Campaña «Que no nos arrastren a la guerra»

Campaña «Que no nos arrastren a la guerra»

Frente Antiimperialista Internacionalista
Asamblea Contra OTAN y Genocidio
nootanygenocidio@contraotanybases.org
5 octubre 2024

Revisión del diagnóstico

La Asamblea Contra las Guerras de la OTAN y el Genocidio en Palestina, dentro de su campaña “Que no nos arrastren a la guerra”, ha iniciado un proceso de revisión periódica del análisis que acompañaba al Llamamiento a la campaña.

Esta revisión se ha efectuado a lo largo de todo el verano. La velocidad a la que se producen los acontecimientos y teniendo en cuenta su elaboración colectiva, resulta virtualmente imposible tener un documento final cerrado a fecha fija. En consecuencia, estamos trabajando ahora en un documento de síntesis que publicaremos en breve y que resulte una herramienta eficaz de lucha; y a continuación, abrimos un nuevo ciclo de revisión, que esperamos ofrezca resultados similares en un periodo semejante.

El análisis se ha segmentado en tres ámbitos separados, con tratamiento diferenciado, pero considerando que las grandes líneas de fuerza del accionar imperialista pueden articularse a través de ellos:

I    Belicismo
II  Guerra Cognitiva
III OTAN

(I): Belicismo
Los orígenes próximos del belicismo

En la Plaza de Hiroshima y Nagasaki de la ciudad alemana de Postdam (Hiroshima-Nagasaki Platz), a escasos metros de la villa donde estuvo alojado el presidente Truman durante las reuniones de la conferencia de paz celebradas entre julio y agosto de 1945, hay un memorial que recuerda el bombardeo que sufrieron estas dos ciudades japonesas por parte de EE.UU. pocos días después de los acuerdos de paz alcanzados en Postdam.

La decisión de lanzar bombas atómicas sobre Japón no tenía justificación militar ya que la guerra en el Pacífico estaba llegando a su fin, pero permitía a Truman conducir el orden de posguerra de manera favorable a EE.UU., especialmente frente a Stalin. En 1943, había fallado el pronóstico de conseguir el desmoronamiento de la URSS por interposición alemana. La victoria de las tropas soviéticas en el frente oriental y su avance hacia Berlín habían frustrado nuevamente la esperanza de impedir el asentamiento del socialismo al este de Europa, y limitaban cualquier pretensión expansionista hacia Asia Central. Las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki constituían un aviso para la URSS y para los movimientos de liberación colonial, y mostraban al descubierto el rostro sin escrúpulos de EE.UU. que, 79 años después, permanece como el único país que ha hecho uso de la bomba atómica contra otro país.

La II Guerra Mundial y su final perfilaron la organización mundial hasta nuestros días. EE.UU. podía exhibir un balance de poderío inigualable sobre Europa occidental. Varias de las antiguas potencias coloniales se encontraban en decadencia, y lo más ostensible: un nuevo y belicista Reich alemán había sido derrotado, y el Reino Unido, con los restos de su extenso imperio, estaba en bancarrota tras el esfuerzo bélico. EE.UU. podía retomar la antorcha imperial de Occidente y alertar de su capacidad para incendiar el mundo.

Esa hegemonía de EE.UU. se halla hoy en crisis, al igual que el orden mundial posterior a 1945: han ido apareciendo nuevos protagonistas que cuestionan la hegemonía del imperialismo estadounidense, o más exactamente anglosajón, y que aspiran a crear un nuevo orden mundial, lo que está extremando el riesgo de conflagración a gran escala entre países de distintas áreas del mundo. Pero esta crisis tiene todavía un alcance mayor, ya que es también la de un desarrollo histórico en Occidente que se remonta a siglos atrás. Esbozar un análisis de todo ello es lo que intentaremos en el presente texto.

El belicismo se define habitualmente como: resolver un conflicto por medio de la guerra. Lo consideraremos como: conseguir un objetivo por medio de la guerra. Elegimos este modo de definirlo porque el primero omite la intencionalidad.

El belicismo contemporáneo tiene sus raíces en la llegada de los europeos al continente americano y en el consiguiente dominio de los océanos. Se abría así la posibilidad de alcanzar cualquier territorio del planeta.

Los objetivos eran obtener materias primas, saquear las riquezas, explotar a la población indígena y abrir al comercio todo el planeta; los objetivos de la colonización durante más de 500 años.

Este proceso de acumulación originaria sentó las bases sobre las que se fundó el Modo de Producción Capitalista.

Nada de esto sería posible sin el empleo de la fuerza, especialmente la militar.

Se exterminaron pueblos y culturas. Se saquearon riquezas y tierras. Se extendió la esclavitud y se impusieron los modos de vida y creencias occidentales. En muchos casos, a los pobladores originarios se les consideró seres sin alma o se les criminalizó como ‘salvajes’ de los que había que defenderse. En cualquier caso, excusas para justificar el disponer de su vida libremente.

Un caso singular fueron las trece colonias que darían lugar a EE.UU. Los colonos europeos asentados en ese territorio abrieron las puertas a nuevos colonos para expandirse en todas direcciones y, en menos de un siglo, multiplicaron por 4 el territorio de los asentamientos iniciales. Esa expansión (conquista) costó la vida a 12 millones de indígenas.

Llevamos cinco siglos de expansión universal en los que no solo se ha luchado para oprimir y saquear; también se ha luchado entre los opresores para aumentar sus dominios y para situarse como fuerza hegemónica.

El belicismo alcanzó su punto más álgido en el siglo XX con la Gran Guerra y la II Guerra Mundial. En ellas, aunque se arrastró a una buena parte del mundo, fueron las potencias imperialistas occidentales las que se enfrentaron para conformar un bloque dominante.

