No importa que el periodista disidente saudí Khashoggi haya sido torturado, asesinado y descuartizado en el consulado de Arabia Saudita en Turquía, no importa la violación a los derechos humanos que cometa ese régimen dictatorial encabezado por el rey Salman bin Abdulaziz Al Saud y el príncipe heredero Mohamed bin Salman, no importa que la Coalición de Estados Árabes (liderada por Arabia Saudí) sigan bombardeando la población civil en el Yemen y masacrando niños en los colegios. Occidente bendice su sanguinario proceder pues es prioritario preservar sus intereses geoestratégicos y comerciales.
El reino de Arabia Saudita es el primer exportador mundial de petróleo -ya que diariamente produce 12.000.000 de barriles y -según las estimaciones de los expertos- sus reservas exceden los 250.000 millones de barriles de crudo. Un recurso no renovable de vital importancia para la supervivencia de la civilización capitalista y la expansión de la fe musulmana a nivel planetario.
Arabia Saudita es el único país del mundo cuyo topónimo oficial lleva el nombre del clan familiar al que pertenece. Por lo tanto el rey Salman bin Abdulaziz Al Saud es el propietario y señor de los 2.149. 690 kms² de extensión y sus 30.000.000 de habitantes. El clan Saud lo componen más de 20.000 almas de las cuales 200 se consideran descendientes directos del monarca y, por ende, del profeta Mohamed.
La península arábiga desde tiempos inmemoriales ha estado habitada por tribus beduinas dedicadas al pastoreo de camellos, cabras y carneros y, en menor medida, a la agricultura. Estas tribus nómadas se adaptaron perfectamente al hábitat hostil de las calcinantes arenas del desierto. Más de la mitad del territorio está cubierto por el Rubal Khali, el desierto de arena más grande del mundo. En los oasis de palmeras regados por abundantes manantiales fundaron las estaciones de abastecimiento y reposo que prestaban servicio a las caravanas de mercaderes y comerciantes. Hablamos de un estratégico cruce de caminos que comunican Yemen, el mar Rojo, Cairo, Damasco, Bagdad y el Lejano Oriente.
Los beduinos es un pueblo nómada que en general vive en jaimas (tiendas) tejidas con pelo de camello y nunca se separan del grupo tribal protector. Las mujeres cocinan con el estiércol del ganado y su dieta básica consiste en humus, falafel, el yogurt jameed, el pan árabe, carne de cordero, foul o habas, mansaf, zarf y de bebida el té o el café. Los hombres visten con el Thawb y el pañuelo Ghutra; las mujeres se tatúan el rostro y se cubren con una túnica negra o abaya decorada con motivos tribales y monedas antiguas.
La personalidad del beduino es extremadamente conservadora pues son muy celosos de sus tradiciones ancestrales. Ellos cumplen a rajatabla los designios de Allah y obedecen sin rechistar al Rais o Zaim (el jefe) por encima de todas las cosas. A partir del descubrimiento de los pozos de petróleo a finales de los años treintas del siglo pasado esa sociedad arcaica y artesanal inicia el proceso de sedentarización en los núcleos urbanos. Esos humildes beduinos hospitalarios por naturaleza -las jaimas no tienen puertas- de la noche a la mañana se volvieron hoscos y huraños; de la vida comunitaria austera y sencilla pasaron a disfrutar del lujo y el derroche. Cambiaron el duro trajinar por los arenales arreando el ganado o las manadas de camellos a pasear altivos junto a sus familias por los faraónicos centros comerciales. Se acostumbraron a los nuevos oasis al estilo americano donde los pulmones de aire acondicionado alivian las altas temperaturas -que en algunas épocas del año pueden alcanzar los 50 grados centígrados-
A pesar de que el islam es una religión contraria a la usura capitalista los nuevos ricos cegados por la avaricia y con los bolsillos atiborrados de petrodólares se dedicaron a adquirir los más estrafalarios caprichos: Mercedes Benz, Lamborghini, Ferrari Testarossa, Jaguar, Rolls Royce, los jeep Hammer último modelo, palacios, mansiones, yates, aviones o helicópteros.
