Por Iñaki Alrui*
Vamos cerrando el año y es costumbre hacer balance o repaso de noticias. Sin lugar a dudas, en esta web de LoQueSomos la campaña por la liberación y respeto a los derechos humanos del periodista Pablo González ha sido uno de nuestros principales ejes en 2024, al igual que lo fue en 2023.
Un día como hoy debería de ser para destacar la buena noticia del año en este tema: Pablo quedó libre de las mazmorras polacas el 1 de agosto de este año, después de pasar preso dos años y cinco meses, sin que el estado polaco mostrara una sola prueba de culpabilidad, ni tuviera en perspectiva poner fecha para que fuera juzgado.
¡Importante! Los derechos humanos son para todas las personas, independientemente de los cargos.
Una venganza: impedir que Pablo González viaje fuera de Rusia
Para el 1 de agosto llegaba la libertad de González como parte de una negociación muy amplia que había involucrado a múltiples agentes y participantes. Algunos países miembros de la OTAN y Rusia intercambiaron prisioneros, y en total ocho prisioneros serían liberados por Estados Unidos, Alemania, Noruega, Eslovenia y Polonia; quince por Rusia; y uno por Bielorrusia.
El 9 de agosto, la Fiscalía del Tribunal de Apelaciones de Lublin presentó cargos de espionaje contra Pablo. Esta información según fue publicada por la fiscalía corrió con una velocidad a todos los rincones del mundo, en fuerte contraste con el silencio mediático al que este caso ha estado sometido siempre.
Después de los dos años y medio de silencio judicial, Polonia va y, justo cuando ya ha canjeado a su preso político, y utilizado para este intercambio de la OTAN, deciden procesarlo. Qué raro todo, ¿no? Y la cosa no mejora con el tiempo. Pese a haber mandado a Pablo a Rusia, en octubre el tribunal envía notificación a la última dirección conocida de Pablo González en Polonia (la última antes de los dos años y medio de prisión, se entiende). Como obviamente no contesta, zanjan que pueden juzgarlo en ausencia. Pero en noviembre, inesperadamente el Tribunal del Distrito de Przemysl solicita que el caso se traspase a Varsovia. Digamos que les pasan la patata caliente. A finales de mes se decide en firme celebrarlo en Varsovia y posponer el juicio unos meses más, por el traslado.
Gonzalo Boye, abogado de Pablo, hizo público tras su liberación, 1 de agosto, que cuando por fin le permitieron acceder al sumario, pocas semanas antes del canje, se sorprendió al encontrar ahí un largo informe del CNI sobre su persona. Si lo único que podía decir el CNI en contra de Pablo es que tiene el mismo abogado que Puigdemont, empezamos mal. Pero partiendo de ahí, el fangoso medio “El Español” queriendo sacar partido al vínculo, publicaría el 12 de agosto el siguiente titular: La Fiscalía polaca ofreció a Pablo González quedar libre si acreditaba la trama rusa del ‘procés’, contando que el servicio secreto polaco interrogó más de 30 veces al periodista usando informes del CNI español. Un par de días después, el periodista Álex Gutiérrez, en el diario Ara, se preguntaba qué interés puede tener Polonia en constatar si el Kremlin apoyó el proceso de independencia catalán: “¿Algún estamento español sugirió ese intercambio? ¿Qué credibilidad habría tenido un eventual testimonio de González, dado que se había ofrecido con la libertad como señuelo para una persona que pasaba veintitrés horas al día recluida? ¿Que Polonia estuviera dispuesta a dejarle libre a cambio de un relato que solo beneficiaba al españolismo no evidencia la arbitrariedad de su arresto?”.
Los cargos de la Fiscalía polaca, de lo que se le acusa, a día de hoy no se conocen (vaya, qué casualidad, igual que cuando estuvo detenido). Además, el sistema judicial polaco es estricto y punitivo con las filtraciones que se pudieran producir o con las declaraciones que pueda hacer el implicado.