Entre el 13 y el 14 de febrero de 1945, cuando la guerra en Europa ya estaba decidida, británicos y norteamericanos bombardearon la ciudad alemana de Dresde, situada en la retaguardia y sin ningún valor militar. El objetivo declarado era “minar la moral del enemigo”. Durante esos dos días, la ciudad, sin apenas capacidad de defensa, fue sometida a un bombardeo en alfombra. El cálculo de la Cruz Roja fue de más de 275.000 víctimas, la inmensa mayoría civiles.

Pocos meses después, estando Japón prácticamente derrotado, tuvo lugar el bombardeo de EE.UU. sobre Hiroshima y Nagasaki. El objetivo tampoco era militar; se trataba de demostrar no solo la posesión del arma nuclear sino la voluntad de usarla, fueran cuales fueran las consecuencias. Según datos de la ONU, las dos bombas atómicas dejaron más de 200.000 muertos debido a la radiación, a los que se sumaron 400.000 en décadas posteriores por problemas de salud relacionados con el bombardeo.

En uno y otro caso, se trataba de sembrar el terror de forma indiscriminada y sin ningún objetivo militar. Desde ese momento, se puso en evidencia que existía la capacidad técnico-productiva para acabar de un solo golpe con cualquier pueblo, incluso para arrasar el mundo. El belicismo había alcanzado el punto más álgido en la historia de la humanidad al unir la voluntad para producir un daño indiscriminado (el terror) con la capacidad de hacerlo instantáneamente y de forma masiva.

La II Guerra Mundial dejó más de 60 millones de muertos, la URSS fue el país con más víctimas: 27 millones.

Tras esas demostraciones y el agotamiento del resto de las fuerzas imperialistas, EE.UU. se convirtió en la fuerza hegemónica mundial, con capacidad para extender su dominio sobre todo el planeta. A excepción de la URSS.

A pesar de las declaraciones retóricas de buenas intenciones y de la creación de la ONU, la guerra continuó en diversas formas por todo el planeta: guerras expedicionarias, operaciones encubiertas de las agencias de inteligencia (desestabilización política, golpes de Estado, asesinatos selectivos de dirigentes políticos), manipulación de los medios de comunicación, guerra económica… ; todo ello con un objetivo central: impedir la influencia comunista en distintas áreas del mundo, especialmente en los procesos de descolonización existentes, y destruir la URSS, el único espacio que no se dominaba y que poseía una capacidad militar equivalente a la de EE.UU.

Desde siglos atrás, Rusia había sido un objetivo de las potencias imperiales de Europa occidental en sus diversos intentos de expansión hacia Asia Central, y siempre se les había resistido. El imperialismo de EE.UU. añadió un nuevo objetivo al habitual trabajo de dominación y sometimiento de otros pueblos: la guerra fría, la guerra contra el comunismo allí donde se manifestara o bien usándolo como un pretexto para la guerra. La lucha de clases tomó forma en el escenario internacional.

Para afianzar su hegemonía militar, EE.UU. desarrolló un ambicioso proyecto belicista que contemplaba: presupuesto militar, industria de armamento (producción y desarrollo tecnológico), instrucción militar y reclutamiento, logística y despliegue de bases militares en el extranjero. Su campo de acción ha sido el de las innumerables guerras y conflictos que ininterrumpidamente se han dado hasta hoy; creando todo tipo de organizaciones bélicas, entre las que sobresale la OTAN.

El conglomerado de acciones que sustentan el belicismo está estructurado y ordenado, configurando lo que se ha denominado el Complejo Militar Industrial (CMI) y que, debido a la fuerte relación de los estamentos del Congreso norteamericano (comités, congresistas, lobistas) con todos los actores de la guerra, podría llamarse Complejo Militar Industrial Congresual.

En 1961, en el discurso de despedida de Dwight Eisenhower como presidente de EE.UU., transmitido a la población desde el Despacho Oval de la Casa Blanca, el que fuese comandante supremo aliado en Europa durante la II Guerra Mundial, señaló lo siguiente:

«El progreso hacia estas nobles metas [la paz, fomentar el progreso del desarrollo humano y acrecentar la libertad, la dignidad y la integridad entre los pueblos y entre las naciones] se ve persistentemente amenazado por el conflicto que envuelve ahora al mundo, que acapara toda nuestra atención, que absorbe nuestro propio ser. Estamos enfrentados a una ideología hostil, de alcance mundial, atea, de despiadado propósito e insidioso método… Un elemento vital para mantener la paz es nuestra institución militar. Nuestras armas deben ser poderosas, listas para la acción inmediata, de tal modo que ningún agresor potencial se sienta tentado a arriesgar su propia destrucción… Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentista permanente de vastas proporciones. Sumado a esto, tres millones y medio de hombres y mujeres están directamente empleados en el sector de la defensa. Anualmente gastamos en seguridad militar por sí sola más que los ingresos netos de todas las corporaciones de los Estados Unidos.»

El discurso de despedida de Eisenhower finaliza con las siguientes palabras a modo de advertencia:

«En los consejos de gobierno, debemos protegernos de la adquisición de influencia injustificada, deseada o no, por parte del complejo militar-industrial. El potencial de un desastroso incremento de poder fuera de lugar existe y persistirá. No debemos dejar que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades o procesos democráticos. No debemos tomar nada por sentado. Sólo una ciudadanía alerta y bien informada puede compeler la combinación adecuada de la gigantesca maquinaria de defensa industrial y militar con nuestros métodos y objetivos pacíficos, de modo tal que seguridad y libertad puedan prosperar juntas… Ese desarme, con honor y confianza mutuos, es un imperativo constante. Juntos tenemos que aprender a solucionar las diferencias, no con las armas, sino con inteligencia y propósito decente. Debido a que esta necesidad es tan aguda y evidente, debo confesar en este aspecto que abandono mis responsabilidades oficiales con un neto sentimiento de decepción. En tanto que alguien que ha sido testigo del horror y la tristeza persistente de la guerra, como alguien que sabe que otra guerra podría destruir totalmente esta civilización, lenta y dolorosamente construida durante miles de años, anhelaría poder decir esta noche que una paz duradera está a la vista.»

