Antonio Gramsci nace el 22 de enero de 1891 en Ales, Cagliari (Cerdeña), el cuarto hijo de una humilde familia. En algún momento de su primera infancia una presunta caída le causará una deformación en su columna vertebral, dejándolo jorobado de por vida, no llegará a medir más de 1,50 y su salud siempre será frágil. Todo esto marcará profundamente a Nino (como afectuosamente lo llama su familia).
A sus 7 años su padre cae preso por supuesta corrupción, lo cual sumerge a la familia Gramsci en la miseria durante años hasta su liberación. Nino comenzará a trabajar durante las vacaciones de verano, para posteriormente interrumpir sus estudios, dada la exhausta economía familiar. Retomará sus estudios en la escuela media luego de la liberación de su padre al cumplir 5 años de condena.
Se muda a Cagliari para cursar sus estudios medios y convive en una habitación con su hermano Gennaro. Dado el bajo sueldo del hermano y el poco dinero que puede enviarle el padre Nino vive en un estado de permanente miseria y hambre para poder continuar sus estudios. Comienza a leer la prensa del partido socialista en el que el hermano milita.
En 1910, el último año del liceo ya lee a Benedetto Croce, máximo exponente del idealismo italiano, a Salvemini, máximo exponente del socialismo campesino de la Italia meridional y comienza sus lecturas de Marx.
Un año más tarde viaja a Turín, uno de los mayores polos fabriles del norte de Italia y donde se encuentra la clase obrera más organizada y combativa, becado para estudiar en la Facultad de Letras, en la especialidad de Filología Moderna.
En este momento la ideología de Gramsci es una mezcla entre nacionalismo independentista sardo y un difuso socialismo, dada la enorme miseria y olvido en que se encontraba Cerdeña por la Italia continental. Pero la enorme combatividad del movimiento obrero turines causan un hondo impacto en él, y comienza a “descubrir” que los problemas del “mezzogiorno” y las islas no son los “continentales”, sino las clases dominantes de todo el país.
En Italia la situación comienza a caldearse por el ingreso a la primera guerra mundial, Gramsci no milita activamente, pero sigue los acontecimientos de cerca. Continua sus estudios, comienza a dar clases particulares debido al escaso monto de la beca que recibe, sufre de dolores de cabeza recurrentes, se encuentra en un estado de desnutrición, viste harapos y vive aislado debido a su desesperada situación económica. Pero su voluntad de seguir estudiando lo motivan a seguir adelante.
En 1913 ingresa al PS junto con Palmiro Togliatti y Umberto Terrasini de la mano de su amigo Ángelo Tasca. Comienza su actividad partidaria y escribe artículos en la prensa socialista turinesa y ya en 1917 en la nueva publicación de la juventud socialista: Ciudad Futura. Ese mismo año estalla la revolución rusa y en noviembre los bolcheviques toman el poder estatal.
Para este momento Gramsci abandona definitivamente sus estudios, se convierte en un incansable propagandista socialista, adhiere fervientemente a la revolución bolchevique, integra la facción intransigente del PSI y en 1919 participa intensamente en el movimiento de consejos obreros llamado bienio rojo. El 1 de mayo sale a la luz el primer número de L’Ordine Nuovo, reseña semanal de cultura socialista, cuyo lema es “Instrúyete, porque tendremos necesidad de toda tu inteligencia. Movilízate, porque tendremos necesidad de todo tu entusiasmo. Organízate, porque tendremos necesidad de toda tu fuerza”. Impulsado por los intransigentes del PSI que publican al italiano textos de Lenin, Trotsky, Zinoviev, Gorki, Lunacharski, entre otros dirigentes rusos, su objetivo es expandir y profundizar la revolución, crear una nueva cultura, un “nuevo orden”. Comienza a nacer el revolucionario profesional.
Luego del fracaso del bienio rojo, el balance de Gramsci es contundente, la derrota se debe a la inmovilidad del PSI, encubierto en una fraseología revolucionaria. Por lo cual, plantea la necesidad de conquistar a la mayoría dentro del partido y derrotar al reformismo. El II Congreso de la Internacional Comunista precipita los acontecimientos y los bolcheviques llaman a lxs revolucionarixs a romper con lxs reformistas y fundar los partidos comunistas. Gramsci consideraba que había que ganar la mayoría en vez de romper el partido, pero acata y se funda el PCd’I, hegemonizado por Amadeo Bordiga, acusado posteriormente por Lenin de izquierdista, con el grupo de LON en minoría.
Aun en minoría Gramsci se desempeña como redactor de L’ Unita, periódico del PCd’I y como miembro del comité central.
En 1922 es nombrado representante italiano ante el Comité Ejecutivo de la Internacional. Vive en la URSS unos intensos seis meses de vida política y sentimental, conoce a Julia Schucht, la madre de sus dos hijos.
Tras una breve estadía en Viena vuelve a Italia en mayo de 1924. Ya para junio con el apoyo de la Internacional, logra desplazar a la facción sectaria de Bordiga y en agosto es nombrado secretario general del PCd’I. Sus últimos 30 meses en libertad serán de una infatigable lucha contra la dictadura fascista de Mussolini que se va tornando crecientemente represiva luego de la marcha triunfal sobre Roma en 1922.
A mediados de 1924 es elegido diputado, y su primera y última sesión intervendrá denunciando la ley contra la masonería impulsada por el fascismo, que según él estaba hecha para reprimir al PCd’I. Da una lúcida exposición, continuamente interrumpida por los fascistas con Mussolini a la cabeza.
