Estos ojos son los ojos de México
Responden al nombre de Darinel, niño tojolabal quien, a sus 7 años quiere ser miliciano, como su hermano de 17.
Le gustan los mazapanes, la miel, el chocolate blanco y el dulce de tamarindo.
Su clase preferida en la primaria es Matemáticas. Y, además de miliciano, quiere ser músico; específicamente marimbero, como su difunto padre.
En el instante capturado se muestra la mirada pícara de Darinel en pleno juego, donde el jugador otro, la miliciana que sostiene el bastón en plena ceremonia formal del despliegue militar zapatista, seguramente no se encontraba muy cómoda ante los constante picoteos y risas.
Darinel, momentos después de ser fotografiado, se acercó a mí con la curiosidad característica de un post-infante.
Platicamos tendido: durante todo el despliegue militar, el discurso de Moi y el retiro de los milicianos.
Lo que más le interesaba (además del color rosa de mi cabello) era la cámara, y en especial los vídeos.
Tuvimos que dejar de grabar, dado que la batería se agotó.
Le invité dulces y chocolates que llevaba, los comimos juntos sobre un tronco caído.
Él me regaló caracoles de La Realidad, y café.
Al comenzar el huateque, nos despedimos.
Nos encontramos un par de horas después; más bien él me buscó y encontró, solo para ayudarme a conectar la cámara en algún enchufe disponible.
La mañana siguiente, partiendo de La Realidad, nos reencontramos.
Me regaló una mandarina.
La compartimos comiendo chocolate amargo.
Le regalé la cámara y su cargador; la noche anterior le había enseñado a usarla.
Prometió compartirme lo que ahora observa a través del lente en cuanto pudiera ir a Las Margaritas, donde hay internet y computadoras.
Ayer me envió las fotos y vídeos que tomó esa primera noche.
Sé que ahora está en mejores manos, unas que sostengan su tercer ojo.
Pawo Wróbel