Ilustración: Señora Milton.
Tirar un salvavidas en vez de un ancla: las poetas y el aborto
01/06/2022
El mismísimo Juramento Hipocrático, compromiso con dos mil años de historia que siguen aceptando quienes se gradúan en Medicina, recoge descripciones de técnicas abortivas. Aun así, hablar de la historia del aborto sigue siendo hablar de la criminalización de quienes lo han practicado.
Hablar del aborto es hablar de la historia de millones y millones de mujeres, millones y millones de personas con la capacidad de gestar una vida humana que, desde la antigüedad, han interrumpido de manera voluntaria su embarazo utilizando los recursos que tenían a mano: hierbas medicinales, venenos, golpes o herramientas afiladas. Y lo han hecho desde los más remotos comienzos de los tiempos. En las antiguas civilizaciones, como la China de Shennong –hacia el 3000 a.n.e.– o el Imperio Romano de Juvenal –siglos I y II d.n.e– ya se llevaban a cabo abortos inducidos. El mismísimo Juramento Hipocrático, compromiso con dos mil años de historia que siguen aceptando quienes se gradúan en Medicina, recoge descripciones de técnicas abortivas. Si bien, ya en la antigua Grecia, surgieron voces masculinas contrarias al aborto, como la de Aristóteles, quien señaló que la línea entre la legalidad y la ilegalidad del aborto debía marcarse por la capacidad del feto de tener sensación, de estar vivo. En el Fuero Juzgo, el código legal visigodo promulgado en el año 654, ya se recogía que, en Hispania, se castigaría con pena de muerte a aquellos que indujeran el aborto y a las mujeres con castigo público si eran siervas y, en caso de ser libres, haciéndolas siervas. El Papa Sixto V, en el siglo XVI, fue el primero en considerar el aborto un homicidio independientemente de la etapa del embarazo, aunque su pronunciamiento fue revertido por su sucesor unos pocos años más tarde. A partir del siglo XVIII, el castigo para los abortos fue la excomunión y, ya en el siglo XIX, se opuso vigorosamente criminalizando a quienes lo practicaran.
Así que hablar del aborto es hablar de la criminalización de las mujeres que han abortado. Una culpabilización y criminalización que es, además, relativamente reciente y en cuyo origen está la voz de instituciones tradicionalmente masculinas. Nada nuevo bajo el sol.
Hablar del aborto es, entonces, hablar de ellas, de quienes han tenido que realizarlo, muy pocas veces con medidas sanitarias o garantías de éxito. Pero casi siempre con el dedo acusador, con la mirada inquisidora, con el estigma y la culpa. Hablar del aborto es alegrarnos con las victorias más recientes, pero también llenarnos de miedo ante las amenazas de retroceso a la oscuridad y la clandestinidad.
La escritora Annie Ernaux publicó L’événement en el año 2000 y, un año más tarde, Tusquets lo traducía al español como El acontecimiento. En esta obra, la escritora narra su experiencia ante el aborto en 1963, cuando era estudiante de Filología. Ernaux vivía en una Francia que penalizaba con prisión y multa la interrupción voluntaria del emabarazo y, además, se encontraba sola ante el aborto clandestino. En esta novela Annie Ernaux escribía:
“Hace una semana que comencé este relato sin tener la certeza de que fuera a continuarlo. Tan solo quería comprobar que deseaba escribir sobre el tema. Era un deseo que experimentaba cada vez que me sentaba a escribir el libro en el que llevo trabajando desde hace dos años. Me resistía a ese deseo sin dejar de pensar en él. El hecho de abandonarme a él me horrorizaba. Pero también me decía a mí misma que quizás un día me muriera sin haber escrito nada sobre esa vivencia. Para mí, eso sí que habría sido algo imperdonable, no lo otro. Una noche soñé que tenía en las manos un libro que había escrito sobre mi aborto, pero era un libro que no se podía encontrar en ninguna librería y que no aparecía mencionado en ningún catálogo. En la parte inferior de la tapa estaba escrita con grandes letras la palabra AGOTADO. No sabía si el sueño significaba que debía escribir el libro o que era inútil hacerlo”.
Antes y después de Annie Ernaux otras escritoras a lo largo y ancho del mundo han tenido sueños parecidos. Todas ellas han vivido la experiencia del aborto y, como Ernaux, decidieron contarlo. Porque no escribir sobre ello “sí que habría sido algo imperdonable”.