(https://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/6Revolucion/1961-DD-IKE.html)

El CMI ha desarrollado sus propios intereses, siendo un factor determinante del belicismo: vive de la guerra y para la guerra, la promueve, la alimenta y se nutre de ella. Cuando surge la pregunta de a quién le interesa esta guerra, el CMI es el factor constante.

Su origen se remonta a la II Guerra Mundial, con anterioridad a la participación directa de EE.UU. en el conflicto, alcanzando proporciones gigantescas a lo largo de este y en la posterior Guerra Fría. En la década de los 50, es cuando tuvo lugar la infiltración de miembros del Congreso en el entramado militar, por lo que estaría justificada la denominación de Complejo Militar Industrial Congresual a partir de entonces.

Ray McGovern, exanalista de la CIA, lo denomina complejo Militar-Industrial-Congresual-de Inteligencia-Medios de Comunicación-Mundo Académico-Think Thanks, MICIMATT en inglés (Military-Industrial-Congressional-Intelligence-Media-Academia-Think-Tank), yendo más allá en el señalamiento de la influencia de este potente conglomerado militar.

Entre 1945 y 1990 se crearon todas las instituciones y normas del orden internacional bajo el dominio de los EE.UU.

Este periodo tiene un punto de inflexión determinante en la década de los 70. Son varios los factores que intervinieron en ello:

a) Fin del patrón oro diseñado en Bretton Woods (convertibilidad del oro contra el dólar), lo que tuvo consecuencias para el expansionismo militar de EE.UU. y para el creciente endeudamiento de la economía de este país. En palabras del economista Michael Hudson:

«El oro es un metal pacífico, porque si se hubieran realizado pagos en oro después de 1971, cuando el presidente Nixon sacó a Estados Unidos del oro, cada año de lucha en el Sudeste Asiático, cada año de gasto militar en el extranjero, hubiera supuesto la pérdida de la cobertura del dólar por el oro. Estados Unidos hubiera perdido el oro, el gasto militar hubiera agotado el oro del país, y no le hubiera quedado nada en absoluto. Creo que hubiera sido una maravillosa alternativa. Habría preferido que se mantuviera el patrón de cambio oro precisamente porque habría limitado la capacidad de Estados Unidos para aumentar la deuda relativa al patrón de las Letras del Tesoro.»

b) Creciente inflación y fin de los niveles de crecimiento alcanzados en las economías del Occidente europeo y en EE.UU. durante la década anterior.

c) Inicio de una crisis del sistema que obligará a profundos cambios en el modelo de acumulación, alterando normas y preceptos, sentando nuevas bases de funcionamiento en la década siguiente: progresivo desmantelamiento del sector público, desregulación financiera y creciente protagonismo del sector financiero respecto al sector industrial en las economías occidentales, en resumen, lo que se ha denominado neoliberalismo.

Desaparecida la URSS en 1991, su único enemigo equivalente, EE.UU. se lanzó a la conquista de Rusia. El país más grande del mundo, con reservas naturales excepcionales, hidrocarburos, materias primas tecnológicas y una extensión geográfica de 11 husos horarios, que conecta Europa con Asia, y que había sido invulnerable hasta la autodestrucción de la URSS.

Ante los fracasos históricos precedentes y el mantenimiento de un arsenal nuclear, se renunció a una invasión directa y se optó por un cerco progresivo que condujera a una entrega “voluntaria” (Gene Sharp), al tiempo que se cooptaba a los países del Este (revoluciones de colores).

En paralelo, se intensificaron los conflictos en todas las áreas de interés de EE.UU. como fue el caso de las llamadas ‘Primaveras Árabes’.

La impunidad conseguida con una hegemonía sin contrapeso permitió que se abordaran objetivos impensables: guerras en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Líbano, antigua Yugoslavia… Se cambiaron los paradigmas. De la guerra contra el comunismo se pasó a la guerra contra el terrorismo (Torres Gemelas), se intensificó la guerra económica (sanciones), se extendió el dominio ideológico cultural (desarrollo de las comunicaciones, guerra cognitiva…).

En cuanto a los focos de resistencia antifascista y comunista desde el periodo de posguerra en los países del Occidente europeo, y que habían sido víctimas de operaciones encubiertas con objeto de favorecer la consolidación de la hegemonía de EE.UU. en dichos países, la caída del bloque socialista en Europa del Este atomizó la existencia de partidos y organizaciones que arrastraban ya una deriva autodestructiva por su creciente pérdida de identidad e influencia social.

Infinidad de movimientos genuinos de base se desmovilizan o son absorbidos por la postmodernidad que impregna el conjunto de la sociedad. La radicalidad pasa de ser una identidad de resistencia y lucha, de capacidad de transformar, a ser un símbolo banal, individualista y hedonista incapaz de transformar nada, aunque muy funcional para el sistema. Movimientos que antes se reconocían de izquierdas, los verdes, el feminismo, en parte han sido cooptados por la socialdemocracia de la tercera vía e incluso por grupos conservadores.

Su compromiso de clase se opaca e incluso adquiere un carácter utilitarista. Eso ha supuesto su propia debilidad, su fragmentación y ha reducido el apoyo a los bloques de resistencia antiimperialistas. Con el tiempo, su principal producto de márquetin, ‘la buena gestión’, ha sido un auténtico fracaso.

Es en este contexto en el que se desarrollan las guerras de Ucrania y Gaza. La primera comenzada en 2014 y la segunda en 1948.

