Volvamos a preguntarnos porque tenemos que aceptar que las radios indígenas y campesinas no posean sus propias líneas editoriales que habiliten un espacio de discusión para mostrar a la audiencia que otra realidad es posible.
10/8/2018
Siempre consideré que un elemento esencial en el espacio de una biblioteca indígena, es contar con una radio local, para que las informaciones originadas en el contexto radiofónico generen un circuito de producción documental a ser resguardo en la biblioteca, el abanico informativo es amplio, pensemos a modo de ejemplo lo que implica la realización de un debate radial sobre problemática de tierras en comunidades indígenas, en el que un representante de un pueblo originario pueda discutir al aire con un funcionario público, un referente de un organismo indigenista y un abogado especialista en dicha temática, todo lo que resulte de esa conversación es un documento oral que, editado desde la biblioteca, constituye información, datos y testimonios a ser registrados para eventuales consultas, lo expresado en el programa puede resultar concerniente tanto para los vecinos de la comunidad como para los especialistas interesados en el tema, porque es un hecho que el testimonio, desde el entendimiento del plano periodístico, es información que se puede citar, refutar, discutir, tanto para avalar o sostener posturas como para utilizarla desde la inexactitud de lo expresado, y allí radica su valor, información que se transforma en documento, lo que convierte a la biblioteca en un espacio dinámico, profundamente orgánico, endógeno y representativo.
Esta situación nos lleva a plantear el rol del bibliotecario-periodista, vinculado con la comunidad, en donde tendrá la responsabilidad de representar con conceptos los entendimientos debatidos en el recinto, acordados y consensuados con los protagonistas. Mención aparte si consideramos en el catálogo de una biblioteca indígena el criterio de un registro arborescente, que permita al usuario relacionar otros documentos relativos a la problemática, en este caso con situaciones puntuales de litigio de tierras, productividad, conflictos, reclamos y conceptos jurídicos tal como los entienden desde las comunidades.
Imaginemos entonces la infinidad de situaciones y entendimientos que se generan en este tipo de espacios, junto con lo que implica compartir noticias locales en los propios códigos culturales y lingüísticos, otorgar una voz a quienes históricamente no tuvieron posibilidad de expresarla públicamente en los medios, cuando justamente las mismas comunidades indígenas son las que desde el fondo de los tiempos hicieron de la oralidad y la memoria un rasgo característico de su cultura.
Este enfoque que comparto surge luego de haber corroborado, en un reciente viaje a Jujuy, que la radio Luna Azul 97.7 Humahuaca ha dejado de transmitir desde marzo de 2017, por el costo energético que supone el mantenimiento de una emisora, pero sobre todo porque se trataba de una radio no comercial, que no aceptaba restricciones en su programación, razón por la cual los llevó a perder ingresos por pautas publicitarias, y si bien cuesta aceptar la cabina vacía de esta radio jujeña, cuyo silencio es lo más parecido a una muerte cultural, lo que convierte todo esto en una inmensa posibilidad perdida para el pequeño universo de la bibliotecología indígena, es que dicho espacio constituía un elemento fundamental de la biblioteca indígena Sisa Jan Inakt’tiri (Flor inquieta), espacios que se retroalimentaban tomando como eje las problemáticas barriales en directa vinculación con la culturas originarias del norte argentino, es posible afirmar que esta experiencia humahuaqueña era de las pocas en el mundo en el que una biblioteca indígena contaba con su propia radio para desarrollar e interpelar su acervo bibliográfico.
Hay cuestiones que no podemos dejar de discutir, que un funcionario público otorgue una licencia radial no implica colocar una mordaza al locutor para que este diga lo que el otro quiere escuchar, la radio no es complaciente con el poder de turno, es inevitable el disenso porque la realidad siempre es compleja, por lo visto Sergio Daniel González –responsable de ambos espacios– no se ha callado y lo pagó de la peor manera, teniendo que desconectar el micrófono por temor a que sus equipos fueran confiscados, ya pasó con Sixto Zuleta Toqo con su canal de televisión, Indio Omaguaca, ahora pasa con Luna azul 97.7, justamente Flor inquieta se caracterizó por auspiciar todo tipo de evento que incluyera el saber originario, y la radio era uno de sus espacios fundamentales para asegurar que buena parte de los paisanos se enteren de lo que pasa entre estos cerros, silenciar un medio de comunicación es denegar un derecho, el mensaje instala un patrón absolutamente defenestrable: el aceptar con resignación que no es posible el pensamiento crítico, ya que invariablemente dicho ejercicio puede (y debe) afectar intereses, tanto con los empresarios que sostienen la publicidad como con el gobierno de turno –que en teoría debería garantizar la libre comunicación– lo que terminamos escuchando, lo que la audiencia termina escuchando, es una tergiversación de la realidad que los mismos usuarios comprueban inequívocamente al salir de sus casas, son conscientes que les mienten en la cara, y sin la radio, no tienen elementos para defender sus razones como ciudadanos supuestamente libres.