Hiromi Itō (Tokyo, 1955) está considerada como una de las poetas más desafiantes y disruptivas de la poesía japonesa contemporánea. En su poema “Matar a Kanoko” hablaba del nacimiento de su hija Kanoko y de la experiencia de un aborto anterior. Minerva Reynosa lo tradujo para Grafógrafxs, Revista de Literatura de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Matar a Kanoko (Fragmento)
‘Mira, una pierna. Para saber el tamaño del feto, lo mejor es ver una de las extremidades. Aquí, tiene alrededor de quince semanas’.
Mide más o menos tres pulgadas, muslo, rodilla, pantorrilla, y el pie coronado con cinco dedos.
‘Dos veces por semana, uno de ellos sale vivo. Aquí en este piso, casi todas las mujeres están tratando de lidiar de alguna forma con sus sentimientos sobre tener un aborto, y luego escuchamos el llanto de un bebé’.
Estaba leyendo esto en un libro cuando mi hermana menor dijo
El otro día me deshice del pequeño mocoso
Eso dijo ella
Sus propias palabras
Me deshice del pequeño mocoso
Ese pequeño mocoso fue desechado
Felicidades
Kanoko no fue desechada
¿Alguna vez has hecho eso, Hiromi-chan?
Preguntó mi hermana menor
Entonces le dije
Sí
Pero decir me deshice del pequeño mocoso
No estaba en mi vocabulario
Kanoko no fue desechada
Dicen que el motivo
de la muerte de mi amiga ‘Hiromi’
quien brincó de un edificio y se mató hace tres años
fue por ‘problemas con un hombre’
Pero ella parecía también tener problemas
con el pie de atleta
Es por eso que ‘Hiromi’ cuidadosamente ocultó
sus dedos con pie de atleta con calcetines
Luego se puso unos jeans
Saltó
Y reposó
en el suelo
Todavía, tres años después
imagino las dos piernas muertas y el abdomen
de una linda mujer de veinticuatro
No la vi con mis propios ojos pero
las dos piernas muertas y el abdomen
las dos piernas muertas y el abdomen
Felicidades por tu destrucción
Yo
aborté un embrión que debió parecerse a Kanoko
El embrión que debió parecerse a Kanoko habría crecido
Pude haber tenido un feto que debió parecerse a Kanoko
Pero no hubiese sido ella
Felicidades por tu destrucción
Felicidades por tu destrucción
Felicidades por tu destrucción
He tenido un aborto por legrado
Felicidades por tu destrucción
(…)
(Hiromi Itō)
(Puede leerse el poema completo de Hiromi Itō aquí)
Diane di Prima (1934-2020) fue una poeta y escritora feminista de la generación beat. Considerada “la mejor mente” y escritora de esa generación, dejó más de cuarenta poemarios y escribió sobre la menstruación, la maternidad, la revolución y prácticamente todos los temas de las reivindicaciones feministas. “Estufa de latón que se apaga: Canción después de un aborto” es un poema largo de versos irregulares y libres escrito en 1960, cuando el aborto todavía era ilegal en Estados Unidos. El él, la poeta recoge las diferentes fases por las que pasó tras el suyo: culpabilidad, frustración, tristeza, horror, indignación y aceptación. En la antología Quita tu cuello degollado de mi cuchillo, publicada por Torremozas en 2021 y traducida por Annalisa Marí Pergrum, se incluye este poema que, Di Prima, no quiso en un primer momento que se publicara, ya que años antes, la derecha norteamericana, había usado su texto como alegato contra el aborto. El hecho de que se le diera ese uso reaccionario a sus palabras, de que su poema –atravesado por el dolor– fuera tergiversado y usado con una finalidad radicalmente opuesta a la suya –narrar su historia, visibilizar el aborto– le provocó una gran angustia. Por suerte, se dejó convencer por Annalisa Marí Pergrum y, finalmente, pudo incluirlo en Quita tu cuello degollado de mi cuchillo.
Estufa de latón que se apaga: Canción después de un aborto (Fragmento)
(…)
2
quiero meterte en un frasco para enviárselo a tu padre
con una larga nota amarga. quiero que sepa
que no voy a perdonaros ni a ti ni a él por que no hayas nacido
por haberte evaporado, rindiéndote
a la primera de cambio
como si todo fuera una fiesta de alquiler
y alguien te pisara los pies.