La guerra de Ucrania es la apuesta de Occidente por conquistar Rusia cercándola con la OTAN y situando sus ejércitos, incluidas armas nucleares, a 850 Kilómetros de Moscú, y desvinculando a Europa de Eurasia.

La guerra de Gaza y de los territorios palestinos ocupados es la guerra para el exterminio de un pueblo en un proceso de colonización clásico: exterminar a la población y ocupar su territorio. En este caso, dirigido por Israel, respaldado por el Reino Unido y por EE.UU. especialmente, y con la complicidad de la ‘comunidad internacional’.

En este escenario, dos fenómenos se desarrollan en paralelo: la crisis económica y funcional del bloque occidental y la decadencia de la hegemonía de los EE.UU.

Justo cuando las condiciones para un dominio universal de Occidente parecían dadas, es cuando se han ido desvaneciendo para mostrar una debilidad profunda y difícilmente reversible. Desde 1995 hasta hoy se han sucedido crisis cada vez más intensas, que ellos mismos han definido como “estructurales, profundas y a largo plazo”, planteando que “sería necesario refundar el capitalismo”. Pero las anunciadas transformaciones o bien no se han realizado, o bien no han dado ningún resultado significativo. En cualquier caso, una situación muy diferente a la respuesta dada a la crisis de los años 70.

Varios aspectos indican que se trata de una decadencia en la que intervienen factores de ámbitos decisivos en la economía capitalista, como es el caso de la deuda y el déficit, que aumentan sin control al tiempo que lo hace la inflación. Una situación difícil de mantener en el tiempo.

El PIB de EE.UU. tiene un crecimiento mucho más lento que el de China. Del mismo modo ocurre con la innovación tecnológica, que es mucho menor que la del país asiático. En el plazo de unos pocos años, EE.UU. ya no podrá recuperar el terreno perdido.

Pero hay más factores. El dólar como moneda de referencia parece tener los días contados. En este momento, grandes economías comercian ya en sus propias monedas al margen del dólar. La pérdida de dominio del dólar afecta a las instituciones creadas para garantizar su funcionamiento y su dominio universal: Reserva Federal, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, e indirectamente el Banco Central Europeo.

Otro factor a tener en cuenta es la negación de la realidad, la presencia de una disfuncionalidad generalizada, una alteración del orden racional en la toma de decisiones y en las prioridades en las evaluaciones por parte de los líderes occidentales.

Entonces, ¿dónde se centran los esfuerzos? En su mayor medida en el campo militar. Ahí es donde se concentra el desarrollo tecnológico, las inversiones públicas.

En resumen, sin un plan y un proyecto de futuro, el único objetivo que parece existir es el de la detención de los procesos transformadores, el incendio de aquellos países que ponen en riesgo la hegemonía de los EE.UU., produciendo más, mejor y a menor precio, y estableciendo relaciones más igualitarias. El denominado Orden Multipolar.

Aunque no nos engañemos: el proceso hacia este nuevo orden no es de entrada una alternativa revolucionaria, no propone la emancipación de la clase obrera, como tampoco el cese del crecimiento ilimitado ni otros temas indispensables para un auténtico bienestar y progreso humanos.

Pero introduce un elemento diferenciador respecto a las dos grandes guerras del siglo XX, que han sido guerras por la hegemonía entre bloques imperialistas equivalentes, aunque también necesarias para afrontar las crisis del sistema: la guerra en la que ya estamos, o a la que nos acercamos, será una guerra del centro contra la periferia.

Las guerras en Ucrania y en la Palestina ocupada han cambiado el mundo desde el 2022. Lo que Fidel Castro anunciaba en 1992, “la próxima guerra en Europa será entre Rusia y el fascismo sólo que al fascismo se le llamará democracia”, se ha hecho realidad en el conflicto ucraniano. Y en la Palestina ocupada, el estado verdugo de Israel se cobra su ración diaria de víctimas ante los ojos del mundo mientras los países ‘democráticos’ de Occidente no dudan en suministrarle las armas que le permiten seguir con su labor genocida para no poner en riesgo su supervivencia como una pieza fundamental del orden mundial posterior a 1945.

En este proceso de crisis de hegemonía y valores de Occidente, las voces belicistas aumentan y el futuro se tiñe de preparativos para la guerra en Europa, en el Próximo Oriente y en el Mar de China.

Occidente no va a capitular. Ya está creando las condiciones para sobrevivir el mayor tiempo posible y explotará hasta el extremo lo que tiene probado que le funciona: el poder sin escrúpulos y la colonización de las mentes; las estructuras disciplinarias de todo tipo: físicas y mentales.

fuente: https://frenteantiimperialista.org/campana-que-no-nos-arrastren-a-la-guerra-revision-del-diagnostico-1-belicismo/

(II): Guerra Cognitiva
Estudio preliminar sobre la Guerra Cognitiva (Trazos largos)

La guerra cognitiva busca cambiar la percepción de los acontecimientos, lo que la gente piensa y su forma de actuar. Los ataques contra el dominio cognitivo implican la integración de capacidades cibernéticas, psicológicas, la ingeniería social y la desinformación. Su objetivo es sembrar disonancia, instigar narrativas conflictivas, polarizar opiniones y radicalizar grupos.

La evolución neoliberal ocurrida hace unos treinta años hoy ha llevado a una distorsión del lenguaje con el olvido intencionado de los conceptos básicos, como punto de partida, de las definiciones y clasificación de las corrientes políticas y económicas así como de las orientaciones partidistas y movimientos sociales.

