Yalitza y el espejismo de la descolonización

La actriz, explica la autora, ha recibido ataques de racismo brutal debido a su éxito y, para “incluirla”, necesitan cosificarla sexualmente.

10/03/2019

El movimiento panteras negras que surgió en Estados Unidos a raíz de la profunda violencia colonial a la que era sometida la población negra en dicho país, duró entre 1966 y 1982, diluyéndose y finalmente siendo derrotado por el movimiento de los derechos civiles, que ganó mayor protagonismo y sobre todo mayor peso político a la hora de proponer soluciones paliativas a los problemas coloniales de la segregación.

El movimiento de derechos civiles derivó sobre todo en conceder espacios de visibilidad cultural, por lo tanto, asimiló a algunos pocos representantes de la comunidad negra para convertirlos en músicos y cantantes famosos (esencialmente de la música rap y hip-hop).

Este fenómeno es conocido como la fragmentación identitaria de luchas con aspiraciones globales o sistemáticas (dichas luchas, por ejemplo, la descolonización y despatriarcalización).

La fragmentación identitaria está dirigida a cosificar a los sujetos políticos en pequeños trozos culturales o esencialismos identitarios, de forma que su lucha y su discurso no engloben un todo sistémico.

Por ejemplo, la comunidad afroamericana que poco a poco dejó de tener un discurso de reivindicación política sistémica, para convertirse en un mero producto de entretenimiento de masas, cuyo único discurso de reivindicación ha sido disminuido a la masculinidad que se glorifica por los excesos del dinero, drogas y por usar a las propias mujeres negras como la carnada sexual.

Hago la introducción del movimiento de las panteras negras como un ejemplo de cómo el espejismo de la inclusión es muchas veces confundido (e incluso deseado) como modelo de descolonización, cuando ha demostrado ser –desde hace mucho–, todo lo contrario.

Pero tenemos más ejemplos a lo largo del mundo de intentos de descolonización fallidos, que por mucha inclusión que pueda otorgar la modernidad a ciertas sociedad o grupos sociales, simplemente no se resuelve (por mencionar el boom de las sociedad asiáticas con las operaciones de belleza para tener rasgos más occidentales, principalmente la blefaroplastia asiática, que consiste en hacer los ojos rasgados asiáticos más grandes).

Tanta modernidad y liberalismo (aunque el liberalismo asiático sigue siendo un tema debatible) no han logrado resolver los problemas de autoestima, seguridad, sexualidad, confianza de los asiáticos con su propia imagen y su forma de asociar la misma con el éxito.

Yalitza Aparicio saltó a la fama por interpretar a Cleo en la película Roma de Alfonso Cuarón y ha evidenciado las profundas heridas coloniales que aún hoy, en pleno siglo XXI nos carcomen.

Al ser nominada para el premio Óscar se desató el frenesí entre los que odian sentirse vencidos por una “pinche india” (citando a Sergio Goyri, actor de culebrones de la cadena Televisa) y los que la romantizan como un ejemplo de triunfo e inclusión.

Tenemos dos tipos de respuestas tóxicas en relación con la figura de Yalitza Aparicio. La primera, los ataques de racismo brutal que ella ha recibido debido a su éxito, no solamente por india, sino por joven y mujer. La segunda, es el de la inclusividad; ya que para “incluirla” necesitan cosificarla sexualmente.

Así como poco a poco se fue abriendo el mercado de la cosificación sexual de las mujeres negras, las árabes, las asiáticas, en los espacios de poder mediáticos, se busca y se pretende hacer lo mismo con el cuerpo de las mujeres indias.

Para ser un sujeto que merezca ser reconocido por algún talento, primero debes hacerte aceptable y deseable para las masas. Y ese camino pasa por vender tu cuerpo como carne de consumo, como han tenido que hacerlo todas las mujeres previamente.

Porque prácticamente de lo único que se ha hablado y discutido todo este tiempo es la belleza de Yalitza Aparicio. Es fea para algunos y bonita para otros, y para acallar esa supuesta fealdad (asociada a sus rasgos indios), es que ha habido toda una campaña de portadas de revistas con marcas de ropa de los diseñadores más prestigiosos.

Diseñadores que muy pocas, casi ninguna india del continente podría aspirar a vestir, prometen embellecerte si los usas, prometen hacerte más aceptable a los ojos ajenos, y muchas buscarán “embellecer” sus rasgos precisamente siguiendo la moda.

Por otro lado, tenemos la respuesta social diferente a las indias en relación con lo político. Hace un tiempo se presentó la primera mujer india aspirante a candidata presidencial de México para competir por la silla presidencial; Marichuy Patricio Martínez.

Más allá de estar de acuerdo con las propuestas políticas o la corriente ideológica de Marichuy, su candidatura debería haber representado un fenómeno mucho más resonante que el de Yalitza, pero fue al revés.

Y hay que preguntarse: ¿por qué? Los medios poco o nada hablaron de ella y Yalitza fue un fenómeno mundial. Lo que sucede es que una india con ideas y con propuesta política no interesa a nadie, pero una india sumisa, sí.

De una india sumisa no necesitas hablar de sus ideas, o aspiraciones, solamente necesitas ponerle un vestido y cosificarla como un símbolo de lucha.

No estoy diciendo, ni mucho menos, que la izquierda no haga cosificación de las indias, porque gran parte de la izquierda en el continente ha confundido –igual que la derecha– la descolonización como mera inclusión. Y claro, tampoco estoy diciendo que la cosificación de las indias sea exclusiva de un grupo social o racial (los indios también lo hacen).

La descolonización no es sinónimo de inclusión y ha quedado demostrado que la inclusión no resuelve los problemas de las descolonización.

La colonialidad y el patriarcado no se eliminan automáticamente por la conquista de la modernidad. Se adaptan y se moldean a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías.

Tenemos que repensar y replantear la lucha por la descolonización y despatriarcalización, pues nos queda un largo camino por recorrer.

Fuente: https://www.paginasiete.bo/ideas/2019/3/10/yalitza-el-espejismo-de-la-descolonizacion-211282.html

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