“Identidad marrón”, la denuncia del racismo estructural desde el arte y la política

Sandra Hoyos, Chana Mamani, Alejandro Mamani y Flora Alvarado, integrantes de la agrupación formada el año pasado, denuncian el racismo estructural que atraviesa nuestra sociedad de modo consciente e inconsciente.

17/08/2020

Se inculca desde la infancia: el marrón es un color que se asocia a cosas desagradables y sucias. O, directamente, se borra de la paleta desde el momento en el que en el jardín de infantes se enseña que el “color piel” no es múltiple, sino una gama que va del rosa al beige. Es también en la escuela en donde lo marrón se nombra siempre con otras palabras: se habla de mestizaje en honor a una mezcla que se produjo aparentemente sin fisuras y sin genocidio. Como modo de denuncia de estas operaciones de blanqueamiento, el colectivo Identidad Marrón rescata ese color como insignia.

Sandra Hoyos es integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro Legal y Gratuito y licenciada en Ciencias Políticas. Chana Mamani es trabajadora social y escritora aymara. Alejandro Mamani es abogado. Flora Alvarado es estudiante de Artes Visuales. Todxs son integrantes de este colectivo que se formó a fines del año pasado para denunciar a través de acciones artísticas y políticas el racismo estructural que recae en quienes son descendientes de los pueblos originarios. Y para decir que esa forma de segregación es un gran elefante blanco: está ahí, casi nadie lo nombra, pero es una pieza fundamental del mito fundante de la Patria, que se perpetúa en la idea de que bajamos de los barcos para instalarnos en un desierto.

Así lo explica Flora Alvarado: “¿Qué color y características tienen quienes viven en las periferias, las márgenes, las villas? ¿Qué color tienen en las cárceles? El racismo estructural está en nuestro país desde sus comienzos: se puede ver a través de las campanas militares como la mal denominada ‘Campaña del desierto’. Desde un inicio fue instaurado culturalmente el imaginario de la otredad que aun hoy está presente en las personas marronas indígenas. Libros como Civilización y barbarie de Sarmiento, o cuadros emblemáticos del arte argentino como ‘La vuelta del malón’, de Mauricio Rugendas, son representaciones culturales que evidencian esto”.

La barrera invisible

¿Por qué hay tan pocas personas marrones en las aulas de la Universidad de Buenos Aires? ¿Y entre las butacas del Teatro San Martín? Aunque no se nombre, el factor color está presente cada vez que se elige quién puede protagonizar una publicidad. El color también guía el radar del policía que señala a quién hay que pedirle el documento y quién puede seguir de largo. Está en cada omisión y en cada persona que accede a un asiento en la mesa chica, incluso de los espacios políticos más progresistas.

Las personas marrones rara vez pasan los castings de las series, salvo que lo que se quiera retratar sea la vida entre facas dentro de un penal. Ni se enamoran en ninguna telenovela, por más gasolera que sea. ¿Entonces, dónde están? “Si tomamos un tren, un colectivo o cualquier transporte público o si tomamos una foto de cualquier villa del país, vamos a ver personas racializadas con rasgos indígenas. ¿Cuál es esa barrera invisible, que está delante de nosotros, que no deja que las personas marrones ingresen a determinados espacios?”, pregunta Alejandro Mamani.

–¿Por qué hablan de lo marrón y no de lo negro? ¿Cuál es la especificidad de lo marrón?

Sandra Hoyos: –La identidad marrón es un modo político de interpelar, de decir qué somos y qué queremos. Nombrarnos “marrones” es político. También es político nombrarnos hijos e hijas de pueblos originarios que sufrieron la esclavitud en la época colonial. La identidad marrón es un proceso identitario. No nos construimos en oposición a lo negro, a lo afro. Tampoco lo pensamos en función de construir un elemento conceptual y teórico. Sí pensamos en función de distinguir nuestras propias particularidades y para dejar en evidencia que los procesos de racialización que oprimen al conjunto de las personas no blancas están sujetos a numerosas estrategias de exclusión y de discriminación que ejerce la supremacía blanca. La identidad marrón nos permite entender que además de ser cuerpos no deseables, descartables y vidas que no importan, la hegemonía tiene una compleja trama y multiplicidad de formas de maltrato y opresión.

–¿Por qué da la impresión de que el racismo y los movimientos de resistencia tienen más presencia en Estados Unidos y no acá?

–Sandra Hoyos: En Argentina y en diversos países de Latinoamérica se tiende a reproducir los modos organizativos, las políticas públicas, los fenómenos culturales y educativos de lo que pasa en los llamados países centrales. Viene de un proceso que se constituyó a partir de la llamada conquista de América y que tuvo un proceso de consolidación cuando se conformaron los estados-Nación. Si bien las colonias lograron independencia, igualmente hubo continuidad porque estos países adoptaron el modo de organización política y económica de los países colonizadores.

Todo va en función de querer parecerse a estos países. Se aspira a constituirse bajo esa lógica. Los países que somos considerados periféricos nos reflejamos también en las opresiones. Lo que se hace es negar nuestras propias opresiones, negar todo lo que tenemos, incluso negar lo que nos oprime. La nuestra es una sociedad racista, así como lo es Estados Unidos, así como lo es el mundo. Querer vernos reflejados en los modos de racismos que existen en Estados Unidos implica, una vez más, una negación de lo que somos. Entonces, el racismo no tiene que ver solamente con hablar de una sociedad esclavista, sino que implica también hablar de este ordenamiento que impuso el colonialismo cuando definió que la identidad hegemónica era la blanca y todo lo que no es blanco forma parte de otro grupo social. Así se determina que hay un grupo de personas que son aptas para determinadas cosas y otras que no.

