AVOMPLA, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán

El 26 de junio de 2002 debía ser una fecha importante, una jornada de protesta nacional con epicentro en Capital era lanzada por el Bloque Piquetero, frente que reunía a la izquierda tradicional del MTL y el trotskismo con organizaciones de rasgos autonomistas surgidas al calor de la resistencia frente al neoliberalismo como el MTD. Los “hijos bobos” del PRT como Patria Libre con Barrios de Pie, CUBa-MTR o el propio MPR Quebracho actuábamos de algún modo como vaso comunicante entre los extremos de una coalición absurda dónde el único común denominador era el espanto.

Aquello de “piquetes y cacerolas la lucha es una sola” se extinguía al compás que el interregno duhaldista lograba signos de reactivación económica. Los sectores medios morigeraban la virulencia mostrada en el verano de 2001/2002, mientras los sindicatos y parte del “movimiento piquetero” con Luis D’Elia y Juan Carlos Alderete a la cabeza comenzaban a cantar “piquetes y cacerolas la transa es una sola” dispuestos a ser base social de la convalidación electoral de Eduardo Duhalde en la Presidencia de la Nación. Ese 26 de junio partíamos derrotados pero nuestros “dirigentes” buscaban una derrota épica dónde expiar su desandar culposo por no haber caído en los setenta… El problema es que la culpa no la expiaban con los propios cuerpos, sino con los nuestros. La represión se sabía y era por demás de claro que tanto el gobierno nacional como el bonaerense ya carecían de margen de maniobra para desoír la exigencia de represión a “esos zurdos barbudos” de los barones del conurbano encabezados por Raúl Othaceché.

¿Felipe Solá y Eduardo Duhalde? Tienen su cuota de responsabilidad que deberá ser recordada siempre, pero no sólo que difícilmente en un juicio se le pueda adjudicar un cargo criminal porque la bonaerense y los barones del conurbano le tiraron muertos sobre la mesa de negociación de sus internas, sino que es tirar la pelota afuera de la cancha para dilucidar por qué fueron brutalmente asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, cómo también de por qué los protagonistas que pusimos nuestros cuerpos jóvenes a los anhelos épicos de nuestros mamarracho de “dirigentes” sabemos que fue un milagro que sólo hubiera dos muertes.

De los “mamarrachos” ni vale la pena hablar, el tiempo ha hecho lo suyo, ya ningún Tumini me convencerá que la desconfianza es hacia el compañero de la otra organización del campo popular y no hacia la oligarquía asesina. Que la parca les llegue entre pesadillas tenebrosas, la represión se sabía y el martirio no es romántico, es muerte, es dolor, dolor que nunca se nos va.

El centro es el “por qué” los barones del conurbano a través de la bonaerense decidieron negociar con muertos sobre la mesa y ese “por qué” es la disputa de poder real dónde las organizaciones “piqueteras” minábamos su base clientelar con una construcción que con todos sus defectos intentaba cimentar poder popular en los territorios. Algún teórico de culo sentado dirá que eso era posmodernismo fanoniano nacido de una lectura alocada de “Los condenados de la tierra”, la realidad dirá que los ataques a balazos de punteros sobre referentes o sus atentados a centros comunitarios poco tienen de teoría. Si “la tropa” pasaba de ellos, los barones del conurbano valían nada y el control policial de “la calle” perdía sus cajas de recaudación, con todos nuestros errores y pésimos “dirigentes” la impactante movilización con millares de compañeros emponderados del 26 de junio mostraba que en una década de resistencia nos habíamos convertido en una amenaza para el status quo de la partidocracia. Debían acabarnos y lo hicieron.

¿Nuevamente Duhalde y Solá? No sé, desconozco si simplemente dejaron que sucediera o cuál fue su grado de complicidad, tienen la responsabilidad política que les cabe y Duhalde la pagó con el fin de su sueño presidencial, Felipe cae siempre parado con su especial talento para “hacerse el boludo” como le confesara a un notero del primer CQC. En todo caso no me causan más indigestión que una “dirigencia” en la que desde entonces me dejé de reflejar. Se sabía y no sólo que no se evitó, quizás era imposible, pero nos mandaron a un matadero y no a una confrontación en la que no tuvieron el “detalle” de estar.

Fue lo que fue y sólo una suerte de designio divino hizo que nada más muriesen dos compañeros, la represión se desató en cada punto de corte de los accesos de Capital, cumpas que estuvieron recuerdan haber sido baleados incluso desde helicópteros, Kosteki recibió un balazo en el pecho y Santillán fue ejecutado por la espalda mientras intentaba ayudarlo… Dos compañeros muertos más y esa ingrata mezcla de indignación pero también alivio cuando confirmás que eran del MTD y no alguna de tus caras conocidas de Barrios de Pie o la Venceremos. Sí, la militancia, también, te da esa indolencia, sentí alivio al saber que ningún compañero de Patria Libre tenía lesiones de gravedad. Luego tuvimos nuestro canto de cisne y a medida que nos dábamos cuenta que teníamos fuerza suficiente para tumbar la consolidación del duhaldismo también observábamos que estábamos solos, que el respaldo del progresismo era una tibia especulación sin coraje de articular una alternativa política y que aquel “peronismo consecuente” de los documentos encabezado por un pingüino santacruceño que comenzaba a ser esperanza se convencía que para llegar al gobierno debía negociar con los que tenían el poder de fuego y no con los mártires.

Dieciocho años después, Maxi y Darío siguen allí, no sólo sin Justicia sino que utilizados y usufructuados sin que nadie tome las banderas de lucha de sus manos. No son mártires, no son víctimas, son compañeros combatientes del campo popular que cayeron dando batalla al proyecto oligárquico y los “males menores” de una burguesía nativa impotente. No dieron sus vidas para que los mamarrachos negocien subsidios de la socialdemocracia europea preocupada por la grave situación de los derechos humanos en las pampas, Maxi y Darío fueron malón, fueron montonera federal, fueron descamisados y fueron resistencia de los ’90, fueron soldados de la causa del Pueblo y de la Patria. Cayeron gestando, organizando y defendiendo el poder popular frente a la oligarquía asesina.

Su pelea sigue viva, sigue ahí y esta pandemia lo demuestra dónde la historia contará algún día que la crisis fue frenada por miles y miles de compañeras que pusieron el pecho desde la olla de un comedor comunitario y no por un ampuloso Presidente con sus filminas. Desde otro lugar, desde otra realidad que nos permite también disputar espacios institucionales, pero es clara y contundentemente la misma batalla.

Ellos… Ellos… Ellos sólo matan al hombre, jamás podrán extinguir al combatiente.

AVOMPLA, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Hasta la victoria siempre.


Jorge Santiago Miranda, editorialista de SENDA, militante popular devenido en comunicador.

AVOMPLA son las siglas de “A vencer o morir por la Argentina”, lema del Ejército Revolucionario del Pueblo en los setenta.

Fuente: https://www.facebook.com/Regresa.La.Bestia/posts/10217985057441002

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