La atención mundial acaba de desplazarse de Ucrania a Palestina. Este nuevo escenario de confrontación encenderá aún más la competencia entre los bloques atlantista y euroasiático. Estas luchas son cada vez más de suma cero; como en Ucrania, sólo un polo puede salir fortalecido y victorioso.
La Operación Al-Aqsa de Hamás fue meticulosamente planificada. La fecha de lanzamiento estuvo condicionada por dos factores desencadenantes.
El primero fue el alarde del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con su mapa del “Nuevo Medio Oriente” en la Asamblea General de la ONU en septiembre, en el que borró por completo a Palestina y se burló de todas y cada una de las resoluciones de la ONU sobre el tema.
En segundo lugar están las provocaciones en serie contra la sagrada mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, incluida la gota que colmó el vaso: dos días antes de la Operación Diluvio de Al-Aqsa, el 5 de octubre, al menos 800 colonos israelíes lanzaron un asalto alrededor de la mezquita, golpeando a los peregrinos, destruyendo tiendas palestinas, todo ello bajo la observación de las fuerzas de seguridad israelíes.
Todo el mundo con un cerebro funcional sabe que Al-Aqsa es una línea roja definitiva, no sólo para los palestinos, sino para todo el mundo árabe y musulmán.
Todavía peor. Los israelíes han invocado ahora la retórica de un “Pearl Harbor”. Esto no puede ser más amenazador. El Pearl Harbor original fue la excusa estadounidense para entrar en una guerra mundial y bombardear Japón con armas nucleares, y este “Pearl Harbor” puede ser la justificación de Tel Aviv para lanzar un genocidio en Gaza.
Todo el mundo con un cerebro funcional sabe que Al-Aqsa es una línea roja definitiva, no sólo para los palestinos, sino para todo el mundo árabe y musulmán.
Y lo que es peor. Los israelíes han invocado ahora la retórica de un “Pearl Harbor”. Esto no puede ser más amenazador. El Pearl Harbor original fue la excusa estadounidense para entrar en una guerra mundial y bombardear Japón con armas nucleares, y este “Pearl Harbor” puede ser la justificación de Tel Aviv para lanzar un genocidio en Gaza.
Los sectores de Occidente que aplauden la próxima limpieza étnica -incluidos los sionistas que se hacen pasar por “analistas” que dicen en voz alta que los “traslados de población” que comenzaron en 1948 “deben completarse”- creen que con armamento masivo y cobertura mediática masiva pueden dar la vuelta a la situación en poco tiempo, aniquilar la resistencia palestina y dejar debilitados a aliados de Hamás como Hezbolá e Irán.
Su proyecto ucraniano ha fracasado, dejando no sólo huevos en las caras de los poderosos, sino economías europeas enteras en la ruina. Pero cuando una puerta se cierra, otra se abre: saltar de la aliada Ucrania a la aliada Israel, y poner la mira en el adversario Irán en vez de en el adversario Rusia.
Hay otras buenas razones para ir a por todas. Una Asia Occidental en paz significa la reconstrucción de Siria -en la que China está ahora oficialmente implicada-; la reconstrucción activa de Irak y Líbano; Irán y Arabia Saudí como parte de los BRICS 11; la asociación estratégica Rusia-China plenamente respetada e interactuando con todos los actores regionales, incluidos los aliados clave de Estados Unidos en el Golfo Pérsico.
Incompetencia. Estrategia deliberada. O ambas cosas.
Eso nos lleva al coste de lanzar esta nueva “guerra contra el terror”. La propaganda está en pleno apogeo. Para Netanyahu en Tel Aviv, Hamás es ISIS. Para Volodymyr Zelensky en Kiev, Hamás es Rusia. Durante un fin de semana de octubre, los principales medios de comunicación occidentales olvidaron por completo la guerra en Ucrania. La Puerta de Brandemburgo, la Torre Eiffel, el Senado brasileño son ahora israelíes.
La inteligencia egipcia afirma que advirtió a Tel Aviv de un ataque inminente de Hamás. Los israelíes optaron por ignorarlo, como hicieron con los ejercicios de entrenamiento de Hamás que observaron las semanas anteriores, satisfechos en su conocimiento superior de que los palestinos jamás tendrían la osadía de lanzar una operación de liberación.
Pase lo que pase en el futuro, el Diluvio de Al-Aqsa ya ha hecho añicos, irremediablemente, la pesada mitología popular en torno a la invencibilidad de Tsahal, el Mossad, el Shin Bet, el tanque Merkava, la Cúpula de Hierro y las Fuerzas de Defensa de Israel.