Parece poco, o nada, normal que un Estado, tras liberar a un preso mediante un acuerdo de intercambio, presente después cargos contra él. Sobre todo, después de haberle tenido en prisión provisional sin cargos concretos durante 886 días. ¿Tenían cargos concretos, tenían alguna supuesta prueba? ¿Por qué entonces no los han utilizado durante estos dos años y medio? ¿Por qué no han juzgado a Pablo González mientras estaba preso —lo que reclamábamos todas—, y pretenden hacerlo ahora que lo han liberado y está lejos de su territorio? La fiscalía polaca ha tenido dos años y medio para formular una acusación formal, pero no, es septiembre cuando Polonia lanza oficialmente, vía fiscalía, la acusación. Pero eso sí, seguimos sin saber que pruebas tienen, solo “dimes y diretes”.
Este estrambótico proceder del estado polaco hay que analizarlo con lo que está pasando en Polonia desde el canje, que también pilló por sorpresa a la opinión pública polaca. Y es que hay un periodista polaco, Andrzej Poczobut, encarcelado en Bielorrusia y a quien Polonia, tal como han comentado críticamente los periódicos locales, pretendía canjear inicialmente por Pablo González. En cambio, según critica la oposición política al gobierno, el primer ministro Donald Tusk cedió a las órdenes de Washington para liberar a Pablo a cambio del periodista Evan Gershkovitch, periodista por periodista. La iniciativa judicial polaca quizá constituye un intento de demostrar a la opinión pública polaca que el país sí mantiene algo de “independencia” frente a Washington, o bien una forma clarísima de entrabar el regreso a España de Pablo junto a su familia, a la Unión Europea. Un juicio sin Pablo presente (no sería un “juicio en rebeldía” porque Pablo no está fugado, sino que Polonia le ha liberado) justificaría a nivel nacional al estado polaco, y al gobierno de España le vendría de maravilla para justificar su inacción e impasividad ante la flagrante violación de derechos de su ciudadano Pablo González. La falta de independencia y soberanía de España, así como de Polonia, en lo respectivo a la política internacional, es patente.
La “edad de oro” del periodismo basura
Los mismos medios que nos contaron lo de las armas de destrucción masiva en la guerra de Iraq, el ataque de Rusia a su propia central nuclear o la voladura del oleoducto Nord Stream, los mismos medios que han silenciado, y colaborado, con la corrupción de la monarquía española, lavando la cara del hoy Emérito y ayer paladín de la democracia, o que difundieron el bulo de los bebés decapitados por Hamás, los que se han encargado que una formación política como Podemos no pudiera prosperar torpedeándola con mentiras y montajes constantes… Ejemplos interminables ¡haylos! Y sí, esos mismos medios se han encargado de hacer una tela de araña acusatoria, desde el primer día, pero con más bulos desde su liberación. Auténticos fundamentalistas de la manipulación, que todavía no han aportado una sola prueba, al igual que la fiscalía polaca con su secreto sumarial. Y hablo de pruebas tangibles, no de los “dimes y diretes” de si Pablo coincidió con un supuesto espía ruso en un vuelo de avión, de si su viejo barrio de Moscú estaba al lado de no sé qué sede de espías, o de si entrevistaba a disidentes rusos, por no seguir con la patochada de programa que llegaron a dedicarle en exclusiva que con un poco más de imaginación, a lo Monty Python, nos hubiera arrancado unas carcajadas dentro de lo que es el drama para Pablo y su familia.
Incluso la nota en The Guardian, publicada el 15 de octubre, de la que al menos se puede destacar la buena redacción, periodismo con estilo, independientemente de la veracidad del contenido, pero que solo aportaba referencias a esa “tela de araña” montada sin pruebas, mentiras repetidas cientos de veces… ¿les suena?
Lo peor de todo es hasta donde se ha llegado con la construcción del relato inquisitorial contra Pablo González, condenado como culpable por los mass media desde el primer día de su detención, y quien no ha tenido la posibilidad de la presunción de inocencia, desde las vergonzosas declaraciones acusatorias del ministro de exteriores español, Sr. Albares, pasando por la difamación constante de informativos y prensa, hasta las acusaciones polacas. ¡Culpable! ¡Espía! ¡Traidor!
