En la impunidad no hay civilización
de Juan Torres López
Las civilizaciones no mueren por
asesinato sino por suicidio.
Arnold J. Toynbee
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Escribió Javier Marías en su novela Los enamoramientos: «La impunidad del mundo es tan inabarcable, tan antigua y larga y ancha que hasta cierto punto nos da lo mismo que se le añada un milímetro más». Llevaba mucha razón. No parece importarnos que cada día nos levantemos otra vez con más casos de crímenes que quedan impunes y sobre los cuales, si acaso, tan solo se piden cuentas con la boca pequeña, no de la forma en que, quien puede hacerlo, podría acabar con ellos.
La indignación y el asco ante la inacción de los dirigentes de las grandes potencias mundiales frente a los desmanes criminales que comete Israel contra el pueblo palestino solo son comparables a los que provoca su doble moral a la hora de responder a la invasión de Ucrania y a la de Palestina. Y no hay quizá dos muestras más evidentes que estas dos últimas de que los conflictos más inhumanos que se vienen produciendo en el planeta son los que más fácilmente se hubieran podido evitar si quienes dominan la comunidad internacional aplicaran sus principios siempre por igual, en lugar de utilizar su habitual, vergonzosa y cómplice doble vara de medir.
Las potencias que se someten a los intereses de Estados Unidos y le obedecen, entre las que se destaca la Unión Europea, no son desde luego responsables directas de lo que está sucediendo en Ucrania o Gaza, pero sí culpables de haber permitido que se llegue a la situación actual, o incluso de haberla provocado casi de forma inevitable.
En el primer caso, incumpliendo compromisos y generando un riesgo existencial ante el que cualquier país hubiera reaccionado antes o después como lo hizo Rusia; en el caso de Israel, al haber permitido sistemáticamente y desde hace años que este país vulnere los acuerdos internacionales y cometa crímenes de lesa humanidad.
Yo no confío ya en que esos dirigentes que indujeron los problemas sean capaces ahora de frenar el desastre que estamos viviendo y evitar que vayamos directos al abismo, mucho peor, al que ya nos dirigimos. Mientras la población no reaccione y despierte, mientras las calles no se llenen de millones de seres humanos, simples seres humanos de cualquier ideología, reclamando la paz, la paz y la rendición de cuentas —el fin de la violencia y de la impunidad—, lo que estaremos contemplando será el suicidio a paso lento de nuestra civilización.
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