En 1926 escribe el artículo “Algunos temas sobre la cuestión meridional”, texto importante para introducirse a la lectura de los cuadernos de la cárcel. En donde plantea la necesidad de que el proletariado del desarrollado del norte construya una alianza con el campesinado del atrasado sur de Italia. Plantea por primera vez el importante rol de los intelectuales en esta alianza anticapitalista, vaso conductor de las dos clases, para evitar que el campesinado se una a la contrarrevolución.
Entre otoño y el verano de 1926 sigue con preocupación la creciente virulencia de los enfrentamientos entre los dirigentes bolchevique, Zinoviev, Kamenev y Trotsky contra Bujarin y Stalin. Escribe una carta pidiendo conservar la unidad y que los vencedores no sean excesivamente rigurosos con los vencidos. Carta reprochada por Togliatti, que se encontraba representando al partido en la URSS, el cual consideraba que debían adherir a la línea mayoritaria sin ninguna restricción. Gramsci contesta con una breve carta expresando su desacuerdo con Togliatti. Sera la última carta que intercambien, en adelante Togliatti se alineará con el estalinismo.
El 8 de noviembre de 1926, confiado de sus fueros, asiste a una sesión del Congreso, donde es detenido por la policía. Inicia el calvario de Antonio Gramsci, tenía 35 años.
El juicio a los dirigentes comunistas será realizado de mayo a junio de 1928. En el show judicial el fiscal expresó, refiriéndose a Gramsci: “Hemos de impedir durante veinte años que este cerebro funcione”. Claramente sus enemigos de clase fracasaron rotundamente en este objetivo, pero los diez años de prisión minaran la salud del preso, provocándole la muerte a la semana de quedar en libertad.
Los años en la cárcel serán durísimos para Antonio, perderá todos los dientes, contraerá tuberculosis, arterioesclerosis, trastornos digestivos, mal de Pott, abscesos, sufrirá insomnio (los guardias lo pusieron en un lugar ruidoso para que no pudiera dormir). En el plano familiar su hermano Mario se hará fascista y su relación se romperá, su compañera desde la URSS apena contesta sus cartas por momentos, no vio crecer a su hijo Delio y nunca conocerá a su segundo hijo Giuliano, su madre morirá y se lo ocultaran. A nivel partidario se va encontrando crecientemente aislado, ya que no compartirá la nueva estrategia de “clase contra clase” de la III Internacional (ya hegemonizada por el estalinismo) y muchos camaradas lo consideran un traidor reformista.
En estas condiciones Antonio logra en febrero de 1929 el permiso para escribir, iniciando un trabajo que el mismo denominará fur ewig (expresión alemana que significa para la eternidad). Escribirá 2848 páginas en cuadernos.
Detrás de lo fragmentario de sus escritos hay una idea central que estructura todas las notas: el problema de las alianzas de clases, considera que el proletariado solo podrá vencer y garantizar la estabilidad de un nuevo orden en la medida que logre conquistar para su causa a las demás clases oprimidas, principalmente el numeroso campesinado del sur de Italia y las islas. Pero el campesinado conforma el “bloque agrario” con los terratenientes, en el que los intelectuales medios (curas, funcionarixs estatales, académicxs, etc) cumplen un rol central en la difusión de la ideología burguesa. Para romper este bloque histórico, que servía de base social de la reacción, debía constituirse un nuevo tipo de intelectuales (y con intelectual Gramsci se refiere a lxs sindicalistas, maestras, periodistas, académicos, dirigentes estudiantiles, referentes campesinos, militantes partidarios y la lista sigue) que construyan otra concepción del mundo y así darle coherencia y cohesión a los sectores subalternos partiendo de los núcleos de “buen sentido” de lxs oprimidxs e ir depurando lo más reaccionario del sentido común, acumulado como capas geológicas de generaciones en la cosmovisión de lxs oprimidxs.
Para romper el consenso que generan las clases dominantes es necesario que la concepción del mundo nueva se convierta en un movimiento cultural, una fe, una voluntad que emane de las masas oprimidas y que se reproduzca en todas las esferas de la vida individual y colectiva, en el arte, el derecho, la actividad económica, etc. La filosofía nueva debe hacerse “vida” encarnando en las masas, convirtiéndose en acción. Esta se presenta crítica al sentido común, pero a su vez, y aquí se encuentra la riqueza del planteo dialéctico de Gramsci, quiere constituirse en un sentido común nuevo. Pero a diferencia de lo que sucede con las clases oprimidas, acá existirá una unidad cabal entre acción y teoría, entre política y filosofía. Esta nueva concepción del mundo para Gramsci es la filosofía de la praxis.
Por esta concepción del cambio revolucionario Gramsci critica fuertemente toda concepción mecanicista, fatalista o determinista. Estas concepciones dejan de lado la voluntad de cambio, de transformación radical, que no se limita a estatizar los medios de producción sino un cambio total, de todas la manifestaciones individuales y colectivas de la vida humana.
Retomamos a Gramsci y sus innumerables aportes a la praxis revolucionaria, que contribuyen a complejizar y buscar las formas más efectivas para construir un proyecto emancipatorio, capaz de parir realmente un mundo nuevo, que solo será posible con la organización colectiva y consciente.
Venceremos-Abriendo Caminos