Por Alejandro Guerrero
La visita de un grupo de legisladores “libertarios” -vinculados con la vicepresidenta, Victoria Villarruel- a los genocidas encarcelados en el penal de Ezeiza, no tuvo que ver simplemente con la reivindicación histórica de unos cuantos criminales octogenarios, que los visitantes quisieron disfrazar de “acción humanitaria”.
Nada de eso: bien que repugnante, la excursión a Ezeiza tuvo que ver con cuestiones y conflictos muy actuales, al punto que la sesión de Diputados que tenía incluido el tratamiento del asunto se cayó por falta de quórum.
Se trata de devolver a las Fuerzas Armadas un lugar en la política del país que no tenían desde 1983, y esto tampoco tiene que ver simplemente con la ideología retrógrada de Milei, Villarruel y sus aliados, sino con la postura que esta gente quiere darle a la Argentina en la guerra internacional que se desarrolla y puede tener uno de sus escenarios en América latina, en especial a partir del conflicto venezolano.
Además de buscar el respaldo norteamericano (y del FMI) a la crisis de la deuda a cambio de la posición argentina en esa guerra -sobre todo alejar a Rusia y a China de los negocios latinoamericanos, aunque por lo menos en lo que hace a China esto tiene sus dificultades- el asunto de la “re-militarización” del país encierra conflictos severos, como lo indica el hecho de que hasta el bloque de Miguel Ángel Pichetto le haya negado quórum.
Las Fuerzas Armadas no son un bloque homogéneo. Por el contrario, están partidas en camarillas que se disputan no un punto de vista ideológico sino dinero: la compra-venta de armas, y su tráfico ilegal, es el el primer motor de acumulación capitalista en el mundo, por encima del narcotráfico. El rearme será fuente de negocios y negociados de magnitud impredecible.
El regreso de los militares a la política activa tiene que ver con la intención del gobierno de devolverles su papel en la represión interior cuando se trate de casos de “terrorismo”, como, por ejemplo y según el gobierno, las manifestaciones contra la Ley de Bases. Se debe destacar el papel miserable del kirchnerismo, que ante esta situación se limitó a recordar la “memoria” del genocidio, y ocultó todo lo demás.
No es de extrañar: después de todo fueron ellos los primeros en intentar el regreso de los militares a la política, y lo hicieron con un represor, el general César Milani, para lo cual hundieron en la inmundicia a Hebe de Bonafini.
El gobierno también fracasó en su intento de aumentar en 100 millones de pesos los fondos reservados de la AFI, ex SIDE. Fracasó el tironeo parlamentario: esos fondos, precisamente por ser reservados, no están sometidos al control de nadie. Son un botín, además de servir para espiar a militantes, periodistas, políticos opositores e incluso para actos de chantaje.
Resulta indispensable generar una movilización masiva contra este intento de liberar a los genocidas y devolver a las Fuerzas Armadas a la política activa, lo que se hace para alinear a la Argentina con el bloque bélico imperialista de la OTAN y el Estado genocida de Israel.