Autodeterminación e insumisión de los pueblos indígenas europeos a la luz de la crisis medioambiental global

Existen en la ecúmene más de 370 millones de indígenas en 90 países, desde el más septentrional Ártico Norte hasta el más austral Pacífico Sur, un 4% de la población mundial. Viven en áreas donde se encuentra cerca del 80% de la diversidad biológica mundial, empero, poseen legalmente solo el 10% de sus tierras.
Prácticamente todas y cada una de ellas hoy lucha por el derecho a la autodeterminación: la descolonización externa/descolonización interna, aplicable a los pueblos autóctonos: autodeterminación interna sin secesión. Se busca una humanización de la globalización, ninguna globalización sin rostro humano (Nadie Gordimer) ni al margen de los pueblos indígenas, quienes fungen un papel vital en el manejo del medio ambiente y su desarrollo, debido a su conocimiento y prácticas tradicionales sustentables.
A medida que el calentamiento global y la degradación del hábitat se aceleran, las personas autóctonas del círculo polar ártico afirman tienen mucho que enseñarle al mundo sobre cómo adaptarse, sobrevivir y prosperar, en un contexto característico de nuestra contemporaneidad de creciente competencia por el control estratégico de los flujos y territorios-archipiélago necesarios para la producción y reproducción de las agendas estatales/corporativas-transnacionales a través del posicionamiento bélico militar de los llamados -espacios compartidos-, definidos como Patrimonio Común de la Humanidad.
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En el año en que nací, 1997, la estación de vigilancia de gases de efecto invernadero ubicada en Mauna Loa marcó la concentración de partes por millón de CO2 en la atmósfera en 363; elemento clave en el aumento de la temperatura global.
En 2016, la concentración atmosférica de CO2 creció a un ritmo no registrado hasta hace 800´000 años, afirmó el último boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicado 7 días antes de llevarse a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP23) en Bonn, Alemania. Hoy, 22 años después, ha llegado al record histórico de 412; es evidente que los objetivos y compromisos trazados en los Acuerdos de Paris son hoy “soft law” (letra muerta).
Empero, no estriba ello en la falta efectiva de una gobernanza global, sino en los fundamentos mismos que han sustentado y legitimado una aparente representación estatal al exterior, dependiente en demasía a la explotación y usufructo de los bienes energético no renovables.

Así, los compromisos internacionales basados en reformas estructurales concernientes a dichos fundamentos son reducidos a elefantes blancos necesarios para la reordenación especulativa de los capitales invertidos en los procesos industriales y post-industriales que más degradan el medio ambiente; pues, las élites corporativistas transnacionales requieren de límites político/administrativos relativamente estables, a través de la demarcación territorial para el equilibrado ejercicio de las funciones legales, de control y fiscalización.
Para el pleno (lo más posible) ejercicio de los flujos económicos, significando regularmente en la destrucción de los ancestrales (antiguos) límites de organización política y territorial de las poblaciones indígenas y tribales (categoría de análisis jurídico-académica, más no histórico-material), así como en la “reapropiación” de conocimientos y saberes tradicionales con fines mercantiles-postcapitalistas.

Resultado de la completa divergencia entre la noción neocolonizante capitalista neoliberal individualista sobre la propiedad privada y las diversidades de concepciones sobre los bienes compartidos comunes, denominador concordante en la gran mayoría de las poblaciones originarias.
Mostrado en la cotidianidad de las poblaciones urbanas, sociedades sin sitios que asocien el aislamiento de las familias conyugales con la colectivización del hábitat, en las que la naturaleza vegetal y animal se halla ausente (a menos que sea en la forma de plantas en macetas, jardines y animales de compañía); otra cosa sucede en las sociedades indígenas y tribales.
No es de extrañar que los ecologistas pioneros de la década de los setenta del siglo pasado hayan aprehendido de las poblaciones indígenas la comprensión real de la responsabilidad generacional, en la construcción del llamado desarrollo humano sustentable (con los bemoles que dicho concepto históricamente representa).