Los reyes, príncipes y sultanes mantienen un tren de vida trepidante: business de alto standing, meetings empresariales, finanzas, transacciones, World Trade, import- export. Hoy despachan en Riad, mañana cierran un negocio en Yedda y pasado mañana otro en Londres o New York. A bordo de sus jets privados junto a un numeroso séquito de pajes, guardaespaldas y un harén repleto de beldades (preferiblemente rubias rusas o escandinavas) estos sibaritas no se privan de ningún placer terrenal: fiestas, orgías, bacanales, alcohol, cocaína, casinos de la Costa Azul, palacios en Marbella, vacaciones en las Seychelles o el Caribe. Sin ruborizarse estos hipócritas recitan los versículos del santo Corán autoproclamándose los elegidos de Allah. Hipocresía (النفاق) (munafequin) es una palabra clave para entender este comportamiento tan decadente y esquizoide.
La familia Real Saudita se ha visto envuelta en múltiples escándalos que van desde corrupción, lavado de activos, esclavismo, abusos sexuales y recientemente el caso del periodista disidente Jammal Khashoggi al cual el gobierno de Riad ordenó desaparecer por sus criticas a la familia Saud. Claro, como gozan de impunidad celestial y terrenal hacen lo que les viene en gana. Inclusive no tienen ningún reparo en forjar alianzas con los cruzados cristianos o con los judíos, (kuffar o infieles) sin que les tiemble la mano. Al fin y al cabo los negocios son los negocios y el dinero no tiene nombre. El lobby judío y las inversiones saudíes son las grandes estrellas de los mercados internacionales. Para rematar en la OPEP o la Liga Árabe o la ONU su influencia política es determinante en la toma de decisiones.
Si por alguna razón se produjera alguna protesta o intifada por parte de la minoría chiita o algunos inconformes sunnitas el Ministerio de Interior y las Fuerzas de Seguridad eficazmente reprimirán a los «peligrosos terroristas que intentan alterar la estabilidad y prosperidad del reino».
La juventud saudita hace ingentes esfuerzos para compatibilizar las tradiciones ancestrales y la modernidad que impregna todos los aspectos de la vida cotidiana: teléfonos móviles, tabletas iPod, SmartPhone, sofisticados computadores, televisión satelital, etc. Los medios de comunicación occidentales han logrado penetrar en el alma de los sauditas cuestionando las bases del fundamentalismo religioso.
A lo único que aspiran las nuevas generaciones es a ser funcionarios del gobierno o enrolarse en las fuerzas armadas. Un saudí con casa, despacho, auto y estómago lleno es la persona más dócil que uno pueda echarse en cara. Por otro lado, a las mujeres no les queda otra opción que soportar la dictadura patriarcal que las confina a las tareas hogareñas y la crianza de los hijos. Ellas no pueden tomar sus propias decisiones y son víctimas de la más absoluta exclusión legal de la escena pública. Paradójicamente las madres son las principales transmisoras de la misoginia.
El profeta Mohamed, un humilde camellero de la tribu Quraish, que no sabía leer ni escribir (de memoria aprendió uno a uno los versículos del Corán), recibió por intersección del arcángel Gibril el mensaje revelador de Allah. En la Kaaba de la Meca estaba el templo donde todas las tribus del desierto adoraban a sus ídolos heréticos. El profeta abjuró del culto politeísta instaurando la adoración a un solo Dios (Allah). En el año 622 se produce la gran migración de Meca a Medina o Hégira y a partir de ese instante el islam inicia su proceso de expansión que le llevará en un corto espacio de tiempo a propagarse por Europa, Asia y África.
La Policía Religiosa o Mutawa tiene la potestad de velar las veinticuatro horas del día por el radical cumplimiento de la ortodoxia islámica. Los waabitas defiende los principios coránicos del siglo VII y su principal preocupación es reprimir a aquellos súbditos que adopten descaradamente las costumbres occidentales y su degenerado secularismo (atuendos, música, películas, símbolos o lenguaje). El munkar (mal) de la democracia debe ser extirpado de raíz ya que los monarcas son los auténticos representantes de Allah en la tierra. Además, el Comité de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio en estas últimas semanas ha lanzado una campaña contra todas las formas de desviacionismo contrarias a los valores del Islam. El castigo a los « pecadores » va desde latigazos, la cárcel y, en los casos más graves, amputaciones de miembros. Los jueces del Tribunal Supremo o cadís de la Sharia se reservan el derecho a aplicar la pena de muerte. Por lo general se ejecuta al reo en un lugar público decapitándolo con la espada Sayfu-I-Islam.
