El economista e investigador Claudio Katz considera que “el aluvión de Milei ha creado un escenario más contradictorio para el establishment. Por un lado, los poderosos celebran el aumento de los legisladores que conseguirían, para introducir la agenda que tienen en carpeta. Por otra parte, el rumbo actual conduce a riesgosos choques, que preferían eludir con el gobierno de ajuste consensuado que propiciaba el virrey Stanley”.
Esta nota fue realizada por la revista Jacobin. Se reproduce en Indymedia a instancias del compañero Claudio Katz.
¿Cómo se explica lo ocurrido con Milei?
Canalizó con mensajes ultraderechistas, el hartazgo y la frustración con el desastre que afronta el país. La misma tendencia se verifica en numerosos países, pero Milei es más impredecible. Fue fabricado por los medios de comunicación y llegó a la política sin ninguna trayectoria. No se asienta en un partido tradicional como Trump, ni en la base ideológico-social de Kast o el sostén evangélico-militar de Bolsonaro. Esa singularidad puede erosionarlo o catapultarlo. Aún no lo sabemos.
Tiene un discurso ultra reaccionario, pero capturó seguidores con poses y exabruptos. Muchos de sus propios votantes respondieron encuestas aprobando la educación pública y rechazando la privatización de Aerolíneas. Ha creado la ilusión de cobrar altos sueldos con la aventura de dolarización. Es un personaje potencialmente más frágil o más peligroso que sus pares de otras latitudes. Son interrogantes abiertos.
Ya circulan muchas explicaciones sobre lo que representa Milei…
Si. Es cierto. Algunas interpretaciones subrayan su anclaje en grandes cambios de la subjetividad, la comunicación o la conducta juvenil. Son consideraciones interesantes, si no olvidamos que principalmente emerge por el monumental deterioro del nivel de vida. El gobierno es el responsable porque consolidó la caída de los salarios, la precarización laboral y la expansión de desigualdad. Milei canaliza el malestar generado por esa degradación.
¿Y qué sucede con la derecha tradicional?
El triunfo de Bullrich confirma la derechización de su coalición. Sustituyó las falsas promesas de felicidad que hacia Macri por una épica del ajuste. El fracaso de Larreta demuestra que la centroderecha corriente ha perdido gravitación. Es la misma erosión que sufrió el partido de FH Cardoso en el clima introducido por Bolsonaro.
El aluvión de Milei ha creado un escenario más contradictorio para el establishment. Por un lado, los poderosos celebran el aumento de los legisladores que conseguirían, para introducir la agenda que tienen en carpeta. Por otra parte, el rumbo actual conduce a riesgosos choques, que preferían eludir con el gobierno de ajuste consensuado que propiciaba el virrey Stanley. También están incómodos con la disputa entre Bullrich y Milei por la misma clientela conservadora.
¿Qué ha pasado con el peronismo?
Sufrió un mayor desplome a lo esperado, quedó tercero, en el piso más bajo de su historia y resignó hasta la simbólica gobernación de Santa Cruz. Se abren dos posibilidades para los próximos meses. Si Massa continúa con el ajuste redoblado que exige el FMI, cavará su propia fosa como candidato del oficialismo. Ya comenzó esa sepultura con la devaluación que prometió soslayar y terminó aceptando. Convalidó el chantaje de Washington, para obtener el crédito que el Fondo utiliza para pagarse a sí mismo. Argentina está sometida a un calvario sin fin por haber legitimado el fraude de la deuda.
La imagen de Massa como negociador astuto tiende a desvanecerse, con una inflación que se dispara y que en agosto cruzaría el umbral de los dos dígitos. El gobierno perdió autoridad para negociar con las empresas algún freno a la remarcación, mientras la cotización del dólar no tiene techo. Entre la espada y la pared, Massa recurre al denominado ¨ajuste sin plan¨. Devalúa sin reservas, mientras improvisa medidas que agravan la crisis económica y la consiguiente parálisis del gobierno.
¿Un deterioro semejante puede conducir al escenario de salida precipitada que afrontó Alfonsín?
Asistimos a una doble tensión. Hay sectores que han promovido una debacle de este tipo. Pero al mismo tiempo, gran parte del poder económico quieren resguardar los grandes negocios con el gas, el litio y los alimentos que avizoran para los próximos años. Por eso promovían el ajuste previsible de Larreta y Massa.
Esta contradicción ha aflorado después de las PASO. La derechización electoral que debería alegrar a los capitalistas generó el efecto opuesto de un gran derrumbe de los bonos. Hay un clima de extrema tensión y si en las próximas semanas se extiende el rebrote superinflacionario, el desenlace de octubre será más incierto.
¿El oficialismo puede repuntar antes de octubre?
Dependerá ante todo de la capacidad que mantenga para contener el descarrilamiento de la economía. Es la condición para intentar una reacción que dé vuelta los resultados de las PASO. Necesitaría recuperar a los votantes que se ausentaron y captar el voto que teme a Milei o Bullrich. Además, debería irrumpir una resistencia defensiva al peligro reaccionario que se avecina. Esa reacción se produjo hace poco en España, cuando la llegada de Vox fue contenida en las urnas.