3
envíame tu dirección una foto, quiero
mantener el contacto, quiero saber cómo
estás, enviarte galletas.
tienes jerseys suficientes, es duro el invierno,
sabes qué he hecho, qué estoy haciendo
¿te interesa?
cuéntame todo sobre tus días, a qué hora te levantas,
qué estás estudiando, cuándo crees
que acabarás y qué harás luego.
¿hace frío?
(…)
10
(…)
y no puedo parar de pensar que estaría embarazada de tres meses
que estaríamos bien lejos de aquí y al sol
incluso el teléfono sería amable
nos reiríamos mucho, por la mañana.
11
tus dientes de marfil desvelándose en la penumbra
tus brazos
agistados. eso es, tú
a los 9 meses
sentándote e intentando ponerte de pie
los dientes perforando tus encías.
tu pañal a rastras, una formalidad
elegante como un taparrabos, el pudor dulce
de la mierda de bebé en la casa: el aceite
untado en tu pelo.
sobre la luna tu contorno azul de fantasma
confundido con un diente roto
tu carne rechazada
que nunca ha de crecer-tus manos
que debían haberse asido alrededor de mi dedo
¿qué luz de luna
jugará sobre tu pelo?
quería decir
querido pececillo, espero que nades
en otro río.
espero que aquello no fuera
un rechazo, sino un transbordo, un intento
que fracasó, pero que ha de ser seguido
rápidamente por otro
chupa tu pulgar ahí donde estés
Querido niño adorable, explota
sé los colores de alguien.
(…)
(Diane di Prima)
Anne Sexton (1928-1974) fue una poeta norteamericana que recibió el Premio Pultizer en 1967. De ella, una poeta fundamental, se conoce sobre todo su final. El 4 de octubre de 1974 se puso un abrigo de piel heredado de su madre y, con un vodka en la mano, se dirigió a su garaje, se metió en su coche, encendió el motor y se quitó la vida. Tenía talento, fama, carisma, belleza y todo a su favor. Pero también arrastraba una depresión desde el nacimiento de su primera hija que le provocaba un dolor insoportable, alejándose a sí misma de la imagen de mujer exitosa y recluyéndose en la poesía.
En La muerte de los padres, publicado en Argentina por Zindo & Gafuri con traducción de Verónica Zondek, se incluye su poema “El aborto”:
El aborto
Alguien que debió haber nacido
ya no está.
Así como la tierra frunció su boca,
cada brote pujando por salir de su nudo,
yo cambié de zapatos, y luego viajé hacia el sur.
Más allá de las Montañas Azules, donde
Pensilvania se encorva interminablemente
vistiendo, cual gato pintado, su pelo verde,
sus caminos hundidos como una gris tabla de lavar;
ahí, donde por cierto, se agrieta la tierra perversamente
una oscura cavidad desde donde ha manado el carbón,
Alguien que debió haber nacido
ya no está.
la hierba tan erizada y vigorosa como un cebollín,
y yo preguntándome cuándo se rompería la tierra,
y yo preguntándome cómo hace lo frágil para sobrevivir;
allá en Pensilvania, conocí a un hombrecito,
que no era Rumpelstiltskin, para nada, para nada…
él se llevó la hinchazón que comenzó el amor.
Regresando al norte, hasta el cielo se adelgazó
como una ventana alta que no mira hacia ningún lado.
El camino era tan plano como una plancha de aluminio.
Alguien que debió haber nacido
ya no está.
Sí, mujer, una lógica como ésta lleva
a una pérdida sin muerte. O dí lo que tenías que decir,
cobarde… este bebé que sangro yo.
(Anne Sexton)
En España, Gloria Fuertes (1917-1998), quien diera voz en su poesía a las visiones del mundo de la mujer, fundó en 1951 el grupo femenino “Versos con faldas” junto a Adelaida Lasantas y, con él, llenaron los cafés y bares de recitales de mujeres poetas. Gloria Fuertes también se pronunció sobre el aborto y nos dejó este poema corto:
Si sólo pudiera votar contra una ley
no votaría contra la ley del aborto.
Un feto de dieciocho días
vale menos que un hombre de dieciocho años
—edad en la que «caen» todos
en ese «aborto colectivo» para adolescentes
que suelen organizar
los que siempre votan contra el aborto—.