Desde principios del siglo XX las potencias imperiales tenían en su punto de mira a la península arábiga. De antemano sabían que bajo la corteza terrestre se escondían valiosos tesoros en materias primas (especialmente petróleo) No por casualidad Inglaterra infiltró al agente secreto Thomas Edward Lawrence, mejor conocido como “Lawrence de Arabia” cuya misión era contactar (aprendió el árabe) y ganarse la confianza de las tribus beduinas.
En 1938 se funda la Arabian American Oil Company (hoy llamada ARAMCO tras la compra total de las acciones por los sauditas) que contó con la dirección y el asesoramiento de los norteamericanos (repartiéndose los beneficios al 50/50). De inmediato, iniciaron las prospecciones en la franja costera del Golfo Pérsico en busca de una fuente perenne de aprovisionamiento energético. Por fin el año 1948 los exploradores de la compañía descubren grandes yacimientos petrolíferos en la región de Ghawar – este pozo con sus 5 millones de barriles diarios es el más grande del mundo- Un milagro de tal magnitud fue atribuido a la intersección de Allah. Las reservas de petróleo de Arabia Saudita, según los expertos, superan los 250.000 millones de barriles. Y como si fuera poco el campo de Shaybah en el Rub al Khali es capaz de procesar diariamente 1,6 millones de pies cúbicos de gas.
El petróleo, el « oro negro » para unos, o el « estiércol del diablo », para los clérigos ultraortodoxos, es el primer rubro del PIB y el motor del crecimiento económico de la península arábiga. Las principales alianzas de los reyes y príncipes las forjan con socios americanos y europeos, teóricamente los cruzados o « infieles cristianos ». Contradicciones que toleran sin mayores remordimientos los ulemas pues la riqueza que genera el petróleo es más poderosa que cualquier dogma teológico.
La constitución del reino de Al-Mamlaka Al- Arabiyya as-Sudiyya está regida por la sharia, es decir, el código moral y las leyes sacramentales que marcan el camino recto al que deben aspirar los creyentes. El profeta Mohamed antes de morir recitó la última sura (mufassal) colocando el sello profético que impide cualquier modificación del divino texto. Como es de suponer ningún partido político puede hacerle sombra al poder absolutista del malik y los emires (descendientes directos del profeta). La sucesión al trono es arreglada por los jefes tribales, los 7.000 miembros del clan Saud y los 200 descendientes masculinos del príncipe heredero.
Human Rights Watch y Amnistía Internacional desde hace años vienen acusando a la dictadura teocrática saudita de la sistemática violación de los derechos humanos. En especial la brutal represión desatada por las fuerzas armadas y la policía contra los opositores. Es indignante la indiferencia de los países occidentales más preocupados por la buena marcha de sus negocios que en condenar estos crímenes de lesa humanidad. El Consejo Económico Supremo presidido por el rey Salman bin Abdulaziz Al Saud y el príncipe heredero Mohamed bin Salman que manejan el mayor Fondo Soberano del mundo, han decidido comprar la deuda de los países emergentes o en crisis.
Un dato que nos deja estupefactos es que hasta bien entrada la década del 50 en la península arábiga existían más de 450.000 esclavos. Tan sólo en 1962 los ulemas abolieron “oficialmente” la esclavitud aunque los trabajadores inmigrantes procedentes de la India, Pakistán, Jordania, Sudan, Yemen, Palestina, Bangladesh, Egipto, Filipinas, Sri Lanka o Indonesia (que representan el 70% de la fuerza laboral) vienen a reemplazarlos. Explotados hasta la extenuación con sueldos de 150 euros mensuales, malviviendo en barracones, sin derechos sindicales ni seguridad social, los inmigrantes se ocupan de los trabajos más sacrificados: la construcción de edificios, carreteras, obras públicas, la industria, el sector servicios, las grandes infraestructuras, la agricultura extensiva, la ganadería y como no los campos petrolíferos. Sin lugar a dudas sobre sus espaldas recae todo el peso del desarrollo y el crecimiento económico.
