En el aniversario del hecho fundacional del peronismo, una multitud marchó a donde cumple domiciliaria la presa política, presidenta del Partido Justicialista y ex presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner.

Una gran movilización con tres columnas provenientes de distintos puntos del conurbano, desembarcadas en cada una de las tres estaciones de tren -Constitución, Once y Retiro- confluyeron en la nueva capital del peronismo, San José 1111, reclamando la libertad de Cristina Fernández de Kirchner.
Fotos: Nicolas Solo ((i))
La concentración, multitudinaria aunque no tanto como podía esperarse, esperó y escuchó con atención el mensaje de la ex presidenta, cuya transcripción compartimos completa al final de esta nota.
Allí, Cristina recordó el 17 de Octubre de 1945 con especial énfasis en el intervencionismo estadounidense, ejemplificado en el enfrentamiento Braden o Perón, y los paralelos con el presente donde el gobierno de Javier Milei se arrodilla ante Donald Trump y Scott Bessent.
Las y los argentinos “están en la misma disyuntiva” que en las elecciones de 1946, señaló.
Video: Indymedia Trabajadoras/es
Sin embargo, no fue hasta que terminó el mensaje y Cristina se asomó al balcón que desbordó el entusiasmo. Su primera acción tras abrir la ventana fue extender una bandera argentina desde su balcón hasta la multitud que la saludaba en la calle, tendiendo un puente simbólico entre su lugar de detención y la militancia.
Fotos: Indymedia Trabajadoras/es
80 años de peronismo
Prisiones y proscripciones marcaron desde su origen al movimiento peronista. Su fecha fundacional es ni más ni menos que una masiva movilización obrera y popular que desbordó a todas las dirigencias del momento -la CGT había convocado al 18- para reclamar una liberación, la del Coronel y Secretario de Trabajo y Previsión de la Nación Argentina Juan Domingo Perón, depuesto y encarcelado por haber establecido un vínculo con las organizaciones obreras que habilitó la conquista de derechos salariales, laborales y sociales. Esa alianza le devolvería la libertad y lo llevaría a la presidencia.
Y luego del golpe de 1955, mucho más. Con el exilio, los fusilamientos y la resistencia, en aquellas décadas fue “el hecho maldito del país burgués” como lo definió Cooke. Pero, en su dualidad de conciliación de clases, supo luego adaptarse a los mandatos de la lumpenburguesía local y en los años 90 de la mano de Carlos Saúl Menem, con privatizaciones, saqueo y entrega, de plebeyo sólo le parecía quedar su iconografía.
Ese proyecto de subordinación total estalló en 2001 con la rebelión popular y en una combinación de suerte, inteligencia y audacia, uno de los dirigentes más capaces del peronismo en muchos años, Néstor Kirchner, ofreció recomponer gobernabilidad y empezó a devolver derechos a las mayorías. Para generaciones enteras, su gobierno y los de Cristina fueron la primera experiencia de un peronismo que se parecía, un poco, a lo que les contaban sus abuelos.
Fue un regreso a las fuentes encorsetado en las nuevas coordenadas neoliberales en las que la dictadura genocida primero, y los gobiernos de Alfonsín y sobre todo Menem después, habían hundido al país. No se derogó la Ley de Entidades Financieras, no se desmontaron más que algunas privatizaciones, no se desconoció la fraudulenta deuda externa ni se encarceló a los criminales económicos como Domingo Cavallo o Federico Sturzenegger, se profundizó el extractivismo y el modelo agroexportador.
Así y todo, para la lumpenburguesía, fue demasiado, y les declararon la guerra.
Los resultados están a la vista.

Ochenta años después, una figura central del peronismo y de la vida política del país está presa e inhabilitada de por vida.
Al mismo tiempo, triunfa el proyecto político, económico y social de la lumpenburguesía. Tomó el control del Estado y lo mutila de forma grotesca, llevando a la paralízación de áreas enteras de la vida pública y nacional, con rutas destruidas, medicamentos contaminados, inundaciones evitables, contrabando rampante; destruye tanto el poder adquisitivo de la clase trabajadora como cientos de miles de puestos laborales; avanza en el saqueo del patrimonio público, los bienes comunes y la degradación absoluta de las instituciones de la República Argentina; y concreta la sumisión más humillante del país en un siglo ante la potencia declinante de Estados Unidos, repitiendo los mismos errores de la Década Infame y el pacto Roca-Runciman ante el entonces también languideciente Imperio británico.