Coincidiendo con la inclusión de las poblaciones indígenas (PI), originarias y tribales en la amplia agenda global de la Organización de las Naciones Unidas, con el primer Grupo de Trabajo el 9 de agosto de 1982; parteaguas que marcó una coyuntura histórica en la construcción político-jurídica de los regímenes regionales y normativas nacionales de reconocimiento, respeto y fomento de los PI. Destacando el Convenio 169°, en 1989, de la Organización Internacional del Trabajo.
Empero, hasta ahora, dichas normativas progresistas se sustentan en la soberanía estatal; el caótico orden ecuménico es aún fundamental estatocéntrico. Así, el reconocimiento de la autodeterminación de los pueblos indígenas es parcial e interna: la titulación, demarcación, delimitación y excepcional sanación de los territorios patrimoniales comunales de los pueblos indígenas y tribales por parte del derecho internacional no otorga autodeterminación externa o soberanía.
En esa línea, un caso particular es el del pueblo sami del ártico euroasiático, el único pueblo indígena reconocido en Europa; un pueblo periférico, que existe tanto en los límites exteriores de la conciencia europea tanto cultural como geográficamente (percibidos como una minoría lingüística y no como un pueblo).

Habitantes ancestrales del límite septentrional de la habitación humana, en la región escandinava de Laponia, extendiéndose por el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la península rosa de Kola, se encuentran supeditados a las circunscripciones estatales demarcadas por fronteras inexistentes hasta hace pocos siglos, e incluso décadas.
Empero, aunque comparten dicha característica con el resto de todos los PI en el mundo, divergen respecto a su condición material-capital; los samis no viven bajo índices de pobreza extrema, y tampoco se encuentran expuestos a altos niveles de violencia directa (más si sistemática-estructural). Siendo considerados el PI con el mayor índice de calidad humana en el mundo.
No así, comparten con los PI una centenaria historia de colonización, discriminación, epistemicidio, historicidio, y conflictividad con los gobiernos no representativos que se asumen como soberanos sobre la totalidad del territorio circunscripto.

Y, aunque en la región escandinava los pueblos samis poseen un parcial reconocimiento político-jurídico patrimonial (destacando la ratificación de Noruega al Convenio 169° de la OIT, cosa contraria con Suecia y Finlandia) aunado a una cierta representación legislativa, existen aún arraigadas nociones discriminatorias homologantes e inferiorizantes-caricaturizadas, herencia de la ruptura colonial cristiano-protestante, materializándose en insuficientes e inadecuados servicios públicos brindados como medio de cercamiento; la falta de certeza jurídica sobre la titulación de sus tierras tradicionales (e.g., en Finlandia el 90% de los territorios sami pertenecen al Estado) como consecuencia del uso competitivo de la tierra (principalmente por la explotación minera/maderera así como recursos energético no renovables, aunque incluso basados en proyectos eólicos), y, la consecuente pérdida de éstas, que al tener una relación simbiótica cosmológica deviene en depresiones severas e incluso suicidios alarmantes.
En ese sentido, una de las características sui generis de los pueblos sami, y que puede en el corto plazo deteriorar su estatus como “el PI con el mayor índice de calidad humana” es su situación espacial-geográfica: al ser el pueblo más septentrional del mundo, son también los que sufren de manera más directa y pronta los efectos devastadores del cambio climático global, producto de la escalada mundial del uso y consumo de tecnologías sustentadas en recursos energéticos no renovables. Región en la que la temperatura media está aumentado a un ritmo tres veces superior al de la media mundial.