Entre tanto, a las mujeres se les reserva para las tareas domésticas y la crianza de los hijos. A muchas de ellas los patrones les retiran los pasaportes y les obligan a laborar horas extras sin ninguna contraprestación. Es muy común también que reciban golpizas o sufran violaciones sin que la justicia tome cartas en el asunto. Los inmigrantes que trabajan en el Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Omán, Kuwait) anualmente envían a sus países de origen remesas por un total de 30.000 millones de dólares. La guerra del Yemen es uno de los máximos pues se enfrenta directamente Arabia Saudita y sus aliados contra los “diabólicos” chiitas iraníes que pretenden asegurar una cabeza de puente en la península arábiga.
La ciudad santa de Meca al Mukarramah, la cuna del profeta y centro de peregrinación o el hajj, ha sufrido en los últimos años una severa transformación arquitectónica. Aprovechando que todo buen musulmán antes de morir deben visitar los santuarios de Meca y Medina la familia real Saudita, como custodios de los santos lugares, obtienen grandes réditos del turismo religioso. Por tal motivo los planificadores han decidido levantar un « nuevo Manhattan » plagado de rascacielos (el pasado mes de agosto, coincidiendo con el ramadán, se ha inaugurado el mayor reloj del mundo-pesa 36.000 toneladas- instalado sobre una torre de 400 metros de altura) hoteles de cinco estrellas y centros comerciales, mejor dicho, una zona exclusiva reservada a los clientes de alto poder adquisitivo. Muchos creyentes piensan que el masjid al-Haram, en el que se halla la Kaaba, la casa de Dios, el lugar más sagrado del islam, ha sido profanado. Este es un pecado imperdonable ya que los Hadices del profeta Mohamed prescriben que en el hajj debe primar la sencillez y la humildad. Los Hadices (la shuna) son una serie de sentencias que orientan al individuo a una vida ética, la práctica de la oración, la limosna, el cuidado de los huérfanos y los pobres, la renuncia los bienes terrenales, la supresión de los privilegios y la igualdad de los hombres ante Allah.
Tras la derrota de la coalición de países árabes (Egipto Siria, Jordania e Irak) en la guerra de los Seis Días (1967) a manos de Israel el islamismo inició su ascenso imparable. El fracaso del nacionalismo laico fue el punto de inflexión definitivo. Allah castigaba a aquellos seres pretenciosos como Nasser o el Assad que se atrevieron a contradecir su voluntad.
A mediados de los años setenta las divisas del petróleo saudita comenzaron a fluir libremente hacia los grupos islamistas del mundo entero. Reafirmando así el compromiso de la monarquía teocrática en la propagación del waabismo salafista (salaf son los compañeros del mensajero de Allah). Quizás ilusionados en resucitar la época dorada de los « cuatro califatos » se comprometieron en apoyar incondicionalmente a las organizaciones islámicas desembolsadas más de 50.000.000 millones de dólares. Este astronómico presupuesto se ha destinado a la construcción de madrasas, universidades, mezquitas, emisoras de radio, estaciones de televisión, editoriales de libros y periódicos en más de medio mundo. Para los ulemas wahabitas la máxima prioridad es extender el mensaje de Mohamed por los países occidentales a través la dawa o misión islámica. Convencidos de que el llamado o invitación viene a subsanar « la quiebra espiritual de occidente ». La cifra de conversos años tras año va en aumento pues el programa de becas y ayudas económicas es muy atrayente. Por el contrario, en los países árabes está prohibida la evangelización cristiana o de cualquier otra creencia y sólo, donde existen antiguas comunidades católicas les está permitido construir iglesias.
En la bandera de Arabia Saudita, de color verde igual al de la capa que usaba el mensajero Mohamed, sobresale el saif, la espada victoriosa del islam que subraya el clásico juramento de la shahada: « No hay más Dios que Allah y Mohamed es su profeta » El saif vuelve a ser empuñado por los heroicos guerreros y mártires que aspiran a instaurar el califato mundial. La yihad, la lucha espiritual, política o militar se justifica en defensa del Corán y los valores islámicos.
