La policía bonaerense dejó seis postas de goma en la cara de un niño
Una unidad especial de la policía bonaerense entró en un barrio popular de Quilmes. Sin ningún fundamento comenzó a amenazar a vecinos en un comedor. Todo terminó, inexplicablemente, con la cara de un niño de 10 años desfigurada con postas de goma. Se había asomado a una ventana. La policía gobierna y disciplina a los más vulnerados.
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26/05/2025
Por Silvana Melo
(APe).- Una unidad especial de policías bonaerenses irrumpió en un barrio popular, sin ningún fundamento y, en un procedimiento inexplicable, terminó baleando en el rostro a un niño de diez años que quedó desfigurado por las marcas de postas de goma. La política policial planificada de gobierno, control y disciplinamiento de los sectores más vulnerados mantiene una asiduidad ignorada por la centralidad mediática que apenas despierta cuando es un niño que asomaba a una ventana, la víctima inmediata.
La policía, sintetizada hoy en la Federal, la Gendarmería, la Prefectura y la porteña que castigan jubilados todos los miércoles, sigue siendo también, como un símbolo gigantesco, la temible bonaerense. Aquella donde ningún bisturí de la democracia deshilachada de más de cuarenta años pudo entrar. Aquella que ha desaparecido, que ha asesinado, que ha sobornado adolescentes para captarlos como mano de obra de su delincuencia particular, que les ha hecho pagar carísimo la dignidad del no, como a Luciano Arruga.
Esa bonaerense, que hasta hace pocos años mantenía una oscura subordinación con el genocida Miguel Etchecolatz, entró el jueves al barrio IAPI de Quilmes. A hacer un procedimiento, dijeron los responsables de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI), un cuerpo probablemente preparado para choques con grupos narcos, por lo menos. No pudieron argumentar qué tipo de procedimiento debían hacer en la puerta del comedor “Es la hora feliz”, gestionado por el Polo Obrero, donde compartían charla y algún mate viajero doñas y madres del piberío barrial.
Para justificar la presencia de una camioneta de la UTOI de donde descendió una docena de policías, comenzaron a pedir identificación, a increpar y amenazar a gente que estaba en paz en la puerta de un comedor. Sin ser responsable de ningún acontecimiento que ameritara semejante presencia. La resistencia de los vecinos aumentó la violencia policial y varias mujeres fueron golpeadas y puestas contra la pared de la casa que funciona como comedor.
El niño se asomó a una ventana del primer piso junto con su hermana menor para ver lo que sucedía. Al menos seis impactos de balas de goma lo alcanzaron en la cara, una de ellas a milímetros de su ojo derecho. Es decir que hubo un policía que apuntó hacia arriba, directamente hacia su figura.
Después, dejando bien en claro que no había nada que justificara la presencia de la UTOI en el barrio salvo el disciplinamiento de sus habitantes, se subieron a la camioneta y se fueron sin asistir al niño ni preocuparse por su estado. Lo que sucedió está guardado en videos filmados por vecinos y por militantes del Polo Obrero y acompañan la querella que inició la familia.
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) coloca números sobre la mesa. “Unas 285.000 personas son aprehendidas cada año por la Policía Bonaerense. El 86% de estas aprehensiones no tienen ninguna relación con la prevención del delito: sólo un 14% termina imputada en una causa judicial y apenas un 6% ingresa al Servicio Penitenciario Bonaerense por el dictado de la prisión preventiva o su condena en un juicio abreviado”.
Durante 2024, la CPM contabilizó 1.539 hechos de violencia policial “a través de la recepción de denuncias e inspecciones en dependencias policiales realizadas por los diferentes programas”. Además, “se contabilizaron 122 casos de uso letal de la fuerza policial y 21 muertes producidas en comisarías bonaerenses”.
143 personas murieron en manos de la bonaerense durante 2024.
El hostigamiento y el disciplinamiento en los barrios populares son moneda corriente en el conurbano bonaerense, donde la pobreza y el hacinamiento genera cárceles a cielo abierto: las villas que han crecido exponencialmente en los últimos 25 años y de donde los gobiernos, meticulosamente, tratan de que las víctimas del sistema atroz no salgan.
Las huellas en el rostro del niño del barrio IAPI no serán tan imborrables como las psicológicas. Procedimientos como el que vio y sufrió buscan directamente un impacto en la subjetividad de las personas con menos recursos económicos y sociales. No se vuelve igual luego de una experiencia semejante. Y menos si se han vivido apenas diez años.
Los habitantes de los barrios populares están prisioneros de un sistema que no cambia con la alternancia de gobiernos. Son las principales víctimas de la inseguridad. Y a la vez, son los portadores de todo estigma, de toda sospecha. Los destinatarios del discurso racista de las fuerzas de seguridad. Son aquellos a quienes se niega la salud y el alimento. Pero la UTOI los violenta. Siempre.
Los niños, los que juegan en los espacios libres que son su casa, crecen en ese sufrimiento. Que es más doloroso y traumático que las postas de goma. Que dejan agujeros rojos en la cara y en el alma.
fuente: https://pelotadetrapo.org.ar/la-bonaerense-dejo-seis-postas-de-goma-en-la-cara-de-un-nino/
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