En el Chaco, integrantes de un pueblo qom acorralado entre la cuarentena y los campos fumigados de Eduardo Eurnekian fueron atacados a balazos cuando salieron a cazar para comer. En pleno aislamiento, ¿es más fácil sobrevivir al coronavirus que a la falta de alimentos y agua potable?
20/04/2020
Chaco, Pampa del Indio, Comunidad Qom Campo Medina. Listado de medicamentos escritos en un papel. “Esto es lo que necesitamos, aquí no hay nada y no nos dejan mover, nuestra comunidad no tiene qué comer ni cómo buscar los alimentos”. Así llega el pedido desesperado de David Peñaloza, miembro de esa comunidad. “Edgardo se recupera lentamente”, dice David sobre su primo, que fue herido con balas de plomo de alto calibre al intentar salir a cazar. “Pero también necesitamos medicinas, aquí no tenemos nada. Fue una emboscada”, desespera el pedido.
Campo Medina es una comunidad indígena Qom de la provincia del Chaco, departamento General San Martín, cerca del río Bermejo, cerca del límite con Formosa. Casi tan lejos como el fin del mundo. Más lejos que nunca. Pero si miramos de cerca las cosas ocurren aumentadas, desconocidas para las mayorías urbanas, extremas para los pueblos indígenas que las habitan ancestralmente.
Estamos promediando el estado de restricción de movilidad que asumieron los estados, también los provinciales, que impusieron a sus poblaciones. La palabra pandemia es largamente conocida. Estamos en cuarentena obligatoria. Las comunidades originarias también. El pueblo más cercano a Campo Medina es Pampa del Indio, centro administrativo. Un poco más acá, Presidencia Roca. También es el lugar donde las comunidades más alejadas van a comprar alimentos, en general no perecederos. La excepcionalidad de este momento impide a las comunidades salir de sus territorios.
Campos rigurosamente fumigados
La noche del día 1 de Abril, Edgardo Peñaloza salió a cazar. Era de noche, atravesó campos propios y tal vez sin saberlo, o porque la necesidad apremia, también recorrió campos ajenos. ¿Cuán ajenos eran para Edgardo?
“Don Panos” es una estancia y un emprendimiento que posee tierras lindantes a las de Comunidad Qom de Campo Medina. Es una explotación agroganadera que desde la década de los noventa se expandió por la región como una mancha, desmontando y cambiando el ecosistema de la zona para producir soja, maíz, sorgo y arroz. La empresa forma parte Unitec Agro S.A. Su presidente y accionista principal es Eduardo Eurnekian.
La producción es extensiva y el modelo es agroindustrial. Semillas transgénicas y campos rigurosamente fumigados con agrotóxicos. Las cosechas millonarias, mientras los pueblos que viven en cercanías permanecen pobres. Empobrecidos.
El padre de David está postrado desde hace un largo tiempo, tuvo un ACV, y los problemas respiratorios y temblores en el cuerpo no dejan de suceder. Trabajó unos años en la estancia lindera y su estado de salud está directamente relacionado con las fumigaciones. Tiene setenta y dos años y fue un luchador incansable por los derechos de su comunidad, que apiló denuncias judiciales contra la empresa “Don Panos”. Así, Mariano Peñaloza y la comunidad qom lograron una medida cautelar que rige desde el 2012, que impide a la empresa vecina fumigar, aunque esa ley siempre fue violada y nunca verificada por las autoridades competentes.
Fumigaciones actuales, irrigación y tanques de agrotóxicos
La deriva de la aplicación de venenos fue haciendo el resto. La vida se volvió extrema y sobrevivir, la ardua tarea diaria. La casa de Mariano está a pocos metros de esos campos rigurosamente fumigados.
«Alimentarse hoy es improbable, los animales se nos van muriendo en esta tierra seca, la mandioca ya no crece, los huertos están secos y sin agua, las chivas muertas de hambre». No lo dice David pero, de lo que antes era monte y hoy es tierra estéril, la vida emigró a las ciudades donde solo se vive de changas y en lugares hacinados.
En un informe del grupo de Extensión Universitaria Viaje a Chaco de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, en coordinación con la Federación Nacional Campesina del Chaco, la Unión Campesina del Chaco y la Asociación Cacique Taigoyic, se constataron científicamente niveles de contaminación en el agua producto de las fumigaciones realizadas por la empresa. También en otros lugares de la zona, pero eso se sabrá después.
