Palestina: el historiador Rashid Khalidi explora la brutal represión anglosionista

arte//Ismail Shammout

Palestina: el historiador Rashid Khalidi explora la brutal represión anglosionista

El cuello y la espada
Rashid Khalidi
traducción: Pablo Abufom Silva
jacobinlat.com/

En conversación con Tariq Ali, el historiador Rashid Khalidi explora la brutal represión anglosionista sobre Palestina, desde la Revuelta Árabe de 1936-39 hasta los recientes ataques en Gaza. La despiadada ofensiva israelí ha resonado en todo el mundo, exacerbando tensiones y generando una ola de solidaridad y protesta internacional inédita.
La entrevista fue publicada originalmente en inglés en New Left Review Nº147 (mayo-junio de 2024).
Historiador y escritor estadounidense de origen palestino-libanés, especialista en Oriente Medio, Rashid Khalidi es titular de la cátedra Edward Said de Estudios Árabes de la Universidad de Columbia y fue asesor de la delegación palestina en las negociaciones de paz de Madrid y de Washington entre 1991 y 1993. Fue presidente de la Middle East Studies Association, y es redactor jefe de la revista Journal of Palestine Studies. Su último libro es Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia (Capitán Swing, 2023).
Tariq Ali, editor de la New Left Review, conversó con él a propósito de la situación palestina actual pero también del proceso histórico de los últimos casi cien años como marco fundamental desde el cual pensar los acontecimientos recientes. La entrevista fue publicada en su idioma original en el número 147 de la revista de mayo-junio de 2024, y aquí la presentamos en Jacobin por primera vez traducida completa al castellano.

Empecemos por el presente, no solo en el sentido de los horrores que se están infligiendo a Palestina ahora mismo, sino el presente como parte del pasado aún activo de Palestina. A la brutal represión anglosionista de la gran Revuelta Árabe de 1936-39 siguió la Nakba de 1948, la Guerra de los Seis Días de 1967, el asedio de Beirut en 1982, dirigido por Ariel Sharon, y las masacres de Sabra y Shatila, las dos Intifadas, el incesante despliegue terrorista de Israel desde entonces… Sin embargo, el genocidio posterior al 7 de octubre parece haber tenido un impacto global mayor que cualquiera de ellos.

Sí, algo ha cambiado en todo el mundo. No estoy seguro de por qué esos episodios históricos no tuvieron el efecto de cambiar completamente la narrativa, la narrativa popular, en particular. No quiero especular sobre cosas como las redes sociales. Pero este ha sido el primer genocidio que una generación ha presenciado en tiempo real, en sus dispositivos.
¿Ha sido el primero de los últimos tiempos en el que Estados Unidos, Gran Bretaña y las potencias occidentales han participado directamente, a diferencia de otros, en Sudán o Myanmar? ¿El trabajo de los activistas propalestinos durante una generación o más preparó a la gente para esto? No lo sé. Pero tienes razón en que, como resultado de los horrores que se han infligido a Gaza durante ocho meses ininterrumpidos, y que se siguen infligiendo ahora, ha ocurrido algo nuevo. El desplazamiento de tres cuartos de millón de personas en 1948 no produjo el mismo impacto. La Revuelta Árabe de 1936-39 está casi completamente olvidada. Ninguno de esos acontecimientos anteriores tuvo nada parecido a este efecto.

La Revuelta Árabe siempre me ha parecido fascinante como uno de los principales episodios de la lucha anticolonial, que ha recibido mucha menos atención de la que merece. Comenzó como una huelga, se convirtió en una serie de huelgas y luego se convirtió en un enorme levantamiento nacional que tuvo a las fuerzas británicas inmovilizadas durante más de tres años. ¿Podrías explicarnos sus orígenes, desarrollo y consecuencias?

La Revuelta Árabe fue esencialmente un levantamiento popular a gran escala. A los dirigentes palestinos tradicionales les pilló por sorpresa, igual que a Arafat y a los dirigentes de la OLP les sorprendió la Primera Intifada en 1987. Ambos levantamientos fueron provocados por incidentes menores; en el caso de la Revuelta Árabe, fue la muerte en combate del jeque ‘Iz al-Din al-Qassam en noviembre de 1935, asesinado por las fuerzas británicas. Nacido en 1882 en Jableh, en la costa siria, al-Qassam era un erudito religioso, formado en Al-Azhar, y un militante antiimperialista, que luchó contra todas las potencias occidentales de la región, empezando por los italianos en Libia en 1911, y luego contra las fuerzas del Mandato francés en Siria en 1919-20. Acabó en la Palestina del Mandato Británico, donde vivió y trabajó principalmente entre el campesinado y los pobres de las ciudades. El asesinato de Al-Qassam tuvo una enorme amplitud, hasta el punto de que en pocos meses contribuyó a detonar la huelga general más larga de la historia colonial de entreguerras. El mejor análisis es el de Ghassan Kanafani, el gran escritor palestino asesinado por los israelíes en 1972; iba a ser el primer capítulo de su historia de la lucha palestina, inconclusa a su muerte[1].

El análisis de Kanafani sigue vigente hoy en día. Entre otras cosas, puso énfasis en el impacto económico sobre las clases populares del aumento de la emigración judía a Palestina en la década de 1930, tras la llegada de Hitler al poder; el despido de trabajadores árabes de fábricas y obras de construcción, de acuerdo con la política de Ben-Gurion de «solo mano de obra judía»; el desalojo de 20.000 familias campesinas de sus campos y granjas, vendidos a colonos sionistas por terratenientes ausentes; el aumento de la pobreza. Estas revueltas populares estallan cuando la gente llega a un punto en el que simplemente no puede seguir como antes, y en este caso la rabia social se combinó con poderosos sentimientos nacionales y religiosos. Los palestinos se alzaron contra todo el poderío del Imperio Británico, que en siglo y medio no se había visto obligado a conceder la independencia a ninguna de sus colonias, con la única excepción de Irlanda en 1921. La Revuelta Árabe fue aplastada por el que seguía siendo el imperio más poderoso del mundo, pero los palestinos lucharon durante más de tres años, con quizá una sexta parte de la población masculina adulta muerta, herida, en prisión o en el exilio. En los anales del periodo de entreguerras, fue un intento sin precedentes de derrocar el dominio colonial. Solo fue reprimido por el despliegue de 30.000 soldados y la Royal Air Force. Esta es una página olvidada de la historia palestina.

¿No condujo también esta derrota a una desmoralización de las masas palestinas, de modo que cuando comenzó la Nakba propiamente dicha en 1947, todavía no se habían recuperado del terror de 1936-39?

 

La derrota de la Revuelta Árabe dejó un legado de gran peso que afectó al pueblo palestino durante décadas. Como escribió Kanafani, la Nakba, «el segundo capítulo de la derrota palestina» —desde finales de 1947 hasta mediados de 1948— fue asombrosamente corta, porque no era más que la conclusión de este largo y sangriento capítulo que había durado desde abril de 1936 hasta septiembre de 1939[2]. Lo que hicieron los británicos fue copiado después en casi todos sus detalles por los líderes sionistas desde Ben-Gurion en adelante. Solo por eso, merece la pena recordar el coste que supuso para la sociedad palestina. Al menos 2000 casas fueron voladas por los aires, las cosechas destruidas, más de cien rebeldes ejecutados por poseer armas de fuego. Todo ello acompañado de toques de queda, detenciones sin juicio, exilio interno, torturas, prácticas como atar a los aldeanos a la parte delantera de las máquinas de vapor, como escudo contra los ataques de los combatientes por la libertad. En una población árabe de alrededor de un millón de habitantes, 5000 fueron asesinados, más de 10.000 heridos y más de 5000 presos políticos fueron enviados a podrirse en las cárceles coloniales.

 

En el proceso de aplastar la Revuelta Árabe, los británicos dieron a las fuerzas sionistas que trabajaban con ellos un valioso entrenamiento en contrainsurgencia.

 

Sí, los expertos en contrainsurgencia como Orde Wingate y otros especialistas en tortura y asesinato enseñaron a los sionistas todas las técnicas coloniales más turbias. Los británicos importaron veteranos de la India, como Charles Tegart, el tristemente célebre jefe de policía de Calcuta, objeto de seis intentos de asesinato por parte de nacionalistas indios. Los mismos fuertes y campos de prisioneros construidos por Tegart los sigue utilizando Israel hoy en día. Trajeron gente de Irlanda y de otros lugares del Imperio, como Sudán, donde empezó Wingate, y donde el primo de su padre, Reginald Wingate, había sido antes Gobernador General y oficial de inteligencia.

 

Orde Wingate, un nombre olvidado hace tiempo. Dudo que muchos lectores hayan oído hablar de este personaje demencial, de quien Montgomery dijo que lo mejor que hizo en su vida fue sufrir el accidente aéreo que le costó la vida en Birmania en 1944. ¿Quién era y tenía algún vínculo especial con las fuerzas sionistas? Recuerdo vagamente una serie de televisión de la BBC sobre él en 1976 en la que se le presentaba como un héroe.

Fue un asesino colonial a sangre fría, que acabó siendo general de división y al que muchos en su propio bando detestaban, como sugiere el comentario de Montgomery, quien también describió a Wingate como un «desequilibrado mental». Churchill, que no se quedaba atrás a la hora de infligir sufrimiento a las poblaciones sometidas, calificó a Wingate de «demasiado loco para el mando». Nació en la India británica en el seno de una devota familia de los Hermanos de Plymouth. Fundamentalista cristiano y literalista de la Biblia, promovió la versión del Antiguo Testamento de la redención judía. Llegó a Palestina como capitán de la inteligencia militar, justo cuando comenzaba el levantamiento de 1936. Sabía árabe, aprendió hebreo y se convirtió en una figura clave en el entrenamiento de combatientes de la Haganá para que formaran «Escuadrones Nocturnos Especiales» —en otras palabras, escuadrones de la muerte— para atacar y matar a aldeanos palestinos en las montañas, como hacen hoy el ejército y los colonos israelíes. Su renombre fue tal que, al estallar la guerra europea en 1939, los notables árabes exigieron que Wingate fuera expulsado de la región. Así fue. Le sellaron el pasaporte y le prohibieron regresar. Su trabajo estaba hecho. Había entrenado a muchos de los hombres que se convirtieron en comandantes del Palmaj y más tarde del ejército israelí, como Moshe Dayan y Yigal Allon. Varios lugares de Israel llevan su nombre, y se le considera con razón el fundador de la doctrina militar israelí.

 

Les enseñó bien.

 

Sí. Lo que antes era una especialidad colonial británica se convirtió en una especialidad colonial israelí. Todo lo que han hecho los israelíes lo aprendieron de los británicos, incluidas las leyes, el Reglamento de Defensa de Emergencia de 1945, por ejemplo, que los británicos utilizaron contra el Irgun. Esas mismas leyes siguen en vigor y ahora se utilizan contra los palestinos. Todo viene del manual colonial británico.

