LEY DE BASES PARA LA NEOCOLONIZACIÓN DE LA SUBJETIVIDAD ARGENTINA

Imagen tomada del portal revistacrisis.com

 

 

 

 

 

 

 

Diego Del Basso

delbassodiego@gmail.com

El día 13 de junio de 2024 el Senado de la Nación Argentina aprobó la “Ley de Bases”. Esta Ley incluye una reforma del Estado, la delegación de superpoderes al Ejecutivo, privatizaciones, disolución de organismos públicos esenciales y una profunda reforma laboral neoliberal, entre otros puntos clave. Como era de esperarse, tanto el oficialismo como la “oposición” entreguista se alinearon con la voluntad política de Javier Milei para aprobar un paquete jurídico que sólo beneficia a los sectores más ricos del país y a los capitales transnacionales, especialmente aquellos vinculados con Vanguard y Blackrocks, destacando a multimillonarios como Larry Fink, John Bogle y Elon Musk, entre otros. ¿Quiénes pierden? Como siempre, el pueblo argentino. 

En esta reflexión, queremos abordar las implicaciones de la Ley de Bases, pero ya no a nivel objetivo, es decir, en términos económicos, políticos y sociales, sino más bien en términos subjetivos e intersubjetivos, o sea, a nivel de nuestra conciencia como argentinos y argentinas, en lo personal y comunitario. Posteriormente, plantearemos la necesidad de efectuar una descolonización de las estructuras objetivas y subjetivas, si es que queremos construir una Argentina más humana, justa y comunitaria.

El filósofo boliviano Juan José Bautista sostiene que la transformación del modelo de desarrollo económico de un país, su modelo productivo y de consumo, así como la estructura política del Estado formalizada en la Constitución Nacional, refleja y cristaliza el tipo de subjetividad que posee el ciudadano de dicho país [1]. Por lo tanto, la liberalización de casi todas las dimensiones de la realidad, como plantea la Ley de Bases, determina de forma directa e indirecta el modo de ser, estar y vivir en el mundo de cada uno de nosotros en tanto sujetos singulares. Dicho de otro modo, la estructura objetiva de nuestro país (el contexto social concreto) determina la estructura subjetiva de sus ciudadanos, y viceversa.

Con el fin de la Guerra Fría y el inicio de la globalización en 1990, el neoliberalismo, de la mano de Carlos Menem, ha producido una reestructuración del Estado y la sociedad en favor de la libertad de mercado siguiendo los lineamientos del Consenso de Washington (1989), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto no sólo ha destruido la base productiva, los sindicatos y el nivel de consumo de nuestro país, sino que también ha contribuido a consolidar un nuevo tipo de subjetividad argentina que cree que para lograr el éxito debe aceptar acríticamente las reglas del juego del libre mercado. Sin embargo, este proceso no se origina con Menem, sino que debemos remontarnos hasta la década de 1970. Fue entonces que las dictaduras militares comenzaron a destruir el Estado y perseguir sistemáticamente a los movimientos populares, los sindicatos, las clases trabajadoras combativas y los intelectuales orgánicos críticos. A través de la violencia del terrorismo de Estado, primero, y producto de la violencia del terrorismo pedagógico y epistémico, después, nuestro pueblo ha visto atacada su conciencia popular, debilitada su unidad política nacional, encubierto su ser latinoamericano y memoria histórica de lucha liberadora en contra del imperialismo y las transnacionales que tanto nos caracteriza.

El neoliberalismo globalizado de la década del 90, el cual se camufló tras las ideas de democracia representativa (como sistema político), economía de mercado (como sistema económico) y defensa de los derechos humanos (como valores universales), ha “criado” subjetividades individualistas, egocéntricas y ególatras (Bautista), completamente desarraigadas de las comunidades y territorios de los cuales forman indisolublemente parte. Esto ha hecho que la subjetividad argentina esté más identificada con un mundo globalizado y desterritorializado, hegemonizado por los Estados Unidos y el “american dream”, que con su comunidad más próxima, es decir, su familia, su pueblo y su región.

