Agricultura familiar vs agricultura convencional

“El único beneficio para el pueblo que tiene la agricultura convencional es que paga retenciones y eso nos deja un ingreso”, dice Elonora Pedot, del Movimiento Nacional Campesino Indígena Vía Campesina, de Buenos Aires.

Los modelos de la agricultura campesina o indígena, a veces agroecológica, y de la agricultura clásica fueron el eje de la discusión en un nuevo episodio de “De Ida y Vuelta, debates del campo popular”, la producción sonora de FARCO.

Escuchar De ida y vuelta, debates del campo popular.

“Se mezclan los conceptos prácticos con un sesgo ideológico; se puede lograr una armonía, pero no se puede hacer a los ponchazos”, devuelve gentilezas Javier Rotondo, presidente de Confederaciones de Asociaciones Rurales de la Tercera Zona (CARTEZ) y representante en la Mesa de Enlace.

Los modelos de la agricultura campesina o indígena, a veces agroecológica, y de la agricultura clásica fueron el eje de la discusión en un nuevo episodio de “De Ida y Vuelta, debates del campo popular”, la producción sonora del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO).

También aportó su mirada Jorge “El Pope” Solari, del Instituto de Cultura Popular (INCUPO), que participa como corresponsal del informativo de FARCO: “El avance de la agricultura familiar es lento pero seguro”, sintetizó.

La agricultura se encuentra sometida a un proceso de cambio tecnológico permanente. El boom de la soja pone en juego grandes discusiones; para algunos, en términos de entender el “cluster” regional, y para otros en la búsqueda de un «modelo sustentable», complejo de alcanzar.

Argentina tiene una superficie cultivada suficiente para alimentar a mucho más que la que es su población de 46 millones de habitantes. Aproximadamente un 60% de la tierra cultivada (19 millones de hectáreas) está dedicada a la producción de soja, una gran parte de la cual se destina a la exportación. Sólo un 2% de esta soja se consume en el país: el resto se procesa y se exporta, principalmente a China.

“Todos los beneficios”

La Agricultura Familiar es un sector productivo estratégico de nuestro país para el abastecimiento de alimentos, el desarrollo de las economías regionales y el arraigo rural.

Eleonora Pedot dice que tiene “todos los beneficios” y enumera: “en principio, que cada pueblo decida qué come, y que no haya una imposición sobre el modelo de alimentarnos; pero además, la posibilidad de diversificar el suelo, lo que tiene como ventaja el cuidado del medio ambiente; la capacidad de comercializar en los mercados locales para una cercanía y un ida y vuelta con el consumidor; y un respeto por los tiempos de producción y los ciclos de la vida”.

Aclara: “Eso no quiere decir que no hay mejoramiento genético; hasta los pueblos originarios fueron modificando, por ejemplo, la papa que comemos hoy, pero es una selección de manera natural y amigable con la vida y la naturaleza. Todas son diferencias con el modelo agroexportador, que nada de esto cuida ni protege, porque es un modelo explotador, no de convivencia”.

-¿Y cuáles son las debilidades y conflictos que enfrenta la agricultura familiar?

–Muchas. Vivimos en un país con un diseño para la producción agroexportadora. Nunca fue un desarrollo pensado para el pequeño productor, el campesinado o los pueblos originarios. El gasto por producción es mucho: no hay caminos, ni vehículos, ni mercados cerca, no hay producción de semillas nativas y criollas. El otro gran problema es el acceso al alimento y el forraje de animales de granja: tiene precio de dólar y encarece muchísimo los costos.

Pedot admite que no está medida la cantidad de personas o de unidades productivas dedicadas a la agroecología. Es dispar según las geografías y las políticas públicas de cada región.

Sobre la cuestión de fondo, apunta que “hay que pensar en términos de modelos, y a muchos años. Es posible que convivan las agriculturas si hay políticas reales con un cuidado al pequeño productor, a la producción campesina y a las comunidades originarias. Hay que ir reconvirtiendo los alimentos para que sean de producción agroecológica. Porque nosotros en su gran mayoría tenemos producciones pequeñas, pero para producir en función de las exigencias del mercado y las condiciones económicas, se lleva a la agricultura convencional, que por ejemplo es colocar pesticidas para una mayor producción en menos tiempo, a contramano de lo que propone la agroecología”.

