El domingo 5 de enero, la Asamblea Nacional de Venezuela eligió a su nueva Junta Directiva. La oposición llegó dividida a esta instancia, y un sector votó junto con el chavismo para designar al opositor Luis Parra como nuevo titular del organo legislativo.
Juan Guaidó, el anterior presidente de la AN que trató de autoproclamarse presidente hace un año para encabezar un golpe de estado contra Maduro respaldado por EEUU y las derechas regionales, quedó desplazado por no poder reunir los votos necesarios. Ante ese escenario, Guaidó optó por quedarse afuera del recinto, con la excusa del impedimento para el ingreso a 3 legisladores cuya elección había sido impugnada, y montar así una nueva provocación. Finalmente, volvió a autoproclamarse presidente de la AN sin entrar al hemiciclo y avalado solamente por una minoría de legisladores que le responden. Por otro lado, que haya podido hacerlo con total libertad muestra la realidad ante el relato que intenta construir.
Sin embargo, este penoso ensayo de la derecha escuálida para intentar reanimar una ofensiva golpista que fue derrotada ampliamente por la movilización popular, sería lisa y llanamente cómica si no fuera por el cinismo de los gobiernos de la derecha nucleados en el Grupo Lima que, con la dictadura boliviana a la cabeza, condenaron el “golpe parlamentario del dictador Maduro”. Responsables de crímenes de lesa humanidad como Trump, Áñez o Piñera quieren dar lecciones de democracia en la región tras haber avalado (¡o protagonizado incluso!) los golpes de estado en Honduras, Paraguay, Brasil y Bolivia. Más absurdo, no se consigue. Pero este episodio vuelve a reflejar que hay una disputa en el continente alrededor del contenido y significado de la democracia. El imperialismo, la burguesía y las derechas buscan avanzar contra los gobiernos que no le responden o se subordinan en nombre del estado de derecho para legitimarse frente a las masas, mientras defienden como ejemplos de democracia a gobiernos que aplican a rajatabla el ajuste contra el pueblo que le reclaman los organismos multilaterales, incluso a costa de brutales represiones o crímenes de lesa humanidad.
En ese cuadro, el comunicado de la Cancillería argentina a cargo de Felipe Solá que cuestiona la nueva elección de autoridades de la AN venezolana, si bien busca diferenciarse de los términos del Grupo Lima, se ubica también en un campo de denuncia y condena al gobierno de Maduro, desconociendo los hechos realmente ocurridos, más allá de las distintas valoraciones que puedan existir sobre el presidente de Venezuela. Un grave error, como lo es llamar en Medio Oriente a “la diplomacia entre las partes” sin mencionar el acto de guerra de Estados Unidos de asesinar un general del Ejército de otro estado. No hay camino del medio en un continente surcado por una disputa cada vez más aguda entre, por un lado, la ofensiva imperialista y fascistizante y, por el otro, la resistencia de los pueblos como Haití, Ecuador y Chile. Como dice el dicho, la neutralidad en situaciones de opresión, es ubicarse del lado del opresor.
La democracia, justamente mal que le pese a las grandes corporaciones mediáticas, es incompatible con el sometimiento al imperialismo y a sus organismos y solo puede conquistarse verdaderamente con el desarrollo a fondo de la deliberación y el protagonismo popular en un sentido de ruptura y transformación contra todo el régimen neoliberal que se ha estructurado durante las últimas cuatro décadas.
Rechazamos los ataques de EEUU y las derechas contra Venezuela y cualquier nueva tentativa golpista. Reafirmamos nuestro apoyo a la resistencia de los pueblos de Nuestramérica y el grito por Fuera Piñera de Chile y Fuera los golpistas de Bolivia; por el juicio y castigo a los responsables de los crímenes de lesa humanidad contra el pueblo, y por la expulsión del imperialismo y el FMI de la región.