El proyecto de la lumpenburguesía es el retorno a la Argentina del siglo XIX, más exactamente, al periodo que va desde la generación del 80 al centenario de 1910. Es un país sin las conquistas del primer radicalismo ni el primer peronismo, de obreros hacinados y hambreados, de fusilamientos de anarquistas y socialistas, de migrantes expulsados por su ideología. Es un país inviable, imposible, que requiere el literal sacrificio humano de millones de personas a la miseria más absoluta. Ese es el país que sueñan Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Alejandro Bulgheroni, Luis Alejandro Pagani, Eduardo Eurnekián, Roberto Urquía, Nicolás Caputo, Eduardo Elsztain… Es una pesadilla insostenible.
Pero el proyecto del peronismo llamémoslo clásico u original, de construir un país desarrollado y con movilidad social ascendente a partir de la conciliación de clases, es igual de imposible. Porque la burguesía argentina realmente existente es ésta, sobreideologizada y bruta, no tiene un proyecto de país remotamente soberano, no lo tuvo nunca y está en sí misma degradada, incluso comparada consigo misma un siglo antes.
El peronismo logra avanzar sólo cuando los ricos tienen miedo. Lo tuvieron en 1945, con el pueblo en las calles y la Unión Soviética triunfante en los campos de batalla de Europa, y lo tuvieron en 2001. Pero no les dura mucho. Así funciona. No es una cuestión moral. Los capitalistas necesitan explotar, siempre más, necesitan devorar la riqueza que generan los trabajadores y también devorarse entre ellos, es una competencia sin fin que sólo termina con el fin del propio capitalismo.

“Sepan ustedes que esta gloriosa revolución se hizo para que, en este bendito país, el hijo del barrendero muera barrendero”, lo sintetizó pedagógicamente ante un grupo de dirigentes de la CGT el Capitán de Navío Arturo Rial, pocos días después del golpe contra Perón en 1955. Nos quieren esclavos.
Y a ese golpe lo bautizaron “la Revolución Libertadora”. El chiste de usar el nombre de la libertad para aplastarnos no es nuevo.
Compartimos la transcripción completa del mensaje de Cristina Fernández de Kichner en el Día de la Lealtad Peronista:
Hola, ¿me escuchan? ¿Cómo están todos? Bueno, acá en San José, 11.11. ¿Me escuchan ahora? Bien. Compañeros, compañeras, amigos y compatriotas, bueno, muchas gracias por estar hoy acá en este 17 de octubre, que no quiero que sea un acto de nostalgia, no, para nada, sino de enseñanza útil para el momento que estamos viviendo, que para eso, por otra parte, sirve la historia, para aprender de ella. Y digámoslo con todas las letras, porque aquel 17 de octubre del 45, no sólo fue una gran movilización de trabajadores. Fue, por sobre todas las cosas, el más formidable acto de conciencia nacional y popular de nuestra historia. Ese día, el pueblo argentino descubrió que defender a Perón era defenderse a sí mismo.
Perón, en ese momento, era Vicepresidente y Secretario de Trabajo y Previsión y estaba detenido, lo habían detenido. Su prisión había sido ordenada por una facción de militares y, fundamentalmente, por la presión de la embajada de los Estados Unidos, que en ese momento le encabezaba un señor llamado Spruille Braden. No era un diplomático cualquiera, era un gran operador de los intereses más poderosos de su país, lobista de petroleras y estaba convencido que podía manejar la política argentina como una sucursal más del Departamento de Estado norteamericano. Su intervención fue tan, pero tan descarada, que el pueblo respondió con una consigna que definió y marcó una época: Braden o Perón. No era una frase solamente, no, era era toda una declaración de independencia. Porque el pueblo no había ido a la plaza por la libertad de un hombre, a la plaza de Mayo, no. Fueron por la libertad de ellos mismos, sabían que si Perón caía, también caían los derechos conquistados, el aguinaldo, las vacaciones pagas, la negociación colectiva, la dignidad del trabajo. Es más, en esos días algunos patrones cuando se negaban a pagarle el aguinaldo a los laburantes, le decían: que te lo pague Perón, vieja anécdota de la historia. Por eso, por eso salieron de las fábricas, cruzaron los puentes, llenaron la plaza de Mayo para rescatarlo y lo lograron. Ese día nació algo más que un movimiento político, nació la conciencia de un pueblo que entendió que la justicia social no se mendiga, se conquista.

Y miren qué cosa más curiosa, ¿no? Exactamente 80 años después, otra vez nos ponen en la misma disyuntiva. En aquel entonces: era Braden o Perón. Hoy pareciera ser Bessent o Perón. Estar 80 años después en la misma situación revela que el verdadero problema que tenemos como país no es la injerencia extranjera, sino la incapacidad genética de la derecha y del poder económico en la Argentina para proponer un proyecto de país que incluya a todos los argentinos.
