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EN LAS PROFUNDIDADES DEL CHACO [DEVASTACIÓN] – 2da parte
Por SubCoop - Pueblos Originarios ((i)) - Monday, Sep. 03, 2007 at 9:29 PM
originarios-arg@indymedia.org

Caminamos un poco. Ramón Duarte viene a nuestro encuentro cuando ya estamos a metros de su casa, Seledonia Laureano permanece sentada junto a la puerta de la vivienda. Ambos tienen más de 70 años, o eso aparentan, y menos de 70 kilos, eso es un hecho. Ella está ciega, pero no nació así, perdió la vista en el mismo día a día en que es despojada del resto de la salud. Una de las personas que nos guía marca los signos del deterioro sufrido por la anciana, las marcas dicen que la artritis campea en el cuerpo de Seledonia. Tose, el catarro es seco, no hace falta ver la sangre llegar a la boca para decir tuberculosis o TBC, la forma corta de nombrar a ese flagelo que se avanza sin encontrar obstáculos.

Fotos: Rulo - Sub Cooperativa de Fotógrafos
Textos: Hernán Scandizzo. Colectivo Pueblos Originarios ((i))

Seledonia está terminando un sombrero confeccionado con hojas de palma. Dos días le lleva hacerlo, y cinco tardan en secarse las hojas de palma que le traen, ya no puede encargarse ella de conseguirlas. La venta de sus sombreros es el único ingreso, no reciben ningún tipo de asistencia estatal. Por cada sombrero le pagan 2 o 5 pesos, según el billete que extienda el comprador. A veces, no es dinero sino un paquete de harina. Un sombrero, dos días de trabajo, $2, $5, un paquete de harina, tuberculosis, desnutrición, ceguera, atritis. Seledonia agrega valor a la hoja de palma, agrega trabajo, agrega horas de vida. “Están así porque son vagos, no quieren trabajar”, en algún lado lo escuché, en algún lado lo leí. Quien lo haya dicho o escrito que reclame la autoría.

Los trabajos en barro o en hoja de palma permiten arrimar unas monedas, a veces billetes, a cientos de hogares tobas, tal vez miles, quién sabe. En las estaciones de servicio a lo largo de las rutas chaqueñas que atraviesan el territorio de este pueblo, y también en las ciudades, no faltan quienes ofrezcan sombreros y canastos de palma, o máscaras, rosarios, mulitas y lechuzas de barro. Si se mantiene la tendencia, en unos años sólo serán comunes las piezas de barro, ya que las palmas sucumben con los desmontes y quemazones o los alambrados de las florecientes propiedades privadas impiden llegar a ellas.

Seledonia y Ramón viven en el paraje 10 de Mayo o Tacai Lana’q, según registros del municipio de Villa Río Bermejito son 20 las familias que viven allí. Claudia Ramírez, de 42 años, es otra de las pobladoras, no vive muy lejos de la pareja de ancianos y tampoco vive una situación diferente. Según el médico de la posta sanitaria de Pampa del Indio la artritis deformante que sufre no tiene solución. La artritis no tiene solución, ella no tiene pensión ni ayuda estatal, la posta sanitaria no tiene medicamentos. Claudia sólo tiene un Plan Jefa para el sustento de toda la familia: cinco niños y tres adultos.

Subimos nuevamente a la camioneta, andamos unos minutos por otro camino de tierra. Llegamos a otra casa, la de Florinda Jara, que vive con dos hijos, su nuera embarazada y su nieto, también en el paraje 10 de Mayo. Tiene 49 años y artritis deformante en miembros superiores e inferiores, en Pampa del Indio le dijeron que su nivel de invalidez es menor al 70%, por eso no le corresponde pensión y debe esperar hasta los 60 años. Sus dos hijos changuean en un campo vecino, sin exagerar, se los puede considerar privilegiados...

Alrededor se ven árboles. ¿El monte sigue dando de comer? “¿Qué monte?”, responde uno de sus hijos con una mirada muda. Dónde está el quebracho, dónde el algarrobo, dónde el lapacho, dónde el itín. Quien no es del lugar confunde el monte con un conjunto de árboles, los ojos tobas ven otra cosa, ven depredación.

