El artista poblano, radicado en Ciudad de México, crea música en totonaco, su lengua originaria.
Foto: Agencias
14/01/2019
“Rimar cualquiera puede, lo complicado es hacer que te escuchen y dejarle a la gente algo de ti”, menciona Juan Sant, un rapero totonaco que busca a través de sus rimas conservar su lengua y fomentarla tanto en el sector cultural como en la industria musical.
Bajo el fundamento de hacer prevalecer la lengua, el artista poblano crea música en su idioma original, ya que las comunidades indígenas continúan viviendo un ambiente de discriminación, razón por la que las nuevas generaciones empiezan a dejar de hablarlo, olvidarlo o prefieren aprender a hablar otra lengua al emigrar de sus pueblos.
“Al indígena siempre se le ha visto sumiso, callado, aislado, a la orilla; cuando uno empieza a levantar la voz crea una reacción en cadena, a alguien más le va a interesar, alguien más va a sentirse orgulloso para sacar la mejor parte de sus costumbres y la comunidad de donde viene”, mencionó sobre el impacto que quiere causar con la iniciativa ante la comunidad, y no sólo en la República Mexicana, sino en toda América Latina.
Originario del municipio de Pantepec, en su música narra cómo su proceso migratorio lo llevó desde muy joven a vivir en la Ciudad de México, lo que enfrentó en una ciudad que era ajena, discriminatoria, hostil para con él. Sin embargo, encuentra en la cultura del hip hop un espacio en el cual se siente cómodo y con el que puede compartir su propia tradición cultural.
“Me entró la inquietud de escribir, en gran parte se volvió una forma de expresar, de escape de la rutina y de los problemas que tenía en ese tiempo; andaba en problemas de drogadicción y la escritura fue mi medio para salir de ahí”.
En entrevista telefónica con El Popular, diario imparcial de Puebla, aseguró que a la actualidad existe una comunidad de más de 80 músicos que generan rap en su propia lengua, por lo que es posible crear una industria que incluya la vestimenta, lenguaje, costumbres y en la que la cosmovisión de los pueblos originarios quede plasmada y trascienda, confirmando: “No estamos comercializando sino que estamos tratando de hacer prevalecer esto que se está acabando”.
Parte de tu música es expresarte a través de tu lengua originaria, ¿desde el inicio lo pensaste de ese modo?
—Pues no es algo que yo quisiera hacer toda la vida, simplemente lo hacía porque me gustaba hacerlo; se me daba y cada que me salía algo me llenaba tanto que me impulsaba a seguir. Al principio sólo escribía en español, pero lo que narraba en mis letras eran vivencias de un sujeto originario en de pueblo en una zona rural, la problemática que existe, el cómo nos mira una persona que económicamente está mucho mejor que un originario: que te miran por encima del hombro, que te miran con desprecio, incluso quisieran que no estropearas su paisaje, que es lo que dan a entender con sus expresiones hacia nosotros.
De pronto empezaba a matizarlo con una que otra palabra en mi propia lengua, y en el año 2009 o 2010 dije: “Voy a hacer una canción completamente originaria”, y me gustó demasiado.
¿Ha sido difícil entrar al medio musical y permanecer en el gremio del rap?
—No estamos dentro del movimiento del rap, estamos dentro del rap cultural porque las personas que están en la mercadotecnia del rap que existe en México pues no estamos en el panorama, porque nuestro rap no es comercial y de ahí que quizás se nos hayan cerrado un poco las puertas en lo comercial pero en lo cultural se nos han abierto mucho más.
¿Resulta complicado rimar en totonaco?
—Rimar cualquiera puede, lo difícil es montarlo, que la historia tenga un buen seguimiento o una buena temática; también la complejidad en la que estructuras lo que estás rapeando; así como uno dice las cosas es lo que impacta a la gente. Anteriormente (cerca del 2004) sí les impresionaba escuchar una rima, pero la evolución del rap se ha visto en que tienes que meterle mucho contenido, cómo acomodas las letras, en el contexto en el que estás viviendo pues la audiencia te exige demasiado porque busca quedarse con algo de ti cada que te escuchen, y eso es lo difícil. Rimar, lo puede hacer cualquiera.
¿Qué tan complicado ha sido expresarse de este modo alterno y seguir manteniendo la tradición?
—Tenemos un buen fundamento que es hacer prevalecer nuestra lengua. La gente mayor es quien tiene más apego a las costumbres, pero uno les dice que actualmente los niños ya no quieren hablar nuestra lengua; no es excusa pero nuestra meta es esa, que nuestros niños se animen a seguir hablando y no sientan pena por el hecho de saber hablarlo. El propósito con el que se está haciendo es hacer prevalecer la lengua, porque muchas veces no quieren que lo difundamos o comercialicemos, pero no estamos comercializando sino que estamos tratando de hacer prevalecer esto que se está acabando porque la gente por discriminación empiezan a dejar de hablarlo, olvidarlo o prefieren aprender a hablar otra lengua cuando se mudan.
También puedes leer: “Buscamos provocar para generar reflexión”
¿Qué futuro tendría el proyecto?, ¿estaría más enfocado hacia la producción comercial-musical o más bien como una estrategia pedagógica?
—Creo que ambas, tratamos de abarcar todo porque lo poco que se nos dé de alguno es lo que vamos tomando. A mí me gustaría también ver el rap en lengua originaria también insertado en la industria, ¿por qué no se puede?, ¿por qué no pueden escucharlo es sus carros? También se puede crear una industria incluso en vestimenta, en lenguaje, en costumbres, nuestra cosmovisión se puede plasmar ahí dentro y contagiar a otras personas, incluso a otras lenguas para que también hagan lo propio. Es tratar de abarcar lo más que se pueda, y lo poco que se camine para que ya no cueste tanto trabajo a los que vienen detrás.