Para quienes tuvieron la posibilidad de escuchar contenidos de Luna Azul en Internet, notarán que el espacio crítico era muy valorado en el barrio, realmente se debatían al aire temas que hacían a las problemáticas diarias de la comunidad, por su enfoque y compromiso esta emisora ha sido visitada por representantes de Bolivia, Ecuador, Chile, discerniendo sobre temas relativos a culturas originarias, desde donde se discutieron situaciones políticas, ambientales, educativas, ecológicas, laborales, sanitarias, todo aquel que quisiera presentar un libro, recitar cuentos, promocionar discos nativos, hacer una denuncia o promover cuestiones artísticas podía hacerlo en la 97.7, allí se presentaron caciques, copleros, músicos, pintores, poniendo énfasis en lo local y comunitario, un verdadero espacio intercultural en un medio de comunicación alternativo.
En una reciente conversación telefónica con Sergio, conocido también como Ser Jatún Inti (gran sol en quechua), llegó a decir que muchos líderes comunitarios indígenas no valoran el potencial que tienen los medios de comunicación como herramienta de lucha, y si una radio se apaga, si un canal de televisión desaparece, lo que tenemos por delante es impunidad y resignación, por lo tanto como profesionales de la información no podemos menos que lamentarnos de este panorama, al sacar una voz del aire, de alguna manera te están diciendo que tenés que escuchar, y eso en una comunidad con otros patrones culturales no solo representa una involución social bajo una absoluta falta de equidad, sino que instala el prolegómeno de un vacío cultural, porque no valoramos lo que poseemos desde otras formas de conocimiento, para los paisanos es una posibilidad truncada de poder acceder a una verdad compartida, la que ellos conocen, sin intermediarios políticos que interpretan desde la ignorancia, manipulación o conveniencia lo que no quieren que otros sepan, es entonces que nos seguimos preguntamos porque molesta una radio indígena, porqué incomoda una radio campesina, y porqué, en medios de alcance masivos, donde no existen restricciones para opinar de lo que sea, haya locutores que se preguntan el para qué de una radio comunitaria, justificando su inhabilitación por el tamaño y situación de sus audiencias, es como cerrar una escuela por el simple hecho de contar con un solo alumno, claramente representa una forma de entendimiento que escapa a la comprensión de quienes confunden servicios sociales con negocios especulativos, es algo más que una inversión y un derecho, pero todo indica que desde las altas esferas del poder político-económico-empresarial vean esta situación (sin reconocerlo públicamente) como una forma de coacción, donde inevitablemente perjudicarán a las minorías en sus derechos y en sus desarrollos.
Se trata de una mesa social inclinada, un permanente desbalance, y es aquí donde aparece el concepto de resistencia, en todos los planos informativos se supone que si alguien tiene algo importante para decir, de algún modo aparecerán nuevas formas y nuevos lugares donde decirlo, pero esa idea solo funciona bajo un contexto económico favorable, ya que toda palabra es política cuando de medios de comunicación se trata, y más si la palabra incomoda a quienes supuestamente deben garantizar su libre circulación, es cierto entonces que hay muchos medios, y que si una radio cierra existe la opción de abrirla en forma clandestina en otro espacio, pero cuando hay que pagar la luz a fin de mes sin contar con una pauta publicitaria, esa idea se reduce a cenizas, a palabras vanas sin sustento, una cosa es hacer un trabajo a pulmón, sin ningún tipo de beneficio económico, otra muy distinta es correr el riesgo de perder los equipos para siempre, por mero decreto o resolución por parte del Estado.
Entonces allí no hay modo de entender esa correlación que indica que si es importante lo que tenemos para decir se abrirán nuevas formas para poder decirlo, con las comunidades no funciona ese criterio, y lo que se pierde es una forma de conocimiento que corre riesgo de desaparecer, vaya paradoja, ya que estamos hablando de derechos en medios de comunicación que el propio Estado se encarga de mantener desnivelado, allí también se instalan dispositivos que permean la realidad alejándola de su criterio de verdad, volvamos a preguntarnos porque tenemos que aceptar que las radios indígenas y campesinas no posean sus propias líneas editoriales, y que desde sus informes habiliten un espacio de discusión para mostrarles a sus audiencias que otra realidad es posible, que los paisanos se merecen estar informados, que pueden optar, decidir y elegir sin otra acción que la propia voluntad, es por eso que lamento mucho que el proyecto de Luna Azul no tenga por el momento otro destino que el silencio, bastante silencio hay en esos cerros, como para que los paisanos tengan que callar lo que piensan, ojalá evolucionemos como país y nos permitamos una pluralidad de voces cuya ausencia no se extienda indefinidamente hacia el olvido, nos enriquecería como sociedad, habría mucha más información, lo que llevaría a contar con más ciudadanos informados, y la información en contextos rurales puede no solo instalar legítimamente el criterio de igualdad de derecho, sino también mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos, construir puentes de entendimiento, alimentar nuestra identidad cultural.
Esto también tiene relación con lo que alguna vez dijo nuestro director de ElOrejiverde, Carlos Martínez Sarasola, en relación a la patria naciente que excluía en su visión a los pueblos originarios, solo que me permito para esta ocasión modificar el verbo: el país que no es.
Por Daniel Canosa
Comunicación personal con Sergio Daniel González, responsable de la Biblioteca Sisa Jan Inakt’tiri (Flor Inquieta) y radio Luna Azul en Humahuaca
Fuente: http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/4421-cuando-una-radio-indigena-se-apaga