“Soy el rey, soy el rey”

Javier Milei tuvo su instalación de la República de Weimar en el cierre de su campaña con la imagen en tres dimensiones de un león y música al taco al mejor estilo de fiesta del averno y consignas que fagocitan el odio y la quita de derechos a los 47 millones de argentinos.

 

Se trata de un sujeto que no fue capaz de explicar su plan de gobierno aunque dejó muy claro que echará a todos los trabajadores del Ferrocarril como hizo Menem en los 90, cuando unos 80 mil ferroviarios quedaron desamparados y compraron taxis, pollerías y remises para morir fundidos, con cientos de pueblos fantasmas y destrucción de la matriz productiva con valor agregado.

Milei comenzó siendo un engendro mediático construído desde los medios de comunicación hegemónicos y de los otros, propuesto por las corporaciones empresarias que viven del Estado.

Milei representa los intereses de la casta de los fondos buitres y la fuga de divisas a guaridas fiscales. Su revolución se parece peligrosamente a los actos nazis en la Argentina de los años 30 (ver foto).

Entre el público que estuvo en su despedida de la nada figuraron muchos jóvenes estudiantes y no pocos migrantes venezolanos súper explotados por plataformas de envíos a domicilio que llegaron a la Argentina para trabajar y ahorrar dinero. Hay que decirles que serán los primeros expulsados por el sujeto alienado de campera negra de cuero y voz ronca que gritó desde el escenario “soy el rey, soy el rey”.

La dolarización de Milei cierra con un corralito bancario del estilo 2001 y el robo de los ahorros de los argentinos, además de la toma por asalto de nuestra soberanía sin Banco Central, sin moneda nacional, ni derechos para atenderse en los hospitales y estudiar en la Universidad pública y gratuita.

Milei propone un país que no existe en el planeta Tierra y su narrativa se apropió de varios significantes. El principal “la libertad”. Su concepto de libertad remite a la venta de armas, órganos y personas, y a la muerte como normativa darwinista de supresión de los otros sin ningún sentido humano y colectivo.

“Probablemente hayamos pasado el desierto de los 40 años para pasar a la libertad”, gritó el engendro delirante, negando los 40 años de democracia y los símbolos del pacto de 1983 con el Juicio a las Juntas de 1985.

Por eso, su candidata a vicepresidente, Victoria Villarruel se manifiesta amiga de torturadores, ladrones de 400 bebés y genocidas de la última dictadura cívico militar. Niegan los 30 mil detenidos desaparecidos y promueven el fin de la memoria.

Al igual que su padrino Mauricio Macri, Milei coronó su acto neonazi con globos y consignas amenazantes. La ultraderecha nativa resulta peor que la Europea porque mezcla próceres con dictadores sangrientos y abre el debate sobre la generación del 80, que tuvo a Roca y su matanza de pueblos originarios en la Patagonia y Chaco como mayor exponente del exterminio en nombre de la civilización.

El ataque feroz contra el Papa Francisco, China, y Brasil expone la locura manifiesta del engendro de la LLA y su referente Benegas Lynch. Se trata de sujetos fuera de lo real que viven enamorados de perros, hermanas, actrices pagas para hacer de novias y todo en el marco de un film salido de la mente de Stephen King.

“La fuerza mundial” a la que se refirió Milei anoche se llama pulsión de muerte y está a la vista en la Franja de Gaza y en Israel, pasando por Ucrania y Rusia. Milei emerge en un mundo que se descompone desde sus cimientos bajo miles de víctimas inocentes con el Ejército israelí matando niños y niñas en un hospital de Gaza en el territorio palestino ocupado por la falange de Medio Oriente y su lógica criminal.

Los neonazis están entre nosotros. Son los mismos que quisieron matar a balazos a CFK hace poco más de un año. Emergieron con la pandemia mientras el Estado les salvó la vida con vacunas y salud gratuita.

El domingo está en juego la vida no una elección.

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