La respetable elección de Kicillof ya introduce un freno a la oleada de Milei…
Sí, pero fue la única excepción significativa a la marea violeta. Indica que, a diferencia del 2015, un presidente derechista deberá pulsear con un bastión opositor en la provincia de Buenos Aires. También ese resultado retrata la paradójica adversidad que introdujo Milei, al tradicional proyecto conservador. No podrían repetir la gobernación de Vidal porque Píparo divide el frente derechista.
En cualquier caso, Argentina afronta una mutación inédita.
Me parece notar que hay dos lecturas de lo que está ocurriendo. En la primera de ellas se trataría de un vaivén político. Hubo una votación de tres tercios en las PASO, precedida de varias elecciones provinciales y se vio que muchos sufragantes modificaron sus preferencias a lo largo de esos comicios. Desde esa perspectiva, el voto por la ultraderecha fue tan sólo una advertencia que podría todavía atenuarse en octubre.
La segunda mirada sugiere que comenzó el fin del ciclo político de las últimas dos décadas, con el consiguiente agotamiento de sus dos protagonistas: el kirchnerismo y el macrismo. El declive del binomio de la grieta detonado por la ultraderecha inauguraría una profunda crisis, tanto en el peronismo como en sus tradicionales antagonistas.
Esta mirada estaría abonada con el súbito resurgimiento invertido del grito que inauguró el periodo actual. Milei ha reconvertido la consigna “que se vayan todos”, en una furiosa impugnación de la “casta”. Ha transformado el lema revulsivo y esperanzador del 2001 en una bandera totalmente regresiva.
¿Alcanza con el triunfo electoral de la derecha para imponer el ajuste que ambiciona el poder económico?
No; es tan sólo el primer paso. Comenzará una batalla que se dirimirá en la dinámica de las resistencias. El resultado sobrevendrá de la confrontación entre ajustadores y ajustados. La reacción popular contra los atropellos es una gran preocupación de la derecha. Discuten desde hace mucho tiempo cómo doblegar los piquetes, frenar las huelgas e impedir las movilizaciones. Están obsesionados por la tradicional capacidad de resistencia de nuestro pueblo.
Argentina cuenta con el principal movimiento de trabajadores del continente y con la sindicalización más alta. Se ha creado el mayor agrupamiento organizado de desocupados y la fuerza democrática del país ha mantenido a los genocidas en prisión. La derecha deberá lidiar con esa resistencia social. Esta vez van por todo e intentarán liquidar los convenios colectivos, las indemnizaciones, con indultos a los militares y anulación del aborto. Ya ensayaron en Jujuy la criminalización de la protesta.
Es evidente que bajo el gobierno de Fernández predominó una reacción popular muy inferior a la usual. Pero a diferencia de Brasil, los derechistas no llegarían aquí al gobierno en un estado de reflujo o desarticulación popular. Además, por ahora Milei y Bullrich tienen un gran sostén electoral, pero no callejero. No están acompañados por los cacerolazos de la pandemia o por las marchas de la era Nisman.
¿Cómo ves la situación en la izquierda?
El FIT obtuvo un porcentaje muy semejante a los últimos comicios del mismo tipo. Su guarismo fue bajo, pero quedó entre las cinco listas en carrera para octubre. Otros agrupamientos no pasaron el filtro. Con una base minoritaria, pero sólida resistieron el adverso vendaval electoral. Afrontan la dificultad objetiva que genera la canalización del voto-bronca por la ultraderecha. Además, el descontento dentro del peronismo fue contenido por la lista alternativa a Massa y la inoportuna interna dentro del FIT resultó incomprensible para sus propios seguidores.
¿Qué opinas de las opciones inmediatas para la militancia?
Para el espacio del peronismo crítico, la izquierda y los progresistas hay varios problemas en juego. El primero es la definición de la concurrencia a las urnas. Algunas corrientes propician el voto en blanco, sin considerar el significado cambiante de esa opción. Mientras que en el 2001 formaba parte de la rebeldía popular, ahora expresa la apatía y la despolitización. Es una respuesta pasiva al ajuste que no prepara la resistencia. Al contrario, refuerza la desesperanza y favorece el tramposo mensaje de que “los políticos son todos iguales”.
El segundo tema son los diputados en juego. Yo pienso que una ampliación del número de legisladores de la izquierda sería muy positiva. Como se viene el ajuste y habrá que resistirlo, ese sostén legislativo sería muy provechoso. No se puede decir lo mismo de la lista que ofrece el peronismo, con incontables figuras conservadores y dudoso comportamiento frente a la movilización social. Los problemas estratégicos del FIT seguirán pendientes, pero tendrá más fuerza el soporte para la dura lucha que se avecina.
Finalmente, la campaña para votar a Massa cumpliendo con el compromiso que adoptó Grabois al presentar su propia lista, es un sapo de difícil digestión. Al día siguiente de presentarle a su candidato una propuesta para cancelar el acuerdo con el FMI, el ministro devaluó a pedido del Fondo. Grabois tendrá que decidir si silencia o denuncia semejante tropelía.
La forma de contener a la derecha en el plano electoral es un debate abierto con muchos matices, especialmente frente a un ballotage. Pero la necesidad de diputados de la izquierda es una contundente prioridad.
Claudio Katz es economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA y miembro de Economistas de Izquierda (EDI).