Aimé Payné, nacida en Ingeniero Huergo, Río Negro, el 23 de Agosto de 1943. Estudió en Mar del Plata, en el Colegio María Auxiliadora. Estudió música con el maestro Roberto Lara y cantó con las Profesoras Blanca Peralta y Nina Kabanciwa. Fue cantante mapuche – argentina. Era nieta del Cacique Painé. Falleció el 10 de Septiembre de 1987 en Asunción, Paraguay.
En 1973 ingresa en el Coro Polifónico Nacional y fue en un encuentro Internacional de Coros, realizado en la ciudad de Mar del Plata, donde cada país había preparado al menos una obra de música indígena o folklórica, menos el coro argentino. Allí sintió la consternación y humillación de pertenecer a un país que niega sus raíces.
Desde entonces se refugia en su pueblo. Estudia con las Abuelas la herencia tradicional de sus antepasados.
“Aimé cultivó y desarrolló con originalidad la música de su pueblo, resguardando con celo la raíz y peculiaridades propias de nuestra cultura ancestral. Como mujer mapuche reflejaba las mas genuinas cualidades de nuestras heroínas, con singular valentía desafió a la sociedad opresora en su corazón mismo, y allí, en Buenos Aires se instaló para denunciar, reclamar, persuadir y conquistar a una sociedad indiferente, casi siempre hostil a los anhelos de justicia de nuestro Pueblo”, nos dice Reynaldo Mariqueo autor de esta nota que le dedicara con motivo de su desaparición.
Usó su nombre mapuche ‘ilegal’ y cantaba en mapu-dugun, confeccionó su ropa indígena que la usaba con orgullo donde fuera. Su sola presencia física era un reto y una evidencia demoledora. “Nuestro Pueblo no ha muerto, aun existe y seguirá existiendo”, repetía una y otra vez. Destinada a cubrir un espacio histórico, su partida pareciera irremplazable, solo su conducta ejemplar, dedicada a la noble causa humana por la sobrevivencia, justicia y libertad de un pueblo mutilado y expoliado por siglos, con su territorio ocupado, su cultura despreciada y hasta sus nombres prohibidos y que fueran reducidos por la fuerza de las armas a una minoría. Este desolador panorama, no fue suficiente para quebrar su voluntad y fe en la bondad de la conciencia humana, esa determinación y fe será, sin duda, la fuente de inspiración de muchas Aimé del mañana, quienes fortalecidas con su ejemplo, continuarán con la tarea temporalmente inconclusa, porque su partida física no fue mas que un pasaje de retorno que la condujo para siempre, en la mente y corazón de sus hermanos y de todos los oprimidos que al igual que el Pueblo Mapuche luchan por los derechos básicos inherente de todo grupo humano, el derecho a vivir en su mapu (tierra), de ser ellos mismos y dueños de su destino.
Aimé era cantante, tenía una capacidad vocal como pocos; pero ello no era suficiente para los señores que deciden a quién se le debe grabar y promover. Durante su larga trayectoria artística, no se le conoce un solo disco, quizás es demasiado esperar de quienes históricamente se han caracterizado por su insensibilidad y desprecio por nuestros valores culturales. Tocaba el cultrun y las cascahuillas, la pifilca y el torompe (instrumentos musicales típicos mapuche) y cantaba con el alma, recorría a lo largo y ancho de su Argentina, que a pesar del trato y la incomprensión, tanto quería y esperaba y allí en el norte, alternaba con sus hermanos Tobas, Kollas, Huichi, Pilagá, Guaraní, etc., llevando el mensaje fraterno y solidario de sus hermanos del Sur (mapuche). La pureza de su voz, su determinación, superación y coraje fue ganando de a poco pero sostenidamente al público y cultivando conciencias solidarias con nuestra causa; seguía a la juventud Argentina, en una ocasión me dijo: “Los jóvenes son los que mas se interesan por nuestra cultura”, pero sobre todo buscaba a las abuelas y niños mapuche: “Las abuelas son mis maestras y lo que aprendo se lo transmito a los niños”, con escasos recursos que les originaba su voz, se internaba todo los años en la Patagonia y cuando le alcanzaban los recursos iba a visitar al resto de su familia en Chile, porque como ella lo decía: “Nosotros los mapuches somos una gran familia, hoy dividida por fronteras estatales impuestas.” A pesar del estado caótico en que se encuentra nuestra sociedad mapuche, tenia confianza en el futuro. En una entrevista con la BBC de Londres, respondiendo sobre los problemas para preservar el idioma mapuche dijo: “Nos es difícil mantener nuestro idioma, por esa falta de respeto, esa falta de comprensión a una cultura indígena”, y agregó: “Cuando nos den el espacio, el respeto que como seres humanos necesitamos, entonces creo, que no va ser tan complicado”. “Yo espero y sueño que alguna vez en Argentina, al igual que otros pueblos, nosotros Mapuches, también podamos hablar nuestro idioma y sentirnos felices de ser nosotros mismos”, tu eres optimista entonces, preguntó el periodista: “Sí, por eso hago lo que hago, sino me moriría”. Donde quiera que fuese en el campo o la ciudad, daba aliento y optimismo al mapuche, sembrando la semilla esperanzadora de un futuro de justicia y libertad, pero al mismo tiempo se nutría de conocimientos y sentimientos de su Pueblo, se iba a los Nguillatun (ceremonias religiosas) y revivía de nuevo.
