El pasado lunes 13 de abril falleció una persona que amo, por culpa del C-19.
La persona más letrada e inteligente que he conocido.
No era “población vulnerable”; ni anciana, obesa o con diabetes mellitus.
No le mató el agente patógeno SARS-CoV-2, sino un virus mucho más letal y peligroso, aquel que no se propaga por besar, saludar o estornudar sino por ver, oír y hablar: la pandemia del pánico mediático, la histeria colectiva, el miedo irracional y la paparrucha viral.
Los tiroteos ininterrumpidos que día tras día disparan las balas de la desinformación.
Balas sin patria o nacionalidad que, como las del fusil de un soldado del gobierno, sirven a una persona poderosa
Que sirve a otra persona poderosa
Quien a su vez sirve a otra persona poderosa
Quien sirve a otra persona poderosa en todas partes
Pero en todas partes esas personas son las menos, y nosotras somos las mas
Por ello,
No morirá la luz de tu palabra
Ni la semilla de tu recuerdo
Pues la flor de tu memoria
Ya jamás será olvidada
Por más que quiera arrancarla,
la soberbia del cuarto poder.
Si por algo esto escribo y comparto, en pleno respeto de tu descanso eterno, es para que el 1 o 100 quien llegue a leerlo no olvide ni ignore que provoca muerte el amarillismo; un monstruo grande y brillante que a diario se alimenta de nuestra artificial megalomaniaca necesidad por sentirnos el centro desde el que todo gira. Vórtice que nunca sacia su morbosa alienación.
Apaga la radio y televisión.
El google, F mayúscula y al pájaro azul.
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Si, como yo, tienes el privilegio de poder acatar a capa y espada las “recomendaciones” (eufemismo FMIsiano) de la OMS de permanecer en la caja de concreto que denominados hogar, disfrutando de las comodidades de la tecno-coltánmania: quejarse en twitter, mofarse en Facebook, pavonearse en Instagram y ligar en tinder; si tienes el privilegio de contar con acceso a una red de banda ancha mediante un dispositivo de comunicación remota, el siguiente texto es para usté.
Si, además, utilizas Google como tu motor de búsqueda predeterminado y/o Google Chrome es el navegador web que ahora estás utilizando, el mensaje a continuación está dirigido con cariño para ti:
Porque no está de más refrescar la memoria, algunos hechos sobre Google:
–Google te vigila
–Google sabe dónde estás, en todo momento
–Google conoce todos los planes que tienes (y los que aún no)
–Google lee todos los mensajes que escribes (aunque no los envíes)
–Google utiliza y vende tus deseos, fantasías, necesiddes (creadas o no) y gustos
–Cada búsqueda en Google es un grano más en la mar de la contaminación atmosférica. La cantidad de emisiones de CO2 generadas a la atmósfera cuando se ejecutan dos búsquedas en Google.com es la misma que la que se produce al hervir agua en una tetera eléctrica.
Facebook Inc., Amazon, Netflix/HBO son leña de la misma hoguera, pero se queman aparte (aunque todos los enunciados anteriores aseverados aplican perfectamente para Amazon y Facebook))
Google no es un motor de búsqueda, tampoco un navegador, ni siquiera el conglomerado corporativo Alphabet Inc., sino un proyecto geopolítico. El ejercicio del control político a través de la técnica convertida en tecnología: la cibenética.
Una corporación que cartografía el planeta Tierra, enviando equipos a cada una de las calles de cada una de sus ciudades, no puede tener intenciones meramente comerciales. Nunca se cartografía sino aquello que uno planea adueñarse.
En los ochenta, Terry Winograd, mentor de Larry Page, uno de los fundadores de Google, y Fernando Flores, el ministro de Economía de Salvador Allende Gossens, escribían:
“El diseño de la informática es de orden ontológico. Constituye una intervención en el trasfondo de nuestra herencia cultural y nos empuja fuera de los hábitos preconcebidos de nuestra vida, afectando profundamente nuestras maneras de ser. […] Es necesariamente reflexivo y político.”(Winograd, Terry and Fernando Flores, Understanding Computers and Cognition: A New Foundation for Design, Norwood, NJ: Ablex, 1986. Paperback issued by Addison-Wesley, 1987, pp. 220)
Oficialmente vivimos aún gobernados por el viejo paradigma estatocéntrico occidental dualista dicotómico entre sujeto y mundo, el individuo y la sociedad, los humanos y las máquinas, la mente y el cuerpo, lo viviente y lo inerte; son presunto antónimos que el sentido común mantiene todavía como válidas.
En realidad, el capitalismo cibernetizado practica una ontología, y por lo tanto una antropología, basado en la cibernética más avanzada, donde ya no existe el humano y su entorno, sino un ser-sistema simbiótico holístico y complejo; un ser que seadvierte a partir de la vía media del budismo indio antes que el racionalismo cartesiano:
“Para el humano, estar vivo equivale a participar en un amplio sistema mundial de comunicación” (Wiener Norbert, Cybernetics or Control and Communication in the Animal and the Machine, 1948, pp. 24)
Así como la economía política produjo a un homo œconomicus gestionable dentro del marco de Estados industriales, la cibernética produce ahora su propia humanidad.
Una humanidad transparente, vaciada por los flujos mismos que la atraviesan, electrizada por la información, atada al mundo por una cantidad siempre creciente de dispositivos. Una humanidad inseparable de su entorno tecnológico, pues está constituida por él, y de este modo es conducida. Tal es el objeto del gobierno a partir de ahora: ya no el humano ni sus intereses, sino su “entorno social”. Un entorno cuyo modelo es la ciudad inteligente. Inteligente porque produce, gracias a sus captores, información cuyo tratamiento en tiempo real permite la autogestión. E inteligente porque produce y es producida por habitantes inteligentes. La economía política reinaba sobre los seres dejándolos libres de perseguir su interés, la cibernética los controla dejándolos libres de comunicarse. “Debemos reinventar los sistemas sociales en el interior de un marco controlado”, resumía recientemente un profesor cualquiera en el MIT.
Creemos que nuestros datos “personales” nos pertenecen, como nuestra bicicleta o nuestra chamarra preferida, y que sólo estamos ejerciendo nuestra “libertad individual” al decidir dejar a Google, Facebook, Apple, Amazon o la policía tener acceso a ellos.
Ocurre lo mismo para quien decide realizar desobediencia civil y no pagar impuestos estatales sobre el valor agregao de productos y/o servicios. Ergo, prisión.
“No cabe dudaque todavía en el futuro habrá personas que se resistan a la adopción y al uso de la tecnología, personas que rechacen tener un perfil virtual, un smartphone o el menor contacto con sistemas de datos online”.
El Estado policial sospecha y sospechara que las personas que desertan completamente de todo esto, tienen algo que ocultar y son así más propensas a infringir la ley. Así pues, como medida “antiterrorista”, el gobierno construirá un fichero de ‘personas ocultas’. Si no quieres tener ningún perfil conocido sobre ninguna red social o una suscripción a un teléfono móvil, y si es particularmente difícil encontrar referencias sobre ti en Internet, puedes ser considerado como candidato para tal fichero. Puedes verte también sometido a todo un conjunto de reglamentos particulares que incluyen registros rigurosos en los aeropuertos e incluso restricciones de viaje.
En China eso es una realidad desde 2018.
Eso y mucho más.
C-19, como el 11-S, es la razón legítima perfecta para dar marcha suelta para que 2020 sea el año en que comience a globalizarse el eficiente modelo de gestión y control en ingeniería social del Estado policial de vigilancia cibernética.
Pawo Wróbel