Andamos otro poco más, llegamos a otra casa, se ven algunos árboles de frutales, también gallinas, parece un lugar próspero en comparación a la desolación vista en los alrededores. Rimualdo Uriburu, de 22 años sufre mal nutrición y tuberculosis. Su abuela, Ángela Ramírez, también padece TBC. Y el hijo de Liliana Uriburu, que tiene un año permaneció internado tres semanas en el hospital de Villa Río Bermejito por bajo peso.

Dejamos 10 de Mayo y nos dirigimos a Palma Sola o ‘Oonole Chaic. Mariano Pereira, de 72 años viene a nuestro encuentro. Las mujeres miran desde lejos, lo secunda un joven, tal vez su nieto. La familia, integrada por cinco adultos y dos jóvenes, no recibe ayuda alimentaria ni asistencia médica. Él tiene problemas en la vista y dolor de cabeza. Su mujer, América Farías (70), tiene TBC. Hace ocho meses tramitaron en Juan José Castelli, ciudad cabecera del Departamento Güemes, una pensión por ancianidad que todavía no le adjudicaron. La espera resulta interminable, eterna. Ocho meses. “Venga otro día.”

Seguimos viaje hacia Fortín Lavalle, allí la amplia mayoría de la población es toba, estiman que los criollos sólo representan el 3%. La ayuda social se mueve por punteros, denuncia un poblador, confirmando lo previsible. Tomasa Juárez vive a orillas de río Guaycurú, ellos son seis, cuatro adultos y dos niños. Sentada a la sombra de unas tacuaras conversa. El 28 de julio un equipo del Centro Mandela la encontró totalmente débil, no podía caminar, siquiera hablar. En aquella oportunidad dejaron algo comida. Tres semanas después está un tanto mejor, al menos camina sola y habla. Los medicamentos para paliar la tuberculosis ahora los acompaña con alimentos y su organismo los recepciona bien. Antes, al ingerirlos con el estómago vacío, cada pastilla aportaba más al problema que a la recuperación de su salud, minada por la desnutrición en alto grado. Tomasa aparenta más años de los que tiene, muchos más, unos 70, sin embargo su DNI denuncia 47. Sus sobrinos también están enfermos, Nélida Sosa ( 26), tiene bajo peso, y Marcelo (10 años) contrajo TBC.

Caminando un poco por el paraje encontramos cuadros similares. Dejamos Fortín Lavalle con la intención de llegar al paraje El Colchón. El vehículo cruza con precaución el puente sobre el río Bermejito, el paso está en pésimo estado, también algunos tramos del camino de tierra. En el viaje se averió seriamente la amortiguación y es inminente la rotura con tanto ajetreo. Resulta imposible llegar a destino. Volvemos a Villa Río Bermejito.

El barrio San Martín está a unas diez cuadras de la sede municipal y a unas seis del centro de salud. Ramón García Chietenek dejó su vivienda de Palma Sola, la tuberculosis - que lo tiene tirado en una cama - lo llevó al pueblo junto a su hija Lorenza, que también tiene tuberculosis. Abandonaron su lugar para recibir atención médica y algo más. “Acá por lo menos a la mañana tomo cocido, dice ella. En el centro sanitario le entregan los medicamentos, que es un puñado de pastillas de colores envuelto en un papel marrón, y le prescribieron otros. Extiende un pequeño papel, que alguna vez fue blanco, no tiene membrete, sí una letra indescifrable, una firma, un sello: Domingo Daniel Sábalo, Médico Cirujano, M.P. 3303”.

Una taza de mate cocido hace la diferencia. Y El monte se queda sin gente y sin gente, pronto se quedará sin monte. De 25 mujeres embarazadas que se hicieron estudios en la posta sanitaria de Villa Río Bermejito, 10 tienen chagas.

-“Hasta ahora no sé”

“Está muy bajo la ayuda del gobierno, el mayor problema que hay es el combustible y el tema de planes sociales. Los planes familiares sí se están haciendo pero en un pueblo hay muchos pobres, falta mucho todavía. No sé cuánto falta para completar todo. Los planes sociales hasta ahora es lo que está salvando a la gente. Es el único ingreso que está teniendo, planes sociales y bolsines”, sostiene Gregorio Duarte, corresponsal de la Red de Comunicación Indígena (RCI) en Pampa del Indio.