Hoy vemos que nos dicen y festejan en las portadas de los diarios que el Tesoro compra pesos, que el Tesoro norteamericano compra pesos, pero no. El Tesoro de los Estados Unidos lo que está comprando es tiempo. Tiempo para que los especuladores salgan sin pérdidas del laberinto financiero que ellos mismos armaron.
Tiempo para que Citrone, socio de Bessent y viejo conocido de Caputo, pueda escapar a salvo del juego de la ruleta argentina. Esto ya lo vimos antes, con otros nombres, otras excusas y otros disfraces y otros titulares, pero es el mismo el mismo libreto. Es el mismo guión de la dependencia, el guión del endeudamiento y salvataje a los poderosos de siempre. Ya lo vimos, y lo que es peor, lo vivimos en el 2018 cuando Mauricio Macri nos endeudó con el Fondo Monetario Internacional en 45 mil millones de dólares. En realidad 57 mil le habían dado, utilizó 45 mil. Fue el préstamo más grande de la historia del organismo. ¿Para qué? Para sostener artificialmente el peso, alimentar la fuga y garantizar que los grandes fondos de inversión extranjeros se fueran sin perder un solo dólar. Lo titularon “respaldo al programa económico” en muchos titulares, pomposos de los diarios. El resultado fue el de siempre: deuda, recesión y un país de rodillas.
Y acá permítanme una muy pero muy breve digresión, porque mientras cumplo mi cuarto mes de prisión por una causa completamente armada y por un delito que jamás podría haber cometido, veo en libertad, otra vez y endeudando otra vez y fugando otra vez miles y miles de millones de dólares en lo que constituye un verdadero delito de estafa, de defraudación al Estado, a los verdaderos delincuentes de este país. Ya lo hicieron con el megacanje y el blindaje en el 2001 y ahora lo volvieron a hacer con Macri y Caputo en el 2016 y en el 2019. Y ahora lo vuelven a hacer otra vez con Milei, Caputo también y no les pasa nada. Los que pagamos las deudas y le dijimos chau al Fondo Monetario, porque quiero recordar, cero dólar le debíamos en el 2015 cuando dejé de ser Presidenta al Fondo Monetario, cero dólar. Los que mejoramos la vida de millones de argentinos, generamos empleo, invertimos en salud, en educación, en ciencia y tecnología. Los que nunca nos arrodillamos y siempre fuimos de frente, presa. Los que endeudan y estafan al país una y otra vez con dólares que nunca nadie vio y dejan al país cada vez peor a las familias endeudadas, las fábricas cerradas, los jubilados cobrando miserias, la gente en la calle… Bueno, los mismos que ahora están haciendo un desastre inédito, debo reconocerlo y que no se puede creer, con la economía argentina manejada a control remoto por el tesoro de los Estados Unidos. Nunca visto, de verdad nunca visto. Violan la Constitución y todas las normas de nuestro país delegando responsabilidades y obligaciones que les competen como gobierno a funcionarios de países extranjeros. Y además todos libres. Ay, Dios. Como decía Perón: “hay tiempos oscuros en la vida de los pueblos en los que todo su honor está en prisión”.

En fin, y ahora cuando uno escucha a Trump hablando de Milei como si fuera su empleado del mes, no puede dejar de pensar que algunos pretenden volver a esos tiempos en los que la soberanía argentina se decidía en una embajada.
Por eso hoy, 17 de octubre, no venimos a recordar una fecha, venimos a recordar una lección de la historia. Cuando un pueblo defiende sus derechos, defiende su libertad. Cuando los poderosos de afuera quieren decidir quién gobierna, la respuesta tiene que ser la misma que hace 80 años: la soberanía no se negocia.
Hoy hay algo más profundo que la escasez, hay cansancio en los argentinos. Hay frustración, hay angustia, la sensación de que el futuro no existe. No es sólo que no alcanza, es que no se sabe si lo peor ya pasó o si todavía no llegó. Porque ya no es sólo el Estado el que está endeudado, son también las familias argentinas. Nueve de cada diez hogares tienen deudas, uno de cada ocho arrastra tres o más al mismo tiempo y tres de cada uno están en mora. Ya me han escuchado otras veces. Es decir, no pueden pagarlas. Y lo más grave, lo más grave, es que la mayoría de esas deudas nacieron en el 2024. No equivocarse, por favor. Fue el primer año del nuevo modelo libertario. Libertad para endeudarse y morirse de hambre, parece ser la cosa.