Arabia Saudita y los Ayatolás iraníes proclaman el dawa como un servicio sagrado. « El islam es más que una religión, es un sistema social y político, una filosofía de vida que satisface al creador » son los primeros párrafos del folleto publicitario impreso por la fundación rey Fahd Ben Abdul Aziz.
Los Sauditas, aunque gozan de la protección de Allah, dedican buena parte de sus presupuestos a la compra de armas provenientes de EEUU, Francia, España o Inglaterra. Es tal la obsesión por la seguridad que han decidido blindar todas sus fronteras (9.000 kms de extensión) con muros, vallas, campos minados y alambradas. Su principal preocupación es defender los santos lugares de sus enemigos chiitas, cristianos, judíos, apóstatas, paganos o ateos que confabulan contra el reino.
Cuando el muecín entona la llamada al salat desde lo alto del minarete, a la misma hora y de manera sincronizada 1.000 millones de musulmanes de la Umma (comunidad de países islámicos) rezan al unísono en dirección a Meca. Tras cumplir con sus obligaciones religiosas los fieles cargados de misticismo y espiritualidad tiene que lidiar con un mundo cada día más profano. Las tentaciones del xaitan (diablo) están a la orden del día pues el capitalismo globalizador ha contaminado con el hedonismo y la exaltación de los placeres terrenales todos los ámbitos de la vida. Los adelantos tecnológicos desvirtúan por completo los principios fundamentales de la religión islámica. Por lo tanto hay que decidirse entre permanecer atados al siglo VII, como mandan los Hadices, o entrar de lleno en el siglo XXI.
En el islam el matrimonio con mujeres no musulmanas es un medio legítimo del Dawa. « La yihad civilizadora » se ha puesto en marcha. La táctica instruida por los muftis y ulemas es enamorar a las mujeres occidentales pues son un blanco fácil ya que han sido educadas en la tolerancia y discriminación positiva.
« Los hijos del islam, utilizando el vientre de sus mujeres, colonizarán y someterán a toda Europa » este era uno de los lemas favoritos del difunto Osama Ben Laden, hijo de una de las familias más ricas de Arabia Saudita. Los centros islámicos proliferan en los cinco continentes: la mezquita rey Fhad en Culver City California, el Centro Cultural Islámico de Roma, la gran mezquita de Tokio, la mezquita de la M30 en Madrid, la mezquita de Sídney Dome en Australia, el Consejo Islámico de Europa, con sede en Londres,, etc. También los países del Golfo Pérsico como Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos o el Consejo de Fundaciones compuesto por millonarios y grandes potentados que aportan el sustancioso sakat o limosna que patrocinan la construcción de gigantescas mezquitas con la intención de impresionar a los conversos. Una de las más esplendorosas es la de Newham en Londres con capacidad para 60.000 fieles. Las leyes europeas defienden la libertad de culto, la diversidad cultural y el diálogo ecuménico. De este modo los musulmanes legalmente exigen los mismos derechos que las otras comunidades religiosas. Son muy conocidas las ferias de cultura islámica donde se realizan exposiciones de arte, festivales de literatura, música o de cine. Esta es la mejor manera de promover el Dawa entre los no creyentes y explicar las razones para consumir alimentos halal, la defensa de la unidad familiar, la protección de la pureza y el honor de la mujer mediante el hijab, el rechazo al aborto y el incremento de la natalidad cual don supremo que satisface al divino creador. Uno de los más importantes protagonistas de estos eventos es Yusuf Islam, antes Cats Stevens, el converso cantante inglés de fama mundial dedicado actualmente a las labores caritativas y humanitarias.
La ejecución del Dawua es supervisada por el poderoso Ministerio de Asuntos Islámicos controlado por miembros de la familia real Saudita que han gastado desde principios de los años setentas hasta hoy la increíble suma de 70.000.000 millones de dólares. Igualmente existen otros organismos afines como la Liga del Mundo Musulmán, el Consejo Islámico Mundial, la Organización Internacional de Apoyo Islámico, la Asamblea Mundial de la Juventud Musulmana, o el complejo del rey Fahd en Medina, que ha editado millones de coranes traducidos a todas las lenguas y dialectos del planeta. Además, el ministerio de Asuntos Islámicos tiene a su cargo más de 50 oficinas de propagación del islam y de orientación a extranjeros.