 

Una victoria —o incluso un empate— de la Revuelta Árabe habría sentado las bases de una identidad nacional palestina y habría reforzado sus fuerzas para las batallas que se avecinaban. Al igual que Kanafani, has argumentado que las vacilaciones de los dirigentes palestinos tradicionales desempeñaron un papel clave en la derrota, al doblegarse —en la Conferencia de St. James, por ejemplo— ante los reyes árabes colaboracionistas, que habían sido puestos en sus tronos por los británicos…

 

En ese momento, como ahora, los dirigentes palestinos estaban divididos. Estaban bloqueados por su propia incapacidad para ponerse de acuerdo sobre una estrategia adecuada: movilizar a la población y crear un foro nacional representativo, una asamblea popular en la que pudieran debatirse estas cuestiones. Los británicos, al contrario que en India, Irak y otras partes de África, negaron a los palestinos cualquier acceso político al Estado colonial. Así que el argumento a favor de una asamblea popular que rompiera decisivamente con las estructuras de control colonial era muy importante.

 

La otra condición de fondo para la revuelta fue el ascenso del fascismo en Europa.

Desde el momento en que los nazis llegaron al poder, toda la situación cambió para los judíos en su relación con el mundo y con el sionismo. Eso es totalmente comprensible. También produjo cambios en Palestina: entre 1932 y 1939, la proporción judía de la población pasó del 16 o 17% al 31%. Súbitamente, los sionistas dispusieron de una base demográfica viable para apoderarse de Palestina, que no tenían en 1932.

 

Los palestinos se convirtieron en víctimas indirectas del judeocidio europeo.

Absolutamente. Los palestinos están pagando por toda la historia del odio judío europeo, que se remonta a la época medieval. Eduardo I expulsando a los judíos de Inglaterra en 1290, las expulsiones francesas del siglo siguiente, los edictos españoles y portugueses de la década de 1490, los pogromos rusos de la década de 1880 y, por último, el genocidio nazi. Históricamente, un fenómeno cristiano europeo por excelencia.

 

¿Y si no hubiera habido judeocidio en Europa y los fascistas alemanes hubieran sido fascistas normales sin la obsesión de acabar con los judíos?

 

Es un “si no hubiera habido” muy grande. Pero miremos la situación en 1939. Ya existía un proyecto sionista, con un fuerte apoyo imperial británico, por razones que no tenían nada que ver con los judíos o el sionismo. Tenía que ver con intereses estratégicos. La Declaración Balfour fue hecha por el hombre responsable de la aprobación del proyecto de ley más antisemita de la historia parlamentaria británica, la Ley de Extranjería de 1905. A la clase dirigente británica no le importaban los judíos per se. Puede que les importara su lectura de la Biblia, pero lo que más les importaba era la relevancia estratégica de Palestina y Medio Oriente como puerta de entrada a la India, mucho antes de 1917. Eso era lo que les preocupaba, de principio a fin. Cuando se vieron obligados a marcharse en 1948, pudieron hacerlo porque ya habían abandonado la India en 1947 y no necesitaban Palestina del mismo modo. Si Hitler hubiera sido asesinado, habría seguido existiendo un proyecto sionista, con el respaldo imperial británico. El sionismo habría seguido intentando apoderarse de la totalidad del país, que siempre fue su objetivo, y habría seguido intentando crear una mayoría judía mediante la limpieza étnica y la inmigración. No podría especular más allá de eso.

 

¿Pero no había también corrientes antisionistas dentro de las comunidades judías?

Ciertamente, había comunistas judíos, asimilacionistas judíos. La gran mayoría de la población judía perseguida de Europa del Este optó por la emigración a las colonias de colonos blancos: Sudáfrica, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y, sobre todo, Estados Unidos; algunos también fueron a Argentina y otros países latinoamericanos. Éstos fueron la mayoría y hacia allí se dirigió el grueso de la población judía del mundo, además de los que se quedaron en Europa. El antisionismo fue un proyecto judío, hasta Hitler. Antes de eso, los sionistas eran una minoría y su programa era profundamente cuestionado en las comunidades judías. Pero el Holocausto produjo una especie de comprensible uniformidad en el apoyo al sionismo.

 

Las derrotas suelen tener el efecto de detenerlo todo durante un tiempo; entonces la resistencia vuelve a surgir, en diferentes formas. Pero en el caso de 1936-39, la derrota fue seguida inmediatamente por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que empezó en China, aunque muchos la llaman la guerra europea. ¿Cuál fue la actitud de los dirigentes palestinos en ese periodo? En Indonesia, Malasia, India y partes de Medio Oriente, algunos sectores del movimiento nacionalista decían: el enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo, aunque sea temporalmente. Como nuestro enemigo es el Imperio Británico, eso significa los alemanes o los japoneses. En su libro sobre Egipto, Anouar Abdel-Malek relata cómo, cuando parecía que Rommel podría tomar Egipto, enormes multitudes se reunieron en Alejandría coreando: «¡Adelante, Rommel, adelante!». Querían a cualquiera menos a Gran Bretaña. ¿Cuál era la actitud en Palestina?

 

La actitud en Palestina estaba profundamente dividida. Una facción minoritaria de los líderes se alineó con los alemanes, siguiendo al Gran Muftí. Tuvo una extraordinaria carrera en tiempos de guerra: los franceses le echaron de Beirut, los británicos le echaron de Irak, cuando lo reocuparon en 1941, y luego le echaron de Irán. Intentó ir a Turquía, pero los turcos no le dejaron quedarse, así que acabó en Roma y luego en Berlín. Pero la mayoría de los palestinos no adoptaron esa línea. Muchos se alistaron en el ejército británico y lucharon con las fuerzas aliadas. Por supuesto, muchos líderes fueron asesinados por los británicos, en el campo de batalla o ejecutados. Otros fueron exiliados. A los británicos les encantaba exiliar a sus oponentes nacionalistas a posesiones insulares: Malta, las Seychelles, Sri Lanka, las Andamans. Mi tío fue enviado a las Seychelles durante un par de años, junto con otros líderes palestinos, y luego exiliado a Beirut durante varios años más. Así que la mayoría de los líderes comprendieron que Gran Bretaña nunca podría ser su amiga. Puedes leer las memorias de mi tío: se volvió virulenta y venenosamente antibritánico. Siempre fue nacionalista y antibritánico, pero el grado en que la Revuelta cambió las opiniones palestinas es notable. Antes, los dirigentes siempre habían intentado conciliar con los británicos, en la línea de muchas élites coloniales cooptadas. Esto cambió con el aplastamiento de la Revuelta.

En última instancia, la derrota de la Revuelta y luego la Segunda Guerra Mundial dejaron a los palestinos mal preparados para lo que vino después, cuando las dos nuevas superpotencias —EE.UU. y la Unión Soviética— apoyaron el sionismo, mientras que sobre el terreno los británicos colaboraron con los sionistas y los jordanos para impedir la creación de un Estado palestino. Los palestinos no estaban suficientemente organizados para hacer frente al asalto del ejército sionista, que comenzó en noviembre de 1947, meses antes de que terminara el Mandato, el 15 de mayo de 1948, cuando debía entrar en vigor la Partición de la ONU y los ejércitos árabes se unieron a la refriega. Para entonces, las fuerzas sionistas habían tomado Jaffa, Haifa, Tiberíades, Safed y docenas de pueblos, expulsando a unos 350.000 palestinos, y ya habían invadido gran parte de lo que iba a ser el Estado árabe según el Plan de Partición de la ONU. Así que los palestinos ya estaban derrotados antes de que se proclamara el Estado de Israel y comenzara la llamada Guerra Árabe-Israelí.

 

Ya hablaremos del papel de Estados Unidos en todo esto. Pero ¿cómo se explica el apoyo de la Unión Soviética a los sionistas, que les suministraron armas checas para que siguieran combatiendo?

 

Stalin dio un giro radical, como bien sabes. De ser una potencia antinacionalista y antisionista acérrima, la Unión Soviética se convirtió de repente en defensora de un Estado judío. Esto supuso una gran conmoción para los partidos comunistas del mundo árabe. Creo que hubo varias motivaciones. Sin duda era un esfuerzo por ganarle la puja a Estados Unidos, y existía la sensación de que podría tratarse de un país socialista que se alinearía con la Unión Soviética. Stalin también quería socavar a los británicos en Medio Oriente. Recordemos que había pasado su juventud luchando en el sur de lo que se convirtió en la Unión Soviética durante la Guerra Civil Rusa, cuando los británicos eran los principales partidarios de los blancos, financiándoles, armándoles y entrenándoles. Los apoyaron con tropas y flotas desde el Báltico hasta el Caspio y el Mar Negro. Desde el principio, Stalin desarrolló una gran animadversión hacia Gran Bretaña, y una obsesión por la amenaza que suponía el poder británico al sur de la URSS. Y ahora veía esto como un momento en el que la Unión Soviética podría socavar los regímenes títeres árabes de Gran Bretaña en la región.

 

Fue una intervención política desastrosa. Pero no duró demasiado.

Un par de años. Pero sí, absolutamente. Si nos fijamos en la votación en la Asamblea General de la ONU, sin la Unión Soviética y sus adjuntos bielorrusos y ucranianos, así como los países en los que influyeron, los estadounidenses habrían tenido dificultades para impulsar la resolución de Partición. Podrían haberlo hecho, pero podría haber llevado a un resultado diferente. Y el acuerdo checo sobre armas fue crucial para las victorias de Israel contra los ejércitos árabes en el campo de batalla.

 

Eso nos lleva a las élites árabes —las monarquías y los jeques instalados por Gran Bretaña tras el colapso de los otomanos—, su colaboración con los británicos y su fracaso a la hora de ayudar a derrotar a esta entidad que el Imperio Británico había creado.

 

Las monarquías egipcia, jordana e iraquí desempeñaron aquí el papel más importante. Estaban sometidas a presiones contrapuestas, desde arriba y desde abajo. Por un lado, los británicos no deseaban en absoluto un Estado palestino. Seguían sintiendo una enorme hostilidad hacia los palestinos, al igual que se habían vuelto hostiles hacia los sionistas debido a la sangrienta campaña emprendida contra ellos por el Irgun, la Banda de Stern y la Haganá al final de la Segunda Guerra Mundial. Gran Bretaña se abstuvo en la resolución de la ONU sobre la partición. Se establecería un Estado judío, no había nada que pudiera impedirlo. Pero esperaban, a través de sus regímenes clientes, equilibrar su poder y mantener su influencia en una parte de Palestina, gracias al emir Abdullah de Transjordania, cuyo ejército estaba comandado por oficiales británicos.