-¿Cuánto hay de mito y cuánto de certeza en que la agroecología no genera trabajo, reniega de la tecnología y no está capacitada para alimentar al pueblo?

–Es un mito enorme. La mayoría de los pueblos en América Latina se alimentan en base a la producción de campesinado y el pequeño productor. Argentina no ha tenido una política que promueva la agricultura familiar.

-¿Hay algún beneficio que tenga el modelo del agronegocio?

–Las retenciones. Ese es el beneficio para nosotros como pueblo, es el ingreso que nos deja el modelo agroexportador que nos maneja desde hace 200 años.

“El alimento es un derecho, y también una mercancía”

Javier Rotondo, además de productor, es veterinario y reniega de que Argentina “nunca tuvo una política estable” para el sector, “que siempre fue pensado como una caja y no desde el desarrollo, y por lo tanto con políticas únicamente coyunturales”.

Abre el paraguas: “creo en un Estado ni ausente ni presente, me paro en el medio porque estoy en contra de un Estado que sea un papá omnipotente que le pone techo al desarrollo humano, pero tampoco soy adepto al mercado libre absoluto”.

Rotondo intenta difuminar la grieta entre agricultura familiar y convencional: “Se puede compatibilizar, pero los mismos actores que plantean que lo único positivo de la agricultura convencional es el pago de tributos distorsivos con las retenciones, que además es lo menor federal que existe. No soy un enemigo, ellos se plantean desde la antinomia. La agricultura orgánica es una alternativa para una sinergia productiva y una complementación. Por ejemplo: hay modelos exitosos que tienen una gran dificultad como es la escala”.

Insiste: “Se puede lograr una armonía, pero no se puede hacer a los ponchazos. Hay conceptos que se mezclan y no son antagónicos”.

También dice que en el sector de la agricultura convencional, desde lo ambiental, “hay una autocrítica, se ha investigado y se evoluciona hacia modelos más amigables. El famoso agronegocio, que parece ser una palabra condenatoria, tiene en Brasil un ejemplo de una evolución hacia una integración de modelos. Nuestro modelo tiene fallas, claro, pero la coyuntura del país hizo una realidad del corto plazo y el sálvese quien pueda”.

Sobre el rol del sector, dice: “Tenemos el gran desafío de producir insumos alimenticios. Hubo un cambio en el mundo tras la caída del Muro de Berlín y la demanda de alimentos se multiplicó muchísimo. Argentina entró en ese paquete por una cuestión geográfica. Ha habido un beneficio desde la conservación del suelo, con la reducción de combustibles fósiles, en eso se evolucionó”.

Rotondo lamenta que “no se ha podido diversificar la fuente de ingresos y el desarrollo económico y hoy 7 de cada 10 dólares que ingresan al país provienen de la cadena agroindustrial. Somos la fuente más importante del ingreso de divisas del país, aunque a lo mejor nos equivocamos cuando decimos que somos el motor de la Argentina; somos un motor más, tal vez los otros motores están un poco adormercidos y faltos de desarrollo”.

-¿Cómo llamás al tipo de producción que hacen, qué etiqueta le ponés?

–Yo provengo de una familia de medianos productores, soy tercera generación de productores mixtos, ganaderos y agricultura extensiva convencional. En los ’90 fuimos virando hacia el paquete tecnológico que impuso la siembra directa, los agroquímicos, los paquetes de insumo. Pero me encuadro dentro de la estructura clásico de la agricultura convencional.

-¿El alimento, desde tu lógica, es una mercancía o es un derecho?

–Ambas, no es un planteo dicotómico; es una mercancía y es un derecho, Argentina es muy antinómica. Es una conjunción, no hay dudas de que debe ser un derecho y de que es una mercancía que puede generar divisas y que si hay políticas de desarrollo y de verdadero crecimiento se lleva adelante distribuyendo y con un horizonte previsible el derecho a la alimentación se hace más fácil.


Fuente: https://agencia.farco.org.ar/de-ida-y-vuelta-debates-del-campo-popular/agricultura-familiar-vs-agricultura-convencional-un-debate-de-ida-y-vuelta/

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