Las élites políticas y económicas de nuestro país, sean parte de la oligarquía terrateniente o la burguesía transnacional(izada), buscaron por todos los medios posibles acoplarse a los intereses estratégicos de la potencia del norte. Por ello, se produjo una neoliberalización estructural en materia productiva, cultural y pedagógica que impactó de lleno en la conciencia de las juventudes a través de la educación, los medios masivos de comunicación, las formas de producir y las mercancías que consumimos.

Como hemos indicado, el neoliberalismo no sólo tiene impacto en la realidad objetiva, es decir, “fuera” de nosotros, sino que también impacta en nuestra interioridad, o sea, en lo que somos como sujetos singulares. En este sentido, no sólo se neoliberaliza la realidad material y las instituciones, sino también nuestra identidad subjetiva, es decir, todo lo que somos como seres humanos: nuestro comportamiento con nosotros mismos y los demás, nuestros sueños, deseos y utopías.

En términos generales, en Argentina hubo una reversión del proceso neoliberal y occidentalocéntrico gracias al “giro a la izquierda” de la primera década del siglo XX, de la mano de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015). Sin embargo, con el “reverdecer conservador” y el surgimiento de nuevos gobiernos neoliberales como el de Mauricio Macri (2015-2019) en la región, la neoliberalización de las instituciones y la subjetividad de los argentinos se ha profundizado estrepitosamente. Se han dado muchos pasos atrás. Luego, tuvimos un débil atenuamiento del proceso durante la administración socialdemócrata de Alberto Fernández (2019-2024) y, posteriormente, la intensificación de la subjetividad egoísta y colonial tras la llegada de Javier Milei al gobierno en 2024.

La Ley de Bases es el primer gran paso del gobierno de Milei para destruir la estructura de desarrollo productivo argentino que constituye la materialidad de nuestra conciencia nacional, es decir, lo que nos permite reproducir la vida diariamente. Dicha conciencia es peligrosa para Milei, el imperialismo y las transnacionales, ya que reivindica la soberanía de nuestro territorio y funciona como un obstáculo insoslayable para los intereses imperialistas y de los capitales financieros buitres de la industria de la alta tecnología (como las de Inteligencia Artificial), que están ávidas de minerales estratégicos (como el litio de las provincias de Salta y Jujuy, y el petróleo de Vaca Muerta en Neuquén). Sin embargo, es importante tener en cuenta que las élites globales son muy conscientes de la catástrofe medioambiental que padece la humanidad y del inevitable colapso del sistema capitalista como sistema global de producción y consumo. Por lo tanto, también buscan los recursos fundamentales para la reproducción de la vida en el nuevo sistema que pretenden crear, como el agua, aire limpio, tierras cultivables, etcétera. El problema es que sobre este territorio vivimos 47 millones de seres humanos que, en su gran mayoría, no estamos prestos a regalar ni vender nada. ¿Qué planean hacer al respecto? Pretenden eliminarnos para sacarnos del medio, tal como quieren hacer con el pueblo venezolano.

De consolidarse el neoliberalismo a la Milei, estamos condenados a vivir (quienes sobrevivan) en un país profundamente desigual y desnacionalizado, lo que generalizará la miseria, el hambre y la pobreza estructural, así como la destrucción de la naturaleza. Además, fragmentará e impedirá cualquier tipo de lucha de liberación conjunta contra la dominación ejercida por el gobierno de Milei, el imperialismo norteamericano y los capitales transnacionales. ¿De qué manera? A través de la individualización de los sujetos y movimientos políticos. Como sostiene el sociólogo puertorriqueño Ramón Grosfoguel, el imperialismo no confronta directamente con los movimientos populares de lucha, sino que busca dividirlos a través de la concesión de beneficios y privilegios a unos en detrimento de otros. De esta manera, la lucha se debilita hasta hacerse inofensiva u operar en beneficio del sistema y en contra de la unidad del pueblo. A esto, Grosfoguel le denomina “imperialismo interseccional” o “multiculturalismo liberal” y la filósofa estadounidense Nancy Fraser le llama “neoliberalismo progresista”.

