La pandemia en comunidades wichí: inundación y falta de agua potable

Desde hace un mes las comunidades de San Felipe y de La Esperanza, en Salta, se encuentran completamente aisladas y sin señal para comunicar urgencias. Por Corresponsal popular para ANRed.

Sin atención por parte de ningún organismo del estado provincial. “Este camino, que son casi dos kilómetros de agua, es el único por el cual los habitantes pueden circular para llegar al pueblito de Rivadavia”, cuenta Dalmiro Acosta, maestro wichí de la comunidad de San Felipe. Desde La Esperanza hasta Rivadavia hay aproximadamente 35 kilómetros, que cuando se inunda se hacen un poco más porque “depende los caminos, cuando crece mucho hay que ir en lancha, dar una vuelta grande”, dice Joaquín Vázquez. Es necesario realizar el trayecto por agua, porque de otra manera los pobladores no pueden hacerse de alimentos o mercadería para sus familias.

Luego de las sequías habituales del verano, donde se nota más aún la falta de agua potable, al comienzo del otoño son habituales las inundaciones en todo el territorio wichí, que aquí en particular se agravan porque “en gran medida se inunda por desvíos con terraplenes de un empresario jujeño, Omar Quintar”. Este terrateniente viene siendo denunciado desde 2009 por los pobladores wichí en diferentes instancias. En 2016, aparece el caso en Página 12 en una nota escrita por Darío Aranda:

“Este señor (Omar) Quintar se robó todos los campos. Desde nuestros bisabuelos que todos estamos aquí y nunca nos dieron la tierra. Viene un empresario con plata y le dan todo a su nombre. Cuente por favor que eso pasa en Salta”, relató Vernardino Pizarra, representante de las comunidades wichí de Rivadavia Banda Sur.

Si bien hay varios pozos de agua, “está eso de las crecidas que se inunda el pozo de agua también”, comenta Joaquín. Hay varios pozos y hay cisternas, las cisternas las hizo Fundación El alto, pero con alcance reducido a pocos pobladores. Es habitual también la ausencia del estado. En este contexto, claramente, no hay clases que hayan comenzado, ni bolsas de mercaderías, ni comedores. Es decir, es nulo el acceso a la asistencia social y sanitaria.

“El nordeste argentino ocupa el centro geográfico de la Cuenca del Plata. La combinación de las características topográficas y los regímenes pluviométricos del área, determina la ocurrencia notable de inundaciones. El paisaje plano, con numerosos espacios con escurrimiento deficiente, contiene numerosos cursos de agua, cañadas, esteros y bañados como uno de sus principales atributos distintivos. El escurrimiento se ve limitado por la escasa declinación del relieve y los cambios menores ipsométricos producen notables alteraciones en el drenaje superficial, que en general es problemático. Las inundaciones suelen ser asociadas a la idea de «desastre natural». Este concepto ha de ser considerado aquí desde un punto de vista dinámico como el resultado de la interacción entre lo físico y lo social que determina que el grado de desastre esté dado no por el fenómeno físico en sí mismo, sino por la vulnerabilidad de la sociedad a la que afecta.” (ver)

Semanas atrás la comunidad de San Felipe, la primera en el camino desde el pueblo de Rivadavia, reclamaba una vez más como desde hace años casi ininterrumpidamente, al intendente Leopoldo Cuenca, por la falta de agua potable. Volvió a circular entonces una realidad que ya era de público conocimiento: en San Felipe, frente a la escacez, muchas veces tienen que consumir agua de un madrejón en donde se estanca luego de las lluvias, y que por las altas temperaturas, por las plantas tóxicas y porque los animales también beben allí, llega, generalmente a estado de putrefacción al momento en que la gente se ve sin otro recurso que hacer uso de ella. “Y pasando San Felipe está La esperanza, que la pasan peor con la crecida. También unas quince familias, muchas criollas, pero se van de La esperanza cuando se inunda. Van para la Misión del pueblo. Es unos kilómetros más lejos que San Felipe -10 kilómetros-. Siempre algunos quedan y los que tienen problemas de salud se van.” La realidad de estas dos comunidades también es diferente, aunque sean vecinas, porque en una la totalidad de la población es indígena, en otra, hay muchas familias criollas. Ayer, tras varias semanas, Dalmiro Acosta volvió a publicar en tono desesperado: Esta situación es de cada año y si hay alguna persona enfermo es algo que se complica aún más para la familia.

Aunque existe un Comité de emergencia y los módulos lleguen a casi todos –no a todos-, es frecuente que se naturalice entre funcionarios, y otros agentes sociales del lugar y alrededores la inundación, porque “pasa siempre”, lo cual no le quita para nada gravedad al problema, sino que más bien parece volverlo más trágico. Como no hay señal en la zona, los wichí pueden pasar varios días sin comunicarse, las urgencias no se pueden socorrer fácilmente, y diríamos que es todo un estado crítico. Ningún funcionario ni médico visitó estas comunidades. A estas alturas la gente ya está pasando necesidad. El monte a su alrededor, que habitualmente les provee de comida, esta vez, está inundado y, no los deja ni pescar.

Fuente: https://www.anred.org/2021/03/27/salta-pandemia-e-inundaciones-en-comunidades-wichi/

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