Por otra parte, estaba la presión de la opinión pública. El mundo árabe llevaba mucho tiempo preocupado por el sionismo. Durante mi investigación sobre este tema, encontré cientos de los primeros artículos sobre Palestina en periódicos de Estambul, Damasco, El Cairo y Beirut. Hubo voluntarios de Siria y Egipto que lucharon en Palestina durante la Revuelta Árabe. Así que estos regímenes vecinos se vieron sometidos a la presión popular para que hicieran algo ante la catástrofe que se estaba produciendo en Palestina en 1947-48, a medida que los sionistas se imponían rápidamente y los refugiados desposeídos empezaban a llegar a las capitales árabes. Los británicos querían que los jordanos entraran, por supuesto, para anexionarse Cisjordania y Jerusalén Este. Egipto y los demás países árabes se vieron obligados a intervenir por sus poblaciones. Pero lo hicieron a medias y solo cuando los británicos se retiraron.

Esto tuvo un enorme efecto radicalizador en los oficiales árabes subalternos implicados, incluido Abdel Nasser. Escribió en sus memorias: no se nos dieron los medios para luchar, y mientras combatíamos a los israelíes, pensábamos en la corrupta monarquía controlada por los británicos en nuestro país. Junto con dos colegas cercanos del grupo nacionalista Oficiales Libres, Abdel Hakim Amer y Zakaria Mohyedin, Nasser fue destinado a Gaza y Rafah, y observó de primera mano la ira de los soldados rasos contra el Alto Mando de El Cairo. Cita a un soldado que repetía con cada nueva orden sin sentido: «Vergüenza, vergüenza de nosotros», con la prolongada entonación sarcástica del campo egipcio[3].

La guerra aumentó la popularidad de los Oficiales Libres y, en última instancia, condujo al derrocamiento de la monarquía en 1952. Lo mismo ocurrió con los iraquíes y los sirios. Casi tan pronto como terminó la guerra se produjeron una serie de golpes de estado en Siria, seguidos de la revolución de 1952 en Egipto, y luego en Irak en 1958. Todos los militares implicados habían luchado en Palestina.

 

Entonces Palestina fue dividida, pero no según el plan acordado por las Naciones Unidas.

Ben-Gurion y los dirigentes sionistas querían quedarse con todo, pero no tenían los medios en aquel momento. Así que se conformaron con el 78%.

 

Y desde entonces ha habido una guerra semicontinua. La primera oleada de refugiados llegó a Gaza tras la Nakba de 1948, entre ellos muchos de nuestros amigos. Nunca antes habían vivido en Gaza.

 

El 80% de la población de lo que hoy es la Franja de Gaza desciende de refugiados, la mayoría llegados en 1948. Hay poblaciones del Néguev y de otras zonas que fueron expulsadas incluso más tarde. Pero el 80% de la población de Gaza procede originariamente de otros lugares.

 

Como gran parte de mi generación, conocí la magnitud de la Nakba palestina —la catástrofe— en 1967, tras la Guerra de los Seis Días. Fui enviado a visitar a los refugiados por la Fundación Bertrand Russell para la Paz, que quería que elaboráramos un informe de investigación, como habíamos hecho en Vietnam para el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra que Russell y Sartre habían convocado. En ese viaje conocí a tu primo, Walid Khalidi, en su casa de Beirut, algo que nunca olvidaré. Me sentó y me dijo: «¿Sabes lo que pasó?» Me habló de la masacre de Deir Yassin en abril de 1948. Se me salían los ojos de las órbitas. No podía creer que no lo hubiera sabido.

 

¿Recuerdas cuándo fue?

Creo que debió ser en julio, un mes después de la guerra de 1967. Nos reunimos con refugiados en campos de Jordania, a las afueras de Damasco, en Egipto, así como con políticos e intelectuales. Irónicamente, nuestro traductor era un inglés musulmán, Faris Glubb, cuyo padre, el general Sir John Glubb, había sido comandante en jefe del ejército transjordano. Faris era un firme partidario de la causa palestina. A Walid le hizo mucha gracia este hecho. Fue él quien primero me dio un verdadero tutorial sobre la historia palestina.

 

Es muy bueno en eso. Está a punto de cumplir 99 años, inshallah, en julio.

 

Nunca olvidaré aquella tarde en Beirut. Y si gente como yo, que crecí en una familia de izquierdas, pro árabe y pro Nasser, no sabía nada de la Nakba en aquella época, entonces es posible que mucha gente no tuviera ni idea.

 

Por supuesto. No deja de sorprenderme lo mal que hicieron los palestinos para dar a conocer su causa, desde 1917 hasta mucho después de 1967. Solo con la generación actual ha habido algún tipo de avance. Y esto no ha venido de los dirigentes políticos, sino de la sociedad civil: organizaciones como PACBI, el grupo que pide Boicot, Desinversiones y Sanciones, o el Instituto de Estudios Palestinos que fundó Walid, que lleva décadas trabajando. Por fin empezamos a ver los resultados. Pero esto es a pesar de la ausencia de cualquier esfuerzo oficial competente. La OLP inició una labor informativa y diplomática en los años setenta y principios de los ochenta, aunque todavía insuficiente. Aparte de eso, el historial ha sido pésimo.

 

¿Cómo explicas la persistente debilidad de los dirigentes palestinos modernos? Sé que mataron a los mejores.

 

Ese es el primer punto importante. Asesinar a líderes palestinos se convirtió en una especialidad israelí. Un autor israelí, Ronen Bergman, tiene un libro escalofriante sobre esto, Rise and Kill First (“Levántate y mata primero”). El título lo dice todo. Han sido muy cuidadosos a la hora de elegir a los que quieren eliminar. Junto con algunos regímenes árabes, hay que decirlo: los israelíes han contado con la ayuda de los asesinos de Libia, Irak y Siria. Y los israelíes conocían sus objetivos. Cuando fueron a asesinar a Abu Yihad en Túnez, pasaron directamente por delante de la casa de Mahmud Abbas. No lo consideraron un peligro, al contrario, así que lo mantuvieron con vida y lo han estado utilizando desde entonces. Esta también era una especialidad británica.

Pero los problemas de los dirigentes palestinos son más profundos. En la década de 1930, era en parte producto de la estructura de clases palestina: una élite terrateniente desconectada, con visiones sesgadas o ingenuas sobre cómo tratar con los británicos. Desde la década de 1960, la falta de una visión global por parte de las sucesivas generaciones de dirigentes palestinos ha sido un problema importante. Si nos fijamos en otros movimientos anticoloniales —los irlandeses, los argelinos, los vietnamitas o los indios— estaban dirigidos por personas con un sofisticado conocimiento del equilibrio de poder mundial, de la forma de actuar de las potencias imperiales y de cómo llegar a la opinión pública de la metrópoli. Nehru, Michael Collins, de Valera lo entendían. Los dirigentes argelinos entendían a Francia. Lo que ellos llamaban la séptima wilaya o provincia del FLN estaba en Francia. Los irlandeses ganaron en 1921 porque entendían la política británica y estadounidense, y tenían allí amplias operaciones políticas y de inteligencia. Los dirigentes palestinos nunca han tenido los mismos conocimientos o habilidades. Odio decir esto, suena autodenigrante, pero es cierto.

 

¿Cómo caracterizarías a la élite palestina en ese primer periodo? En The Hundred Years’ War on Palestine [hay traducción al castellano, Palestina, cien años de colonialismo y resistencia], nos ofreces una magnífica lectura de estos clanes palestinos, los Khalidis y los Husseinis. El tuyo era más intelectual, más erudito, los Husseinis tendían a ocupar funciones prácticas de liderazgo. ¿Era este tipo de estructura de clases propia de Palestina, o existía de alguna forma en otras partes del mundo árabe?

 

El término utilizado por mi profesor, Albert Hourani, era notables, la política de los notables[4]. Hablaba de familias, más que de clanes; no se trataba de poblaciones tribales. La misma estructura social prevalecía en todas las provincias árabes del Imperio Otomano; eran élites urbanas, implicadas en la religión, la ley y el gobierno; también, en muchos casos, terratenientes e involucrados en el comercio. Este estrato estaba bastante divorciado de las clases populares, desdeñaba el trabajo manual y, en muchos casos, el propio comercio. Durante siglos estuvo imbricado en la política otomana y, antes, en el imperio mameluco. Miembros de mi familia formaron parte de la judicatura mameluca en los siglos XIV y XV. Esta élite se adaptaba bien al tipo de administración que había bajo los mogoles, los safávidas y los otomanos. Algunos se adaptaron a la era moderna. En lugar de recibir formación religiosa, fueron a Malta o Estambul, o a instituciones misioneras americanas. Adquirieron una educación moderna; en vez de llevar turbante o fez, llevaban sombrero de copa. Pero estaban exquisitamente mal preparados para tratar con los británicos.

Esta estructura social quedó completamente destruida en 1948. La base material de la clase que había dominado la sociedad palestina durante siglos desapareció. Los terratenientes perdieron sus tierras, los comerciantes sus negocios, y así sucesivamente. Y con alguna que otra excepción, ninguna de estas élites resurgió después de 1948. La sociedad palestina se revolucionó de la misma manera que muchas otras sociedades árabes se revolucionaron socialmente: en Irak, Siria y Egipto, donde las antiguas élites y la clase terrateniente fueron derrocadas en la década de 1950. Dinastías como los Azm de Damasco desaparecieron de la política. Lo mismo ocurrió en Palestina a causa de la Nakba. En cierto sentido, abrió la puerta a los de la clase media educada. La cúpula de la OLP no estaba formada por personas procedentes de antiguas familias notables. La única excepción que se me ocurre es Faisal Husseini; fue el único líder palestino destacado después de 1948 que procedía de la antigua clase de élite, y era hijo de un destacado líder militar que murió en combate en 1948.

 

¿Qué pasó con tu propia familia en ese momento?

 

La familia se dispersó. Algunos quedaron traumatizados por la experiencia y otros se sintieron movilizados. Mis abuelos perdieron la casa familiar en Tal al-Rish, cerca de Jaffa, y se convirtieron en refugiados. Mis tíos, tías y primos acabaron repartidos entre Jerusalén, Nablús, Beirut, Ammán, Damasco y Alejandría. Como resultado, tengo primos en todo el mundo árabe y otros en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, los miembros de mi familia se contaban entre los afortunados y privilegiados, ya que tuvieron una buena educación gracias a mi abuelo, y algunos de ellos hicieron carrera como profesores, como mis primos Walid, Usama y Tarif, o como escritores y traductores, como mi tía Anbara, o mi prima Randa. Mis padres, que habían planeado regresar a Palestina cuando mi padre terminara su doctorado en Columbia, acabaron teniendo que quedarse en Estados Unidos, y por eso nací aquí, en Nueva York, en 1948. Mi padre trabajaba entonces para las Naciones Unidas.

 

¿Dónde fuiste a la escuela?

Fui a la Escuela Internacional de la ONU en Nueva York, y también fui a la escuela en Corea. Estudié Historia en Yale y me doctoré en Oxford, con Hourani. Así que me eduqué en tres lugares diferentes.

 

Y Palestina siempre estuvo ausente en estos lugares.

Sí. Solo he vivido en Palestina durante breves periodos, un par de años en total. Viví en Libia unos años, cuando era muy joven, y viví en Líbano más de quince años, en los años setenta y ochenta, dando clases en la Universidad Americana de Beirut. He vivido en otros lugares, pero la mayor parte de mi juventud y más de la mitad de mi vida las he pasado en Estados Unidos.