Esto ha llevado a un deterioro de la veracidad del discurso y la distorsión del mensaje, comportando una construcción semántica confusa y muy peligrosa por la manipulación que esto supone. Hoy ya no existen diferencias, por poner un ejemplo histórico, entre conservadores y liberales. Los primeros han pasado a ser defensores de las políticas liberales y los segundos, de las neoliberales extremas. Si antes los liberales representaban una opción más bien vanguardista ahora son los más conservadores y solo innovan para reprimir y alzarse todavía más con el poder y el capital alejándolos de la clase media, sus votantes tradicionales, empobreciéndola y creando grandes brechas económicas que hacen que una gran parte de esta bordee la pobreza sin que se dé cuenta de su situación real. Hoy, tanto esta clase media como el obrero, han dado paso a una sociedad cada vez más vulnerable y limitada en recursos económicos y culturales, que depende, en gran manera, de las políticas sociales que los gobiernos de turno, liberales y neoliberales les vayan concediendo, siempre pilotados por el gran capital que mueve y utiliza a toda esta gente para sus intereses y dar hubo un barniz democrático a sus decisiones.

La distorsión conceptual del discurso hace que la gran mayoría de la sociedad no entienda lo que se les dice en los medios de comunicación, ni sean conscientes de la radicalidad del discurso, ya que la gran masa de la sociedad no entiende ni quiere entender más allá de lo que consideran medios de comunicación políticamente correctos.

Existe una gran incapacidad para sentarse y meditar mínimamente cuál es el contenido y la intencionalidad del discurso y, ni siquiera, la importancia en un futuro de su significado.

La unión, muy pensada y trabajada, de ideas básicas de la propaganda, repetidas constantemente en casi todos los medios y de forma unánime por las principales voces económicas y políticas, tanto del país como a nivel internacional, van dividiendo progresivamente el pensamiento y el discurso en los movimientos y corrientes sociales y en, muchos casos, de forma casi reconocible, provocan la división de la oposición, haciendo que los movimientos situados a la izquierda se vayan convirtiendo en grupúsculos cada vez más minoritarios y desunidos. La gran razón es la confusión en el discurso y la falta de referentes históricos y conceptuales, ya que el deterioro cultural es una de las metas de las actuales políticas neoliberales en nuestro mundo.

La necesidad, cada vez más imperiosa, de buscar la manera de llegar a más público objetivo y poder hallar la forma de transmitir la realidad tal y como es, y no como nos la venden cada día.

Es un gran reto pero hay que encontrar el atajo semántico que nos pueda acercar a un público más objetivo y preparado para afrontar la realidad del mundo en el que nos movemos.

Básicamente pretende que en su forma de aplicarla sea a través de los 5 pasos de la “Ventana de Overton”:

1a etapa: De lo impensable a lo radical.
2a etapa: De lo radical a lo aceptable.
3a etapa: De lo aceptable a lo sensato.
4a etapa: De lo sensato a lo popular.
5a etapa: De lo popular a lo político.

Dentro del proceso de la consecución de sus objetivos, la OTAN y vamos a decir, todo el Sistema Anglo-Yanki-Sionista, ha conseguido UNIFICAR a gran escala todo el proceso de Comunicaciones Mundial, a través de la gran red de INTERNET, la cual bajo unos parámetros comunes mundiales establecidos por el eje Anglo-Yanki-Sionista opera en cualquier lugar y sobre cualquier software/hardware, con las normas unificadas. Y con esto previo se ha dado el siguiente paso de convertirlo en un campo de batalla.

La Guerra Cognitiva o W5G5, Guerra de 5 Generación, lleva consigo que el campo de batalla no sólo se produce entre los actores de siempre, ejércitos y en el campo de siempre, el campo de batalla; si no que va más allá de estos 2 parámetros y abarca a toda la población Mundial. Dándose principalmente en un ambiente urbano, más que nada por su concentración.

Las guerras 5G5:

Se dan en un orden, físico, de Información y Cognitivo
En la guerra cognitiva ,el campo de batalla es la mente de las personas y su objetivo principal es modificar no solo lo que la gente piensa, sino la forma en cómo piensan y cómo actúan. La militarización de la opinión pública por parte de entidades externas.
Las guerras 5G5 están basadas en Operaciones Psicológicas, Operaciones de Información y Operaciones Cibernéticas.
La mayoría de las batallas son las operaciones psicológicas que combinan acciones que involucran información y emociones colectivas, que pueden dirigir el comportamiento de una población o, al menos, de una parte, de ella.
Las principales herramientas por medio de las cuales se materializan las amenazas dentro de la guerra cognitiva son la desinformación, las noticias falsas y la posverdad.
De la guerra de la información a la guerra cognitiva:

La guerra Cognitiva va más allá del “Control de la Información” que se da en las Guerras de la Información.

La guerra cognitiva es, por tanto, la forma de utilizar el conocimiento para un propósito conflictivo. En su sentido más amplio, la guerra cognitiva no se limita al mundo o sus instituciones.

El objetivo es comprender la psicología de las personas objetivo para poderlas manipular, permitiendo anticipar las reacciones y desarrollar la empatía.

Características previas del Cerebro, sobre las cuales se desarrolla la Guerra Cognitiva:

Es incapaz de distinguir si una información concreta es correcta o incorrecta; Se ve abocado a tomar atajos para determinar la fiabilidad de los mensajes en caso de sobrecarga de información; Se ve inducido a creer en afirmaciones o mensajes que ya ha escuchado como verdaderos, aunque estos pueden ser falsos; acepta afirmaciones como verdaderas, si están respaldadas por pruebas, sin tener en cuenta la autenticidad de dichas pruebas. Son, entre otros muchos, el sesgo cognitivo, definido como un patrón sistemático de desviación de la norma o la racionalidad en el juicio.

Sobre todo, esto se programan “batallas” estructurales en los ejércitos para, aprovechando estas debilidades, influenciarnos para la toma de decisiones.

