Nora Cortiñas observando a los abogados de los asesinos de Daniel Solano durante una de las audiencias judiciales. Fiske Menuko, Río Negro.
Argentina
Dejar a la vista de todos los rastros de los asesinos
periodismodemaramar
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Junio 3 del 2924
Sobre los nuevos “pactos sociales” que se intentan imponer en la Argentina: entre el legado de la generación que custodió con ternura los derechos humanos y el extremo contrario que alienta políticas excluyentes para presenciar la muerte por inanición de la población.
Escribe Gustavo Figueroa
No hay que perder de vista que Nora (como Gualberto Solano) se fue sin poder velar a su hijo (Gustavo), sin poder tener un lugar donde ir a dejar una flor, cerrar el ciclo de la vida, despidiendo a los muertos, con los agasajos espirituales y simbólicos necesarios para seguir habitando el mundo con dignidad.
Hay que tener bien presente que el enemigo en este sentido ganó, porque si no reconocemos ésto (y lo negamos) nunca vamos a poder deconstruir el gen genocida y racista que habita en la Argentina (y que no sólo es reconocible en las acciones obscenas e impunes de figuras extremas como Rafael Videla y Javier Milei). Impidiendo que se problematice por qué siguen llegando al poder -y a los máximos eslabones de representación social y política- personas como Victoria Villarruel.
Hay que asumir que el enemigo ocupa lugares de poder, y que está más vivo y activo que nunca. Un enemigo que está dispuesto a matar si es necesario y no entregar los cuerpos (como lo intentó hacer con Santiago Maldonado y Facundo Astudillo Castro; como si lo hizo con Sergio Ávalos y Daniel Solano). Y estos reconocimientos no significan posicionarse en un lugar de sumisión, resignación o pasividad. Sino más bien se trata de mirar al opresor en toda su extensión y dimensión. Entender su génesis. ¡No subestimarlo! Por ninguna razón, tratarlo comunicacionalmente como se lo está presentando, en la actualidad, a Javier Milei, comparándolo con una persona de pocas luces y/o desequilibrada. Fue justamente ese desprecio lo que construyó está bestia. ¿Por qué lo seguimos alimentando? ¿Qué suponemos que va a pasar tratándolo como lo trataron los padres, los vecinos y los compañeros de escuela? Fueron justamente estos tratos de condescendencia los que posibilitaron que, primero, asuma como mandatario para después, en segundo lugar, se reúna con personas como Elon Musk y la generala estadounidense Laura Richardson.
Hay una parte de la población que se burla de Milei como si se tratará de un niño retraído del grado al que todos hacen bullying, obviando el odio enconado que esté procesa (y ya proceso) en silencio, invirtiendo un tiempo sustancial en llenar su mochila con municiones y armas. Literal.
Javier Milei es uno de los mandatarios, al igual que sus pares presidenciales Jair Bolsonaro y Donald Trump, que exigen la libre portación legal de armas, el uso de taser y la libertad de acción de las fuerzas de seguridad dentro de procedimientos policiales para repeler posibles y/o supuestos ataques de delincuentes (gatillo fácil).
Se mata por licuación a un jubilado que no puede comprar sus medicamentos y pagar su alquiler, como se mata por la espalda al menor de piel oscura que corre desarmado, como se asesina a un activista que defiende un territorio ceremonial.
El cambio de paradigma radica en intentar justificar jurídica y comunicacionalmente esos asesinatos, volverlo práctica cultural, institucionarlo: muere por ser una persona improductiva (no se esforzó lo suficiente), muere por delincuente y muere por terrorista, respectivamente.
¿Acaso no fue lo que ocurrió con Santiago Maldonado y Facundo Astudillo Castro? ¿Cuántas huellas dejaron a la vista los asesinos? ¿Cómo se los mira puertas adentro de la institución policial? ¿Son trofeos de guerra? ¿Signos de disciplinamiento social?
¿Puede existir en el mundo algo más peligroso que la representación de un líder que propone la libre portación de armas para su población y se reúne, para el mismo proyecto, con líderes como Elon Musk y Laura Richardson -ambos interesados en la geopolítica extractiva y el lugar privilegiado que posee la Argentina al respecto-?
¿Por qué seguimos minimizando nuestra responsabilidad en este cuadro de situación? ¿Por qué creemos que la elaboración, construcción y ascenso de estos “fenómenos sociales” no son nuestra responsabilidad también? ¿Cuánto tiempo tuvo Javier Milei para constituirse como el fenómeno añejo que es? ¿Por qué nos mostramos tan inocentes ante seres tan despiadados? ¿Por qué seguimos tratando de outsider a Javier Milei, como si después de él, el problema del fascismo y el racismo en la Argentina desapareciera? ¿Por qué analizamos este contexto político como un hecho atípico, cuando sabemos que dentro de tres años (o menos) vamos a ceder nuestra voluntad (nuevamente) a hombres como Daniel Scioli o Axel Kicillof aduciendo que del otro lado está Patricia Bullrich y Victoria Villarruel y que es lo mejor para el país, alimentando (una vez más) un círculo vicioso que parece nunca superarse?
No hay que olvidar que en los casos de desaparición forzada en democracia el enemigo se muestra amistoso, sensible y empático discursivamente, cuando en realidad, más tarde, en el anonimato de la privacidad seduce con las dádivas más opulentas al verdugo sediento de poder
No hay que olvidar que Sergio Massa y Javier Milei eran compañeros, trabajaban en la misma empresa y tenían los mismos objetivos de “desarrollo” (aún los siguen teniendo).
O como vimos con Victoria Tolosa Paz que no dudó ni un segundo en salir a respaldar a la policía bonaerense que desapareció a Facundo Castro -que sin duda fue una persona que intentó ser desaparecida luego de ser asesinada-. Tolosa Paz que en la actualidad hace campaña bajo los principios de inclusión, diversidad y derechos humanos.
El enemigo goza de mucho cinismo, pero no es ni puede analizarse como si fuera un personaje de ficción.
Hay que dejar de idealizar al enemigo (intentando reducirlo a un duende o un personaje de ficción como el Joker). Milei es real y ejecuta acciones reales que producen consecuencias gravísimas. Es necesario tratarlo como verdaderamente se merece: con severidad e intransigencia.
Seamos justos, pero severos con nuestros enemigos. Respondamos con acciones consecuentes con el nivel de violencia que nos propone. No deleguemos está facultad emancipatoria a nuevos verdugos disfrazados de conciliadores, dialoguistas y “progres”.
Porque el botín sigue siendo el mismo y las víctimas las seguimos poniendo nosotros: Cristina Linkopan, Lucinda Quitupuray, Santiago Maldonado, Elías Garay Iem, Rafael Nahuel Iem.
Mientras Vaca Muerta sigue temblando (el último sismo se registró en Añelo el 22 de mayo de 2024, con una magnitud de 2,6 ml en la escala de Richter) y la Patagonia se convierte en un solo manto de pinos, el hostigamiento judicial a las comunidades mapuche se exacerba, anunciando nuevas desapariciones, nuevos “sacrificios” humanos, el asesinato en vivo y premeditado de las “fallas del sistema”.
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