 

Volviendo a las convulsiones radicales de los años cuarenta: como decías, la estructura de clases cambió en todo el mundo árabe.

 

Con una excepción categórica: las monarquías restantes. El antiguo orden social no ha cambiado en Marruecos, ni en Jordania ni en Arabia Saudí. Al menos, no cambió de la misma manera.

 

Los británicos mantuvieron las monarquías allí donde pudieron. A Churchill, en particular, le encantaban e incluso discutió la posibilidad de crear una para la provincia india del Punjab.

 

A los colonialistas británicos les encantaba reproducir su propia aristocracia y su propio sistema. Buscaban noblezas terratenientes en lugares que nunca las habían conocido. Los franceses preferían las repúblicas coloniales.

 

La otra consecuencia de estos levantamientos radicalizados de la clase media fue que la pequeña burguesía urbana accedió al ejército, especialmente en Egipto, Siria e Irak. En la India, el cuerpo de oficiales nativos se limitaba a los segundos hijos de la nobleza terrateniente. ¿Cómo se desarrollaron estas transformaciones entre las comunidades palestinas, en la diáspora y en Palestina? Nasser fue un gran héroe para la generación posterior a la Nakba. Y lo intentó, para ser justos; no es que no lo intentara. Recuerdo haberle dicho esto a un palestino en Egipto, que me respondió con una broma: «Sí, Tariq, lo intentó, pero, ya sabes, es como un mal reloj. Un reloj dice tic-tac y avanza. Nasser dice tac-tic y retrocede’. En mi opinión, la nueva generación de líderes palestinos se hizo realmente fuerte tras la Guerra de los Seis Días, cuando reconocieron que ningún Estado árabe iba a defenderles y que tenían que luchar por sí mismos. ¿Qué dirías al respecto?

 

Mi opinión sobre Abdel Nasser sería algo similar; uno de mis antiguos alumnos me reprendió el otro día por criticarle. Pero lo que hay que subrayar es que no creo que Palestina fuera nunca la prioridad de Nasser, ni siquiera en 1948. Si lees sus memorias, que fueron escritas por un tercero, por supuesto, está claro que su obsesión era Egipto. Era un nacionalista egipcio, comprensiblemente. Palestina era importante, pero nunca fue la prioridad. Pero para responder a la otra pregunta que me haces: ¿cómo surgió esta nueva generación de líderes de la resistencia palestina? Había empezado a cuajar antes de 1967, pero el trauma de la Guerra de los Seis Días tuvo un enorme impacto. Como dices, cimentó la idea de que los Estados árabes no iban a ayudar. Creo que muchos creyeron que Nasser lo haría, y esto fue la gota que rebalsó el vaso. Las sucesivas derrotas de 1948, 1956 y 1967 demostraron que los Estados árabes no tenían los medios para derrotar a Israel, independientemente de que tuvieran la voluntad de hacerlo. Las iniciativas que se habían ido gestando en la sociedad palestina desembocaron en la toma del poder de la Organización para la Liberación de Palestina, que Nasser había creado en 1964 con el fin de cooptar y controlar la creciente marea de fervor nacional. En 1968, la OLP fue tomada por grupos palestinos independientes, descontentos con el control egipcio. Fatah fue el más importante de ellos, y Arafat pronto se convirtió en presidente de la OLP. Una vez más, se trataba de un movimiento desde abajo contra las élites cooptadas, Ahmad Shukeiri y otros, que originalmente dirigían la OLP. Shukeiri, por cierto, era otro miembro de la antigua clase dirigente. Pero a partir de ese momento, hubo una nueva generación de dirigentes palestinos —Arafat, Hawatmeh, Habash, Abu Jihad y otros— que representan una clase diferente, un conjunto de identidades diferente, a todo lo anterior.

Una de las consignas más importantes de Arafat era al-qarar al-Filistini al-mustaqil, poder de decisión palestino independiente. Su insistencia en la autonomía y autodeterminación palestinas fue clave para su popularidad en este primer periodo: «Los regímenes árabes no nos controlan». Este fue uno de sus relativamente pocos éxitos, pero uno de los principales: mantener a la OLP en gran medida independiente de las potencias árabes que querían controlar el movimiento palestino, tal y como habían intentado hacer desde la década de 1930. Durante la Gran Revuelta, en la Conferencia de St. James de 1939, en el debate sobre la resolución de la ONU sobre la partición o el establecimiento de la OLP, los regímenes árabes trataron sistemáticamente de dominar la cuestión palestina, en su propio beneficio; en rivalidad unos con otros, por supuesto. Siguen intentándolo, incluso mientras miran impasibles y no hacen absolutamente nada mientras Gaza es martirizada.

 

Ya te has referido a otra figura destacada de esta generación, Ghassan Kanafani. En The Hundred Years’ War on Palestine escribes sobre él de forma muy conmovedora. Le conocí una vez en una conferencia en Kuwait en 1966 y me quedé impresionado.

 

Era enormemente carismático. Si lo lees ahora, el carisma casi brota de la página. Pero si lo conocías… Yo solo le vi un par de veces. El hombre era extraordinario.

 

No recuerdo sus palabras exactas, que desde entonces se han hecho famosas, pero le pregunté, ¿hay alguna posibilidad de llegar a un acuerdo negociado con estos bastardos? Y él dijo —nunca olvidaré su voz ni su sonrisa— «Tariq, explícame cómo negocia el cuello con la espada». Me reí mucho. Dije que era una analogía muy brillante. Era un gran intelectual, escritor y líder político. Parecía representar a toda una cultura. Y así lo mataron. El Mossad lo voló por los aires, mientras viajaba con su sobrina.

Exactamente. Sus obras literarias resuenan hasta el día de hoy. Mi hijo Ismail adaptó su novela Regreso a Haifa para el teatro, con Naomi Wallace. Es imposible que un teatro importante de Estados Unidos la exhiba, aunque se estrenó en Londres, en el Finborough Theatre. La adaptación fue encargada por el Public Theatre de Nueva York, pero la dirección se negó a permitir su producción; dijeron que Kanafani era un «terrorista». A pesar de la censura, su obra está en todas partes. Sus novelas, sus obras de teatro, su poesía y otros escritos, tanto en árabe como traducidos, siguen publicándose. Junto con Mahmud Darwish y Edward Said, creo que es el intelectual palestino más importante del siglo XX.

 

Es lo que decíamos antes: saben a quién matar.

Y a quién no matar.

 

¿Qué llevó a Arafat y al equipo que le rodeaba a decidir finalmente venderse en Oslo en 1993? Nuestro amigo Edward Said lo llamó un «Versalles palestino», una paz punitiva.

 

Edward tenía razón, pero no sabía cuánta. De hecho, fue mucho peor que Versalles. El punto de inflexión fue 1988, cuando el equipo de Arafat en el Consejo Nacional Palestino esencialmente capituló ante las condiciones de los estadounidenses para entablar un diálogo bilateral: los palestinos debían renunciar a la violencia, algo que nunca se pidió a los israelíes, y aceptar la partición, firmando la Resolución 242 de la ONU, que restringía los temas al resultado de la guerra de 1967. Esa resolución de la ONU fue redactada por Arthur Goldberg, Abba Eban y Lord Caradon: sus autores fueron las grandes potencias imperiales y su cliente israelí, aunque respaldada en el Consejo de Seguridad de la ONU por la URSS. De hecho, los israelíes no querían que la OLP capitulara en ese momento. No les interesaba hablar, sin importar lo que aceptara la OLP. Podían estar de acuerdo con la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (UNSC 242), aceptar la «solución de dos estados», renunciar a la violencia… y los israelíes seguirían sin hablar con ellos; hasta que Rabin rompió finalmente el tabú en 1992.

Detrás del giro de la OLP estaba el resultado de la Guerra de Octubre de 1973, cuando los regímenes egipcio y sirio dejaron claro que sus intereses se limitaban a sus propios territorios ocupados en 1967, el Sinaí y los Altos del Golán. Más allá de eso, no les importaba. Y esto quedó claro para los dirigentes palestinos. Vi a algunos de ellos volviendo de El Cairo. Yo vivía entonces en Beirut y hacía de intérprete para una delegación palestino-estadounidense. Hablaron de su experiencia en El Cairo con Sadat y de cómo se los dejó claro: esto es lo que hay. Esto es lo que nos toca, y esto es todo lo que nos toca. Ustedes cuídense por su cuenta. No lo dijo tan claramente…

 

Pero eso es lo que quiso decir y eso es lo que hicieron.

Eso es lo que entendieron los dirigentes de la OLP. Y a partir de ese momento, empezaron a pasar de la lucha armada y la liberación de Palestina a las negociaciones para la llamada solución de los dos Estados. En 1974, en el Consejo Nacional Palestino (CNP), impulsaron el primer cambio en la redacción. El FPLP[5] y el grueso de los miembros de Fatah comprendieron perfectamente lo que intentaban hacer y se opusieron. Los dirigentes tardaron años en llegar al punto en el que consiguieran la aprobación explícita del CNP para este programa: hacer que la OLP pasara de una posición de liberación de toda Palestina, con un Estado laico y democrático para musulmanes, cristianos y judíos en el que todos fueran iguales, a una solución de un Estado más varios bantustanes, que es lo que siempre ha significado en la práctica la solución de dos Estados negociada con Estados Unidos. Eso es lo que nos han dado los israelíes, pequeños trozos separados por enormes franjas de asentamientos israelíes ilegales. Podría decirse que el liderazgo de Arafat aceptó esto en principio en 1974 y luego avanzó, lenta pero firmemente, para ganarse a la opinión pública y al movimiento palestinos.

 

El otro día Hillary Clinton entró en escena, añadiendo su guijarro a la montaña de mentiras que se ha construido en torno al «proceso de paz». Básicamente dijo: «Les ofrecimos todo a los palestinos en los Acuerdos de Camp David en 1979, pero nos rechazaron. Ya podrían haber tenido su propio Estado». Conoces íntimamente esa fase.

 

Uno de mis alumnos, un académico llamado Seth Anziska, escribió el mejor libro sobre el impacto a largo plazo de Camp David[6]. Yo me centré en las negociaciones de Madrid y Washington en Brokers of Deceit Negociadores del engaño»). La cuestión básica es que el Estado y la soberanía palestinos y el fin de la ocupación y los asentamientos nunca han estado sobre la mesa, nunca, en ningún lugar, en ninguna fase, por ninguna de las partes, ni por Estados Unidos ni por Israel ni por nadie. En Camp David, en 1979, se ofreció la «autonomía»; en Madrid y Washington, en 1991, solo se nos permitió negociar la «autonomía», o el autogobierno bajo soberanía israelí; todo lo que se nos dijo fue que las «cuestiones del estatus final» incluirían la discusión de estas otras cosas. Pero sabemos cuál era el fondo de la cuestión. Rabin nos lo dijo. En su último discurso en 1995, justo antes de ser asesinado por ir demasiado lejos, explicó hasta dónde llegaría realmente. Dijo: lo que ofrecemos a los palestinos es menos que un Estado y mantendríamos el control de seguridad sobre el valle del Jordán. En otras palabras, ni autodeterminación, ni soberanía, ni Estado. Una solución de un Estado y múltiples bantustanes.