–¿Por qué el tema de la identidad marrón no está presente en el discurso de muchas personas que se definen como progresistas?

Chana Mamani: –Quizás se trate de un discurso novedoso pero el marrón como identidad política tiene un recorrido propio y se entrelaza con las luchas que germinan en diferentes territorios. Hablar de lo marrón es desmontar el racismo existente, decir que Argentina no es toda blanca y que Capital Federal no es toda la Argentina. Capital Federal no es ese ideal de la blanquitud porque existe una mixtura que se ve. Nosotres lo que hacemos es entretejer con esos movimientos que ya tienen una historia, como el movimiento chicano, como movimiento el negro, como las organizaciones de Bolivia, Ecuador y Chile, países donde se están dando resistencias o levantamientos para señalar la existencia de una identidad que es desechada.

Y si bien nosotros y nosotras no tenemos un mapeo de nuestra ancestralidad, sí tenemos muy en claro nuestros cuerpos, nuestros rasgos, fenotipos y el color. Nuestra intención es dialogar con diferentes espacios, pero poniendo sobre la mesa el tema del color. Porque el color está, porque atraviesa, porque se ve. El racismo no es un problema individual, no es una susceptibilidad, es una cuestión estructural, cultural e histórica.

Alejandro Mamani: –Esa pregunta nos atraviesa. ¿Cómo puede ser que en “la casa de las buenas personas”, es decir, en el progresismo, en la izquierda, en los medios de comunicación alternativos, no aparezcan las personas marrones? ¿Qué es lo que hace que, en el mundo de la literatura, que se ha abierto a multiplicidad de creaciones, no existan personas marrones? ¿Cuál es esa barrera invisible que hace que la mayoría de los referentes de cualquier ámbito, ya sea el feminismo, los derechos humanos, la sociedad civil no haya personas marrones? ¿Acaso no existen abogados o licenciados en Ciencias Políticas marrones? ¿Por qué en el marco de cualquier militancia a los micrófonos los agarran siempre las personas blancas, mientras en la acción, en el territorio, están los cuerpos de las personas marrones? A esas preguntas nos las tenemos que hacer para hablar de cuál es el imaginario colectivo respecto a la racialización.

–¿Cómo medir el cruce de opresiones en la discriminación? ¿A un boliviano en Argentina se lo estigmatiza más por extranjero que por marrón o al revés? ¿Cómo se distingue eso?

Sandra Hoyos: –Cuando se ve a una persona marrona (piel marrón, y rasgos indígenas), automáticamente se asume que no es del territorio argentino y comienzan las suposiciones de su lugar de origen. El común de la gente asume que esa persona proviene de algún país limítrofe. La xenofobia, el odio por las personas extranjeras, va a ser direccionada en particular a un determinado sector que tiene más visible determinado físico, que tenga más visible el fenotipo indígena, y no a quien proviene de otro país, pero no tiene determinadas características. La xenofobia no suele dirigirse hacia las personas blancas que provienen de cualquier país del norte. La extranjería en esas personas hasta puede llamar la atención, puede parecer interesante, hasta parecer un “halago”. ¿De qué modo se asocia la nacionalidad boliviana con el insulto? Porque se asocia la nacionalidad con lo indígena, que es lo que este país quiso eliminar de su historia.

–¿Qué políticas se pueden llevar a cabo para combatir el racismo aquí y ahora?

Alejandro Mamani: –Primero, necesitamos mediciones. Necesitamos empezar a tomar variables y a medir. Sabemos que para contabilizar el gatillo fácil se tienen en cuenta la cuestión etaria y el género, pero no así la cuestión étnica. Sí sabemos a partir de un muestreo simple, viendo los fenotipos, las caras y los colores de las fotos que podemos encontrar de las personas asesinadas por violencia institucional, cuál es el origen étnico que tienen. ¿Por qué ésa no es una variable a tomar en cuenta? ¿Por qué no sabemos qué cantidad de personas racializadas hay en los cargos nacionales, en este Gobierno y en el anterior? ¿Qué cantidad de personas racializadas marrones, indígenas, hay en los ministerios de Justicia, de Mujeres, de Desarrollo Social?

Y tenemos que tener cuidado de evitar la interseccionalidad como si fuese un ábaco, un collar de cuentas, como si fuera una cuestión de ir sumando a la lista. ¿Una persona afro? Check list ¿Una persona trans? Check list. Cada segmento debe poder ser valorado como un universo que ponga en pie un debate real, no solamente como forma de cumplir con un check list de buenas personas. Sumado a esto debe haber políticas activas contra la discriminación étnica. Hablar de las cárceles, de las detenciones arbitrarias, de los perfilamientos por parte de la policía, de la negación del acceso a la salud, se debe revisar la cuestión de las partidas presupuestarias destinadas en mayores medidas a lugares donde la población es mayoritariamente blanca. Necesitamos un presupuesto con perspectiva antirracista.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/285557-identidad-marron-la-denuncia-del-racismo-estructural-desde-e

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