Lo último a añadir a esta larga lista seria las declaraciones de Reporteros Sin Fronteras, que cerrando el año se desmarcan de lo que antes dijeron y defendieron, pasando por alto la importancia de la defensa de los Derechos Humanos por encima de egos profesionales. La declaración de RSF es vergonzosamente triste, y sobre todo cobarde, tremendamente cobarde. Les dejo una pregunta ¿Por qué no puede considerarse a González tan periodista como a Gershkovich? O inviertendo las acusaciones según RSF ¿Por qué no puede considerarse a Evan Gershkovich tan espía como a González?
Aprovecho para recordar a RSF, si en algún momento van a denunciar los periodistas muertos y heridos de nacionalidad rusa que realizaban su trabajo en la guerra de Ucrania, por darles alguna idea de ampliar informaciones…
Sigo deseando ver pruebas concretas, tangibles ¡Enseñen algo por favor!
Odiosas comparaciones, pero necesarias
Creo que es útil comparar el caso de Pablo González con el del periodista que acabo de mencionar del Wall Street Journal, Evan Gershkovich, detenido en Rusia, y con los presuntos agentes del CNI detenidos en Venezuela justo en el mes de septiembre, cuando la máquina de fango mediático aceleraba la campaña contra Pablo. Ambas situaciones han presentado diferencias en términos de tratamiento legal, diplomático y mediático, lo que pone de manifiesto la desigualdad con la que se gestionan estos casos en función del contexto político.
a. Caso de Evan Gershkovich, periodista del Wall Street Journal
Evan Gershkovich, periodista del Wall Street Journal, fue arrestado en marzo de 2023 en Rusia bajo acusaciones de espionaje, pero cuidado: su acusación no era similar a la de Pablo González. Mientras que a Pablo se le ha acusado de espionaje en general, sin decir nunca de qué acción o hecho en concreto lo acusaban, a Gershkovich se le acusó de actos muy concretos: haber recopilado información confidencial sobre una importante fábrica de tanques rusa. Sin embargo, el caso de Gershkovich recibió una cobertura mediática y diplomática significativamente distinta. Desde el principio, hubo una campaña internacional coordinada de medios y gobiernos occidentales exigiendo su liberación, destacando la importancia de la libertad de prensa y denunciando las acusaciones como infundadas y políticamente motivadas.
En el caso de Gershkovich, mediáticamente, se hizo un fuerte énfasis en que el periodista estaba siendo criminalizado injustamente por realizar su trabajo en un contexto político hostil. Diplomáticamente, tanto el gobierno de Estados Unidos como la UE y otros países de la órbita occidental se movilizaron rápidamente para exigir su liberación, presionando a Rusia y asegurando que su caso estuviera en el centro de la agenda bilateral entre ambos países. Legalmente, se denunció el juicio como una maniobra política, cosa que probablemente pueda ser cierta. Pero al menos le juzgaron, y con la prensa internacional presente.
En el caso de Pablo González, nadie ha podido denunciar el juicio como maniobra política, porque no ha habido juicio. No hubo en dos años y medio ni acusación concreta, ni pruebas, ni juicio. Sin embargo, el tratamiento mediático occidental lo condenó en el aire y nadie movió un dedo por que se respetaran mínimamente los derechos que tiene cualquier persona, independientemente de la acusación que pese sobre ella.
b. Caso de los supuestos agentes del CNI detenidos en Venezuela
En otro contexto, los supuestos agentes del CNI (Centro Nacional de Inteligencia español) detenidos en Venezuela bajo la acusación de espionaje, justo a mediados de septiembre de este año, también muestran un tratamiento muy diferente del caso de Pablo González, tanto por parte del gobierno como de la prensa. Diplomáticamente, el gobierno español ha optó por un enfoque mucho más pragmático y silencioso, trabajando por la liberación de los agentes sin generar una crisis pública ni dejar que los medios exacerbasen la situación. evitando que los presuntos agentes fueran objeto de una campaña mediática de criminalización. Legalmente, los agentes del CNI han sido tratados con las garantías de que recibirán un juicio justo o serán liberados como parte de negociaciones diplomáticas en curso, lo que contrasta con la situación de Pablo González, quien ha estado aislado y privado de sus derechos procesales básicos.
