Dejó su vida en Buenos Aires para alfabetizar guaraníes

La joven Camila Cánepa (26) se adentró en la selva misionera para instalarse en la comunidad Yaboty Mirí, donde permanecerá por seis meses para enseñar a leer y a escribir a los integrantes de la aldea de forma gratuita. El gran desafío tiene como objetivo demostrar que, a pesar de la distancia a la que se encuentra el lugar de sitios urbanizados, el derecho a la educación no le debe ser negado.

Camila -al centro, de musculosa- apenas llegada de Buenos Aires y con los demás integrantes de la aldea donde vivirá. | Foto: Carina Martínez

23/12/2018

Desde los 16 años, Camila participa de forma activa junto a un grupo de personas de la biblioteca Palabras del Alma, de Pilar, Buenos Aires, quienes hace unos años llegan hasta Misiones, más precisamente a San Pedro, donde trabajan con seis comunidades aborígenes.

La actividad va mucho más allá de brindar asistencia material, lo que buscan es brindar educación, que resulta muy necesaria y requerida. Sin embargo, son cientos de niños aborígenes que se encuentran fuera del sistema educativo y el trabajo a realizar es arduo.

Siguiendo ese ideal, construyeron varias bibliotecas cuyo espacio físico está destinado al aprendizaje y realizan jornadas de capacitación en cada nueva visita.

Encontrarse tantos años con esta realidad hizo que la voluntaria, quien es licenciada en biotecnología y culminó un doctorado en farmacia en la Universidad de Buenos Aires (UBA) por medio de una beca del Conicet, decidiera renunciar a ella para poder dedicar su tiempo a encarar este proyecto que resulta destacado, valioso y sumamente importante, que tiene como fin darles a conocer herramientas para que puedan hacerle frente a la invasión blanca por sobre sus derechos, manejando la lectoescritura castellana.

La aldea donde Camila vivirá por seis meses se encuentra a más de 50 kilómetros de la zona urbana de la Capital de la Araucaria, dentro de la Reserva de Biósfera Yabotí, cuyo acceso es en gran parte por caminos terrados en pésimas condiciones, tornándose intransitable en días de lluvias.

No existe servicio de trasporte, por lo que los aborígenes, para salir, recurren a un remís, cuyo costo supera los 1.500 pesos, o lo hacen caminando hasta lograr que algún camionero los acerque al pueblo. Tampoco cuentan con energía eléctrica, servicio de agua potable y acceso a la comunicación.

La aldea está dentro de la Biósfera Yabotí y a 50 kilómetros de San Pedro. | Foto: Carina Martínez

Ninguna de las dificultades y falta de servicios, que significan un cambio de vida de 180 grados, hizo que la joven se detenga. Para lograr los mejores resultados, hace un año comenzó a cursar la carrera de magisterio. “Desde el hecho de ser científica, me parece que esta es una manera de llegar a la comunidad, haciendo un aporte que pueda implicar un cambio, pese a todas las limitaciones que eso implica, porque como grupo, con la gente de Palabras del Alma, son muy pocos los recursos económicos con los que contamos, es todo a pulmón y mucho corazón”, indicó a El Territorio Camilia Cánepa.

La estadía en la comunidad consiste en alfabetizar, en un primer momento, a los niños en edad escolar. El trabajo previo de planificación fue muy difícil por el poco material didáctico disponible para la educación bilingüe. Ante el surgimiento de muchas preguntas, realizaron un trabajo en conjunto con un grupo de personas dedicadas a investigaciones de interculturalidades, para adaptar el material acorde a la realidad, cultura y lengua de la comunidad.

La actividad le fue planteada a la aldea en la última visita que realizaron junto a biblioteca Palabras del Alma, la que fue aceptada por el cacique y demás integrantes.

Una vez que la formadora logró instalarse, la tarea siguiente fue dar a conocer cómo sería la ejecución de la propuesta en los seis meses venideros. “Hay muchas cosas que se irán dando, desde lo que es la adaptación mía, lo de convivir con ellos, bañarme en el río y todas esas cosas, siempre respetando sus tiempos, por eso puede que algunas propuestas no se lleguen a concretar, pero el solo hecho de estar acá para mí ya es una gran satisfacción porque veo en ellos un gran potencial y te reciben con carisma”, señaló Camila.

Las actividades se desarrollarán en distintos espacios, uno de ellos de alfabetización para niños, taller de juegos, proyección de cortos y comunicación audiovisual. Estos se concretarán durante la mañana, por lo que los alumnos de 5 a 12 años recibirán un desayuno considerando que los horarios en las comunidades son distintos, por lo que comenzar una actividad que requiere concentración sin que hayan recibido un primer alimento en el día no resulta productivo.

Así también, llevarán adelante tareas con las personas mayores dos veces por semana para que aprendan a leer y escribir y construirán una huerta desde donde puedan extraer alimentos.

Uno de los puntos a tener en cuenta es que una de las propuestas, para no interferir en la cultura, es que cinco mujeres de la comunidad puedan acompañar las clases logrando un trabajo similar a una pareja pedagógica. Así también se buscará que una vez por semana un integrante pueda exponer distintas vivencias que permitan reconstruir su historia a modo de fortalecer su identidad como pueblos originarios, generando un registro, no investigativo, que permanezca en la comunidad.

En la mudanza la joven trajo solo lo indispensable y una moto que le permitirá viajar a la ciudad para abastecerse con alimentos. Una de las salas del predio que construyeron para la biblioteca será el hogar de Camila. “Cuando tenés la convicción de lo que querés hacer, cuando te sentís útil, hay necesidades que pierden sentido. Y uno aprende a vivir con lo que la circunstancia permite, para mí es un placer en ese sentido, porque es un ida y vuelta, porque voy a aprender muchas cosas, es un proceso que a mí me hace muy bien, es un sueño cumplido y la demostración de que sí se puede cuando hay voluntad”, reflexionó.

Los recursos económicos para llevar adelante la iniciativa responden a ahorros que realizó la voluntaria en los últimos meses y demás aportes solidarios que permiten la compra de mercaderías para brindar a los niños un desayuno. De esta manera, un nuevo sueño comienza en medio de la selva misionera.

Fuente: El Territorio

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