Esa fue la oferta de Israel. Y nunca cambió. Rabin fue asesinado. Él podría haber cambiado, se puede especular sobre eso, si no hubiera sido asesinado. Pero esto es lo que dijo en su último discurso ante la Knesset. Y eso fue lo esencial para Ehud Barak en 2000, que negoció con la OLP, a diferencia de la mayoría de los demás dirigentes israelíes. Rabin, Barak y más tarde Olmert estaban realmente dispuestos a negociar; estaban dispuestos a poner la espada en el cuello, según la inimitable expresión de Kanafani. Pero, ¿qué ofrecían? Ni un Estado, ni soberanía, ni autodeterminación, ni el fin de la ocupación ni la retirada de los asentamientos. En cuanto a Clinton: una de las mayores mentirosas de la política estadounidense e implicada en múltiples crímenes de guerra. Ella dijo que los estudiantes no entienden la historia. Bueno, lo que ella está propagando ciertamente no es historia. Es una narrativa completamente distorsionada que es falsa en casi todos los sentidos.

 

Volvamos a Hamás. ¿Es exacto decir, como insisten muchos de sus opositores en la OLP, que fue creado por Israel?

 

No. Permítanme ser muy claro. Hamás surgió en 1987-88, en la situación de la que acabamos de hablar. Surgió del movimiento islamista de Gaza, como una extensión palestina separada de los Hermanos Musulmanes de Egipto. Esto ocurrió justo en el momento en que Al Fatah y la OLP se alejaron del objetivo de liberar a toda Palestina, como un Estado democrático y laico, para aceptar las condiciones estadounidense-israelíes establecidas en la UNSC 242, deponer las armas y aceptar un Estado palestino dividido al lado de Israel. La OLP aceptó formalmente esto en 1987-88, que es precisamente cuando Hamás surgió como una escisión del movimiento islamista.

¿Fueron alentados por los israelíes? Sí, por supuesto. Israel veía a la OLP como su principal adversario nacionalista, el principal peligro. Cualquier movimiento disidente que socavara el apoyo total de los palestinos a la OLP era bienvenido para la inteligencia israelí. Por supuesto que lo era. Dos especialistas israelíes, Shaul Mishal y Avraham Sela, escribieron un buen libro sobre Hamás que habla de esto[7]. También hay un excelente artículo de Reuters, que entra en detalle sobre cómo los servicios de inteligencia israelíes manipularon y apoyaron al movimiento islamista en Gaza. Todo lo demás fue clausurado —toda expresión de identidad palestina, incluso la Media Luna Roja Palestina— pero no los islamistas. Actuaban libremente. Cuando los israelíes necesitaban a alguien que golpeara a los manifestantes de la OLP en el campus de Birzeit, en Cisjordania, llevaban en autobús a los islamistas de Gaza a través de Israel, equipados con porras y palancas para neumáticos, para golpear a los manifestantes de la OLP. Algunos amigos me contaron casos de niños a los que esos tipos habían roto los brazos. A los islamistas se les permitía actuar sin ser detenidos, sin interferir en sus actividades, como no se permitía a ninguna otra organización de la sociedad civil palestina.

Cuando surgió Hamás, las autoridades de ocupación israelíes se mostraron divididas al principio, porque Hamás elaboró su famosa carta fundacional antisemita y lanzó operaciones contra soldados y colonos israelíes en Gaza, tras el inicio de la Intifada en diciembre de 1987. Hubo un debate dentro de la inteligencia y el ejército israelíes: ¿realmente queremos seguir apoyando a esta gente o no? Pero en distintos momentos, los servicios de inteligencia israelíes que controlaban la Franja de Gaza, si no los apoyaban, al menos les permitían operar, siguiendo una lógica de «divide y vencerás». Acabo de ver una maravillosa película titulada Gaza Ghetto, realizada por Joan Mandell en 1984, que muestra cómo era la Franja de Gaza bajo la ocupación israelí hasta ese momento. Ella vivía entonces en Palestina. La ocupación israelí lo controlaba todo, como hoy lo controla todo en Cisjordania. Hubo intentos de resistencia, obviamente, algunos de los cuales tuvieron éxito, otros no. Pero con el tiempo, Hamás se convirtió en un movimiento de resistencia, y entonces los israelíes no estaban tan contentos con ellos. Pero volvieron a apoyarlos en los últimos años, bajo Netanyahu, porque pensaban que podían utilizar a Hamás para pacificar la Franja de Gaza, con dinero procedente de los países del Golfo, Qatar en particular.

 

Pero al final no fue así.

No les salió muy bien.

 

Ahora nos encontramos con la ironía de que la llamada OLP laica-democrática colabora al 100% o al 99,9% con los israelíes, que no existe una «Autoridad» palestina, que efectivamente, el IDF da las órdenes y la Autoridad Palestina (AP) dirigida por Fatah las ejecuta. Mientras que la organización islamista al estilo de los Hermanos Musulmanes, Hamás, se ha convertido en el liderazgo de lo que tenemos que llamar, y que de hecho es, la resistencia palestina actual.

 

La terrible ironía es que lo que Arafat y sus colegas hicieron al aceptar los Acuerdos de Oslo, y al trasladar a casi todo el movimiento nacional a una prisión controlada por Israel en los territorios ocupados, fue, en primer lugar, vaciar a la propia OLP. Hoy la OLP no existe realmente, salvo como un cascarón. Esa dirección opera ahora a través de esta Autoridad Palestina títere colaboracionista, que es una subcontratista de la ocupación. No tiene existencia independiente. No tiene autoridad, jurisdicción ni soberanía. Es simplemente un brazo de la ocupación, uno de varios. Los dirigentes Arafat-Abbas han vaciado así lo que solía ser el núcleo del movimiento nacional, que era la OLP. Ahora no se podría hablar de algo así como la OLP. Existe una Autoridad Palestina, una burocracia que tiene poder de gobierno sobre la vida civil de los palestinos en parte de Cisjordania, aunque solo en una pequeña parte. La mayor parte de Cisjordania, la llamada Zona C, está controlada directamente por el ejército israelí. Como mucho, la Autoridad Palestina tiene presencia en el 20-30% de Cisjordania, en términos de responsabilidad sobre la educación pública, la sanidad, etcétera. Pero Israel es la potencia soberana de la totalidad de Cisjordania ocupada y del Jerusalén Este árabe ocupado. Es la potencia ocupante. Es la potencia de seguridad. Controla el registro de población, las entradas y salidas, todo lo relacionado con el financiamiento. Controla los servicios de seguridad de la AP. Hacen lo que los israelíes quieren. El pueblo palestino quiere estar protegido de la ocupación y de los colonos, pero la gente de la AP sirve como agente de la ocupación. Sirven al enemigo. Así que, sí: esto es una tragedia para los elementos laico-democráticos, no pertenecientes a la Hermandad Musulmana, del movimiento nacional palestino.

 

Después de Oslo, New Left Review describió la trayectoria de Fatah como un bandazo del maximalismo fantasioso al minimalismo ignominioso, sin ningún intento de definir y luchar por una solución equitativa entre ambos[8]. Todavía hay algunos en la OLP que se resisten. Hanan Ashrawi ha sido más fuerte que los demás, y estoy seguro de que debe haber otros esperando alguna alternativa.

 

Hay mucha gente, incluida gente implicada en la OLP/Fatah, e incluso algunos involucrados en la Autoridad Palestina (AP), aunque no muchos, que siguen teniendo una posición independiente y que se oponen a la naturaleza colaboracionista de la AP. En una serie de encuestas de opinión pública se puede ver muy claramente cuán ampliamente despreciado es Abu Mazen (Mahmud Abbas), cuán odiada es la AP. Y ello a pesar de que paga los salarios de una gran parte de la población de los territorios ocupados. Hay decenas de miles de miembros del personal de seguridad, decenas de miles de empleados públicos, profesores, personas del sector sanitario, que están en la nómina de la Autoridad Palestina y dependen totalmente de ella para su subsistencia. A pesar de ello, la AP es detestada por una abrumadora mayoría de la población. Eso está perfectamente claro.

Lo interesante es que la popularidad de Hamás no siempre ha sido tan grande como algunos piensan, ya sea en Gaza, donde cada vez eran más impopulares antes del 7 de octubre, o incluso en Cisjordania, donde son más populares simplemente porque la gente no ha sido gobernada por ellos. Pero muchos de los que estaban bajo su gobierno en la Franja de Gaza no veían con buenos ojos a Hamás. Depende de la encuesta, de quién pregunte y a quién pregunte. El sentimiento público no es estático; sube y baja con el tiempo. Pero la cuestión del grado de apoyo popular de Hamás debería plantearse con mucho más cuidado del que se hace. La gente asume que, como muchos jóvenes se dejaron llevar por el entusiasmo tras el 7 de octubre, esa sigue siendo la opinión de la mayoría hoy, ocho meses después. No creo que sea necesariamente así. Se considera que Hamás debe llevarse el mérito de haber infligido a Israel una derrota militar como nunca había sufrido. Israel recibió una paliza en algunos campos de batalla en 1948 y sufrió un duro revés militar al comienzo de la guerra de 1973, antes de que los estadounidenses acudieran en su rescate. Pero desde 1948, Israel nunca ha tenido que luchar durante días en su propio territorio. Tardaron cuatro días en retomar las bases militares y las numerosas comunidades que fueron invadidas por Hamás y sus aliados el 7 de octubre. Esto no había ocurrido antes. El ataque del 7 de octubre causó el mayor número de víctimas civiles israelíes desde 1948. (La propaganda israelí afirma que es «el más alto desde el Holocausto», pero no es cierto; en 1948 murieron 2.000 civiles israelíes y 4.000 soldados). Pero Israel nunca ha sufrido un fallo de inteligencia de esta magnitud, ni siquiera en 1973. Así que mucha gente da crédito a Hamás por esto, aunque pueda tener reservas sobre ellos por otros motivos.

 

Los israelíes sabían lo que pasaba en 1973. Los estadounidenses se lo decían.

