Varios autores plantean la necesidad de apostar por un modelo de agricultura que deje de ser nocivo para el medio ambiente y ponga en el centro la vida de los pequeños agricultores y campesinos, encargados de producir el 80% de los alimentos que llegan a nuestras mesas.
Por El Salmón Contracorriente
17 de julio de 2017
La ineficiencia de la agricultura industrializada española
La agricultura española, máximo exponente de las condiciones agroambientales mediterráneas, experimentó un gran proceso de intensificación a lo largo del siglo XX basado en la aplicación de insumos energéticos externos.
Durante el siglo XX, el campo español ha visto cómo se incrementaba un 33% la energía necesaria para su funcionamiento para aumentar la productividad tan solo un 27%. Además, la intensificación de la agricultura española se ha basado en el incremento de energía externa, que se multiplicó por 20 a lo largo del siglo XX. Un ejemplo, la energía dedicada a plaguicidas es la que más creció entre 1960 y 2000, multiplicándose por 33,6.
A la falta de productividad hay que sumar las consecuencias sobre los ecosistemas como la degradación de suelos, la contaminación de las aguas y la pérdida de biodiviersidad, tal y como señalan los autores en “Transición del metabolismo agrario español en el siglo XX”, articulo perteneciente al dossier elaborado por Fuhem Ecosocial “Agroecología. Un paso más hacia la calidad de vida”.
“Ni siquiera la agricultura ecológica profesional, fuertemente dependiente del petróleo, podría calificarse hoy como ecológicamente sostenible, por no hablar de los problemas de autoexplotación de la fuerza de trabajo propia y ajena en las pequeñas experiencias que denominamos como agroecológicas”, apunta Daniel López García investigador en agroecología de Ecologistas en Acción, en “Cooperativismo agroecológico y saltos de escala”.
Agroecología como alternativa real
“La agroecología es, sobre todo, una visión política de la construcción de una nueva sociedad global y local, que ponga en el centro la vida, partiendo de los procesos que tienen que ver con la producción, la distribución y el consumo de alimentos ambientalmente sanos, socialmente justos, económicamente viables, culturalmente apropiados, completos nutricionalmente en sistemas agroalimentarios y territorios sustentables”. Es la definición aportada por David Gallar (Instituto de Sociología y Estudios Campesinos), y Ángel Calle (Universidad de Córdoba), en “La construcción de sujetos políticos y la agroecología: una lucha por la vida”.
En España, la producción ecológica representa el 5% de la superficie agraria útil, alrededor del 2,5% de las explotaciones, y algo menos del 2% de la producción final agraria en la escala estatal. En contraste, el consumo de alimentos ecológicos aún no alcanza el 1% del total, viene creciendo por encima del 5% anual en los últimos años, hasta los 1.018 millones de euros estimados en 2015.
Experiencias como los grupos de consumo de las zonas metropolitanas siguen siendo los canales que absorben un mayor volumen de las producciones ecológicas locales, pero conforman un modelo que empieza a dar signos de agotamiento. Apostar por la extensión práctica del modelo a través de políticas alimentarias locales y sostenibles es el mayor reto al que se enfrenta este modelo. “El futuro inmediato pasa por la capacidad del cooperativismo agroecológico para diversificar las formas para llegar a una mayoría de grupos sociales y articularse con otros proyectos locales que tratan de satisfacer necesidades básicas desde una perspectiva de sostenibilidad, en proyectos y estructuras sociopolíticas en torno al territorio compartido”, apunta Daniel López.
Un caso de éxito: los catalizadores de la innovación en Cuba
Cuba pasó de ser el mayor consumidor de agroquímicos del mundo a convertirse en una de las experiencias más extensivas de agricultura orgánica de América Latina. Tras el colapso del campo socialista en Europa del Este en 1989, Cuba lanza este programa, apoyado por organizaciones internacionales e instituciones de investigación y desarrollo cubanas que facilitó a los pequeños/as agricultores familiares el acceso a semillas y apoyo técnico.
La experiencia cubana “confirma la tesis de que el aprendizaje colectivo entre el sector público y el de la agricultura familiar y los emprendedores locales es una alternativa para el desarrollo rural”, señala Humberto Ríos Labrada, Coordinador ICRA para Hispanoamérica, en “Los catalizadores de la innovación en Cuba”.
fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Agroecologia-frente-a-la
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