Incluso al deshacerse de las comunicaciones electrónicas, Hamás se benefició del evidente colapso de los multimillonarios sistemas electrónicos israelíes que controlan la frontera más vigilada del planeta.
Los baratos drones palestinos alcanzaron múltiples torres de sensores, facilitaron el avance de una infantería en parapente y despejaron el camino para que equipos de asalto en remeras y con fusiles AK-47 abrieran grietas en el muro y cruzaran una frontera a la que no se atrevían ni los gatos callejeros.
Israel, inevitablemente, pasó a golpear la Franja de Gaza, una jaula cercada de 365 kilómetros cuadrados repleta de 2,3 millones de personas. Comenzó el bombardeo indiscriminado de campos de refugiados, escuelas, edificios de departamentos civiles, mezquitas y villas miseria. Los palestinos no tienen marina, ni fuerza aérea, ni unidades de artillería, ni vehículos blindados de combate, ni ejército profesional. Tienen poco o ningún acceso de vigilancia de alta tecnología, mientras que Israel puede invocar los flujos de datos de la OTAN si lo desea.
El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, proclamó “un asedio total a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado.Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia”.
Los israelíes pueden dedicarse alegremente al castigo colectivo porque, con tres vetos garantizados del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el bolsillo, saben que pueden salirse con la suya.
No importa que Haaretz, el periódico más respetado de Israel, reconozca sin rodeos que “en realidad, el gobierno israelí es el único responsable de lo ocurrido (el Diluvio de Al-Aqsa) por negar los derechos de los palestinos”.
Eso sí, los israelíes son coherentes. Ya en 2007, el entonces jefe de la Inteligencia de Defensa israelí, Amos Yadlin, dijo: “Israel estaría contento si Hamás se hiciera con el control de Gaza porque entonces las FDI podrían tratar con Gaza como un Estado hostil”.
Israeli Defense Intelligence Chief Amos Yadlin in 2007: “Israel would be happy if Hamas took over Gaza because IDF could then deal with Gaza as a hostile state”, going on to downplay significance of Iran in Gaza “as long as they don't have a port."https://t.co/GHUHAkhsiC pic.twitter.com/tyKclkNPDs
— WikiLeaks (@wikileaks) October 9, 2023
Ucrania canaliza armas a los palestinos
Hace sólo un año, el comediante de buzo transpirado de Kiev hablaba de convertir Ucrania en un “gran Israel”, y fue debidamente aplaudido por un puñado de bots del Consejo Atlántico.
Pues bien, las cosas resultaron muy distintas. Como me acaba de informar una fuente de la vieja escuela del Estado Profundo:
“Las armas de marca ucraniana están acabando en manos de los palestinos. La cuestión es qué país está pagando por ello. Irán acaba de llegar a un acuerdo con Estados Unidos por seis mil millones de dólares y es poco probable que Irán lo ponga en peligro. Tengo una fuente que me dio el nombre del país, pero no puedo revelarlo. El hecho es que las armas ucranianas están llegando a la Franja de Gaza y están siendo pagadas, pero no por Irán”.
Tras su asombrosa incursión del pasado fin de semana, un astuto Hamás ya se ha asegurado más influencia negociadora que la que los palestinos han ejercido en décadas. Resulta significativo que, aunque las conversaciones de paz cuentan con el apoyo de China, Rusia, Turquía, Arabia Saudí y Egipto, Tel Aviv se niegue. Netanyahu está obsesionado con arrasar Gaza, pero si eso ocurre, una guerra regional más amplia es casi inevitable.
El Hezbolá libanés -un firme aliado de la resistencia palestina en el Eje de Resistencia- preferiría no verse arrastrado a una guerra que puede ser devastadora en su lado de la frontera, pero eso podría cambiar si Israel perpetra un genocidio de facto en Gaza.
Hezbolá posee al menos 100.000 misiles balísticos y cohetes, desde Katyusha (alcance: 40 km) hasta Fajr-5 (75 km), Khaibar-1 (100 km), Zelzal 2 (210 km), Fateh-110 (300 km) y Scud B-C (500 km). Tel Aviv sabe lo que eso significa y se estremece ante las frecuentes advertencias del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, de que su próxima guerra con Israel se desarrollará dentro de ese país.
Lo que nos lleva a Irán.
Negación geopolítica plausible
La principal consecuencia inmediata del Diluvio de Al-Aqsa es que el sueño húmedo neoconservador de Washington de “normalización” entre Israel y el mundo árabe simplemente se desvanecerá si esto se convierte en una guerra larga.
De hecho, amplios sectores del mundo árabe ya están normalizando sus lazos con Teherán, y no sólo dentro de los 11 BRICS recientemente ampliados.