 

Lo sabían, o lo descubrieron algo tarde, pero no reaccionaron con la suficiente rapidez, por arrogancia o soberbia. Tenían espías en Egipto. Tenían espías por todas partes. Tenían gente que les decía: ‘Esperen, esperen, solo están haciendo ejercicios’. Incluso si 1973 fue un gran shock, con Siria ocupando los Altos del Golán, no hubo víctimas civiles israelíes. Esto hay que decirlo una y otra vez sobre el 7 de octubre: además de las atrocidades, que sin duda tuvieron lugar, el mayor número de víctimas civiles que Israel ha sufrido desde 1948 se produjo en esos cuatro días al comienzo de este ataque. Esto es algo que los palestinos tienen que asumir, si quieren entender por qué Israel es tan salvaje en su castigo colectivo a Gaza. No se trata solo de la derrota militar y del fracaso de los servicios de inteligencia. No se trata solo de restaurar el honor mancillado y la destrozada capacidad de «disuasión» del Ejército. Es un deseo visceral de venganza, de retribución por el sufrimiento traumático de un gran número de civiles israelíes. No solo los muertos o capturados: comunidades enteras fueron vaciadas y aún no han sido repobladas, ocho meses después. Esto es fundamental si queremos entender lo que motiva la ferocidad del comportamiento israelí. Hay una lógica subyacente que se remonta al lanzamiento del proyecto sionista. Todo proyecto colonial de asentamientos debe comportarse con ferocidad, para establecerse a expensas de la población autóctona. Pero lo que hemos presenciado en los últimos ocho meses es de una magnitud nunca vista, ni siquiera en 1948.

Somos plenamente conscientes de que, desde el 7 de octubre, han sido asesinados al menos 25 veces más palestinos que israelíes, y una enorme proporción de ellos civiles, mujeres, niños, ancianos, trabajadores médicos y humanitarios, periodistas, académicos. El mundo es ahora plenamente consciente del trauma que esto está produciendo. Pero algunos aún no han integrado plenamente el grado en que la sociedad israelí se ha visto afectada por el impacto de esos primeros cuatro días que tardaron los militares israelíes en liberar el cuartel general asediado de la División de Gaza, retomar el paso fronterizo de Erez, las múltiples bases militares que habían sido capturadas y una docena de comunidades a lo largo de la frontera de Gaza. Les llevó hasta el 10 de octubre. La conmoción para Israel va a durar mucho tiempo, al igual que el trauma de lo que se está haciendo ahora a Gaza afectará a los palestinos de todo el mundo durante muchos años. No solo a los gazatíes, o a gente como yo y mis amigos y estudiantes que tienen familia en Gaza, o conocen a gente allí. Todos los palestinos se ven afectados por este trauma, y por muchos otros.

 

Como ya hemos comentado, ninguna de las tragedias anteriores de la historia palestina tuvo este impacto en la opinión pública mundial, y menos aún en Estados Unidos. Y, sin embargo, ver los campamentos que se están instalando en más de cien campus estadounidenses me resulta bastante asombroso. El otro día escuché tu magnífico discurso a los estudiantes que protestaban en Columbia. Es como si el 7 de octubre se hubiera producido un cambio generacional en lo que respecta a Israel y Palestina. Una capa significativa de jóvenes, incluidos miles de jóvenes judíos, como los que ocuparon la Grand Central Station de Nueva York, no quieren tener nada que ver con esta entidad monstruosa que mata a voluntad. La gente ve lo que Israel está haciendo y dice que es demasiado, que es inaceptable, que es un genocidio. Y esto está poniendo nerviosos a los medios de comunicación y a los políticos. ¿Crees que esto va a durar? Y, en relación con eso, ¿cómo explicarías el hecho de que Washington se haya vuelto tan totalmente cobarde? En Brokers of Deceit, ofreces un análisis sobrio pero muy agudo del papel de Estados Unidos en Medio Oriente, en particular durante los gobiernos de Clinton y Obama, mostrando que, aunque Washington pretende ser un mediador imparcial, que busca avanzar en un «proceso de paz» equilibrado, en realidad es muy parcial, y actúa como «abogado de Israel» y su principal patrocinador. No obstante, cuando los intereses estadounidenses estaban en juego, las administraciones anteriores estaban dispuestas a sacar el látigo. Truman mantuvo un embargo de armas contra todos los beligerantes en 1948; después de Suez, Eisenhower dijo a Ben-Gurion que saliera de Gaza y el Sinaí en el plazo de dos semanas o se enfrentaría a sanciones; en agosto de 1982, Reagan le gritó a Begin que dejara de bombardear Beirut; Bush padre amenazó con retener 50.000 millones de dólares para sentar a Israel en la mesa de negociaciones. La cúpula actual, demócratas y republicanos por igual, no muestra la más mínima voluntad de presionar. Biden el «genocida Joe», como le han apodado los estudiantes es el peor de todos. Trump no será mejor. El secretario de Estado Blinken baila como un mono domesticado al son de todas las melodías de Netanyahu. ¿Se ha convertido el mono en el organillero? ¿Por qué y cómo ha llegado tan lejos?

 

En realidad, es una pregunta difícil de responder. Nos rompemos la cabeza intentando comprender hasta qué punto se han convertido en algo peor que cómplices. Se han convertido en portavoces de cada porquería de propaganda sionista. El presidente y sus espantosos portavoces, el almirante Kirby y el horrible Matthew Miller, suenan como los agregados de prensa de Netanyahu, como los peores propagandistas israelíes, defendiendo sin tapujos el relato israelí punto por punto. Hoy han admitido que EE.UU. está ayudando a los israelíes a tratar de cazar y matar a los dirigentes de Hamás, que proporcionó información de inteligencia para el rescate de rehenes en el que murieron casi 300 palestinos. La RAF ha volado casi a diario en misiones de vigilancia sobre la Franja de Gaza. Estados Unidos y Gran Bretaña, su ayudante sanguinario, están participando directamente en la matanza, no solo suministrando armas, dinero y vetos de la ONU, sino haciendo el trabajo de inteligencia y propaganda para este genocidio. Utilizaste la palabra «cobarde». Esto es peor que eso. Hay palabras en árabe para ello que no puedo traducir. El grado en que este gobierno ha adoptado una perspectiva israelí, desde Biden hasta Sullivan, pasando por Blinken, lo demuestra.

Es cierto que en un par de altos cargos hay personas que no repiten esa retórica. El secretario de Defensa, Austin, y Burns, el jefe de la CIA, no lo han hecho; ni tampoco otros, que tienen más claridad. Pero no tienen ningún peso dentro del gobierno en esta materia. Supongo que la mayoría de los profesionales de carrera que trabajan en el Departamento de Estado, en el ejército y en la llamada comunidad de inteligencia —me encanta ese término, «comunidad» de inteligencia— saben perfectamente que lo que está haciendo Israel es inútil y perjudicial para los intereses estadounidenses; de hecho, lo perjudicial que es para cualquier comprensión racional de los intereses de Israel. Pero no tienen voz en el gobierno de Biden.

Parte de esto tiene que ver con la división generacional que has mencionado. Estados Unidos está gobernado hoy por una camarilla envejecida, una gerontocracia, que fue adoctrinada en los años 60 y 70 con el mito de la conexión entre el Holocausto y el establecimiento de Israel. Schumer, Pelosi, Biden, Trump; son gente mayor. Su conciencia se formó en la época de la guerra de 1967. Y desde entonces, nunca han abierto sus mentes, nunca han tenido acceso a otra cosa que no sea una narrativa venenosa que pinta a Israel con los colores más brillantes y a los palestinos con los más oscuros: la idea de que Israel siempre está en peligro existencial, que los cosacos siempre están a la puerta; que el Holocausto podría repetirse, que Israel representa una flor de la civilización occidental en un desierto de barbarie árabe; un montón de tropos racistas que Israel, y el movimiento sionista antes que él, sembraron con éxito en todo Occidente. Biden no ha expresado la más mínima simpatía por los 14.000 niños palestinos que han muerto a causa de bombas estadounidenses. No tiene ningún sentimiento de vergüenza, ningún sentido de las dimensiones del horrible genocidio que él y su gobierno están ayudando a perpetrar. Y la gente que le rodea refleja eso, obviamente. Están aislados.

¿Cuánto tiempo puede continuar esto? No lo sé. No veo señales de que se detenga. Ahora han empezado a deducir vagamente que Israel está perjudicando sus intereses y los suyos, y están intentando frenarles. Pero hasta ahora no tienen ningún control sobre los israelíes. Y si yo fuera Netanyahu y mi supervivencia política dependiera de la continuación de la guerra, los débiles balidos de los estadounidenses y su amenaza de retrasar uno o dos envíos de armas no serían motivo para detenerme. Seguirá todo el tiempo que quiera, considerando correctamente que los estadounidenses son más ladradores que mordedores, y que cualquier mordisco sería un pellizco sin dientes. Estados Unidos podría decir que va a detener todos los envíos de armas, a menos que Israel acepte el plan de alto al fuego que el jefe de la CIA, Burns, ha redactado para ellos. Podría patrocinar una resolución del Consejo de Seguridad exigiendo un alto al fuego bajo disposiciones específicas de la Carta de Naciones Unidas, lo que obligaría a Israel a detenerse mañana. No harán eso. Volviendo a lo que has dicho: esto era algo que el propio Reagan estaba dispuesto a hacer, en agosto de 1982. Los israelíes solo dejaron de bombardear Beirut porque Reagan le gritó a Begin, y media hora después se detuvieron. Estábamos sentados allí en Beirut, bajo el bombardeo israelí, y de repente se detuvo, básicamente por una llamada telefónica del presidente de EE.UU. al primer ministro israelí. Biden no ha hecho eso.

 

Mearsheimer y Walt fueron vilipendiados por su libro sobre el lobby israelí, tildados de antisemitas y demás[9]. Pero el argumento que presentaron sobre cómo se dirige la política exterior estadounidense a ese nivel parece bastante sólido hoy en día.

 

Lo curioso es que, a pesar de toda la denigración y las calumnias, The Israel Lobby and US Foreign Policy («El lobby israelí y la política exterior de EEUU») se convirtió rápidamente en un bestseller, y se sigue vendiendo muy bien. Conozco a los autores, ambos son amigos míos; creo que con la última guerra ha habido un repunte en las ventas, una década y media después de su publicación. Creo que era un buen análisis. No creo que fuera lo suficientemente exhaustivo porque solo hablaba de los grupos de presión del Capitolio, así como de los sionistas cristianos y los neoconservadores, y de los guardianes del lobby en los medios de comunicación y el mundo académico, mientras que hay todo un ecosistema que se ha extendido a elementos importantes de los sectores militar, tecnológico y biomédico estadounidenses, que están estrechamente integrados con sus equivalentes israelíes. Partes enormemente importantes de la economía estadounidense están vinculadas a estos sectores en Israel y son fuerzas poderosas en la sociedad estadounidense. Son dueños del Congreso, en el sentido de que sus contribuciones mantienen a los políticos electos en sus cargos: Silicon Valley, la biotecnología, las finanzas y el sector militar en particular. La imbricación del complejo industrial de seguridad y militar estadounidense con el de Israel es perfecta, como lo es la imbricación de las redes de defensa e inteligencia de Israel con las de India, los Emiratos y algunos otros lugares. No creo que esto se explique completamente en El lobby israelí, en alguna medida porque parte de esto ha surgido después de la publicación de su libro.

 

Volvamos al tema de las élites árabes actuales, que siguen actuando de forma aún más descarada que después de la Nakba. Antes del 7 de octubre, los saudíes estaban a punto de reconocer a Israel.

 

Todavía lo están.

