Cúlmine y la distopia perfecta

Weimar al Sur

En la actual Argentina gobernada por el autodenominado outsider Javier Milei todo parece estar bajo el manto de la estupefacción permanente. Tan desarticulada está la política, cultura y opinión pública que fueron la cantante pop Lali Esposito y el emergente de la nueva generación Dillom quienes generaron hechos políticos mucho más trascendentes que la propia política. Si algo tiene muy claro Milei y sus seguidores es jugar en el barro, moverse en las pantanosas aguas sucias que también esta democracia ha sabido conseguir; por eso hoy su estructura comunicacional parece un campo inexpugnable, no hay bala que le penetre, y si lo hace la convierte inmediatamente en un objeto insulso, inofensivo y hasta ridículo. Para esto el gobierno tiene un enjambre de trolls que no solo le editan la realidad sino que le hacen de pretorianos infranqueables ante cualquier reclamo disidente.

Es acá donde el nuevo single de una banda oscura y desconocida tiene más sentido que el simple hecho de protestar contra el mandatario de turno como suele ocurrir dentro de los ámbitos contestatarios de la música.

Cúlmine es una banda pionera del noise rock no solo en la patagonia, sino en Argentina en general por su perseverancia y forma de interpretar el concepto; también desde 2017 viene plantando cara a ciertos protagonista de la derecha mediática como los periodistas Eduardo Feinmann, Baby Etchecopar, Claudio Andrade y algunos personajes menores de la política de su región. El proyecto  tiene una discografía errática en su calidad y distribución; discos esparcidos por Youtube, Spotify, Bandcamp, rarezas y videos de diferentes épocas sin mucha producción en la mayoría de los casos. La discografía compuesta por material de estudio en algunos pasajes está atravesada por el nihilismo propio de la necesidad de autodestrucción y de los tópicos propios del noise más radicalizado, y acá cobran sentido las rarezas y sus dos primeros discos; Intervención I e Intervención II, no así la tercera Intervención y el disco en vivo “América y Severino siempre vuelven” donde incluyen musicalidad, calidad compositiva, bajo y un sonido próximo a lo alternativo siempre con el ruido como base.

Con el single Weimar al Sur la banda da un paso más allá y construye un testimonio entre la asociación histórica y una actualidad distópica, entre la República de Weimar que incubó al nazismo y esta Argentina abierta a cualquier cosa, con la virtud de exponer la actualidad sin el reduccionismo panfletario que poco y nada han aportado en estos últimos años. Musicalmente vuelven a la estética que estremece, minimalista, sórdida, ruidosa y con un caos sutilmente controlado. 

Cuando los flyers de la banda trascendieron de mano del propio presidente, en su ataque de ira algo se rompía de su coraza impenetrable que hasta ahora había demostrado el nuevo líder de la extrema derecha global, lo que no sabíamos es que detrás de eso había una banda que solo hace del ruido un forma de militancia, como ellos mismos lo dicen.

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