La aplicación de la Guerra Cognitiva en su uso real nos lleva, por ahora a la manipulación de:

La memoria, el aprendizaje y la velocidad cognitiva. Los ciclos de vigilia-sueño, la fatiga y el estado de alerta. El control de los impulsos. El estado de ánimo, la ansiedad y la autopercepción. La toma de decisiones. La confianza y la empatía. El movimiento y rendimiento (por ejemplo, velocidad, fuerza, resistencia, aprendizaje motor, etc.).

Todo esto ya se ha demostrado efectivo a través de diferentes procesos llevados a cabo por DARPA y IARPA.

La guerra cognitiva encarna la idea del combate sin lucha que tanto apreciaba Sun Tzu (“El arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar”).

Todo esto viene aderezado por la Inteligencia Artificial, que va a hacer más difícil e incomprensible el discernimiento de qué es lo que de verdad está pasando. Tanto por la aceleración de la capacidad de toma de decisiones, llegando a trabajar en “Tiempo real” (Online) y la capacidad de llegar a alguna conclusión en “Tiempo real” nos llevará a dejar en manos de ella, la IA, la toma de decisiones que antes se encontraban en el “Dominio Humano”.

Hacia allí nos lleva la “Guerra Cognitiva” en la cual, sin necesidad de “Toma de decisiones” del “Dominio Humano”, será reconocido el adversario y eliminado él y sus “colaterales” porque los “datos así lo indican que era la mejor opción”; siempre aplicado los silogismos de la “Ventana de Overton”

fuente:
https://frenteantiimperialista.org/campana-que-no-nos-arrastren-a-la-guerra-revision-del-diagnostico-2-guerra-cognitiva/

(III): OTAN
La OTAN, hacia la dictadura militar global

El principal elemento discursivo sería cómo la OTAN ha acabado siendo el instrumento de disciplinamiento de los estados para su sometimiento a la política exterior de EEUU (como el principal agente visible de los intereses del gran capital trasnacional, de origen principalmente anglo-sionista-norteamericano), conformando así lo que conduce a una especie de dictadura militar mundial, sin control democrático alguno y que subsiste bajo la apariencia de un conjunto de naciones soberanas.

El objetivo principal de la OTAN es prestar el respaldo de fuerza necesario para asegurar la dominación mundial mediante todos los instrumentos que tiene a su disposición. Se puede considerar como la organización criminal más perjudicial para la humanidad: significa ocupaciones, represión, guerras criminales, torturas, asesinatos, pobreza, explotación, injusticia social, contra-guerrilla, enemigo de todos los pueblos del mundo. También implica prisiones aisladas, leyes de terror y desinformación. Es una organización que quiere extender la hegemonía de los EEUU en todo el planeta.

En toda su historia, la OTAN ha sido instrumento de coerción para naciones y pueblos que osaban no plegarse a las exigencias de EEUU, sobre todo, y de sus aliados occidentales que pretendían seguir aprovechando su respaldo para mantener el control de sus ex-colonias y hacerse con sus riquezas.

El objetivo imperialista de dominación mundial requiere el control del continente euro-asiático y para ello, en primer lugar, la desconexión de Europa (sobre todo de Alemania) de Rusia para emprender la gran confrontación con China. La creación de la OTAN obedece a este objetivo, además de impedir el desarrollo de la URSS. Por eso se mantiene tras su caída, y es cada vez más útil en la guerra larga y a gran escala que prepara el imperialismo.

El origen de la OTAN responde a una iniciativa británica tras el final de la SGM que vinculaba al Reino Unido, Francia y el Benelux en la Unión Europea Occidental (UEO). Para forzar el respaldo de EEUU a su campaña de control de la Grecia de la resistencia antifascista, había que integrarla en una organización más amplia, superando el obstáculo de la prohibición constitucional de integrarse en alianzas militares en tiempo de paz. La campaña de terror sobre el peligro comunista desatada por el senador Vanderberg venció todas las reticencias.

La “guerra fría” sería planteada como una guerra ideológica contra un modelo de sociedad alternativo representado por la URSS, que había logrado importantes logros sociales y estimulaba abiertamente los movimientos de liberación nacional de las colonias europeas y a la que se demonizaba como el peor de los mundos posibles.

En la construcción de la OTAN, EEUU ha venido aprovechando cuantas oportunidades se le han venido ofreciendo para reforzar el control político antidemocrático de la organización. Así, hicieron la vista gorda ante las acciones de muchos de los criminales nazis, a quienes protegieron y pusieron a su servicio en la industria militar, la inteligencia y hasta en los más altos puestos de la estructura militar de la OTAN.

También recurrieron a la creación de ejércitos secretos, conformados por excombatientes y militantes de organizaciones fascistas para impedir el avance de conquistas populares en Europa Occidental, a través de actividades terroristas de las que se acusaba a las organizaciones de izquierdas.

La utilización del terrorismo como arma política, en la que se distinguirían los grupos paramilitares sionistas que forzaron la partición y ocupación criminal de Palestina, se vería cada vez más extendida como medio de imponer los intereses sin la participación abierta de fuerzas armadas convencionales.

Al mismo tiempo, el control cada vez mayor de los medios de comunicación en manos del capital sionista permitía un señalamiento nítido e incontestable sobre la falsa atribución de las responsabilidades.

Además de forzar la voluntad del “enemigo”, estas acciones están dirigidas hacia las propias poblaciones, inoculando así el miedo en las sociedades y las demandas de políticas securitarias y belicistas para acabar con quienes osan alterar nuestra seguridad.

El paroxismo llegará con la “guerra global contra el terror”, señalando interesadamente a sus propios agentes como los autores de una guerra contra el occidente “libre” y “democrático”. Tras la desintegración de la URSS, era necesaria la existencia de un enemigo que justificara la necesidad de un aparato “defensivo” de occidente; el terrorismo yihadista, enemigo ubicuo y escurridizo, alimentado por los propios servicios de inteligencia occidentales, vendría a satisfacer esa necesidad.