Si bien nuestra subjetividad ha sido desde sus orígenes eurocéntrica, blanca, racista, colonial, cristiana y burguesa, etcétera, procesos históricos como la independencia liderada por San Martín, los gobiernos populares de Perón y Evita en el siglo XX y, más recientemente, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, disputaron esta situación promoviendo, entre otras cosas, la justicia social, la autonomía geopolítica y la integración latinoamericana. El objetivo era formar una conciencia popular y nacional, latinoamericana y antiimperialista, aunque no necesariamente radical ni revolucionaria. Este esfuerzo tuvo un éxito parcial. No obstante, sí lograron cultivar una dignidad popular que una gran parte de nuestro pueblo no está dispuesto a perder. 

Con esta nueva Ley, se pretende destruir esta identidad popular y nacional latinoamericana, así como nuestra dignidad humana, para consolidar al sujeto individualista pertinente para el nuevo mundo que las élites occidentales desean crear. Como hemos señalado, esto no es nuevo; sus raíces se remontan a la década de 1970 con las dictaduras militares (doctrina Kirkpatrik) de América Latina. El golpe de Estado de Jorge Rafael Videla en 1976 fue un precedente, pero no debemos olvidar que tres años antes, Augusto Pinochet había instaurado el neoliberalismo en Chile mediante un golpe de Estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Fue en Chile donde se aplicó por primera vez el modelo neoliberal, que sólo puede imponerse como sistema social mediante la represión de las resistencias populares.

La represión, junto con el Protocolo “antipiquetes” de Patricia Bullrich, es una manera de allanar el camino para la profundización del modelo neoliberal de tipo globalista periférico y neocolonial en Argentina. ¿Por qué? Porque no puede haber medidas políticas y económicas que vayan en contra de la vida del pueblo sin represión, ya que los pueblos no son suicidas, sino que siempre quieren vivir y ser soberanos de su propio destino. Por ello, siempre reaccionarán críticamente frente a los intentos de destrucción del Estado, ya que se reconocen como parte de él.

La mano dura del gobierno de Milei y su proyecto de reestructuración del Estado no se limita a explotar nuestros “recursos” naturales y estratégicos, como suele creerse; busca terminar de destruir lo que nos queda de subjetividad comunitaria, popular, nacional y latinoamericana. Su objetivo es fragmentarla hasta sus últimas consecuencias para crear “sujetos globalistas periféricos” aptos para (sobre)vivir en la nueva configuración geopolítica mundial que las élites occidentales intentan imponer. Según Grosfoguel (2023), ante el colapso del sistema mundial vigente, las élites occidentales compiten por la nueva configuración del mundo. Una alternativa es la propuesta de la élite “globalista fascista”, concentrada en el Foro Económico de Davos y promotora de la tendencia geopolítica global de “mundialización”, que, según los internacionalistas argentinos Esteban Actis y Bernabé Malacalza (2021), “diluye la noción de fronteras, dejando traslucir el papel de los actores no gubernamentales, las grandes corporaciones digitales, la banca financiera multinacional [y] las organizaciones criminales, […] entre otros”, (p. 116). Otra alternativa a la debacle del sistema mundial capitalista actual es el “nacionalismo imperialista” fascista liderado por personajes como Donald Trump, al que los internacionalistas denominan “Westfalia”, el cual “pone el acento en los Estados-nación, las fronteras, el territorio, la soberanía y el control de los flujos transnacionales”, (ibid).

Los globalistas fascistas buscan la destrucción de los estados y la disolución de las fronteras para que el capital transnacional pueda circular libremente, haciendo que los nuevos “individuos” autistas sean los actores protagónicos del proceso, en detrimento de las comunidades, movimientos, estados, la integración regional y la vida de la naturaleza. Por el otro lado, los nacionalismos imperialistas fascistas busca preservar su lugar de privilegio en el sistema mundial mediante la defesa del proteccionismo xenófobo antiinmigrante. En cuanto al proyecto de Milei en Argentina, país periférico del sistema-mundo, pensamos que se trata de un “globalismo periférico” neocolonial que, para legitimarse y mantenerse en el ejercicio del poder, debe producir un tipo de subjetividad acorde. Para ello, la Ley de Bases y futuras leyes que sigan esta dirección son indispensables.