-¿En Pampa del Indio se vive la misma situación de desnutrición que en Villa Río Bermejito?

Si. Yo creo que es en todas partes. Los campesinos pobres viven de la agricultura, los pequeños productores, pero en este momento no hay gasoil, no hay combustible para la gente que siempre ocupa para hacer su chacrita. Por eso los pobres, indígenas también, que son productores, reclaman al gobierno.

-¿Esta situación hace muchas décadas que se viene dando?

Desde el principio, desde hace mucho tiempo los indígenas siempre discriminados. Yo sé muy bien la historia de nuestro pueblo y son discriminados. La gente indígena, los pobres, no tienen participación en el gobierno, en el municipio. El gobierno, el intendente, si ven todas estas cosas tienen que participar a la gente. Los indígenas jóvenes algunos son estudiantes, profesionales, pero el gobierno nunca reconoce que los indígenas tenemos esas profesiones.

-Imagino que en algún momento las comunidades han estado mejor, han tenido una vida mejor.

Puede ser. Hasta ahora no sé.

-2024

“Hace 2 meses el Ministerio de Desarrollo Social ha implementado un programa de ayuda alimentaria que consta de productos básicos de la canasta. Cada familia en su primera etapa ha recibido entre 30 y 35 kilos de alimentos. El compromiso de Nación es asistir en un plazo, hasta que se pueda implementar un proyecto productivo. Es un poco para ir saliendo del paso, del tema de la desnutrición de los niños, de los ancianos”, afirma Marcos Barreto, coordinador del Programa Familia en Villa Río Bermejito. Se lo ve entusiasmado, en pocos días llegarían camiones del Ejército y técnicos del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para hacer la segunda entrega.

“Esta ayuda alimentaria empezó los primeros días de junio y a partir de este mes se implementó un nuevo método de entrega. La familia básica, con un hijo, recibirá una caja de 15 kilos, una familia de 5 o 6 integrantes 30 kilos y una familia numerosa, 45 kilos de alimentos”, explica. “En la primera entrega se beneficiaron 2024 familias, que corresponde a 64 parajes. En este nueva etapa se incorporaron nuevas familias que habían quedado excluidas, generalmente familias indígenas que fueron a la cosecha. Más o menos es un 15% el incremento de la cantidad de familias.”

-Hablabas más de dos mil familias, ¿cuántas personas serían?

Son 8650 personas aproximadamente.

-¿La mayoría son indígenas?

Sí, más o menos son del 75 al 80% de población indígena.

-¿Han registrado familias criollas que estén en una situación de desnutrición como se ha visto en comunidades indígenas?

La desnutrición también se diagnosticó en las comunidades criollas, generalmente en la zona del Interfluvio, en la zona de El Espinillo, en donde estas familias criollas han sido reubicadas de sus lugares originales. Se le achicó mucho el espacio para la cría de animales, tuvieron muchas pérdidas y se vieron también afectados por el tema de desnutrición.


Hace poco más de un año a algunas familias criollas que estaban dentro de las 150 mil ha que el gobierno argentino había reconocido al pueblo toba en 1924 fueron relocalizadas para garantizar un territorio exclusivamente toba. La administración de ese espacio territorial del Interfluvio, tierras comprendidas entre los ríos Teuco y Bermejito, quedó a cargo de la Asociación Meguesoxochí. Según Rosi Salazar, joven criolla, “fue muy mala la distribución de tierras que se hizo, hay familias que tienen alrededor de 300 ha y hay otras que están con 11 ha”.

La emergencia social en la zona se agudizó. La pérdida de vacunos y chivos, criados para la venta y consumo de los criollos, no fue menor, algunos animales volvieron a las tierras que antes ocupaban y otros fueron comidos por los ‘leones’ (pumas). “Las casas son muy chicas, se llueven, y en algunos parajes no hay agua”, denuncia. “Aunque no haya muertes todavía, no hay que esperar una muerte para que venga la ayuda. El daño psicológico es irremediable, la gente ya no se va a levantar con el daño que le causó el cambio de lugar, empezaron problemas que antes no existían”, remarca.

Bolsines de comida como el bíblico maná caen en el desierto. Cada dos meses 45 kilos, 30 kilos, 15 kilos y la cifra sigue bajando según quién se pare sobre la balanza.