 

Siguen estándolo. Y los Estados del Golfo siguen siendo gasolineras imperiales, con enormes cantidades de dinero. Jordania ha sido un protectorado estadounidense-israelí durante mucho tiempo. Las masas egipcias fueron brutalmente derrotadas por el ejército. Pensé que podría haber más protestas en el mundo árabe, y lo único que podría cambiar el estado de ánimo allí serían levantamientos masivos. Pero aparte de Yemen, no ha habido demasiado. Ha habido manifestaciones a favor de Gaza, pero hasta ahora no a la escala de la ira que se ha visto en Gran Bretaña y Estados Unidos.

 

Creo que hay al menos dos cosas que decir aquí. La primera es que existe, y siempre ha existido, una profunda simpatía por Palestina entre los pueblos árabes, en todo el mundo árabe, desde el Golfo hasta el Atlántico. Esto no ha cambiado. Ha tenido sus altos y bajos, pero no ha desaparecido. Pero estos pueblos se enfrentan a otros problemas críticos. Si vives en un Estado que ha sido destruido —como Libia, Siria, Irak, Yemen, Sudán, Líbano— por la guerra civil o la intervención de las potencias imperiales y sus clientes, tienes otras preocupaciones. Irak sigue sin tener electricidad las 24 horas del día, 21 años después de la ocupación estadounidense, uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Palestina es importante, pero la electricidad y no ser asesinado por el régimen —o por tal o cual facción del ejército— también lo es. Esta es la situación en media docena de países árabes: diferentes fases de algo que es entre guerra civil y guerra proxy, con todas las grandes potencias implicadas.

Lo segundo es que, casi sin excepción, desde el Golfo hasta el Atlántico, no hay regímenes que permitan a la opinión pública expresarse. Hay dictaduras de bota militar, un pouvoir en Argelia, las monarquías más absolutistas desde Luis XIV, que no permiten prácticamente ninguna disidencia más allá de un minúsculo espacio, y si lo traspasas, te apalearán y torturarán, te detendrán y tu familia sufrirá. Así que, tienes razón, ninguna protesta en el mundo árabe ha alcanzado el nivel de las que hemos visto en Londres y Nueva York, o en algunas partes del Sur Global, Indonesia y Pakistán. Eso se debe en parte a que las masas árabes han sido amedrentadas por las picanas y las torturas que se les han infligido desde la llamada Primavera Árabe. Los clientes de Estados Unidos, en particular los saudíes y los emiratíes, las han devuelto al orden con grandes inyecciones de dinero y apoyo a las medidas de seguridad más duras. No se puede culpar del todo a la población por no estar dispuesta a levantar la cabeza por encima de cierto punto en este asunto.

En algunos lugares, sin embargo, la situación es crítica: en Jordania, por ejemplo, y en algunos otros países, bajo la superficie. Pero no veo que esto conduzca a las transiciones democráticas que serían necesarias para que estos países desempeñen un papel activo y positivo. Sus gobernantes están más preocupados por lo que puedan decir Washington y Tel Aviv que por su pueblo. No representan en modo alguno las opiniones de su pueblo. Están ligados a Israel por muchos lazos visibles e invisibles. Las defensas antimisiles de los emiratos fueron suministradas por la filial israelí de Raytheon, lo que significa que la vigilancia antimisiles de Israel contra Irán está en Jabal Ali, en Abu Dhabi, y no en Jabal al-Sheikh (Monte Hermón), en los Altos del Golán ocupados. Los EAU dependen totalmente de Israel para su seguridad contra los ataques con misiles. Existen variaciones de este acuerdo en Jordania, Egipto y otros países árabes. En Marruecos, los guardaespaldas reales han sido entrenados por el Mossad durante los últimos cincuenta o sesenta años, desde la época del rey Hassan II. En Jordania, Marruecos y Egipto, la relación con la defensa israelí se remonta a varias generaciones, y está bien establecida en varios de los países del Golfo y en algunos otros.

 

Al principio se expresó cierta esperanza de que Hezbolá, con el respaldo, silencioso o público, del régimen iraní, pudiera abrir un segundo frente y aliviar la presión sobre Hamás. Pero esto no ocurrió.

 

Creo que Hamás se equivocó al esperarlo. Probablemente esperaban respuestas mucho más sostenidas de otros palestinos en los territorios ocupados y esperaban que Hezbolá, así como otras milicias aliadas de Irán y quizás el propio Irán, reaccionaran con mucho más vigor a la contrarrespuesta de Israel al 7 de octubre. Es un ejemplo perfecto de lo poco que entienden del mundo. A pesar de toda su perspicacia en otros aspectos, los dirigentes que organizaron este asalto tienen lo que yo llamaría visión de túnel. Creo que realmente creían que habría un levantamiento en todo el mundo árabe. No tengo muchas pruebas de esa afirmación, pero sin duda se sintieron decepcionados por la reacción. Y la respuesta de Hezbolá ha sido lo que yo llamaría «performativa». Ha tenido un efecto significativo en Israel: ha matado al menos a quince soldados y once civiles israelíes, según fuentes israelíes, y ha provocado la evacuación de toda la región fronteriza: decenas de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares.

Pero, aunque todavía puede estallar en una guerra a gran escala, hasta ahora ha sido un ojo por ojo, muy medido y controlado. Esto es una función de lo que cualquiera con ojos para ver podría haber dicho a los chicos de los túneles, y es que Irán no invirtió en aumentar las capacidades de Hezbolá por el bien de Hamás. Lo hizo para crear un elemento disuasorio que protegiera a Irán contra Israel; ésa es la única razón. La idea de que Hezbolá y los iraníes dispararían todas las flechas de su aljaba para apoyar a Hamás, en una guerra que empezó sin avisar a sus aliados, es increíble que alguien pueda pensar que eso iba a ocurrir. Irán es un Estado nación que tiene intereses nacionales, que se limitan a la preservación del régimen, la autodefensa y la raison d’état. Se puede hablar del Islam, la ideología y el «eje de la resistencia» hasta la saciedad. Yo te diré: la razón de Estado, la protección del régimen, eso es lo que les importa, y por eso respaldaron el aumento de la capacidad de Hezbolá. Y no van a quemar ese cartucho. No había ninguna posibilidad, bajo ninguna circunstancia, de que lo hicieran para apoyar a Hamás. Si, estallara una guerra a gran escala, Dios no lo quiera, será debido a un error de cálculo, o a un accidente, o a un movimiento irracional de Netanyahu, no a una decisión de Hezbolá.

Hezbolá es un partido libanés. Tiene un patrocinador iraní, pero es muy consciente de que la opinión pública libanesa se volverá en su contra si sus operaciones contra Israel provocan una represalia masiva contra Líbano, que no se dirigiría solo contra Hezbolá, sino también, como en la guerra de 2006, contra las infraestructuras libanesas. Los israelíes siempre han castigado al país anfitrión para obligarle a forzar a la resistencia a dejar de hacer lo que estuviera haciendo. Bombardearon Jordania, bombardearon Siria, para obligar a esos regímenes a detener a los palestinos. No intentaban detener a los propios palestinos, sino impedir que el país árabe que fuese acogiera y apoyara a los palestinos. Lo mismo harían con el Líbano, para obligarle a detener a Hezbolá. Y Hezbolá lo sabe, y los libaneses también. No entiendo cómo los líderes de Hamás no lo entendieron. Demuestra un distanciamiento de la realidad y un sentido estratégico erróneo que resulta realmente inquietante. Desde el 7 de octubre han puesto patas arriba el estancado statu quo palestino y han demostrado ser muy hábiles en la guerra de guerrillas, a un precio indescriptible, todo sea dicho. Pero, en última instancia, la guerra es una prolongación de la política por otros medios, y no han proyectado al mundo una visión política palestina clara, estratégica y unificada. No creo que la gente esté diciendo este tipo de cosas, por duro que sea decirlo. Pero deberían hacerlo. Deberían.

Estoy totalmente de acuerdo contigo. Pensando en el futuro, ¿cuál es el plan israelí para Gaza? ¿Intentan crear otra Nakba, es decir, destruir la franja, venderla a su propio pueblo y convertir a más palestinos en refugiados? Eso es lo que parece. ¿O alguien intervendrá para impedirlo? Los estadounidenses desde luego no lo harán, eso ha quedado muy claro.

 

A diferencia de otros momentos críticos de su historia, Israel no tiene una élite unificada y hoy no existe una posición clara sobre estas cuestiones. En 1948, Ben-Gurion dominaba la política israelí; incluso en 1956, se impuso a Sharett e hizo lo que quiso al emprender la guerra de Suez. Episodio a episodio, lo hicieran bien o mal, al menos sabían lo que querían hacer. Había un sentido cohesionado y unificado de los intereses de Israel, incluso después de la guerra de 1967, cuando no acababan de decidirse, ¿debíamos quedarnos con todo? Los líderes militares y políticos funcionaron en sincronía durante la mayor parte de la historia de Israel. Hoy no es así. No creo que haya una visión israelí clara de lo que hay que hacer. Netanyahu tiene muy poca idea de lo que quiere estratégicamente. Lo que quiere personalmente es una continuación de la guerra sin una estrategia final clara. Eso sirve a sus estrechos intereses políticos: mantenerse en el poder, no tener elecciones y no ir a juicio.

Otras facciones de su gobierno tienen puntos de vista diferentes. El estamento militar y de inteligencia no está cohesionado. Hace poco, un antiguo Jefe de Estado Mayor dijo que la guerra tiene que terminar. Nunca ha habido ex jefes de Estado Mayor que digan esto en tiempos de guerra; Aviv Kohavi acaba de decirlo. Otros ex generales y jefes de inteligencia han dicho cosas similares. La élite israelí está dividida, con razón, sobre cómo terminar la guerra, sobre qué hacer en Gaza el día después, si es que llega. Al principio, estaba claro que esperaban poder completar la Nakba y expulsar a un gran número de personas, a Egipto y posiblemente también de Cisjordania a Jordania. Y enviaron a su chico de los mandados, Blinken, para que les hiciera el trabajo sucio: ir a los egipcios, a los jordanos y a los saudíes y rogarles, por favor, ¿podéis permitir que esto ocurra? La participación del gobierno estadounidense en un plan israelí para seguir limpiando étnicamente Palestina es uno de los episodios más despreciables de la historia de Estados Unidos. Será una marca de vergüenza para Blinken y Biden por el resto de los tiempos. En 1948, Washington no quería una limpieza étnica, aunque Truman permitió que se produjera y no hizo nada para defender la resolución de la ONU sobre la partición que tantos brazos había torcido para conseguir. Esto es diferente y mucho peor. Washington está apoyando activamente a Israel en el genocidio y tratando activamente de mediar en su limpieza étnica de una parte de Palestina.