Javier Milei es pro-occidental y busca la desnacionalización de nuestros recursos y la destrucción del aparato del Estado. Así, desmantela el entramado que nos hace ser un pueblo soberano de nuestro territorio y destino como nación. El socavamiento del Estado y la modificación de leyes claves para el desarrollo de nuestro país afectará significativamente nuestra subjetividad singular, es decir, quienes somos como seres humanos, alineándola con el nuevo sistema mundial que se quiere imponer desde el Norte Global. Como hemos indicado, Milei no es estatista, sino un globalista periférico neocolonial y fascista. Sin embargo, no se identifica plenamente con el globalismo del Foro Económico Mundial basado en la Agenda 2030 de Naciones Unidas, sino con una minoría liderada por Elon Musk y compañía. Estos están en contra de esta Agenda y se articulan con las “derechas alternativas” lideradas por Trump y secundada por Jair Bolsonaro, entre otros. Estas derechas pretenden constituir un nuevo tipo de subjetividad neocolonial, que no se limita a Argentina, aunque nosotros seamos el laboratorio de este proyecto, sino que se va internacionalizando poco a poco. En todo el mundo occidental, surgen sectores sociales que empatizan con las ideas de Milei, no porque él las haya inventado, sino porque representa cabalmente un proceso que existe desde la década de 1970. Sin embargo, la lógica, racionalidad y subjetividad sobre la cual se monta el “anarco-capitalismo” neoliberal que propone Milei es propio de lo que la filósofa mexicana Katya Colmenares denomina “subjetividad moderna”, originada con la Modernidad en 1492 y mundializada a través de la conquista, invasión y colonización de las Américas, África y Asia por la Europa de la cristiandad.

Ahora bien, ¿qué hacer frente a la profundización de la subjetividad neocolonial y neoliberal? Debemos resistir. ¿Cómo se resiste? Reconstruyendo la comunidad y luchando por su defensa. Frente al neoliberalismo y la fragmentación popular, debemos reconstituir la comunidad de vida que en esencia somos, no sólo para poder producir y reproducir la vida en términos materiales, sino para consolidar la subjetividad comunitaria argentina que las élites occidentalizadas nos quieren arrebatar y destruir. Necesitamos llevar a cabo luchas comunitarias y populares para revertir la situación y recuperar el Estado argentino, no para volver a ser lo que ya fuimos, un pueblo neocolonial y un Estado que reproduce la desigualdad estructural, sino para transformarlo. Ya no queremos más el “Estado aparente” (René Zavaleta Mercado) y neocolonial argentino, sino que necesitamos un nuevo Estado que sea comunal y plurinacional, que respete todas las identidades culturales que coexisten en su interior. Como señala Grosfoguel, debemos llevar a cabo una lucha antiimperialista a través de un frente amplio unido, no sólo contra el gobierno fascista de Milei, sino también contra el imperialismo occidental tanto globalista como estatista fascista que lo promueven. Para ello, debemos desarrollar nuevas estrategias y tácticas de liberación. Una de ellas puede ser el boicot contra la entrada de Inversión Extranjera Directa (si ocurre) de las transnacionales buitres. Debemos impedir su ingreso o boicotear su establecimiento para que no destruyan nuestro modelo productivo y nuestra naturaleza, condición sin la cual no podemos reproducir la vida. También debemos internacionalizar la lucha y extenderla a toda América Latina y finalmente a todo el Sur Global, ya que un solo pueblo no puede vencer al sistema imperialista mundial. Debemos ser conscientes de que buscan romper y destruir nuestra subjetividad comunitaria para instalar una subjetividad “artificial” (IA) de sujetos sin corporalidad viviente, sino puramente digitales, es decir, de gente sin territorio ni historia, sin raíz.