-“Que se pongan las pilas”

“¿Cómo empezó esto? Esto es a raíz de una política de gobierno, nosotros lo calificamos como una política discriminadora, una política excluyente, y eso produjo que las comunidades indígenas queden en el abandono total”, sostiene Leonardo Lorenzo, de Fortín Lavalle. “Por eso el año pasado, cuando la comunidades sintieron el impacto del abandono, tuvieron que levantarse y hacer todas las manifestaciones para reclamar todos los derechos que correspondan.”

“No es de ahora, nunca hubo asistencia, nunca fue nadie”, interviene María Carmelos, del Paraje 10 Mayo. La charla transcurre en Villa Río Bermejito, es por la mañana, temprano pero no tanto, aunque todavía no hace mucho calor. “En estos tiempos no hay más pesca, no hay más marisca y la gente no tiene sustento, no tiene cómo vivir”, subraya. “Hay mucha gente que está comprando madera y [por la tala en el monte] los animales silvestres van en otro lado y el río están prohibiendo de utilizar. Nos prohíben tirar un mayón [red], nos prohíben de tirar una flecha. Antes sí, todos éramos libres, como cualquier persona, pero ahora ocupan todas esa leyes y todos nos caímos”, agrega Miriam Segundo.

“Cuando el toba caza es para el consumo familiar, es una ayuda grande. Por eso pedimos a todos los gobiernos que nos reconozcan esa libertad de seguir consumiendo nuestros medicamentos caseros, nuestras comidas tradicionales”, reclama Segundo, que vive en Río Villa Bermejito. “La medicina tradicional se ha perdido, no se encuentra más por la tala indiscriminada de los montes. Se secan los árboles y se seca la medicina tradicional. Además los médicos, los doctores, dicen que eso intoxica y hay religiosos que dicen que esas son cosas demoníacas. Como dicen los porteños: ‘que se pongan las pilas’, que consideren eso como la sabiduría de un pueblo, eso es lo que pedimos, reconocimiento en todos los ámbitos: religioso, político y cultural”, enfatiza Lorenzo.

“Porque es la única opción, si no tenemos para comprar medicamentos, tenemos que recurrir a nuestra medicina. Muchos hermanos están con TBC porque ya no comen sus comidas tradicionales, si las estuvieran consumiendo no habría esa enfermedad. Por ejemplo, la carne de carpincho es ideal para eso, pero las leyes nos prohíben matar a los animales silvestres”, explica Segundo. El diálogo transcurre con fluidez, los testimonios se complementan. “Nosotros no resolvemos nuestro problema con la ayuda alimentaria, esa no es la solución, ni siquiera con los programas. Ahora se baja el Programa Familia de Desarrollo Social de la Nación en Bermejito. Eso es lo que necesita la gente [comida], pero es una opción, no es la solución”, aclara Lorenzo.

Rubén
ya puso en marcha la camioneta, estamos a punto de salir rumbo a Miraflores y Castelli, allí organizaciones tobas y wichí cortan la ruta por demandas sociales. “Hay una estrategia política para enlazarlo al indígena y dejarlo en el margen de la indigencia. Eso produjo todo lo que estamos viendo y eso es fruto de una política que surgió del gobierno de Ángel Rozas, el señor que había vendido una inmensa cantidad de tierras [fiscales] con la coordinación del Instituto de Colonización de Tierras de la provincia”, apunta Lorenzo. “En la pérdida de tierra fiscal también están afectadas las tierras indígenas y eso está totalmente en contra de las normativas constitucionales. Hay una situación cruda, una situación bastante delicada y compleja. Se necesita un diálogo franco con el gobierno, una política clara donde tienen que estar las decisiones de las poblaciones indígenas.”

Atrás queda Villa Río Bermejito y el cartel con los rostros de Rozas y Heffner. Una nube de polvo los cubre tras el paso de la camioneta, pero cuando el polvo se disipe nuevamente su obra quedará a la vista. Un compañero, poeta y más, decía: “somos el diente que le falta la sonrisa”. Él ya no está para responder quiénes somos en una sonrisa desdentada.


EN LAS PROFUNDIDADES DEL CHACO [DEVASTACIÓN] – 1ra parte

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