusia va a avanzar hasta donde considere necesario. Recién entonces estará dispuesta a reabrir las negociaciones que la OTAN clausuró en marzo pasado. El problema es que nadie en Occidente sabe dónde está ese punto.

Fuente: https://elmegafono.net/20159/

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