Las advertencias de los antropólogos de todo el mundo contra estas formas de acción no son resultado de una nostalgia pastoral o de un horror al progreso técnico o material; así como los biólogos, botánicos y ecologistas hablan generalmente con justo énfasis acerca de la diversidad biológica y del patrimonio genético, los antropólogos afirman la urgencia de proteger las diferentes cosmovisiones, códigos y culturas del mundo que constituyen el precioso patrimonio de la humanidad.
Con ello, pretendo en las siguientes líneas establecer un paralelismo entre la diversidad lingüística y la biodiversidad como dos riquezas actualmente en peligro de degradación exponencial en la región de Laponia.
Dicho paralelismo comienza con la definición arcaica de la población de la región: existiendo distintas etimologías para ‘Lapp’, de entre los que destacan “periferia”, “margen”, y “pérdida”.
La pérdida está presente tanto medioambiental como lingüísticamente: de los 11 idiomas históricos Sámi, dos ya están extintos, cinco están catalogados como “casi extintos” y tres como “gravemente amenazados” en el Libro Rojo de la UNESCO sobre Lenguas en peligro de extinción. De entre ellos, el Skolt Sami e Inari Sami con unos 300 hablantes cada uno, se tambalean precariamente al borde de la extinción.

Sin embargo, ni la degradación medioambiental ni la extinción lingüística son –fenómenos naturales-, sino que son intencionales, o al menos conscientemente ocasionadas por la acción o inacción humana. En ese sentido, como define el lingüista finlandés Tove Skuttnab-Kangas, se trata de un verdadero” genocidio lingüístico”, producto de la discriminación étnica respaldada por políticas gubernamentales opresivas con el objetivo de erosionar la resiliencia de las comunidades minoritarias, socavando su sentido de identidad y cortando sus conexiones con su pasado.

Como dijo el célebre filósofo Bertrand Russell, “cualquier reducción de la diversidad lingüística disminuye la fuerza adaptativa de nuestra especie porque disminuye el conjunto de conocimientos de los que podemos extraer”.
En el caso particular sami, sus idiomas (altamente verbales y orientados a la acción) han fungido centenariamente como depósitos eco sistémicos de conocimiento, poseyendo más de 30 palabras para definir diferentes tipos taxonómicos de nieve y cientos de palabras relacionadas con las complejidades del pastoreo de renos, que describen la edad, el tamaño, el color, las formas de las cornamentas e incluso cómo caminan.
Dichos conocimientos, para preservarse deben vivirse, no conservarse en un museo o enseñarse en las escuelas pedagógicamente teóricas. Sino experimentarse empíricamente; vivirse a través del orgullo por los intrincados sistemas de conocimiento, detalladas taxonomías ambientales.
lina Helander-Renvall, jefe de la Oficina de Pueblos Indígenas del Ártico en la Universidad de Laponia habitante de Utsjoki, el municipio más septentrional finés, hogar de la mayor concentración de población sami en el país (50% de los pobladores son sami), afirma que éstos “tienen el conocimiento más preciso sobre las condiciones climáticas, las plantas, la dieta y los recursos (…) ”el conocimiento de diferentes tipos de nieve es decisivo, Muohta (nieve ordinaria) u oppas (nieve virgen) indica seguridad; pero, la presencia de sievla (nieve mojada), skarta (capas delgadas de nieve como hielo) o ceavvi (una capa dura que los renos no pueden penetrar en busca de líquenes) podría dictar un cambio de ruta o decisión de salvar vidas”.
En un contexto de sequías sin precedentes en la región, comenzadas hace tan solo 2 semanas, provocando devastadores incendios forestales que están destruyendo pastizales vitales para los pastores de renos indígenas Sami,
Samis en Suecia
“Nuestra tierra de invierno está ardiendo”, Jonas Kraik, pastor sami de 54 años de edad, habitante de Jämtland, Suecia. No será como otro otoño más en el que los renos son llevados a su pasto de invierno a pastar en las llanuras. “es extremadamente seco en las montañas … los terneros se deshidratan y son demasiado débiles para seguir a sus madres cuando pastan”.
Durante el invierno, los renos históricamente han encontrado con facilidad bajo la nieve su comida favorita, el liquen (asociación simbiótica de un hongo y un alga). Empero, los inviernos más suaves provocan que la nieve del suelo se derrita y se vuelva a congelar, lo que impide que los renos puedan oler la comida o escarbar para encontrarla bajo el hielo endurecido.
Bruce Forbes, ecologista de la Universidad de Laponia, en Rovaniemi (Finlandia), complementa diciendo que: “los ríos y los lagos, que se hielan en invierno y permiten que los rebaños los crucen fácilmente ya no son terreno seguro: El hielo es más delgado y se deshiela más pronto que antes”.