(Gloria Fuertes)
En esta misma línea se pronuncia la escritora, traductora y poeta chilena Silvia Cuevas-Morales (1962). Silvia era la hija de un sindicalista ferroviario y, tras el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973, tuvieron que abandonar el país. Se instalaron en Australia, donde ella se licenció en Filología Hispánica y empezó a publicar poemas, cuentos y artículos periodísticos. A finales de los noventa decidió instalarse en Madrid. La poeta chilena propone este poema corto:
Mientras los pro-vida…
Mientras los pro-vida luchan por la vida
de los no nacidos,
los recién nacidos luchan por vivir
y no morir de hambre en este mundo mal parido.
(Silvia Cuevas-Morales)
Pilar Astray (1990), conocida como “Boadicea”, es poeta y comunicadora audiovisual. Ha publicado los poemarios Aquelarre (Huerga y Fierro, 2018), El lenguaje de la gravedad (Ruleta Rusa Ediciones, 2016) y Diez poemas medicina para que papel venza a piedra (Accésit del Premio Leopoldo de Luis de poesía, 2016). Es cofundadora de la productora audiovisual y editorial “Mundos Flotantes”. Pilar Astray compartió su experiencia con el aborto en el especial de Regla Fanzine sobre este tema y que titularon #estemesnomehabajado:
Carta al hije que no tuve (Fragmento)
(…)
Ni mi amor por la vida, ni mi temor al vacío, ni la ilusión de permanencia, pudieron evitar que hace siete-ocho años, aproximadamente –me bailan las fechas como con cada acontecimiento traumático que la mente quiere borrar– tomase la decisión de abortar. Fue una de esas cosas que nunca imaginas que te van a pasar a ti, pero te pasan. Del recuerdo de ese año tan duro me quedo con una gran sensación de soledad. No existían libros, no existía apenas información en internet y redes, y cuando hablo de información hablo de recursos emocionales. Pero lo que sí había es un montón de páginas de condena a las mujeres que lo hacían.
El estallido feminista aún no había llegado. Por supuesto que muchas ya lo éramos o intentábamos deconstruirnos, pero no había manifestaciones multitudinarias, y muchas no sabíamos donde meternos cuando nos sentíamos en una isla pequeñita diciendo que éramos feministas. En este contexto fui muy difícil tomar aquella decisión. El día que yo entré en la clínica para interrumpir mi embarazo, antiabortistas hombres nos gritaban, e insultaban en la puerta. Uno de los cristales estaba roto por una de sus piedras. Si hubieran podido nos hubieran lapidado.
(…)
(Pilar Astray, Boadicea)
Piedad Bonnett (1951) es una poeta y novelista colombiana. Publicó su primer libro de poesía De Círculo y Ceniza con 38 años y, desde entonces, ha cosechado premios y reconocimientos. En 1994 le concedieron el Premio Nacional de Poesía y en 2011 el Premio Casa América de Poesía Americana. La poesía de Bonnett habla de la experiencia vital y de la mujer en un país –pero también en una situación globalizada– definido por la violencia, la desigualdad y el conflicto. La autora colombiana también visibilizó el aborto en este poema y podemos escucharlo recitado por la propia poeta aquí.
Poema con alas
Cuando dicen poema
la gente se imagina amores rotos,
cielos llenos de estrellas,
armonia.
Este no es el poema que la gente imagina.
Aquí hay una mujer en carne viva
y en su vientre una niña,
que esa mujer habría querido mecer entre sus brazos
y una noticia que no registrarán los noticieros.
Para aquella criatura,
el aire no será sino miedo y asfixia.
Su corazón, le han dicho, sus pulmones, su sufrimiento,
en fin, aún antes de nacer.
Y si naciera el inocente cuerpo
marcado cada instante
por la barra candente del dolor.
Este poema acoge a una mujer que llora
a una mujer que busca una salida
¿Puede permitir el amor que sufra aquel que amamos?
Y aquí; pido perdón.
El poema se carga de la hiel más amarga,
de un ejercito armado de impiedad e indolencia,
que amenaza de muerte a la mujer que implora.
De médicos,
burócratas,
leguleyos,
de guardianes del bien y la justicia;
que atrasan los relojes,
que se lavan las manos,
que pronuncian discursos y juzgan y censuran;
que cobran, chantajean, ultrajan, dictaminan.
De enfermeras que humillan a la mujer sangrante,
una que arrima el feto a la cara llorosa de una chica violada,
otra que endilga a todas el mote de asesinas,
la que escupe los cuerpos desnudos y vencidos.
