El bombardeo: una metáfora de la deslegitimación del ser humano como ente racional; una involución mezquina y cobarde hacia los instintos más salvajes de la “horda primitiva”.
LAS VÍCTIMAS DEL ODIO
El odio y la ignominia con que se perpetró el bombardeo de Plaza de Mayo no fue sólo un crimen de lesa humanidad.
Fue la deslegitimación del ser humano como ente racional; una involución mezquina y cobarde hacia los instintos más salvajes de la “horda primitiva”.
Podría haberse bombardeado antes de la madrugada, a la hora en que la gente duerme.
Podría haberse atacado objetivos gubernamentales u otros símbolos que representaran al peronismo.
Pero no.
La primera bomba cayó en la boca del subte, frente al Ministerio de Economía, a las 12:40, justo cuando la mayoría de la gente se estaba movilizando hacia sus trabajos o hacia su almuerzo.
El objetivo: la muerte, la brutalidad sin límites, la barbarie y la irracionalidad de un ejército argentino que otrora supo defender heroicamente con su vida los valores supremos de la Nación, pero del que ahora sólo quedaban apenas restos mezquinos de odio y venganza.
Aquellos verdugos de la humanidad, quizá emulando a Truman, sabían que llevándose la vida de inocentes haría tambalear la voluntad del dictador, el “general del pueblo”, el hombre más odiado por una oligarquía que festejó con champaña el trágico suceso.
EL LUGAR DEL ODIO
Existe un odio ingénito, muchas veces dependiente del ADN de las personas que lo sienten, el cual no depende del ser humano, sino de la naturaleza.
Pero hay otro odio hipócrita, solapado, que es fatal. Es precisamente aquel que esconde, bajo la excusa de acciones en nombre de la justicia, la libertad y la moral, una venganza.
La intención de regresar a un modelo pre-peronista por parte de la Revolución Libertadora, en donde “el hijo del barrendero seguiría siendo barrendero”, no fue más que la reacción vengativa de una oligarquía que había perdido su capacidad de someter y humillar a la clase trabajadora.
El bombardeo a Plaza de Mayo y la posterior prohibición del “ser peronista” fue un punto de inflexión para la sociedad argentina, ya que al esparcirse la desperonización en la sociedad, las ideas de muchos argentinos entraron en contradicción con sus condiciones materiales de existencia.
A partir de allí nació la falsa consciencia de la clase media y los mecanismos ideológicos que la sustentan hasta el día de hoy, de la mano del desarrollo expansivo de los medios de comunicación.
En la sociología antiperonista, los relatos identificando al peronismo como una amenaza hacia el cuerpo social, surgieron por doquier. Esta metáfora organicista sostenía que aquellos individuos que representan un peligro para la comunidad, debían ser eliminados.
Los 70 dieron rienda suelta a ésta teoría de la mano de la dictadura establishment- cívico- militar- eclesiástica. Los resultados están en la memoria de todos los argentinos, pese a un poder judicial putrefacto que insiste con el olvido.
ODIO Y FALSA CONSCIENCIA: BLACK MIRROR
La construcción del “otro” como sujeto pasible de odio, como el “cuca, choriplanero o cabecita” que pone en peligro los valores republicanos, enfatiza el peligro al que se encuentra expuesto el cuerpo social al entrar en contacto con él.
Por este motivo, el Estado puede extirpar esa enfermedad, incluso exterminarla.
Marx, quien jamás utilizó el término “falsa Conciencia”, resaltaba que los mecanismos ideológicos son parte del funcionamiento de una sociedad de clases, ya que contribuyen a ocultar a sus miembros cuáles son sus verdaderos intereses.
Estas dos premisas nos llevan a la serie Black Mirror en la que un desperfecto de sofware permite que un soldado descubra que no exterminaba monstruos que contagiaban enfermedades como lo establecía el relato inmunitario, sino familias enteras con hijos a quienes se les asesinaba por ser pobres.
Al igual que Black Mirror, el poder, además de construir una falsa consciencia, un otro que evidencie que ellos no son cómo nosotros, también produce indiferencia y alivio moral al que tortura, hace desaparecer personas o asesina para eliminar al enemigo.
Quizá una versión más aggiornada, una espantosa evolución racionalizada del irracional bombardeo de la plaza de mayo de 1955, cuyo saldo dejó más de 300 argentinos muertos, 800 heridos y el inicio de un nuevo camino a recorrer.
El camino del odio.
Alejandro Lamaisón