Hay que señalar la impunidad con la que estas acciones se ha venido llevando a cabo: asesinatos, desestabilización y agresiones a la soberanía de los países, en nombre de la democracia, la libertad y los derechos humanos, que ha sido el discurso político-ideológico sostenido siempre por la OTAN, a despecho de la arbitrariedad de sus hechos. Nunca estas acciones han sido juzgadas como lo que son: crímenes de guerra.

Con mayor o menor fortuna y en un proceso no exento de contradicciones, la OTAN ha venido funcionando como un espacio de transacciones para las aventuras neocoloniales de sus distintos socios, pero siempre como elemento de cohesión en la imposición de los intereses comunes frente a países y pueblos que no aceptaban sus presiones.

En todo caso, se trata de una organización jerárquica y disciplinaria, a las que las naciones no se apuntan voluntariamente, sino bajo el chantaje de los más fuertes, que administran quién entra y quién no en función de los intereses de su jefe supremo, EEUU.

La descomposición de la URSS supuso la entrega del país a los capitales foráneos para beneficio de sus élites corruptas, que fantasearon con la posibilidad de que Rusia fuera aceptada en la OTAN. Se estableció un mecanismo de diálogo que aparentaba tener en consideración los intereses de seguridad rusos.

La destrucción de la Federación Yugoslava y una sostenida expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas ponían en evidencia el apetito occidental por hacerse con las riquezas rusas sin contraprestaciones.

La invitación a Ucrania para unirse a la OTAN en la cumbre de Bucarest en 2008 encendería todas las alarmas en Rusia. Sus líderes comprendieron que cualquier trato con la OTAN sería de subordinación y que su presión no iba a parar hasta que aceptara este papel. Rusia inicia la modernización de su ejército, mientras la OTAN inicia el despliegue de fuerzas y una campaña de hostigamiento creciente cerca de sus fronteras.

En 2014 se produce un golpe de estado en Ucrania para sustituir a un gobierno “neutral” por uno ferozmente antirruso y alineado claramente con occidente. Para ello, se cuenta con milicias neonazis, cultivadas discretamente por la OTAN durante años; y con agitadores a sueldo, entrenados por fuerzas de la OTAN, que provocarían matanzas de manifestantes y policías para alimentar los enfrentamientos.

Tras el golpe, Crimea, de población mayoritaria rusa y sede de la base estratégica rusa de Sebastopol, declara su separación de Ucrania y su incorporación a la Federación Rusa. Las Repúblicas del Donbas declaran también su independencia, que no es reconocida por Rusia. Comienza una feroz campaña de destrucción del Donbas por el ejército y las milicias nazis ucranianas.

En 2017 se alcanza un alto el fuego, los Acuerdos de Minsk, en los que Rusia aparece como garante junto con Alemania y Francia y que obliga a Kiev a conceder amplia autonomía administrativa al Donbas. Nunca será implementada: como reconocerían después Merkel y Hollande, su aval al acuerdo permitiría ganar tiempo a Ucrania para preparar la guerra contra Rusia.

Se recrudece el hostigamiento de la OTAN contra Rusia, a la que se acusa de no cumplir los acuerdos de Minsk y finalmente se la amenaza con el ingreso inmediato de Ucrania en la OTAN y con el despliegue de armas nucleares en su territorio.

Rusia ha intentado por todos los medios entrar en negociaciones con la OTAN para llegar a un acuerdo de seguridad en Europa que tenga en cuenta también la seguridad de Rusia; pero todas sus demandas serán desoídas y se persiste en la estrategia del enfrentamiento.

Se hace evidente que el interés de la OTAN es seguir presionando a Rusia para debilitarla lo más posible; para ello, anima a Ucrania a lanzar una ofensiva final contra el Donbas, que será inmediatamente respondida por Rusia con su Operación Militar Especial con dos únicos objetivos: desnazificar y desmilitarizar a Ucrania.

La OTAN es muy consciente de que Ucrania no está en condiciones de ganar una guerra contra Rusia, ni siquiera contando con todo el apoyo material, político, operacional, de inteligencia, de operaciones encubiertas y de conducción estratégica; a pesar de ello, los líderes ucranianos, presionados por las amenazas occidentales, aceptan sacrificar a su propio pueblo en esta guerra por delegación.

La centralización de poder en manos del imperialismo anglo-sajón, requería la destrucción económica y la subordinación política, militar y cultural de la UE, iniciada desde el final de la II Guerra Mundial con la creación de la OTAN y consumada ahora con la colaboración y el vasallaje de élites políticas europeas de las que sólo escapan, por ahora, Eslovaquia y Hungría.

La OTAN no tiene interés en un conflicto abierto contra la URSS por el riesgo que supone la escalada a una confrontación nuclear, en la que todos pierden. Pero en términos de guerra convencional, una campaña sostenida contra Rusia resulta muy beneficioso para su industria militar y muy desgastante para Rusia.

Además, para EEUU y el Reino Unido, los principales instigadores de la guerra, resulta esencial evitar por todos los medios un posible acercamiento o entendimiento de Europa Occidental con Rusia, en un momento en que se está cuestionando, desde múltiples nodos del sur global, la hegemonía norteamericana. Ello explica la ruptura forzada del suministro del gas barato ruso a Alemania (a través de la voladura de los gasoductos Nord Stream), un país considerado hasta ahora como la locomotora económica europea, ocupado militarmente por EEUU desde la SGM y cuyas élites acaban aceptando sin rechistar el sacrificio de su poderosa industria y su participación entusiasta en la guerra, además del apoyo al genocidio sionista.

La evolución de la guerra pone en evidencia la imposibilidad de su sostenimiento por parte de Ucrania, que se está quedando sin tropas de combate. En estas condiciones, parece que la única alternativa es implicar directamente a los países europeos para que aporten la carne de cañón necesaria.