El mítico Al Andalus (la lámpara del islam) despierta la nostalgia entre los ulemas, jeques y príncipes. Nadie olvida el esplendor del califato de Córdoba, cuya capital llegó a ser conocida como la « Meca de occidente », la Alhambra de Granada o la Giralda de Sevilla. « Hemos venido para quedarnos » los imanes salafistas de Reus o Fuengirola repiten está frase una y otra vez homenajeando con sus oraciones al mujahid Tariq ibn Ziad que en el año 711 conquistó la Hispania Visigoda. En España los inmigrantes de origen musulmán suman ya más de 1.300.000. En la Unión Europea superan los 13.000.000.
Allah, el clemente y el misericordioso, ha concedido a los habitantes de la península arábiga el regalo más precioso: el bendito petróleo, el « oro negro » que brota de las entrañas de la tierra. Millones y millones de barriles de crudo fluyen diariamente a través de los oleoductos, las venas y arterias que lo conducen hasta las refinerías antes de ser exportados en los superpetroleros. Las torres de extracción sin descanso chupan y chupan la sangre de Allah, la sangre inagotable del « señor del mundo », el creador de lo visible y lo invisible.
El petróleo es una fuente vital para que el corazón del gran monstruo capitalista no deje de latir. La explotación demencial de los recursos naturales renovables y no renovables tiene por objetivo acelerar el voraz consumismo y garantizar el crecimiento económico. El futuro y la prosperidad de la sociedad postmoderna depende básicamente del petróleo y sus derivados ¿cómo mover el parque automotriz mundial que se calcula en más de 800 millones de vehículos y que se duplicará en 2013? El desarrollo de las energías alternativas es la opción más racional si queremos que la naturaleza y la especie humana sobrevivan.
Hoy por hoy los hidrocarburos, aunque maten y contaminen nuestro planeta, son la fuente energética más importante y materia prima imprescindible para mantener el imperio industrial y tecnológico de la «civilización » de consumo contemporánea.
Que el periodista Jamal Khashoggi haya sido secuestrado, torturado, y asesinado -para posteriormente descuartizarlo para borrar toda evidencia de tan execrable crimen es un ejemplo de cómo actúa la cobarde dictadura saudita. El presidente de los EEUU Donald Trump -uno de sus más firmes aliados- intenta exonerarlos de cualquier responsabilidad: “Son infundadas acusaciones pues no fueron los funcionarios del consulado sino asesinos que actuaron por cuenta propia”
Y es que se calcula en miles de millones de dólares anuales el flujo de capitales y el movimiento comercial entre Arabia Saudita y EEUU. Y como si fuera poco Arabia Saudita ha invertido 116.800 millones de dólares en deuda norteamericana. ¿En qué se ha quedado la defensa en los derechos humanos que tanto pregonan los países occidentales? Con esto queda comprobado que no les importa pisotear la dignidad humana a cambio de continuar con sus sucios negocios. El reino de Arabia Saudita es una superpotencia en hidrocarburos y Occidente se rinden a sus pies. Son demasiados intereses económicos en juego y lo más práctico es dejar que pase la tempestad y vuelvan las aguas a su cauce. Seguramente dentro de unas semanas el escandalo irá decayendo y la opinión pública mundial olvide tan aterradora noticia.
Lo más vergonzoso quizás sea la actitud del reino de España que ni siquiera ha emitido una nota de protesta contra la monarquía saudita. Sabemos que la familia real española y La familia real saudita históricamente mantienen unas estrechas relaciones de amistad y fraternidad que no pueden ser lastradas por este “desagradable incidente”. El reino de España le vende armas, bombas y barcos a la genocida dictadura teocrática y a cambio recibe el “oro negro” tan imprescindible para la buena marcha de su economía. Se ha optado por la prudencia y la discreción -¿un silencio cómplice?- para no herir susceptibilidades y complacer a los jeques árabes
¡Atención! Arabia Saudita amenaza con romper todos los contratos de petróleo, inversiones o armamento que tiene firmados con los países occidentales (cristianos) si intenta condenarlo por el “caso Jamal Khashoggi”. Todo se trata de una “muamara” o conspiración urdida por sus más enconados enemigos
Carlos de Urabá 2018