Por cierto, de este caso no se ha vuelto a saber nada más…
c. Comparación y Contrastes
La comparación de estos casos revela una doble vara en el tratamiento de individuos acusados de espionaje dependiendo del contexto político y mediático:
– Campaña mediática: En el caso de Gershkovich, los medios han sido un pilar de defensa, apoyados por gobiernos occidentales que han insistido en su inocencia. Sin embargo, en el caso de Pablo González, los medios han actuado en su mayoría como un vehículo de criminalización, reforzando la narrativa de culpabilidad sin un juicio justo. En el caso de los agentes del CNI, los medios han guardado un silencio estratégico, mostrando cómo el tratamiento mediático depende de los intereses en juego.
– Movilización diplomática: La diplomacia estadounidense se movilizó rápidamente para exigir la liberación de Gershkovich, subrayando la necesidad de proteger a los periodistas (mientras, simultáneamente, seguían presionando a Gran Bretaña para que les entregase a Assange, lo que nos lleva a preguntarnos a qué periodistas quiere proteger EEUU: ¿solo a los que no cuestionen su preponderancia?) y asegurándose que su situación fuera tratada a nivel internacional. Mientras tanto, el caso de Pablo González no ha recibido el mismo apoyo diplomático por parte de las autoridades españolas. De hecho, se ha mantenido en una posición marginal, con poca o ninguna presión sobre Polonia para garantizar un juicio justo o mejorar las condiciones de su detención.
– Derechos procesales: En los casos de Gershkovich y los presuntos agentes del CNI, hay un esfuerzo activo por garantizar un juicio justo y, en algunos casos, utilizar canales diplomáticos para resolver la situación de manera favorable. En el caso de González, no solo ha estado sometido a un aislamiento prolongado, sino que tampoco ha tenido acceso adecuado a su defensa, lo que pone en tela de juicio las garantías procesales que merece cualquier acusado.
d. Conclusión
La disparidad en el tratamiento de estos tres casos refleja cómo las dinámicas políticas y mediáticas pueden influir profundamente en la forma en que los individuos acusados de delitos graves como el espionaje son tratados. En el caso de Pablo González, la falta de una campaña internacional clara en su defensa, el papel de los medios en su criminalización y la falta de movilización diplomática por parte del gobierno español contrastan con otros casos similares, donde se ha asegurado una mayor protección de los derechos de los acusados.
Pero en los dos años y medio que estuvo preso en el corazón de la Unión Europea, no solo se vulneraron sus derechos procesales, sino que se vulneraron los Derechos Humanos más básicos, como el de comunicarse con sus hijos, poder leer un libro o recibir ropa de abrigo ante el frío invernal. A Pablo González se le negaba en prisión todo, cualquier ínfima petición que hiciera, y eso en la Europa de los derechos humanos. Hasta en las peores dictaduras, como la franquista, los presos recibían visitas semanales de sus familias. Y sin embargo en nuestra Europa actual, tan “democrática”, la acusación de “espía ruso” sirvió para justificar todos estos atropellos.
Termino e insisto en que la defensa de los Derechos Humanos está por encima de cualquier acusación o sospecha, es una cuestión de principios, es la primera línea en la defensa de la libertad. Yo sigo celebrando la libertad de Pablo, con las mismas ganas que defiendo el Derecho a la Información y la Libertad de Comunicación. Ojalá que en 2025 la información pueda circular con libertad y cesen los asesinatos hacia las/los que ejercen la comunicación. ¡Vamos!
Post scriptum: Para quien no conozca el caso, un resumen en ocho puntos
En febrero de 2022, González estaba realizando su trabajo de reportero en Polonia, cerca de la frontera con Ucrania, cuando fue detenido por las autoridades polacas, acusado de espionaje para el Kremlin, sin que la Justicia polaca ofreciese ningún detalle o prueba sobre esas presuntas labores, ni entonces ni hasta ahora, lo único que han circulado son bulos o supuestas informaciones que no han aportado ni una sola prueba tangible, todo se queda en “dimes y diretes”.
1. Presunción de inocencia
Uno de los pilares fundamentales de cualquier sistema de justicia democrático es la presunción de inocencia. Toda persona acusada debe ser considerada inocente hasta que se haya demostrado su culpabilidad con pruebas irrefutables en un juicio justo. Sin embargo, en el caso de Pablo González, ha habido una clara criminalización mediática, que ha sesgado la opinión pública, antes de que hubiera un veredicto y ni siquiera un juicio, lo que va en contra de los derechos humanos y del debido proceso.
