Una noche, cuando caminaba descalzo por su casa, a Francisco Toledo le picó un alacrán en la planta del pie. Era casi madrugada, él estaba solo y no sabía qué hacer. Recordó una escena de su infancia. A una tía en cuyo cuarto se hospedaba, le picó un alacrán que le ocasionó la pérdida del habla. Con terror de quedar mudo como ella, Toledo se puso a hablar solo toda aquella madrugada, y recurrió al remedio casero de comer azúcar para contrarrestar el veneno. Hablando salió del predicamento. El alacrán no era tan venenoso.
(…)
El humano que lleva zapatos y aplasta con arrogancia al insecto, olvida su condición animal, cree que aniquilándolo elimina al mismo tiempo su realidad. El zapato aparenta dejar atrás la pobreza. Para quien va descalza, ponerse zapatos es ingresar a otro mundo. no así quien anda a raíz, desnuda del pie, la que planta su pie en la tierra, y al cruce de la hormiga, el escarabajo, la oruga, cede el paso, da un rodeo y respeta a la muerte.
¿acaso hay que caminar pa´tras, sobre las huellas propias, porque se ha traspasado un límite de muerte?
Francisco Toledo, Ideograma del Insecto (Insectario – Xoxalli)