En el impulso hacia un mundo multipolar, representado por el BRICS 11, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la Unión Económica Euroasiática (UEE) y la china Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative – BRI), entre otras innovadoras instituciones euroasiáticas y del Sur Global, simplemente no hay lugar para un Estado de apartheid etnocéntrico aficionado al castigo colectivo.
Este mismo año, Israel se encontró desinvitado de la cumbre de la Unión Africana. Una delegación israelí se presentó de todos modos y fue expulsada sin contemplaciones de la gran sala, una imagen que se hizo viral. En las sesiones plenarias de la ONU del mes pasado, un solitario diplomático israelí intentó interrumpir el discurso del presidente iraní Ibrahim Raisi. Ningún aliado occidental estuvo a su lado, y él también fue expulsado del recinto. Como dijo diplomáticamente el presidente chino, Xi Jinping, en diciembre de 2022, Pekín “apoya firmemente el establecimiento de un Estado independiente de Palestina que goce de plena soberanía sobre la base de las fronteras de 1967 y con Jerusalén Este como capital. China apoya que Palestina se convierta en miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas.”
La estrategia de Teherán es mucho más ambiciosa: ofrecer asesoramiento estratégico a los movimientos de resistencia de Asia Occidental, desde el Levante hasta el Golfo Pérsico: Hezbolá, Ansarallah, Hashd al-Shaabi, Kataib Hezbolá, Hamás, la Yihad Islámica Palestina e innumerables otros. Es como si todos ellos formaran parte de un nuevo Gran Tablero de Ajedrez supervisado de facto por el Gran Maestro Irán.
Las piezas del tablero fueron cuidadosamente colocadas nada menos que por el difunto comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, el general Qassem Soleimani, un genio militar único en la vida. Él fue decisivo en crear los cimientos para los éxitos acumulados de los aliados iraníes en Líbano, Siria, Irak, Yemen y Palestina, así como en la creación de las condiciones para una operación compleja como la Inundación de Al-Aqsa.
En el resto de la región, el impulso atlantista de abrir corredores estratégicos a través de los Cinco Mares -el Caspio, el Mar Negro, el Mar Rojo, el Golfo Pérsico y el Mediterráneo Oriental- está fracasando estrepitosamente.
Rusia e Irán ya están aplastando los designios estadounidenses en el Caspio -a través del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC)- y en el Mar Negro, que va camino de convertirse en un lago ruso. Teherán está prestando mucha atención a la estrategia de Moscú en Ucrania, incluso mientras refina su propia estrategia sobre cómo debilitar al Hegemón sin implicación directa: llámalo negación geopolítica plausible.
Adiós al corredor UE-Israel-Saudí-India
La alianza Rusia-China-Irán ha sido demonizada como el nuevo “eje del mal” por los neoconservadores occidentales. Esa rabia infantil traiciona una impotencia cósmica. Se trata de verdaderos soberanos con los que no se puede jugar y, si se hace, el precio a pagar es impensable.
Un ejemplo clave: si Irán, atacado por un eje estadounidense-israelí, decidiera bloquear el Estrecho de Ormuz, la crisis energética mundial se dispararía, y el colapso de la economía occidental bajo el peso de cuatrillones de derivados sería inevitable.
Lo que esto significa, en un futuro inmediato, es que el sueño americano de interferir a través de los Cinco Mares ni siquiera puede calificarse de espejismo. El Diluvio de Al-Aqsa también acaba de enterrar el corredor de transporte UE-Israel-Arabia Saudí-India, recientemente anunciado y tan publicitado.
China es muy consciente de toda esta incandescencia que tiene lugar sólo una semana antes de su III Foro de la Franja y la Ruta en Pekín. Están en juego los corredores de conectividad del BRI que importan: a través del “corazón continental”, a través de Rusia, además de la Ruta de la Seda Marítima y la Ruta de la Seda Ártica.
También está el INSTC, que une Rusia, Irán e India y, por extensión, las monarquías del Golfo.
Las repercusiones geopolíticas del Diluvio de Al-Aqsa acelerarán los vínculos geoeconómicos y logísticos interconectados de Rusia, China e Irán, eludiendo al Hegemón y su Imperio de Bases. El aumento del comercio y el movimiento ininterrumpido de mercancías son (buenos) negocios. En igualdad de condiciones, con respeto mutuo: no es exactamente el escenario del Partido de la Guerra para una Asia Occidental desestabilizada.
Oh, las cosas que puede acelerar una infantería en parapente sobrevolando un muro.
Pepe Escobar es un analista geopolítico, periodista y escritor.
Traducción por Indymedia Argentina.
Fuente: https://new.thecradle.co/articles/the-geopolitics-of-al-aqsa-flood