Empero, los pueblos samis no se observan como victimas supeditados al ambiente, en espera del cobijo estatal. Históricamente han sido un pueblo resiliente y adaptable. Sus demandas se dirigen al gobierno, y a los proyectos empresariales amparados por éste, lo que se denomina ya “la colonización del Ártico”.

Para algunos sectores de la población (como, por ejemplo, la empresa maderera estatal Metsähallitus) la baja en las temperaturas en el Ártico no es una muestra alarmante del deterioro ambiental global, sino una oportunidad de negocios irresistible. Los “recursos intactos” del ártico se vislumbran cada vez como más accesibles, aumentándose la tala de árboles, urbanización en la región, la construcción de nuevas carreteras, ferrocarriles, los planes mineros y turísticos o las instalaciones de energía eólica e hidroeléctrica sin consultar previa, libre e informadamente a los representantes samis.
“Cuando hablas con los pastores, ves que lo que les preocupa es el Gobierno, no el clima”, afirma Ellen Inga Turi, geógrafa y experta en gobernanza de la Asociación Noruega de Pastores de Renos, recordando que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha advertido que a lo largo de los próximos 80 años se perderán sin remedio el 75% de sus tierras de pastoreo, así como sus cuatro medios de vida samis: pesca, recolección, caza y artesanía.

Prospectiva

La mayoría de los movimientos autóctonos han optado por las vías legales para hacer valer sus reivindicaciones, y no ha carecido de éxito. Empero, el árbol no debe esconder el bosque: estos diversos grupos de presión han nacido sobre todo en el primer mundo; y, en el transcurso del decenio de los setenta, que ha visto crecer la influencia de numerosas corrientes intelectuales libertarias, aunado al hecho de que la crisis de los energéticos obligó a numerosos gobiernos occidentales a negociar con los autóctonos para poder acceder a los recursos de sus territorios, dentro del marco de los procedimientos previstos por los mecanismo del Estado de derecho: los autóctonos de hoy saben que los occidentales son sensibles al argumento que los describe como en simbiosis perpetua con la naturaleza.

La declinación de las grandes ideologías (creencia en el mercado no da sentido a la vida), y el aislamiento al que puede conducir la exacerbación del individualismo explican sin duda una necesidad de arraigo en cuanto a identidad y la tentación comunitaria, así como el respeto marcado hacia otros sistemas de valores (en especial los de los autóctonos), quizá más prometedoras.
Ni el multiculturalismo, ni tampoco la asimilación, tomadas aisladamente son elixires de larga vida. El comunitarismo no es necesariamente la antítesis de la integración, se busca ahora el pluralismo jurídico.
En ese sentido, para fortalecer y armonizar las protecciones legales otorgadas a los saami en los países nórdicos, en los últimos años se han realizado esfuerzos para adoptar una Convención saami. Esto podría convertirse en el primer tratado regional sobre pueblos indígenas y consagraría diversos derechos, incluido el derecho a la libre determinación, el idioma y la cultura saami, y la tierra y el agua, respaldando el principio del consentimiento libre, previo e informado.
Para llegar a lo que hace 75 años se afirmó proclamaban

“Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas” (…) “los pueblos….”.

-Pawo Wróbel-

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