2. Falta de pruebas claras
En el ámbito penal, la carga de la prueba recae sobre la acusación, no sobre el acusado. Pero hasta la fecha, las acusaciones contra Pablo González no han sido respaldadas con ningún tipo de prueba. Durante más de dos años, ni siquiera permitieron a su equipo jurídico acceder al sumario, por lo que no se sabía ni de qué en concreto lo acusaban, ni en qué supuestas pruebas se basaban. Cuando por fin el abogado tuvo acceso al sumario, poco antes del canje, lo que encontró fue paja (más referida a supuestas tramas grotescas del procés catalán que al propio Pablo González), y nada que estuviera relacionado con la acusación inicial de espionaje que “ponían en peligro la seguridad nacional de Polonia”.
3. Derecho a un juicio justo
En el caso de Pablo González se debe insistir en que cualquier ciudadano, independientemente de la gravedad de las acusaciones, tiene el derecho a un juicio justo, que incluye la posibilidad de defenderse adecuadamente con acceso a pruebas, abogados y un proceso equitativo, cosa que no ha ocurrido en este caso, lo cual constituye una vulneración de las garantías procesales de los Estados de Derecho que conforman la UE.
4. Aislamiento prolongado
Pablo González ha estado detenido en condiciones de aislamiento prolongado, lo cual es considerado un trato inhumano y degradante por diversas organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional, que ha denunciado este caso desde el principio. Este trato genera un entorno donde es difícil para el acusado defenderse adecuadamente y se ha usado como forma de presión contra él.
5. Criminalización del periodismo
Es necesario destacar que González, como periodista experto en la zona postsoviética, cubría temas delicados relacionados con conflictos internacionales y tenía acceso a fuentes en diversas partes del mundo, lo que se tergiversó y utilizó en su contra. En un clima de creciente criminalización del periodismo en varios países, es fundamental recordar que el ejercicio periodístico no debe confundirse con actividades de espionaje. Defender la libertad de prensa es crucial, y la cobertura de temas sensibles no debe considerarse un delito.
Acusar a periodistas de espías no es nada nuevo, es una táctica que se repite: en todos los conflictos siempre hay periodistas acusados de todas las nacionalidades. Lo de Pablo por tanto no es una novedad, lo saben los corresponsales de cualquier medio, la diferencia es que su encarcelamiento sin pruebas ha tenido lugar dentro del territorio de la Unión Europea, donde supuestamente se respetan los derechos humanos.
6. Contexto político internacional
Las acusaciones de espionaje contra Pablo González deben verse dentro del contexto geopolítico actual, marcado por las tensiones entre Rusia y Occidente en el marco de esta “nueva guerra fría”. Spoiler: los rusos son muy malos.
7. Manipulación mediática y el papel de los medios
La campaña mediática en contra de Pablo González ha estado desde el primer día alimentada por un relato que criminaliza rápidamente sin someter las acusaciones a un análisis riguroso. Los medios deberían cumplir un papel de vigilancia imparcial sobre los derechos y el debido proceso, en lugar de sumarse a la condena sin pruebas concluyentes. Y las fuentes de la información que se han publicado en España a lo largo de todo este tiempo son bastante dudosas (principalmente Agenstvo, una agencia de noticias en ruso financiada por EEUU y cuyo objetivo expresado sin pudor alguno en su apartado “Quienes somos” es publicar todo lo que Putin hace mal).
8. Implicaciones para la libertad de prensa
Hay que advertir de las implicaciones de este caso para la libertad de prensa. Si periodistas que cubren conflictos internacionales y temas sensibles son criminalizados sin pruebas sólidas, se envía un mensaje claro a los medios: que informar sobre ciertos temas puede tener consecuencias personales graves, lo que puede conducir a la autocensura y a un debilitamiento de la función de control democrático que deberían ejercer los medios.
– Libertad para Pablo – Free Pablo
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* Miembro del Colectivo LoQueSomos. Otras notas del autor
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