Todo en nombre de Dios,
de la moral cristiana,
del amor a la vida.
Aquí el poema tiembla y se rebela,
y como la mujer que alza su voz valiente
para exigir respeto,
alza también su voz la poesía.
(Piedad Bonnett)
Con motivo de la Marea Verde en Argentina, se publicó la Antología Martes Verdes, que puede leerse y descargarse gratuitamente en este enlace. Martes Verdes fue publicado el 29 de diciembre de 2020 y reunía a más de 200 autoras de distintas generaciones pero con un grito y deseo común: “Será Ley”. Y fue ley. Y todavía nos emociona el recuerdo de aquellos días. Martes Verdes era el registro poético de esa batalla histórica y demostraba que la poesía encarna lo personal, pero también atraviesa lo político.
En esta antología se incluía un poema de la poeta y artista visual argentina Niní Bernardello (1940-2020), quien dejó diez poemarios, entre ellos Agua florida (2013), Mención Especial de los Premios Nacionales de 2015:
Cómo viene sin dudar el caballo de Troya
a comer de mi mano ahora que estoy
tendida en un manto de púrpura veneciana
mojado por las aguas del Atlántico fueguino
y se enlaza a mi sueño un llano augural
de trenza deshecha, de morral caído.
Me cobijó tu vientre durante años y
viví sola en la oscuridad de un relato
propio, obsesivo, sin ecos, sin nadie que
alzara su voz para llamarme.
(Niní Bernardello)
También en Martes Verdes encontrábamos un poema de Paz Garberoglio (1975), comunicadora social, gestora cultural y poeta. Ha publicado Museo (Ediciones Presente, 2009), La ruta del bien (Zorra Poesía, 2009) y Lo cómodo de vivir (Zorra Poesía, 2010). Además, ha participado en las antologías Literatura y maternidad (Ediciones Presente, 2012) y ¿Qué hubiera dicho Safo? (Editorial Outsider, 2016).
Este grito no es nuevo.
Se hamacó muchas veces
en la nieve feroz.
Este grito que es nuevo
está escrito con palabras
más viejas que la sombra
de un pájaro.
En el reverso del tiempo
al miedo lo aplastan
livianas mariposas.
Es apenas un río luchar.
Lo que dura.
Lo que se une
con hilos muy delgados.
(Paz Garberoglio)
Las poetas tuvieron mucho que gritar en esta marea verde y, además de esta antología, publicaron el Fanzine Somos Centelleantes – #ArtistasPorElAbortoLegal, que puede leerse gratuitamente.
En él se reunían algunas de las voces más importantes de la poesía y el activismo feminista, como Hilda Rais, Silvina Gruppo, Gaby Mena, Andi Nachon y Fernanda García Lao. Entre todas estas voces, encontrábamos también la de Julieta Troielli (1991), quien publicaba en 2019 su primer poemario, URUGUAY (Editorial Salta el pez). Troielli proponía en el fanzine este poema:
Que sea red
Es algo potencial: un salvavidas debajo
del asiento. Si nos aseguramos
un salvavidas
en el barco, será posible:
muchas mujeres
no se ahogarán
en las infinitas tormentas
del viaje. ¿Por qué nos detenemos
a juzgarlas? ¿Por qué
les tiramos un ancla o las miramos
hundirse?
Salvémoslas, es un acto
de amor
hacer ley
el cuidado. Una ley
que sea red
de seguridad: algo que esté ahí
por las dudas
para traer devuelta
a una mujer
a la superficie. A nadie le gustaría
cuando cae
al agua que le tiren
un ancla
en vez de un salvavidas.
(Julieta Troielli)
Hablar del aborto supone hablar de los millones y millones de mujeres que han abortado a lo largo de los tiempos, en la mayoría de los casos de un modo inseguro, solas, con falta de información y con miedo. Pero también es hablar de las redes formadas por las mujeres para ayudarse unas a otras, para sostenerse, para lanzar un salvavidas en vez de un ancla. Es hablar de seguir luchando por las mujeres que siguen sometiéndose a abortos inseguros porque en sus países no es legal. Y también es hablar de no bajar la guardia, de no detener el grito, para que no deje de ser ley donde ya lo es, para que no vuelva la oscuridad, el dedo inquisidor, el estigma y la culpa.
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