Conmemora el Día de la Independencia de Estados Unidos en el Monte Rushmore. El monumento donde se hará la celebración pertenece al pueblo sioux. “Es un símbolo de limpieza étnica”, afirman.
El mandatario volvió a desoír las recomendaciones de los médicos y convocó a un acto para el que se esperan miles de personas. Reuters
04/07/2020
WASHINGTON, Estados Unidos.- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenzó su celebración del 4 de Julio, Día de la Independencia de Estados Unidos, con una visita al Monte Rushmore, pese a la preocupación por una concentración de mucha gente en medio de la pandemia de coronavirus y en medio de las críticas de pueblos originarios por el lugar elegido.
La celebración de hace en medio de un momento crítico por la pandemia de coronavirus y las protestas contra la brutalidad policial y el racismo, que en este último caso han adquirido una nueva faceta con las críticas al emblemático relieve, levantado en tierra originalmente propiedad de los indios sioux.
Trump autorizó un espectáculo de fuegos artificiales junto a miles de personas en el característico lugar de Dakota del Sur, que representa las imágenes de los ex presidentes George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln.
Con este acto, el mandatario vuelve a desafiar las recomendaciones de los expertos médicos de evitar aglomeraciones en medio del aumento de casos de covid-19 en el país. Se esperaba que unas 7.500 personas asistan al evento al aire libre, en el que había mascarillas disponibles, pero no eran obligatorias. La gobernadora republicana de Dakota del Sur, Kristi Noem, pidió esta semana en Fox News que los que tengan dudas se queden en casa, ya que “no habrá distancia social”.
Los nativos americanos organizaron una protesta porque se oponen a celebrar la independencia de Estados Unidos en un lugar que es sagrado. “Es como si intentara hacer un espectáculo de fuegos artificiales en el Vaticano”, dijo Julian Oso Corredor, presidente de la tribu Oglala Sioux, a “The Washington Post”.
Tanto Washington como Jefferson, próceres de la fundación de la nación, fueron propietarios de esclavos y avalaron la masacre de indígenas.
Los pueblos de las zona conocida como Black Hills exigen la eliminación del monumento, tallado en la cara del monte, en tierras apropiadas a la comunidad de los oglala sioux. Los sioux son, por ley, propietarios de las tierras en virtud de un acuerdo de paz firmado en 1868 y que fue sumariamente ignorado por los buscadores de oro de finales del siglo XIX. El gobierno estadounidense intentó renegociar la posesión de las tierras sin éxito, solo para acabar reclamándolas en 1877 antes de expulsar a los sioux a cinco reservas en Dakota del Sur.
“Es un símbolo de limpieza étnica”, lamentó el director ejecutivo del Consejo para el Tratado Sicangu Lakota, organización dedicada a aplicar la legalidad del tratado original, Phil Dos Águilas.
“Black Hills es un altar. Tenemos lugares sagrados que nos unen con la ciencia y la astronomía de nuestros ancestros lakota sioux. Con esta visita -añadió-, Trump quiere recordarnos el constante genocidio del que es objeto nuestro pueblo”.
“Es una amenaza a mi pueblo y una amenaza contra esta tierra”, declaró Oso Corredor. (DPA)