Sin embargo, Europa no está preparada para una guerra total contra Rusia: no dispone de los centenares de miles de combatientes que se precisarían, su industria militar es débil y fragmentada, con intereses muy contrapuestos, no hay una dirección política única y líneas de mando claras, la inteligencia opera para cada país con independencia… Esta es la situación que EEUU pretende solventar ahora poniendo en las manos militares de la OTAN la orientación de todos los recursos hacia la guerra.

Todo este proceso se ve reforzado ante la situación de pánico creado ante la emergencia de las resistencias en varios puntos del planeta: no es únicamente Rusia o el eje de la Resistencia Palestina: también en el Sahel se están produciendo levantamientos anticoloniales, China y la RPD de Corea plantan cara a EEUU y hasta en América Latina sobreviven experiencias revolucionarias que cuestionan la hegemonía del occidente colectivo.

Ante la emergencia de este mundo multipolar o multinodal, la OTAN está reaccionando con una nueva “guerra fría” contra el multilateralismo. Se señala abiertamente a Rusia, China, Irán y la RPD de Corea como enemigos y extiende sus relaciones con sus aliados culturalmente más próximos (Australia, Nueva Zelanda, Israel) o más dependientes económicamente (Japón, Corea del Sur) para poner cerco a su influencia, facilitando su participación en sus operaciones, una integración de hecho, aunque no de derecho.

En este sentido, se han filtrado informaciones, pendientes de confirmación, sobre un documento secreto de EEUU sobre una Nueva Estrategia Nuclear. Según él EEUU anticipa que, dada la capacidad productiva de China, es previsible que alcanzará su paridad nuclear con Rusia y EEUU en una década. Esta es una situación a la que EEUU está dispuesto a evitar a toda costa. Para ello, está reforzando su asociación estratégica con sus aliados regionales para abrir un nuevo frente de guerra, antes de que sea demasiado tarde. No está claro, por ahora, si a este nuevo frente se va a incorporar también la OTAN.

Se trata de construir una fuerza militar a escala mundial bajo la dirección de los EE.UU., capaz de operar al tiempo en estos y otros posibles frentes, tanto en estrategias de guerra relámpago que tan buen resultado les ha dado hasta ahora, como a largo plazo. Conseguir que los países del Occidente Global se sumen a este proyecto y se conviertan en fuerzas beligerantes, sometidas al bloque anglosajón es el objetivo.

La OTAN se convierte así en el principal instrumento del imperialismo para dirigir la gestión toda de los países aliados, bajo su dirección militar: en Europa y con la participación de las instituciones de la UE, se crean los instrumentos para la implantación de la economía de guerra, para la producción militar coordinada, para la coordinación de los servicios de inteligencia, para la emisión de la propaganda y para el control social de toda disidencia, mientras cada vez más se habla de movilizaciones masivas. Engrana la producción, distribución, desarrollo técnico-productivo y financiación, tanto en la planificación como en el campo de batalla, constituyéndose hoy día como el mayor impulsor del complejo militar industrial. El papel del capital privado en esta estructura, siguiendo el modelo norteamericano, crece exponencialmente en beneficio de sus grandes industrias.

La OTAN, liderada siempre militarmente por EEUU, asegura el vasallaje de los gobiernos de la UE y de todas las fuerzas políticas institucionales de la “izquierda”. Los objetivos geoestratégicos del imperialismo anglo-sajón se han aceptado sumisamente en la UE, aún a costa de su propia autodestrucción.

La guerra cognitiva se sitúa como la primera de las prioridades de la OTAN: se trata de ganar las conciencias de la propia población, abrumados con una catarata incesante de mensajes que les impide siquiera reaccionar o plantearse cualquier alternativa a lo que están percibiendo como realidad.

La guerra cultural de la OTAN o la OTAN político-cultural va impregnando también su visión hegemónica del mundo en todos los órdenes de la vida, desde el académico, el mediático o las instituciones de todo tipo. De esta forma, la OTAN impone una visión del mundo en la que el comunismo o cualquier proceso revolucionario/descolonizador que desafíe a la forma en que este modo de producción se manifiesta, sea marginado del pensamiento.

Íntimamente imbricada con la estrategia imperialista está la Estrategia de Seguridad Nacional que los diferentes países de la UE han aprobado desde 2015. Se llama pomposamente “Nacional” cuando es exactamente la misma en los diferentes Estados y prevé la adopción de medidas propias de un estado de excepción ante situaciones variadas como emergencias sanitarias, medioambientales, climáticas, financieras, militares, etc.

La OTAN traduce los requerimientos político-económicos en soluciones militares; somete las decisiones político-económicas a la disciplina jerárquica militar y unifica al cuerpo institucional y social desde lo supranacional al individuo, constituyendo una dictadura militar que pretende ser universal. Y el poder omnímodo de los EE.UU. sobre el amplio dominio que es la OTAN, es cada vez más firme, sin que haya sido cuestionado en ningún momento.

Esta situación nos lleva hacia el terreno deseado por las élites de una gobernanza mundial; en este caso, la gobernanza adopta la forma de una dictadura militar global, en la que las decisiones no están sometidas a control democrático alguno, una sublimación del fascismo, si bien manteniendo, por el momento, la apariencia de un funcionamiento normal de las instituciones de los estados y las multilaterales, como si nada pasara. Se sigue hablando de libertad y de democracia, pero se nos mantiene completamente ajenos a las grandes decisiones que van a comprometer la vida de las generaciones venideras.

fuente:
https://frenteantiimperialista.org/campana-que-no-nos-arrastren-a-la-guerra-revision-del-diagnostico-3-la-otan/

también editado en https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2024/10/05/campana-que-no-nos-arrastren-a-la-guerra/

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