Pero si los dirigentes israelíes tenían una visión clara de lo que querían al principio —devastar Gaza y completar la Nakba— no creo que la tengan ahora. Lo que parece probable es que se produzca alguna forma de ocupación israelí, que es un resultado que nadie, incluidos los propios israelíes, debería desear. Yo que ellos no querría ocupar Gaza. Su última ocupación, hasta 2005, no tuvo mucho éxito. Piensen a lo que tuvieron que hacer frente entonces, con Hamás a principios de la década de 2000 y otros grupos con capacidades que son una fracción de las actuales. No creo que haya buenas opciones, francamente, desde una perspectiva israelí. No creo que haya habido una decisión clara de liderazgo al respecto. Puede que esté equivocado, pero esa es mi impresión desde fuera, leyendo la prensa israelí. A pesar de su abrumador poder, se han puesto a sí mismos en una situación estratégica desesperada.

 

Una terrible ironía histórica. Después de la Guerra de los Seis Días de 1967, Isaac Deutscher concedió una entrevista a New Left Review[10]. Había roto con Israel de forma decisiva y envió un mensaje a Ben-Gurion, a quien conocía, advirtiendo del desastre si no se ponía fin a la ocupación. Describió a los israelíes como los prusianos de Medio Oriente una sucesión de victorias que engendra una confianza ciega en su propia fuerza de armas, una arrogancia chovinista y un desprecio por los demás pueblos y recordó la lección que los alemanes extrajeron de su experiencia: «Man kann sich totseigen!». Puedes triunfar hasta la muerte.

 

Bueno, Ben-Gurion aprendió esa lección. Después de la guerra de 1967 le preocupaba que Israel se regodease en el triunfalismo y no aprovechase la oportunidad que la guerra ofrecía para obtener un acuerdo favorable a Israel y al sionismo. Por supuesto, tenía razón. Lo triste de muchos de estos líderes es que aprenden demasiado tarde. Así que tenemos a Ehud Olmert hablando de cosas de las que nunca habló cuando era Primer Ministro, o a Ben-Gurion diciendo cosas en su madurez que nunca había dicho antes, o a antiguos generales israelíes o jefes del Mossad y del Shin Bet, llenos de sabiduría después de haberse retirado. Tuve un encuentro maravilloso con Yehoshafat Harkabi, jefe de la inteligencia militar israelí en la década de 1950, que escribió dos libros fundamentales que fueron los cimientos de la demonización de la OLP. No solo fue jefe de la inteligencia militar, sino también el principal propagandista en Occidente de una visión negativa de la OLP. Cuando le conocí en su vejez, el hombre había cambiado completamente y había escrito una serie de libros criticando a Israel. A menudo ocurre demasiado tarde con estas personas. Lo mismo ocurre con Jimmy Carter. ¿Por qué no dijo esto cuando era Presidente?

 

Exactamente.

 

El mejor expresidente que ha tenido Estados Unidos. Pero me gustaría terminar respondiendo a tu primera pregunta, qué ha cambiado y qué no. Crecí en un mundo, como he dicho, en el que la narrativa sionista era todo lo que había y en la que casi todo el mundo creía ciegamente. Hoy no es así, como hemos estado debatiendo. Hay una vigorosa impugnación de la narrativa sionista, dentro de la comunidad judía en particular, con una interesante división generacional. Eso es totalmente nuevo y muy importante.

Lo que no ha cambiado, y con lo que nuestros nietos todavía tienen que luchar, es el apoyo inquebrantable de los gobernantes de las potencias imperiales al proyecto sionista. Especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña, desde la Primera Guerra Mundial en adelante, y Francia y Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Ese es en muchos sentidos el mayor problema, a mi modo de ver. Si se acepta el marco de análisis del colonialismo de asentamientos, entonces la metrópoli es tan importante como los asentamientos coloniales. Israel no es una típica colonia, ni mucho menos; es también un proyecto nacional, con una importante dimensión bíblica, y un refugio contra la persecución. Ninguna otra colonia de asentamientos fue un refugio contra la persecución en tal grado (los puritanos y otros disidentes religiosos, como los cuáqueros, que llegaron a Norteamérica, ciertamente experimentaron la represión, pero no en la misma escala). Básicamente, esta combinación de características es exclusiva del proyecto israelí. Pero su núcleo, el núcleo colonial de asentamientos, está relacionado con una metrópoli. Y las élites de esa metrópoli, por desgracia, apenas han cambiado desde la época en que yo era niño. Las nuevas generaciones van a tener que enfrentarse a ello.

 

Varios eruditos y arqueólogos israelíes, entre ellos Israel Finkelstein, han demostrado que las historias heroicas del relato del Antiguo Testamento el éxodo, el linaje real del Libro de los Reyes eran en gran medida una «tradición inventada», préstamos que se construyeron como ideología cortesana en un periodo posterior. Las ediciones hebreas de los libros de Shlomo Sand, La invención del pueblo judío y La invención de la Tierra de Israel, han sido éxitos de ventas en Israel. Pero esto ha tenido un impacto insignificante en el arraigo de la ideología nacional sobre la mayoría de la población.

 

Sobre el nacionalismo, Gellner, Hobsbawm y Benedict Anderson tenían razón: no importa cuáles fueron las realidades históricas, lo que cuenta es lo que la gente cree. Finkelstein y otros excelentes arqueólogos israelíes han hecho añicos gran parte de los fundamentos bíblicos del sionismo, con muy poco efecto político. Creo que tenemos que fijarnos en el poder de esos mitos bíblicos, independientemente de su falta de fundamento desde una perspectiva histórica y arqueológica: su resonancia durante generaciones, durante siglos, y no solo entre los judíos. Es igualmente importante que hayan resonado entre los cristianos. Los protestantes británicos son responsables en última instancia de la Declaración Balfour, enraizada en su creencia en estos mismos mitos. Lord Shaftesbury fue sionista en la década de 1830, antes que los primeros sionistas judíos, por razones religiosas.

 

Pero la barbarie israelí, tal como la estamos viendo, está empezando a hacer mella en algunos de estos mitos, ¿no es así?

 

Puede que haya un replanteamiento. Este sionismo cristiano es principalmente un fenómeno protestante; es mucho menos frecuente entre las poblaciones católicas. Esa lectura de la Biblia —la «reunión de Israel» como precursora de la Segunda Venida y el Juicio Final, el Apocalipsis de San Juan el Divino— es esencialmente una lectura protestante. Y en muchas de las denominaciones protestantes más liberales de Estados Unidos, cada vez se comprende mejor el peligro de esa lectura y lo falsa que es en términos de valores cristianos. Se ve un cambio paralelo entre los judíos, que dicen que esto no tiene nada que ver con la tradición judía que queremos defender. No queremos destruir a la gente como los israelitas destruyeron a Amalec. No creemos en la versión del judaísmo que anima a muchos de los colonos y al ala derecha del espectro político israelí (que se extiende desde la extrema derecha hasta la centroizquierda, por cierto). Creen en eso de destruir a los amalecitas como enemigos de Israel. Netanyahu ha abrazado cínicamente esa lógica exterminadora, en una lectura literalista del Libro de Saúl: «Recordad lo que os hizo Amalec». Una mayoría de la Knesset, 64 miembros, respalda un gobierno encabezado por un hombre que ha dicho esto una y otra vez. Sin embargo, eso no es lo que cree una gran parte de la comunidad judía en Estados Unidos.

 

Ahora, por último, hablemos de tu universidad, Columbia.

Dejará de ser mi universidad cuando me jubile a finales de junio.

 

Pero seguirás estando asociado de alguna manera.

Solo seré un antiguo miembro del profesorado, que impartirá algunos cursos como profesor no miembro, o como profesor «contingente», como hemos dado en llamarles.

 

¿Es posible que eliminen por completo el nombre del «terrorista», la cátedra Edward Said?

No tengo idea de qué pasará con eso. Hay donantes y descendientes de donantes que, supongo, insistirán en que siga habiendo una cátedra y que alguien cualificado la ocupe. No tengo ni idea. La campaña en Estados Unidos contra los estudios sobre Medio Oriente en general, y sobre Palestina en particular, es virulenta y abarca todo el espectro político. Y ahora tenemos al Departamento de Policía de Nueva York uniéndose a políticos sin principios en el alboroto y el grito del que vergonzosamente se hacen eco las autoridades universitarias, sobre agitadores externos e incitación por parte de miembros del profesorado, incluido yo mismo. Así que no sé qué pasará. Cuando la gente me hace este tipo de preguntas, les digo que la descripción del trabajo de un historiador no incluye predecir el futuro.

 

Dedicaste tu último libro a tus nietos, cosa que solemos hacer los veteranos [risas].

 

Que conste en acta que ambos nos reímos a carcajadas.

 

Expresaste la esperanza de que verían un mundo mejor. ¿Cuál es la mayor diferencia entre el mundo en el que creciste y el mundo en el que crecen ellos?

 

Crecí en un mundo en el que no había voz palestina —en el mundo árabe, en la esfera pública de Occidente—; ninguna en absoluto, no existía. Los palestinos no existían. Mis cuatro nietos están creciendo en una época en la que hay voces bastante vigorosas a favor de Palestina, en todo el mundo. Así que eso es un elemento de cambio para mejor. Yo crecí en un mundo en el que la narrativa sionista era completamente hegemónica e Israel era descrito como «una luz para las naciones». Esto ya no es así. Hoy se le considera, con razón, un Estado paria debido a sus propias acciones genocidas. Estas son algunas de las pocas cosas buenas que han ocurrido en estos tiempos tan malos.

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Notas

[1] Ghassan Kanafani, The Revolution of 1936-1939 in Palestine: Background Details and Analysis, Nueva York 2023 [1972].

[2] Kanafani, The Revolution of 1936-1939 in Palestine, p. 60.

[3] Las «Memorias de la Primera Guerra de Palestina» de Nasser, traducidas al inglés por Walid Khalidi para el Journal of Palestine Studies, invierno de 1973, son un relato fascinante del caos y la falta deliberada de plan por parte del corrupto Alto Mando de El Cairo.

[4] Albert Hourani, «Ottoman Reform and the Politics of the Notables» en William Polk y Richard Chambers, eds, Beginnings of Modernization in the Middle East: The Nineteenth Century, Chicago 1968, pp. 41-68.

[5] Frente Popular para la Liberación de Palestina, organización socialista revolucionaria creada por George Habash y otros tras la guerra de 1967.

[6] Seth Anziska, Preventing Palestine: A Political History from Camp David to Oslo, Princeton 2018.

[7] Shaul Mishal y Avraham Sela, The Palestinian Hamas: Vision, Violence and Coexistence, Nueva York 2000.

[8] Perry Anderson, «The House of Zion», NLR 96, nov-dic 2015.

[9] John Mearsheimer y Stephen Walt, The Israel Lobby and US Foreign Policy, Nueva York 2007; el libro amplía los argumentos presentados en «The Israel Lobby», London Review of Books, 23 de marzo de 2006.

[10] Isaac Deutscher, «On the Israeli-Arab War», NLR I/44, julio-agosto de 1967, pp. 38-9.

 

fuente: https://jacobinlat.com/2024/09/el-cuello-y-la-espada/

arte//Ismail Shammout

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