Como toda artista postergada y agitadora social ignorada que pedía ser escuchada, necesitaba de la publicidad, sin embargo la rechazaba terminantemente cuando se la condicionaba o era para ‘llenar vacíos’ y ser exhibida como un elemento folclórico atractivo, en programas que eran incompatibles con sus principios. Los medios de comunicación solían llamarle ‘La Princesa’, quizás porque era hermosa, de modales finos, con una voz que sobresalía entre los grandes del canto y vivía en un barrio residencial de Buenos Aires o quizás porque era selectiva, porque no aceptaba condiciones sobre lo que debía decir y/o porque no se dejaba utilizar. Estas cualidades le eran continuamente cuestionada por los medios de comunicación argentina.
Los estereotipos y moldes creados que alimenta y justifica el racismo de la sociedad huinca, sobre nuestra gente, no podían admitir que una mujer mapuche tuviera esas cualidades (que solo ven en ellos) y que viviera en Buenos Aires en un lugar destinado para blancos o de cualquier otra extracción cultural, excepto indígena.
“A mi nadie me ha dado nada, todo lo que tengo lo he obtenido con sacrificio”, me respondió cuando le propuse en Buenos Aires, a mediado de abril del año pasado, que participara al 5to. Periodo de Sesiones del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas, Sub-comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que se realizó en Ginebra desde el 3 al 7 de agosto; le era difícil creer, cuando le dije que los costos para Suiza serían subvencionados por una institución Inglesa y en Inglaterra por el Comité Exterior Mapuche. Me fui a Chile, semanas mas tarde, de vuelta nuevamente a Buenos Aires, con cierta reserva se decidió venir. Era desconfiada hasta con nosotros y yo la entiendo, ella no fue una excepción en nuestro Pueblo, conoció la amarga experiencia de la vida llena de engaños, obstáculos y decepciones, incluso por quienes muchas veces dicen solidarizar con nuestro Pueblo. En otra ocasión me dijo: “Desde la invasión española, que nos quieren salvar, hoy surgen salvadores por todos lados, mientras nuestro Pueblo sigue de mal en peor”.
Creo no equivocarme al deducir que su viaje a Europa lo vivió y disfrutó al máximo; finalizada la Conferencia de Ginebra, viajó a Inglaterra para tomar parte en una serie de eventos culturales organizado por el Comité Exterior Mapuche desde el 7 al 19 de agosto, durante su tiempo libre le acompañe a algunos lugares pintorescos del sur de este país. “¡que maravilla!”, exclamaba cuando le llamaba la atención una arquitectura antigua, “Ché esperá”, con su típico acento argentino, cuando la dejaba atrás. “Es que a vos no te interesa la arquitectura”, para de inmediato comentar, “pobrecito”, como te aburrirás caminar por caminos que ya conocés”, quería conocer todo, no se desprendía de su cámara fotográfica y de su pequeña libreta de apuntes.
Aimé era fuerte como el acero, cuando era necesario, a las preguntas mal intencionadas de los periodistas, tenía siempre la respuesta inteligente y certera. Sin embargo, interiormente era profundamente humana noble de corazón y espíritu. En Bristol, reunida con los dirigentes del Comité Exterior Mapuche, estalló, habló con pasión y sin tapujos; cuando se refería al estado de postración actual a que ha sido condenado nuestro Pueblo, no pudo mas: “Como es posible que los siglos de heroica resistencia de nuestros antepasados, por el cual dieron su vida cientos de miles de personas, se va echar al olvido”, con un nudo en la garganta y con lágrimas en su rostro, “Nuestra identidad de Pueblo se está perdiendo y no hay suficiente unidad entre nosotros”. No era la Aimé que conocía, ni la imagen que inspiraba, siempre y en toda circunstancias bien controlada, radiante de optimismo y casi siempre alegre.
“Me voy contenta, he aprendido mucho en Ginebra y con ustedes”, su humildad y honestidad contrastaba el estilo generalizado de aquellos dirigentes que dicen saberlo todo. Se fue de vuelta a Buenos Aires a reanudar su tarea con un entusiasmo que no ocultaba. Descubrió en Europa, que no era la única que realizaba una tarea de locos: “No estaba equivocada, al luchar par una causa que pareciera perdida”, me repetía en diferentes lugares, el roce con dirigentes de Pueblos y Naciones indígenas del mundo, reunidos en el Palacio de las Naciones Unidas de Ginebra, la impactó profundamente; con atención escuchaba a los delegados que relataban los problemas que enfrentan sus pueblos en su lucha por la sobrevivencia. Quedó impresionada de la joven luchadora por los derechos de los pueblos indígenas de Guatemala, Rigoberta Menchú, después que tuviéramos una larga conversación con ella.
En el Aeropuerto de Heathrow de Londres: “Adiós mi lenguaraz que Ngenechen te proteja”, anduvo unos pasos y se volvió para nuevamente abrazarme. Solo la terrible noticia de su deceso, que nos quebró a los que la conocíamos, explicó mi reacción y mi espontánea respuesta: ‘Buen viaje y éxito en el Paraguay’.
(*) Este artículo fue originalmente escrito en octubre de 1987 y publicado en el Boletín Aukiñ en 1988, con el titulo “En memoria de una valiente luchadora” y, bajo el nombre de Imelcan Marhiqueo, nombre entonces utilizado por el autor.
Fuente: Confederación Mapuche de Neuquén
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