Todavía se puede encontrar, y acá también quiero hacer un poquito de memoria, todavía se puede encontrar la declaración de un ex Ministro de Economía de Macri diciendo que, en el 2015, cuando asumieron, habían recibido un país en el que no sólo estaba desendeudado el Estado, sino que también estaban desendeudadas las empresas y las familias argentinas. Por eso creo que va a ser muy importante tomar medidas para solucionar esta crisis. Yo, obviamente, no voy a estar a disposición de impulsar esos proyectos porque no soy diputada. Recuerdo que no me dejaron serlo. Pero en algún momento será importante impulsar una ley de segunda oportunidad para hogares vulnerables porque nadie, nadie puede construir su vida con la soga al cuello. Nadie puede criar a sus hijos, estudiar, trabajar o emprender con tarjetas bloqueadas o con miedo al embargo por haber comprado comida o medicamentos. Por eso va a ser necesario algún tipo de programa nacional de alivio de deuda personal. Como ya se ha hecho, no estoy inventando nada, se ha hecho en otros países y con éxito. Un plan que permita a cada ciudadano renegociar sus deudas con tasas justas, plazos sostenibles y descuentos sobre intereses y mora, bajo reglas claras y con respaldo del Estado.
Y bueno, y también para que esto y muchas otras cosas puedan ser posibles, vamos a tener que comenzar a diseñar instrumentos que desalienten la fuga especulativa de capitales que le restan dólares al país y condenan a la Argentina al endeudamiento permanente que se paga con la destrucción del futuro y del presente. Presente de bajos salarios, de caída del consumo, desocupación, cierre de fábricas, recesión, pobreza.
Los peronistas siempre supimos cuál es nuestro lugar y de qué lado estar. Del lado de los que sufren, no de los que especulan. Por eso tenemos que volver a hacer lo que mejor sabemos hacer, que es poner el cuerpo, dar la cara y construir una salida colectiva junto a todos los argentinos. Esa fue siempre nuestra fuerza: transformar el dolor en organización, la crisis en esperanza y la desesperanza en militancia. Y ojo, que si no lo hacemos nosotros, no lo va a hacer nadie. Milei, está claro, está ocupado en otras cosas. Cuando no está en Estados Unidos, anda recorriendo los sets de televisión tratando de dar explicaciones, no ya de su excandidato narco en PBA, sino reconociendo, reconociendo que no tiene ni respuestas, ni plan, ni política para que los hogares argentinos puedan llegar a fin de mes.
Reconocimiento explícito y público. Increíble.
Por eso, compañeros y compañeras, una vez más la tarea vuelve a recaer sobre nosotros. Y es importante que lo recordemos hoy, precisamente, 17 de octubre, día de la lealtad peronista, porque la historia no se repite por capricho, se repite cuando los pueblos olvidan las razones por las que alguna vez salieron a la calle. Ayer nos querían imponer un modelo desde la embajada, hoy ya lo hacen directamente desde el despacho oval en Washington. Cambian los nombres, cambian los formatos, pero el libreto, el libreto siempre es el mismo. Disciplinar a la Argentina para que acepte su destino de colonia financiera y regale a precio de remate sus recursos naturales. Y frente a eso, hay que decirlo con todas las letras, los argentinos ya saben lo que hay que hacer. Porque cuando el pueblo tiene memoria, los espejismos se disuelven.

Por eso, este 17 de octubre, nuestra tarea no es mirar atrás con nostalgia, sino mirar adelante con coraje. Que este día de la lealtad sea la antesala del 26 de octubre, el punto de partida de una nueva mayoría popular que vuelva a poner a la Argentina de pie. Milei ya tiene el voto de Kristalina Georgieva, la señora del fondo. Aunque no sepamos en qué mesa le toca votar, todos sabemos por quién vota. Tiene el voto del embajador Lamelas, el que dice como Braden que tengo que estar presa. Tiene el voto de Scott Bessent. Tiene el voto de los que fugan, de los que timbean, de los que venden la patria al mejor postor. Pero lo que ya no tiene es el voto de los trabajadores que no llegan a fin de mes, de las madres que pagan la luz en cuotas, de los jóvenes que no encuentran trabajo ni oportunidades, y menos la de los jubilados que eligieron este país para vivir con dignidad.
Así que, compañeros, compañeras, militancia querida, el 26 es Milei o Argentina. Y ya sabemos cómo termina eso. La historia nos mostró hace tiempo el camino y esta vez lo va a volver a marcar el pueblo argentino, siempre. Siempre lo va a marcar el pueblo argentino. Por eso, muchas gracias por haber venido a compartir este 17 de octubre acá a San José 1111. Los quiero mucho, mucho, mucho, mucho a todos y a todas y los abrazo con todo mi corazón. Gracias.