Agua contaminada en tiempos de pandemia
“Más de 10.000 personas pertenecientes a la comunidad Qom y que viven en parajes no contaban con agua de red ni cloacas. Tenían acceso a una sola sala de salud. Muchas enfermedades relevadas en la población pueden atribuirse a enfermedades transmisibles por el agua: infecciones respiratorias y de piel, diarreas, parasitosis. El agua de consumo provenía de aljibes de recolección de agua de lluvia, de algunos pozos de poca profundidad y de la distribución en camiones cisterna. Su situación se veía agravada por la dispersión de plaguicidas provenientes de campos linderos”, explica el estudio. También se encontraron arsénico en niveles elevados en las aguas de pozo poco profundos, la sala de salud y el agua que ingresaba a la planta de tratamiento de Pampa del Indio. Todo se puede leer en el informe universitario realizado entre 2010 y el 2015 por el grupo de extensión.
Hoy las comunidades no tienen agua potable ni sistemas cloacales suficientes. La empresa vecina Unitec Agro, se benefició desde el 2014 con un sistema de riego de última generación, financiado por el fondo sojero, para ampliar la producción de algodón.
Más tarde un acueducto y una planta potabilizadora anunciada como la mayor obra de infraestructura de la región llegó a Presidencia Roca. Pero a los parajes como el de Campo Medina llegan con una sola canilla, no llegan a los establecimientos educativos en el territorio de las comunidades pero sí a los campos de las empresas productoras. Una obra millonaria financiada con fondos del Banco Mundial. Las comunidades se extinguen al ritmo del progreso.
Una cuestión de límites
10.000 Kilómetros de alambre se necesitan para demarcar los campos. Linde se le dice a esa frontera entre los terrenos explotados de “Don Panos” y las tierras de la comunidad, Campo Nuevo y Campo Medina. Los pocos animales que no mueren por falta de agua o por los venenos, cruzan esa frontera. “Siempre hubo amenazas. Cuando se instaló la empresa nunca hubo reparación de alambres, los postes están podridos, como nosotros también queremos tener animales y el alambre no está a condición, nuestros animales se nos escapan a las otras chacras, ahí los desaparecen o le meten plomo, cuando preguntamos a la policía, nos dicen que necesitamos los papeles de los animales” explica David. Y nunca le devuelven los pocos animales que crían.
Campos sin lindes, sin alambrados
El monte nativo y su biodiversidad fue desde siempre fuente de subsistencia para gran parte de los miembros de la localidad, que se dedicaban a la caza y recolección. Esa noche fatal, Edgardo se vio sorprendido cuando ya estaba por regresar con algo para poder comer. El guazuncho o corzuela es un animal que habita estas tierras del noroeste argentino, hoy en peligro de extinción por su caza furtiva y porque se redujo en extensión y calidad el hábitat que lo alberga. La producción agroindustrial extendió en forma constante la frontera de extracción y fue acorralando y extinguiendo la vida de forma inexorable.
David cuenta días después: ”Fueron a cazar guasuncho, cazaban de noche y volvían porque habían cazado un animal, y los emboscaron, les metieron plomo por sorpresa, tuvieron que rajar de allí”. Había más personas, que se metieron al monte, “porque si te quedabas te mataban”, y luego de correr un buen trecho, Edgardo sintió que estaba herido. Corrieron por su vida. “Las placas que le sacaron después, tenían un calibre potenciado para caza dijo el médico (foto principal), le tiraron todo, como para matarlos, si fueran solo policías tendrían que haber sido balas de goma”. Cuenta David y aclara que ellos sólo llevaban un arma antigua, del abuelo, elemental y precaria.
Una de las mayores dificultades que atraviesa la población de Pampa del Indio está vinculada al cierre de comedores que entregaban comida y el aumento infinito de los precios de alimentos en los comercios locales. Una opción a la que recurren algunos integrantes del pueblo es acceder a las pocas zonas de monte que quedan en la localidad para conseguir alimento para sus familias. La paradoja es no poder alimentarse en tiempos de cuarentena, buscarlos en el monte y encontrar el miedo, y posiblemente la muerte, en manos de los dueños de estancias o sus empleados.
La receta
Hay recetas y formas para extinguir comunidades originarias que habitan en los parajes del Chaco. Primero cercarlos, comprarles las tierras compulsivamente, desmontar cada uno de los espacios que antes eran vitales. Luego, desarrollar en esos campos una actividad productiva agroindustrial de escala, utilizar transgénicos pero mejor fumigar rigurosamente. Cuando quede poco, se podrá perseguir y criminalizar con el poder o la ignorancia de autoridades conniventes a las familias que van quedando, y si queda algo, aprovechar estos tiempos de pandemia y virus para reducirles aún más la movilidad, acaparar el agua, pero sobretodo impedirles que se alimenten, que sobrevivan.
Investigación y texto: Juan Alaimes