También necesitamos formación ética y política para que nuestra subjetividad no sea avasallada por la cultura neoliberal, moderna y neocolonial. Es decir, necesitamos descolonizar las estructuras subjetivas modernas que hemos interiorizado y reproducimos como si fueran propias. La Ley de Bases viene a modificar prácticamente todas las dimensiones de la realidad objetiva del argentino para transformar todas las dimensiones de nuestra realidad subjetiva. Lo que no consiga con esta ley, lo hará con otras. Por ello, hacemos un llamado de atención y advertencia a nuestro pueblo: el imperialismo vía Milei no sólo viene por nuestras riquezas materiales, sino que el objetivo final somos nosotros, nuestra identidad personal, popular y comunitaria. Debemos resistir, lo cual no sólo exige voluntad y fuerza, sino también conciencia y autoconciencia de ser la sede del poder político argentino y soberanos del destino de nuestro Estado, el cual necesita ser transformado. Para ello, es fundamental hacer comunidad y practicar la solidaridad no sólo nacional, sino también internacional.

Debemos prestar atención al impacto subjetivo del neoliberalismo, ya que su peor efecto es la destrucción de nuestra esencia comunitaria y solidaria. Si todos nos convertimos en sujetos individualistas y neoliberales, los 47 millones de argentinos, las élites occidentales habrán conseguido un “ejército” de sujetos egoístas y ególatras que en vista de satisfacer su propio interés no dudarán ni un segundo en destruirse entre sí para poder sobrevivir en un mundo profundamente caótico y miserable. No debemos permitir que esto ocurra. Debemos revertir esta tendencia. Necesitamos más conciencia, más comunidad de vida, más solidaridad, más formación ética y política en clave descolonial y liberadora. 

La lucha de liberación antiimperialista es imprescindible hoy más que nunca, ya que, como sostiene Grosfoguel, podemos ser antirracistas, anticoloniales, antipatriarcales, antiecologicidas, etcétera, pero si no somos antiimperialistas, todas estas luchas serán cooptadas por el sistema imperialista mundial moderno/colonial. No seamos ingenuos. Ya nos han herido muchas veces y no podemos permitir que nos destruyan por completo. Es tiempo de actuar. El momento es ahora.

[1] Juan José Bautista aprendió esto durante el proceso constituyente boliviano (2006-2007), en el cual se develó que el misterio de la dominación material, subjetiva e intersubjetiva que sufría el sujeto boliviano residía en la Constitución Nacional neoliberal y moderna. Esto significa que la subjetividad eurocéntrica y moderna de los bolivianos se reflejaba en su Carta Magna. Por ello, Bautista (2010) sostiene que “mientras no transformen esa subjetividad, aunque digan que están a favor del cambio, seguirán repitiendo viejas formas no sólo de pensar, sino también de hacer política, porque para poder transformar radicalmente el estado colonial que nos legó la república oligárquica, lo primero que hay que hacer es transformar la propia conciencia o subjetividad con la que queremos transformar la realidad. Si no transformamos la parte colonizada de nuestra subjetividad, la realidad que queremos construir y producir, seguirá siendo la misma”, (pp. 11-12). De allí que la lucha del pueblo boliviano no sólo se materializó en una nueva Constitución, base de un nuevo Estado Plurinacional, sino también en un nuevo tipo de subjetividad comunitaria (la cual, hoy ha entrado en crisis).

BIBLIOGRAFÍA

ACTIS, E. MALACALZA, B. (2021). “Las políticas exteriores de América Latina en tiempos de autonomía líquida”, Nueva Sociedad, Nro. 291.

BAUTISTA SEGALES, J. J. (2010) Crítica de la razón boliviana. Elementos para una crítica de la subjetividad del boliviano con conciencia colonial, moderna y latino-americana, Ed. Rincón, La Paz.

GROSFOGUEL, R. (2023, octubre). “El futuro de la humanidad y la fractura de las élites occidentales”, Rebelión. Recuperado de: https://rebelion.org/el-futuro-de-la-humanidad-y-la-fractura-de-las-elites-occidentales/

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